miércoles, 17 de abril de 2024

Las atarazanas de Valencia eran célebres por sus construcciones navales

«Cuando los reyes formaban una flota, se componía de tres escuadras: catalana, mallorquina y valenciana. Las atarazanas de Valencia eran célebres por sus construcciones navales. De ellas salían los mejores navíos de la costa española. «Galera genovesa y navío catalán», decían los navegantes de la Edad Media como última expresión del arte naval».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez



Las Atarazanas

Revista de arte. 2008

lunes, 15 de abril de 2024

Las pobres aves del corral estremecíanse en la lúgubre sombra de aquel paredón

«Tal fue su deseo de aislarse y no verse, que les pareció baja la pared que separaba sus corrales. Las gallinas de unos y otros, escalando los montones de leña, fraternizaban en lo alto de las bardas; las mujeres de las dos casas cambiaban desde las ventanas gestos de desprecio. Aquello no podía resistirse; era como vivir en familia, y la viuda de Casporra hizo que sus hijos levantaran la pared una vara. Los vecinos se apresuraron a manifestar su desprecio con piedra y argamasa, y añadieron algunos palmos más a la pared. Y así, en esta muda y repetida manifestación de odio, la pared fue subiendo y subiendo. Ya no se veían las ventanas; poco después no se veían los tejados; las pobres aves del corral estremecíanse en la lúgubre sombra de aquel paredón que las ocultaba parte del cielo, y sus cacareos sonaban tristes y apagados a través de aquel muro, monumento del odio, que parecía amasado con los huesos y la sangre de las víctimas».

La pared

La condenada y otros cuentos

Vicente Blasco Ibáñez



Foto Desfilis

Bivaldi

sábado, 13 de abril de 2024

La Guardia civil no les perdía de vista

«Pero los tiempos eran otros. Ya no era posible ir a tiros como sus padres en plena plaza a la salida de misa mayor. La Guardia civil no les perdía de vista; los vecinos les vigilaban, y bastaba que uno de ellos se detuviera algunos minutos en una senda o en una esquina para verse al momento rodeado de gente que le aconsejaba la paz. Cansados de esta vigilancia que degeneraba en persecución y se interponía entre ellos como infranqueable obstáculo, Casporras y Rabosas acabaron por no buscarse, y hasta se huían cuando la casualidad les ponía frente a frente»

La pared

La condenada y otros cuentos

Vicente Blasco Ibáñez



Guardia Civil. Valencia

Todocolección

jueves, 11 de abril de 2024

Pensando más en aprovechar los descuidos del vecino que en el cultivo de las tierras

«Una noche, por cuestiones de riego, un Casporra tendió en la huerta de un escopetazo a un hijo del tío Rabosa, y el hijo menor de éste, porque no se dijera que en la familia no quedaban hombres, consiguió, después de un mes de acecho, colocarle una bala entre las cejas al matador. Desde entonces las dos familias vivieron para exterminarse, pensando más en aprovechar los descuidos del vecino que en el cultivo de las tierras. Escopetazos en medio de la calle; tiros que al anochecer relampagueaban desde el fondo de una acequia o tras los cañares o ribazos cuando el odiado enemigo regresaba del campo; alguna vez un Rabosa o un Casporra camino del cementerio con una onza de plomo dentro del pellejo, y la sed de venganza sin extinguirse, antes bien, extremándose con las nuevas generaciones, pues parecía que en las dos casas los chiquitines salían ya del vientre de sus madres tendiendo las manos a la escopeta para matar a los vecinos».

La pared

La condenada y otros cuentos

Vicente Blasco Ibáñez



Huerta de Valencia

Todolección

martes, 9 de abril de 2024

Los odios de los Rabosas y Casporras traían alborotado a Campanar

«Treinta años que los odios de los Rabosas y Casporras traían alborotado a Campanar. Casi en las puertas de Valencia, en el risueño pueblecito que desde la orilla del río miraba a la ciudad con los redondos ventanales de su agudo campanario, repetían aquellos bárbaros, con un rencor africano, la historia de luchas y violencias de las grandes familias italianas en la Edad Media. Habían sido grandes amigos en otro tiempo; sus casas, aunque situadas en distinta calle, lindaban por los corrales, separados únicamente por una tapia baja».

