viernes, 30 de abril de 2021

Los humeantes rastros que dejaban los caballos sobre los adoquines

«Y fortalecido por tan consoladoras advertencias, el pobre chico entró en la ciudad, buscando los callejones más solitarios y tortuosos, mirando con codicia los humeantes rastros que dejaban los caballos sobre los adoquines, sin atreverse a meter en su espuerta tales riquezas por miedo de agacharse y sentir en el hombro la mano de un sayón con quepis. 

Aquello forzosamente había de acabar mal». 

El femater
 
Cuentos valencianos
 
Vicente Blasco Ibáñez



Puente y Torres de Serranos en 1892

Tranvía a Tavernes Blanques

http://torresdevalencia.blogspot.com/2010/01/ 

 

miércoles, 28 de abril de 2021

Encorvado por los años y el manejo de la percha

«Estas audacias rejuvenecían al tío Paloma. Había que oírle por la noche, al guisar la caza en la taberna, entre sus amigotes que pagaban el vino, cómo se vanagloriaban de su hazaña. ¡Ningún mozo del día era capaz de hacer otro tanto! Y cuando los prudentes le hablaban de la ley y sus penalidades, el barquero erguía fieramente su busto encorvado por los años y el manejo de la percha». 

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez

 



Canal de La Albufera. 1940

http://vicenticoaa.blogspot.com/2013/12/valencia_28.html

lunes, 26 de abril de 2021

Pasaban los tranvías y ferrocarriles pitando antes de aplastar

«Y por entre esta población improvisada, que se desvanecía como humo con las primeras borrascas del otoño, pasaban los tranvías y ferrocarriles pitando antes de aplastar; corrían las tartanas desplegando como banderas de alegre locura sus rojas cortinillas, y hormigueaba la gente hasta bien entrada la noche, con zumbido de avispero, en el que se confundían los gritos de las galleteras, el lamento de los organillos, el puntear de las guitarras, el repiqueteo de castañuelas y el agrio ganguear de los acordeones, a cuyo son bailaban los de tufos y blusa blanca, gente apreciable que, después de tomar un baño interno, y no de agua, volvía a Valencia dispuesta a andar a navajazos o a dar dos bofetadas al primer municipal». 

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Balneario "Las Arenas"

Playa de Levante. Canyamelar


sábado, 24 de abril de 2021

Con su sombrajo de esteras, las mesas cojas con porrón en el centro y el fogón al aire libre

«Detrás, en previsión del apetito que el aire del mar despierta en el gastado estómago, esparcíanse los merenderos, unos con aspecto pretencioso, escalinatas y terrazas, todo frágil, como decoración de teatro, supliendo lo endeble de su construcción y lo misterioso de su cocina con pomposos títulos: Restaurant de París, Fonda del buen gusto; y entre estos pedantes de la gastronomía veraniega, los bodegones indígenas con su sombrajo de esteras, las mesas cojas con porrón en el centro y el fogón al aire libre; establecimientos que ostentaban con aire fiero sus rótulos de regocijada ortografía: El Nap, Salvaor y Neleta , y ofrecían como plato del día desde San Juan a Septiembre, los caracoles en salsa».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Merendero "La Murciana"

Playa de La Malvarrosa

jueves, 22 de abril de 2021

Las barraquetas de los bañistas, con sus muros de lienzo pintado y sus techumbres de caña

«Así fue llegando el verano.

El trozo de playa entre la acequia del Gas y el puerto, olvidado en el resto del año, presentaba la animación de un campamento. El calor empujaba a toda la ciudad a aquel arenal, del que surgía una verdadera ciudad de quita y pon. Las barraquetas de los bañistas, con sus muros de lienzo pintado y sus techumbres de caña, formaban en correcta fila ante el oleaje, empavesadas con banderas de todos los colores, rotuladas con extravagantes títulos, y ostentando, además, en el vértice, monigotes, miriñaques, barcos, muestras grotescas que distinguían el establecimiento para evitar errores». 

