martes, 31 de mayo de 2022

El Corpus según Blasco Ibáñez. 05

«La plaza era un mar multicolor de cabezas. Los balcones estaban adornados con antiguas colgaduras de sólidos colores, las bocacalles vomitaban sin cesar nuevos grupos en el compacto gentío, y los pájaros que anidaban en los árboles del Mercado huían ante la granujería que, montada en las ramas, silbaba y gritaba a los de abajo, con la confianza del que está en su propia casa. El sol de verano caldeaba la muchedumbre, por entre la cual paseaban las chiquillas despeinadas y en chanclas, con el cántaro en la cadera, pregonando el agua fresca, y los mocetones de brazos hercúleos y arremangados, con pañuelo de seda en la cabeza, sosteniendo a pulso las pesadas heladoras y ofreciendo a gritos la horchata y el agua de cebada.

Ya habían sonado las cuatro. En los balcones abríanse, como flores gigantescas, sombrillas de brillantes colores, agitábanse grandes abanicos con aleteo de pájaro, y abajo la muchedumbre removíase inquieta, chocando con las apretadas filas de sillas que orlaban el arroyo. Sonó un rugido a un extremo de la plaza, e inmediatamente fue contestado por un griterío general.

—¡Ya están ahí...! ¡ya están ahí!

Y hubo empellones, codazos, remolinos de cabezas, empujando todos al que estaba delante para ver mejor.

A lo lejos, empequeñecida por la distancia, apareció la primera roca, en torno de la cual, como jinetes liliputienses, hacían caracolear sus caballos los soldados encargados de abrir paso. Un alegre cascabeleo dominaba los ruidos de la plaza y las voces enérgicas del postillón en traje de la huerta, que gritaba "¡arre! ¡arre!" manejando con rara maestría una docena de ramales.

Las rocas, una tras otra, fueron desfilando por la plaza, produciendo cada una de ellas una verdadera revolución. Trotaban, arrastrando los pesados armatostes, las docenas de muías gordas y lustrosas salidas de las cuadras de los molinos, con los rabos encintados, las cabezas adornadas con vistosas borlas y entre las orejas tiesos y ondulantes penachos. Cogidos a sus bridas corrían los criados de los molineros, atletas de ligera alpargata, despechugados y con los brazos al aire, que, a la voz de "¡alto!", se colgaban de las cabezadas, haciendo parar en seco a las briosas bestias. Colgando de las traseras de los carromatos balanceábanse racimos de chicuelos, que al menor vaivén caían en la arena, saliendo milagrosamente de entre las patas de los caballos. En las plataformas iban los de la Lonja, tratantes en trigo, molineros, gente campechana y amiga del estruendo, que, en mangas de camisa, botonadura de diamantes y gruesa cadena de oro en el chaleco, arrojaban a los balcones con la fuerza de proyectiles los ramilletes húmedos y los cartuchos de confites duros como balas, con más almidón que azúcar».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Esperando la Procesión del Corpus. Años 50

Todocolección

domingo, 29 de mayo de 2022

El Corpus según Blasco Ibáñez. 04

«Y seguían detrás las dansetes, escuadrones de pillería disfrazada con mugrientos trajes de turcos y catalanes, indios y valencianos, sonando roncos panderos e iniciando pasos de baile; las banderas de los gremios, trapos gloriosos con cuatro siglos de vida, pendones guerreros de la revolucionaria menestralía del siglo XVI; la sacra leyenda, tan confusa como conmovedora, de la huida a Egipto; los Pecados capitales, con estrambóticos trajes de puntas y colorines, como bufones de la Edad Media, y al frente de ellos la Virtud, bautizada con el estrambótico nombre de la _Moma_; los Reyes Magos, haciendo prodigios de equitación; heraldos a caballo; jardineros municipales a pie, con grandes ramos; carrozas triunfales, todo revuelto, trajes y gestos, como un grotesco desfile de Carnaval, y alegrado por el vivo gangueo de las dulzainas, el redoble de los tamboriles y el marcial pasacalle de las bandas.

Detrás, presidiendo la comitiva, como muda invitación hecha al público para asociarse a la fiesta, iban en las carrozas municipales media docena de señores de frac, tendidos en los blasonados almohadones, llevando sobre el vientre, como emblema concejil, la roja cincha y saludando al público con un sombrerazo protector.