La pared

La condenada y otros cuentos

Vicente Blasco Ibáñez



Huerta de Campanar. 1910

Subida por Julio García Celda a VAHG

domingo, 7 de abril de 2024

Las Fiestas de San Vicente Ferrer según Blasco Ibáñez

«La fiesta del santo popular verificábase con el aparato de costumbre. En los puntos más céntricos de la ciudad habíanse levantado los «altares», enormes fábricas de madera y cartón piedra que llegaban a los tejados, con decoración gótica o corintia, erizados de mecheros de gas, y en su parte media la repisa, en la que se ostentaba el diplomático de Caspe con su hábito de dominico y un dedo en alto entre cirios y flores.


V Centenario de la muerte de san Vicente Ferrer. 1919 

Altar en la plaza de san Esteban

Abajo, la plataforma del escenario, donde se representaban los milacres, piezas dramáticas, cándidas y sencillas como sus versos lemosines, cuyo argumento, girando en torno del mismo punto, trata siempre de las querellas feudales entre Centelles y Vilaraguts, de la conversión de los moros de Granada o de alguna treta de los impíos contra el elocuente apóstol, todo sazonado al final con el necesario milagro del santo y el correspondiente sermón en endecasílabos.


Cuadro de actores del Altar del Pilar

La multitud agolpábase ante los altares para oír mejor a los actores, granujillas del barrio, roncos de tanto vocear los versos, orondos en sus trajes de ropería; orgullosos de lucir el bonete con pluma y tirar de la espada cuando lo requería el _milacre_; y era de ver la atención con que escuchaba la predicación de San Vicente, representado siempre por un muchacho paliducho, pedante y melancólico, y las carcajadas con que celebraba las majaderías del motilón, personaje bufo que pasaba el tiempo tragando pan, sorbiendo rapé, sonándose las narices en un pañuelo como una sábana y agujereado como una criba, y diciendo estupideces subidas de color, todo para mayor edificación de los devotos del santo. Un mar de cabezas agitábase ante aquellas plataformas que recordaban el teatro primitivo, lo mismo el tablado de Esquilo que la carreta de Lope de Rueda.


Altar san Vicente Ferrer. El Tossal. 1930 

La Semana Gráfica. 3 de mayo de 1930

Entre una y otra representación tocaban las músicas alegres polcas, y la granujería de siempre, agarrada de un modo repugnante, improvisaba academias de baile en las aceras, chocando muchas veces contra las mesas donde las buenas mozas de vestido almidonado, pañuelo de seda y cara bravia vendían garbanzos tostados, orejones y ciruelas pasas.


En la plaza de la Constitución vio a don Eugenio, que miraba de lejos el milacre, apoyado en el viejo bastón y mostrando su carita de pascua por el embozo de su capa azul, que no abandonaba hasta bien entrado el verano».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


viernes, 5 de abril de 2024

La Pascua según Blasco Ibáñez. Y 03

«Cuando se hacía momentáneamente el silencio en el comedor, oíase cómo se regocijaba fuera la plebe; el rasgueo de la guitarra, el estallido de los cohetes, el cacareo de las mujeres; y algunas veces el estruendo venía de abajo, de la cocina, donde sonaban el vozarrón de Nelet y las corridas medrosas de las criadas, con chillidos de protesta débil. También allí partían huevos.

Las personas mayores la emprendieron con el dulce, y el señor Cuadros descorchó frascos de licor de colores vivos e infernales, que hacían retorcer el estómago. Las copitas de color rosa besaban las bocas, dejando en los rojos labios de las jóvenes adorables gotitas de azúcar líquido.

La sobremesa, alborozada y ruidosa, duró mucho rato. Nadie miraba el reloj del comedor, que seguía indiferente marcando el curso del tiempo. Cuando sonaron las nueve, todos se sobresaltaron. Fuera del hotel la algazara iba disminuyendo.

Doña Manuela hizo prometer a sus amigos que la honrarían con su visita en los dos restantes días de la Pascua, y comenzaron los preparativos de marcha. Las criadas comparecieron rojas y sudorosas. Bien habían bromeado con Nelet y el cochero del señor López».   

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Después del almuerzo. 1890

Joaquín Sorolla y Bastida

Óleo. 36 x 60,5

Colección particular