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez


Casetas de baños 

Playa de Levante. Cañamelar

martes, 20 de abril de 2021

Siguiendo la formación del enorme esqueleto de madera

«Conforme se acababa el dinero de Tonet, se metía éste cada vez más en casa de su hermano. Bien aprovechaba los consejos maternales. Y para que la gente no tuviese motivo de murmuración, acompañaba algunos días a su hermano al tinglado de los calafates, siguiendo la formación del enorme esqueleto de madera que iba cubriendo sus flancos y marcaba sus gallardos perfiles bajo los mazos, sierras y hachas que lo golpeaban incesantemente».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Astilleros Lacomba 

Playa del Cabañal

https://www.skyscrapercity.com/threads/remember-val%C3%A8ncia-iii.1694463/page-142#post-113686159

 

domingo, 18 de abril de 2021

Le recordaba aquel empleíllo en las obras del puerto

«Pero su Tonet estaba más buen mozo que nunca, con trajes nuevos, un puñado de duros en el bolsillo y metido siempre en el café, si es que no iba a Valencia con sus amigotes a arriesgar unas cuantas pesetas en las timbas de cuartos o a alborotar en el barrio de Pescadores. A pesar de esto, cuando veía a su tío, por no perder el derecho de la importunidad, le recordaba aquel empleíllo en las obras del puerto que perseguía en su época de penuria».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Bendición de las obras del Puerto de Valencia

Mundo Gráfico. 13 de agosto de 1913

 

viernes, 16 de abril de 2021

La infeliz mujer seguía cargando al amanecer con sus cestos de pescado

«Y mientras él se dedicaba en cuerpo y alma a la construcción de la barca, su hermano Tonet pasaba una de sus buenas temporadas con la parte que le correspondía del alijo, y que el bueno del Retor procuraba hacer lo mayor posible. 

En la vieja barraca donde se albergaban él y Rosario con todo su miserable acompañamiento de rencillas, brutalidades y palizas, no se notaba la menor abundancia después de la afortunada aventura. La infeliz mujer seguía cargando al amanecer con sus cestos de pescado para ir a Valencia, y muchas veces a Torrente o Bétera, siempre a pie, para mayor economía; y cuando el tiempo no era favorable para la venta, pasábase los días en su agujero, sin más compañía que el fastidio y la miseria».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Pescadera en la playa del Cabañal


Anna M. Christian

 Hispanic Society of America 

 

miércoles, 14 de abril de 2021

Se estaba el día entero vigilando a los carpinteros

«Y las vecinas del barrio que comentaban tales noticias, al pasar por la acequia del Gas acercábanse a los tinglados de los calafates para contemplar con cierta envidia al Retor que, mascullando el cigarro, se estaba el día entero vigilando a los carpinteros que aserraban y cortaban maderos amarillos, frescos y jugosos, unos rectos y fuertes, otros encorvados y finos, para la nueva embarcación. 

La faena se hacía con calma. Nada de precipitaciones ni de errores; no había prisa. Lo único que deseaba Pascualo es que su barca fuese la mejor del Cabañal».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Astillero en la playa del Cabañal

 

 

 

lunes, 12 de abril de 2021

Las Fiestas de San Vicente Ferrer según Blasco Ibáñez

«La fiesta del santo popular verificábase con el aparato de costumbre. En los puntos más céntricos de la ciudad habíanse levantado los «altares», enormes fábricas de madera y cartompiedra que llegaban a los tejados, con decoración gótica o corintia, erizados de mecheros de gas, y en su parte media la repisa, en la que se ostentaba el diplomático de Caspe con su hábito de dominico y un dedo en alto entre cirios y flores.

 

Abajo, la plataforma del escenario, donde se representaban los milacres, piezas dramáticas, cándidas y sencillas como sus versos lemosines, cuyo argumento, girando en torno del mismo punto, trata siempre de las querellas feudales entre Centelles y Vilaraguts, de la conversión de los moros de Granada o de alguna treta de los impíos contra el elocuente apóstol, todo sazonado al final con el necesario milagro del santo y el correspondiente sermón en endecasílabos.


 

La multitud agolpábase ante los altares para oír mejor a los actores, granujillas del barrio, roncos de tanto vocear los versos, orondos en sus trajes de ropería; orgullosos de lucir el bonete con pluma y tirar de la espada cuando lo requería el _milacre_; y era de ver la atención con que escuchaba la predicación de San Vicente, representado siempre por un muchacho paliducho, pedante y melancólico, y las carcajadas con que celebraba las majaderías del motilón, personaje bufo que pasaba el tiempo tragando pan, sorbiendo rapé, sonándose las narices en un pañuelo como una sábana y agujereado como una criba, y diciendo estupideces subidas de color, todo para mayor edificación de los devotos del santo. Un mar de cabezas agitábase ante aquellas plataformas que recordaban el teatro primitivo, lo mismo el tablado de Esquilo que la carreta de Lope de Rueda.

