«La Samaruca era infatigable en sus averiguaciones. Antes de romper el día ya estaba frente a la barraca de los Palomas, y al abrir la puerta la Borda entablaba conversación con ella, mientras lanzaba vivas miradas al interior de la vivienda para ver si Tonet estaba dentro.
La implacable enemiga de Neleta adquirió la convicción de que el joven se quedaba por las noches en la taberna. ¡Qué escándalo! ¡Cuándo sólo hacía unos meses que había muerto Cañamel! Pero lo que más le irritaba de esta audacia amorosa era que el testamento del tabernero quedase sin cumplir y la mitad de sus bienes siguiera en poder de la viuda, en vez de pasar a los parientes de la primera mujer».
Cañas y barro
Vicente Blasco Ibáñez