--¡Atrás, niñas!--dijo doña Manuela a sus hijas--. ¡Atrás, que vienen esos brutos!

Los brutos eran los de la _degòlla_: un pelotón de gañanes con la cara tiznada, gabanes de arpillera con furias pintadas, y coronados de hierba, que cerraban la marcha, repartiendo zurriagazos entre los curiosos que ocupaban la primera fila con sus garrotes de lienzo, más ruidosos que ofensivos».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



La Moma

Archivo de Salva Monmeneu

viernes, 27 de mayo de 2022

El Corpus según Blasco Ibáñez. 03

«Y todos estos carromatos, legados de la piedad jocosa de pasadas generaciones, eran admirados por el gentío, que, con un entusiasmo puramente meridional, se regocijaba pensando en la fiesta de la tarde, cuando las muías empenachadas se emparejasen en la aguda lanza y los carromatos conmoviesen las calles con sordo rodar, exuberantes las plataformas de arremangados mocetones disparando una lluvia de confites sobre el gentío.

Así como avanzaba la mañana aumentaba el hormigueo en torno de las rocas, que, vistas de lejos, destacábanse como escollos sobre el oleaje de cabezas. El primer sol de verano abrillantaba como espejos las barnizadas tablas de los carromatos, doraba los mástiles, esparcía un polvillo de oro en la plaza, daba al gigantesco toldo una transparencia acaramelada, y este cuadro levantino, fuerte de luz, dulcificábase con el tono blanco de la muchedumbre, vestida de colores claros y cubierta con los primeros sombreros de paja.

A las doce, cuando mayor era la concurrencia, las de Pajares salieron de la catedral, devocionario en mano y al puño el rosario de nácar y oro. Regresaban a casa después de oír misa, y al llegar frente a la Audiencia vieron correr la gente, oyendo al mismo tiempo un lejano tamborileo.

--¡La cabalgata! ¡La cabalgata!--gritaba la chiquillería corriendo por la calle de Caballeros. Y las de Pajares tuvieron que detenerse ante la muralla de curiosos agolpados al paso de la cabalgata.

Primero pasaron los portadores de las banderolas, con sus dalmáticas de seda con las barras aragonesas y altas coronas de latón sobre melenas y barbazas de estopa; tras ellos el cura municipal, el famoso «capellán de las rocas», jinete en brioso caballo encaparazonado de amarillo, el manteo de seda descendiendo desde el alzacuello a la cola del caballo, y enseñando la limpia y blanca tonsura al saludar con el bonete al público de los balcones».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Estampa. 17 de junio de 1930

https://fullesgroguesvoramar.blogspot.com/2020/06/las-rocas-del-corpus.html

miércoles, 25 de mayo de 2022

El Corpus según Blasco Ibáñez. 02

«Allí estaba la roca Valencia, enorme ascua de oro, brillante y luminosa desde la plataforma hasta el casco de la austera matrona que simboliza la gloria de la ciudad; y después, erguidos sobre los pedestales los santos patronos de las otras _rocas_: San Vicente, con el índice imperioso, afirmando la unidad de Dios; San Miguel, con la espada en alto, enfurecido, amenazando al diablo sin decidirse a pegarle; la Fe, pobre ciega, ofreciendo el cáliz donde se bebe la calma del anulamiento; el Padre Eterno, con sus barbas de lino, mirando con torvo ceño a Adán y Eva, ligeritos de ropa como si presintiesen el verano, sin otra salvaguardia del pudor que el faldellín de hojas; la Virgen, con la vestidura azul y blanca, el pelo suelto, la mirada en el cielo y las manos sobre el pecho; y al final, lo grotesco, lo estrambótico, la bufonada, fiel remedo de la simpatía con que en pasadas épocas se trataban las cosas del infierno, la _roca Diablera_; Pintón coronado de verdes culebrones, con la roja horquilla en la diestra, y a sus pies, asomando entre guirnaldas de llamas y serpientes, los Pecados capitales, horribles carátulas con lacias y apolilladas greñas, que asustaban a los chicuelos y hacían reír a los grandes».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Procesión del Corpus

Todocolección

lunes, 23 de mayo de 2022

El Corpus según Blasco Ibáñez. 01

«La vela del Corpus, con sus anchas listas azules y blancas, sombreaba desde los altos mástiles la plaza de la Virgen.