 

Entre una y otra representación tocaban las músicas alegres polcas, y la granujería de siempre, agarrada de un modo repugnante, improvisaba academias de baile en las aceras, chocando muchas veces contra las mesas donde las buenas mozas de vestido almidonado, pañuelo de seda y cara bravia vendían garbanzos tostados, orejones y ciruelas pasas.


 

En la plaza de la Constitución vio a don Eugenio, que miraba de lejos el milacre, apoyado en el viejo bastón y mostrando su carita de pascua por el embozo de su capa azul, que no abandonaba hasta bien entrado el verano».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez

 

sábado, 10 de abril de 2021

La Pascua según Blasco Ibáñez. Y 03

«Cuando se hacía momentáneamente el silencio en el comedor, oíase cómo se regocijaba fuera la plebe; el rasgueo de la guitarra, el estallido de los cohetes, el cacareo de las mujeres; y algunas veces el estruendo venía de abajo, de la cocina, donde sonaban el vozarrón de Nelet y las corridas medrosas de las criadas, con chillidos de protesta débil. También allí partían huevos.

Las personas mayores la emprendieron con el dulce, y el señor Cuadros descorchó frascos de licor de colores vivos e infernales, que hacían retorcer el estómago. Las copitas de color rosa besaban las bocas, dejando en los rojos labios de las jóvenes adorables gotitas de azúcar líquido.

La sobremesa, alborozada y ruidosa, duró mucho rato. Nadie miraba el reloj del comedor, que seguía indiferente marcando el curso del tiempo. Cuando sonaron las nueve, todos se sobresaltaron. Fuera del hotel la algazara iba disminuyendo.

Doña Manuela hizo prometer a sus amigos que la honrarían con su visita en los dos restantes días de la Pascua, y comenzaron los preparativos de marcha. Las criadas comparecieron rojas y sudorosas. Bien habían bromeado con Nelet y el cochero del señor López».   

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez
 

La Mona de Pascua

Estampa. 16 de abril de 1929
 

 

jueves, 8 de abril de 2021

La Pascua según Blasco Ibáñez. 02

«Sobre la mesa aparecían las doradas naranjas de terso cutis, el panquemado de Alberique, con miga porosa, la corteza obscura y barnizada y el vértice nevado, y las bandejas de dulce seco, la dureza del azúcar petrificado, limoncillos de las monjas de Sagunto, trozos de melón, yemas envueltas en rizados moñetes de papel, todo destilando azúcar y atrayendo a los insectos que revoloteaban en torno de la luz.

La concurrencia se atracaba de huevos cocidos. Partíanlos en la frente del vecino, a pesar de las muchas precauciones que se adoptaban para evitar esta broma tradicional; y eran de ver las señoritas tapándose la cara con las manos, chillando como gallinas asustadas, por miedo a que les golpeasen encima de las cejas, y los aplausos y vivas con que se acogía la travesura de alguna joven cuando era ella la que agredía a los audaces pollos.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez
 

Banquete en Valencia
 
Foto Raga
 
Todocolección

 

martes, 6 de abril de 2021

La Pascua según Blasco Ibáñez. 01

«El día era hermoso; un verdadero domingo de Pascua. La primavera enardecía la sangre, y la ciudad entera, solemnizando la vuelta del buen tiempo, lanzábase al campo, levantando en él un rumor de avispero.

No fue malo el desfile de platos organizado por Visanteta. Era la cocina indígena, con todo su esplendor de las fiestas tradicionales. El lomo de cerdo, con las primeras habas de la cosecha, tiernas y jugosas, formando un puré, cuyo olorcillo causaba en el estómago una sensación voluptuosa; los langostinos, con casaquillas de escarlata y la puntiaguda caperuza, doblándose como clowns rojos sobre un lecho de excitante salsa; los pollos, despedazados, hundidos en el rosado caldo del tomate, y después las rodajas de salchichón a centenares, un jamón entero cortado en gruesas lonjas, y una enorme pirámide de huevos cocidos, con la cáscara teñida de rojo o amarillo; todo con una abundancia capaz de anonadar al estómago más animoso».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez

 

La Mona de Pascua

Estampa. 16 de abril de 1929
 

domingo, 4 de abril de 2021

La Semana Santa Marinera según Blasco Ibáñez. Y 08

«La gente se agolpaba en el lugar del encuentro: una encrucijada de la calle de San Antonio, frente a los azulejos que marcaban con extrañas figuras las estaciones del Calvario. Allí se aglomeraban, empujándose por colocarse en primera fila, las inquietas pescaderas, rudas, agresivas, envueltas en sus mantones de cuadros y con el pañuelo sobre los ojos.

