«Neleta, sin hablar de ello al amante, buscaba el medio de deshacerse de la nueva vida que sentía latir en sus entrañas como una amenaza para su avaricia.
La tía, asustada por sus confidencias, hablaba de remedios poderosos. Recordaba sus conversaciones con las viejas del Palmar al lamentarse de la rapidez con que se reproducen las familias en la miseria. Por consejo de su sobrina iba a Ruzafa o entraba en la ciudad para consultar a las curanderas que gozaban de oscura fama en las últimas capas sociales, y volvía allí con extraños remedios, compuestos de ingredientes repugnantes que revolcaban el estómago».
Cañas y barro
Vicente Blasco Ibáñez