La muchedumbre, endomingada, agitábase en torno de las rocas, admirando una vez más las carrozas tradicionales que todos los años salían a luz: pesados armatostes lavados y brillantes, pero con cierto aire de vetustez, luciendo en sus traseras, cual partida de bautismo, la fecha de construcción: el siglo XVII.

Recordaban aquellas enormes fábricas de madera pintada, con su lanza semejante a un mástil de buque y sus ruedas cual piedras de molino, las carrozas sagradas de los ídolos indios o los carromatos simbólicos que güelfos y gibelinos llevaban a sus combates.

La gente pasaba revista con una curiosidad no exenta de ternura a la fila de rocas, como si su presencia despertara gratos recuerdos».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



La fuente de la plaza de la Virgen adornada para la festividad del Corpus. 1961

https://liturgia.mforos.com/1699084/10075530-procesion-del-corpus-christi-de-valencia/?pag=2

sábado, 21 de mayo de 2022

Una pescadora fea, viuda y de carácter dominante, pretendió acampar en la taberna

«Al morir su mujer, pobre compañera de la época de infortunio, su hermana menor, una pescadora fea, viuda y de carácter dominante, pretendió acampar en la taberna con carácter de dueña, escoltada por todos los de la familia. Halagaban a Cañamel con los cuidados que inspira un pariente rico, hablándole de lo difícil que era para un hombre solo seguir al frente de la taberna. ¡Allí faltaba una mujer! Pero Cañamel, que había odiado siempre a la cuñada por su mala lengua y temblaba ante la posibilidad de que aspirase a ocupar el puesto aún caliente de su hermana, la puso en la puerta, desafiando sus protestas escandalosas. Al cuidado del establecimiento le bastaban dos viejas, viudas de pescadores, que guisaban los all y pebres para los aficionados que venían de Valencia, y limpiaban aquel mostrador en el que gastaba sus codos todo el pueblo».

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez



Fotograma de "Cañas y barro". RTVE

jueves, 19 de mayo de 2022

Sus antiguos amigos de Argel le enviaban con puntualidad los cargamentos

«Las cosas marchaban bien. En la playa todos eran ciegos, gracias a la buena maña del tabernero. Sus antiguos amigos de Argel le enviaban con puntualidad los cargamentos, y el negocio rodaba tan suavemente, que Cañamel, a pesar de que correspondía con extraordinaria generosidad al silencio de los que podían perjudicarle, prosperaba a toda prisa. Al año de estar en el Palmar ya había comprado tierras de arroz y tenía en el piso alto de la taberna su talego de plata para sacar de apuros a los que solicitaban préstamos».

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez


Los contrabandistas. 1919

Óleo

Joaquín Sorolla y Bastida

Colección privada

martes, 17 de mayo de 2022

Allí, las barcas grandes, los laúdes de la Albufera, que podían cargar hasta cien sacos de arroz

«Los más íntimos de Cañamel sabían que no eran infundadas estas murmuraciones. La taberna le importaba poco. Su principal negocio era por la noche, después de cerrarla; por algo había sido carabinero y recorrido las playas. Todos los meses caían fardos en la costa, rodando en la arena a impulsos de un enjambre de bultos negros que los levantaban en alto, llevándolos a través de la Dehesa hasta las orillas del lago. Allí, las barcas grandes, los laúdes de la Albufera, que podían cargar hasta cien sacos de arroz, se abarrotaban con los fardos de tabaco, emprendiendo lentamente la marcha en la oscuridad hacia tierra firme… Y al día siguiente, ni visto ni oído.

Escogía la tropa para estas expediciones entre los más audaces que concurrían a su taberna. Tonet, a pesar de sus pocos años, fue agraciado dos o tres veces con la confianza de Cañamel, por ser muchacho valiente y reservado. En este trabajo nocturno podía ganarse un hombre de bien dos o tres duros, que después dejaba otra vez en manos de Cañamel bebiendo en su taberna. Y todavía los infelices, comentando al día siguiente los azares de una expedición de la que eran ellos los principales protagonistas, se decían admirados: "¡Pero qué agallas tiene ese Cañamel…! ¡Con qué atrevimiento se expone a que le metan mano…!"».

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez



El transporte del arroz

La Albufera

?

domingo, 15 de mayo de 2022

El melancólico campanilleo sonaba ahora junto a él

«El melancólico campanilleo sonaba ahora junto a él, y empezaron a pasar por el camino bultos informes, que su vista, turbia por las lágrimas, no acertaba a definir. Sintió que le tocaban con la punta de un palo; y, levantando la cabeza, vió una escueta figura, una especie de espectro que se inclinaba hacia él.

