«Ante esta noticia, Neleta se mostró tal como era. Su vocecita mimosa, de dulzonas inflexiones, se tornó ronca; brillaron como si fuesen de talco las claras gotas de sus ojos, y por su piel blanca corrió una oleada de verdosa palidez.
—¡Recordons! —gritó, como un barquero de los que concurrían a la taberna.
¿Y para esto se había casado ella con Cañamel? ¿Para esto aguantaba una enfermedad interminable, esforzándose por aparecer dulce y cariñosa? Vibraba en pie dentro de ella, con toda su inmensa fuerza, el egoísmo de la muchacha rústica que coloca el interés por encima del amor.
En el primer impulso quiso golpear a su tía, que le comunicaba tales noticias a última hora, cuando tal vez no había remedio. Pero la explosión de cólera le haría perder tiempo, y prefirió correr a la barca del tío Paloma, con tanta prisa, que ella misma empuñó una percha para salir cuanto antes del canal y tender la vela».
Cañas y barro
Vicente Blasco Ibáñez
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