Reconoció al tío Tomba: el único de la huerta a quien no debía ningún pesar.

El pastor, tenido por brujo, poseía la adivinación asombrosa de los ciegos. Apenas reconoció a Batiste pareció comprender toda su desgracia. Tentó con el palo la escopeta que estaba a sus pies, y volvió la cabeza, como si buscase en la oscuridad la barraca de Pimentó.

Hablaba con lentitud, con una tristeza reposada, como hombre acostumbrado a las miserias de un mundo del que pronto había de salir. Adivinó el llanto de Batiste.

—Fill meu!... Fill meu!...

Todo lo que ocurría ahora lo esperaba él, ¡hijo mío! Ya se lo había dicho el primer día que lo encontró instalado en las tierras malditas: "¡Le traerían desgracia!...".

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


Ilustración de José Benlliure para "La barraca"


viernes, 13 de mayo de 2022

En su juventud había estado en la Albufera de carabinero

«Cañamel no era del Palmar, ni siquiera valenciano. Era de muy lejos, de allá donde hablan en castellano. En su juventud había estado en la Albufera de carabinero, casándose con una muchacha del Palmar, pobre y fea. Después de una vida accidentada, al reunir algunos cuartos, había venido a establecerse en el pueblo de su mujer, cediendo a los deseos de ésta. La pobre estaba enferma y revelaba poca vida: parecía gastada por aquellos viajes que la hacían soñar con su tranquilo rincón del lago».

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez



Oficial y Sargento Carabineros

Foto Colecha. El Grao

Todocolección

miércoles, 11 de mayo de 2022

En el gran edificio de la avenida de Víctor Hugo

«Desnoyers había estado en casa de sus padres antes de dirigirse a la Capilla Expiatoria. Una entrada furtiva en el gran edificio de la avenida de Víctor Hugo. Había subido al primer piso por la escalera de servicio, como un proveedor. Luego se había deslizado en la cocina lo mismo que un soldado amante de una de las criadas. Allí había venido a abrazarle su madre, la pobre doña Luisa, llorando, cubriéndolo de besos frenéticos, como si hubiese creído perderle para siempre. Luego había aparecido Luisita, la llamada Chichí, que lo contemplaba siempre con simpática curiosidad, como si quisiera enterarse bien de cómo es un hermano malo y adorable que aparta a las mujeres decentes del camino de la virtud y vive haciendo locuras. A continuación, una gran sorpresa para Desnoyers, pues vio entrar en la cocina, con aires de actriz solemne, de madre noble de tragedia, a su tía Elena, la casada con el alemán, la que vivía en Berlín rodeada de innumerables hijos».

Los cuatro jinetes del Apocalipsis

Vicente Blasco Ibáñez



Vista de la avenida Victor Hugo tomada desde el Arco del Triunfo

https://www.alamy.es/foto-tarjeta-postal-paris-vista-de-la-avenida-victor-hugo-tomada-desde-el-arc-de-triomphe-49916030.html

lunes, 9 de mayo de 2022

El lujo de esta taberna enorgullecía a los parroquianos

«El lujo de esta taberna enorgullecía a los parroquianos. Las paredes estaban chapadas de azulejos de Manises hasta la altura de las cabezas. Por encima extendíanse paisajes fantásticos, verdes o azules, con caballos como ratas y árboles más pequeños que los hombres, y de las vigas pendían ristras de morcillas, alpargatas de esparto y manojos de cuerdas amarillas y punzantes que se empleaban como jarcias en las grandes barcas del lago.

Todos admiraban a Cañamel. ¡El dinero que tenía aquel gordo…! Había sido guardia civil en Cuba y carabinero en España; después vivió muchos años en Argelia; conocía algo de todos los oficios, y sabía tanto, ¡tanto! que, según expresión del tío Paloma, se enteraba durante su sueño del lugar donde se acostaba cada peseta, y al día siguiente corría a cogerla.

En el Palmar nunca se había bebido vino como el suyo. Todo era de lo mejor en aquella casa. El amo recibía bien a los parroquianos y arañaba en los precios de un modo razonable».

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez


Alquería transformada en taberna 

http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=1694463&page=181

sábado, 7 de mayo de 2022

La festividad de la Virgen de los Desamparados según Blasco Ibáñez

«Desde las Pascuas que era grande la intimidad entre las dos familias; Juanito había oído hablar la noche anterior de cierto plan de esparcimiento matutino, como principio de fiesta, por ser los días de Amparito. Oirían la primera misa en la capilla de los Desamparados, porque a doña Manuela, como buena valenciana, le parecía que ninguna misa del resto del año valía tanto como aquélla y después tomarían chocolate en un huerto de fresas, bajo un toldo de plantas trepadoras, recreándose el olfato con el olor de los campos de flores y el humillo del espeso soconusco.

El día de la Virgen fue con Tónica y su amiga a la primera misa en la capilla de los Desamparados. Dentro del templo sonaba la música; la multitud, oprimida en la mezquina rotonda, esparcíase por la plaza hasta la fuente, adornada con un ridículo templete que parecía de confitería. Todos estaban en actitud reverente, sin ver otra cosa de la misa que las obscuras puertas, en cuyo fondo brillaban como chispas de oro las luces de los altares, sintiendo en sus descubiertas cabezas el vientecillo de primavera, semejante al halago de una mano invisible, tibia y olorosa. En esta confusión, cuando Juanito, sacando los codos, guardaba de empujones a las dos mujeres, vio a corta distancia a su familia y la del señor Cuadros».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Procesión de la Virgen de los Desamparados

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jueves, 5 de mayo de 2022

Arrastrándose por la cubierta, llegaron hasta el mástil

«La Flor de Mayo tendióse de costado sobre el agua, como si una mano poderosa, agarrando su quilla, pugnase por voltearla. El agua invadió la cubierta, y la gigantesca vela se extendió como una sábana sobre las olas, aleteando, volviendo a caer como un pájaro moribundo.

Esta caída de lado, que iba a hacerles zozobrar, fue obra de un instante: el primer impulso del vendaval que, pillando de lleno la tendida vela, la aplastó sobre el agua, tumbando a la barca.

El tío Batiste y el Retor, arrastrándose por la cubierta, llegaron hasta el mástil, y deshaciendo el nudo de las jarcias, arriaron la vela».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez


Dos marineros en cubierta

Óleo. 24,8 x 36,8

Joaquín Sorolla y Bastida

martes, 3 de mayo de 2022

O se sentaba en los taburetes de cuerda, ante las mesillas de pino

«Aquel mocito que aún no había cumplido los dieciocho años, y del que se hablaba mucho en el pueblo, tenía su escenario favorito, adonde corría apenas dejaba atracada en el canal la barca del padre o la del abuelo.

Era la taberna de Cañamel, un establecimiento nuevo del que se hacían lenguas en toda la Albufera. No estaba, como las otras tabernillas, instalada en una barraca de techo bajo y ahumado, sin más respiradero que la puerta. Tenía casa propia, un edificio que entre las barracas de paja parecía portentoso, con paredes de mampostería pintadas de azul, techo de tejas y dos puertas, una a la única calle del pueblo y otra al canal. El espacio entre las dos puertas estaba siempre lleno de cultivadores de arroz y de pescadores, gente que bebía de pie frente al mostrador, contemplando como hipnotizada las dos filas de rojos toneles, o se sentaba en los taburetes de cuerda, ante las mesillas de pino, siguiendo interminables partidas de brisca y de truque».

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez



Palique y trago

Óleo. 47 x 60

José Benlliure y Gil

Museo del Prado

domingo, 1 de mayo de 2022

La tempestad, la tormenta que desde el amanecer estaba esperando el tío Batiste

«El tío Batiste, tendido en la proa y mojado por los espumarajos de las olas, miraba al horizonte por la parte de Levante, donde el celaje plomizo parecía condensarse, formando una masa de negruzco vapor.

Llamaba a Pascual para que prestase atención; pero el Retor tenía fijos sus ojos en el grupo de tripulantes que tiraban de la red. Por una casualidad, Tonet y su sobrino estaban juntos, y la semejanza de sus rostros resaltaba aun más ante la mirada del patrón.

—Pascualo... Pascualo—gritó el viejo pescador con voz algo temblorosa—. Ya está ahí.

¿Quién?... ¡Quién había de ser! La tempestad, la tormenta que desde el amanecer estaba esperando el tío Batiste».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Temporal en el dique norte (El paretó)