Avanzaban en opuesta dirección las dos procesiones, moderando su paso, deteniéndose, calculando la distancia para llegar á la vez al lugar del encuentro.

La morada túnica de Jesús centelleaba con los primeros rayos de sol por encima del bosque de plumajes, cascos y espadones en alto, que la luz erizaba de deslumbrantes reflejos, y por el otro lado avanzaba la Virgen, contoneándose al compás del paso de sus portadores, vestida de negro terciopelo y cubierta con una gasa fúnebre, al través de la cual brillaban sobre el rostro de cera las lágrimas, para las cuales llevaba sin duda en las inmóviles manos un pañuelo rizado y encañonado.

Ella era la que atraía la atención de las mujeres. Muchas lloraban. ¡Ay, reina y soberana! Aquel encuentro partía el alma. ¡Ver una madre a su hijo en tal estado! Era lo mismo (aunque la comparación fuese mala) que si ellas encontraran a sus chicos, tan buenos y honradotes, camino del presidio.
 
Y las pescaderas seguían gimoteando ante la madre dolorosa, lo que no les impedía fijarse en si llevaba algún adorno más que el año anterior.
 
Llegó el instante del encuentro. Cesaron los tambores en sus destemplados redobles; apagaron las trompetas sus lamentables alaridos; callaron las fúnebres músicas; quedáronse las dos imágenes inmóviles frente a frente y sonó una vocecita quejumbrosa cantando con monótono ritmo unas cancioncillas, en las que se describía lo conmovedor del encuentro.

La gente oía embobada al tío Grancha, un viejo velluter que todos los años venía de Valencia a cantar por entusiasmo piadoso en aquella fiesta. ¡Qué voz! Sus quejidos partían el corazón, y por esto, cuando los bebedores de la inmediata taberna de Chulla reían demasiado fuerte, estallaba una protesta general en la silenciosa muchedumbre, y los devotos clamaban indignados:

-¡Calleu ... recordons!

Subieron y bajaron las imágenes, lo que equivalía para la gente a dolorosos y desesperados saludos que se dirigían la madre y el hijo; y mientras se verificaban estas ceremonias y cantaba sus coplas el tío Grancha, Dolores no quitaba los ojos del judío esbelto y arrogante que contrastaba con su capitán patizambo».
 
Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez
 


 El Encuentro
 
La Semana Gráfica. 7 de abril de 1928

viernes, 2 de abril de 2021

La Semana Santa Marinera según Blasco Ibáñez. 07

«Ya llegaban; oíase la música de los judíos que venían por su bandera. Dolores se vistió apresuradamente, mientras el capitán salía a la frontera de sus dominios a recibir el ejército.

Sonaban acompasados los tambores, y el vistoso escuadrón agitaba los pies, el cuerpo y la cabeza con rítmico contoneo, sin moverse del sitio, mientras Tonet y dos más, con gravedad imperturbable, subían al balcón por el estandarte.

Dolores vió a su cuñado en la escalera, y fue en ella instantáneo, fulminante el instinto de comparación. Parecía todo un militar, un general... algo que se separaba de la rudeza grotesca de los otros. No; Tonet no tenía las piernas tortuosas y tumefactas, sino esbeltas, ajustadas, elegantes, como aquellos señores tan simpáticos llamados don Juan Tenorio, el rey don Pedro o Enrique Lagardere, que tanto la habían conmovido recitando quintillas o dando estocadas en la escena del teatro de la Marina.
 
Ya iban todas las collas camino de la iglesia, con la música al frente, ondeante la negra bandera y ofreciendo desde lejos el aspecto de un tropel de brillantes insectos arrastrándose con incesante contoneo.
 
Comenzaba la ceremonia del encuentro. Marchaban por distintas calles dos procesiones; en la una la Virgen, dolorosa y afligida, escoltada por su guardia de sepulcrales granaderos, y en la otra Jesús, desmelenado y sudoroso, con la túnica morada hueca y cargada de oro, abrumado bajo el peso de la cruz, caído sobre los peñascos de corcho pintado que cubrían la peana, sudando sangre por todos los poros; y en torno de él, para que no se escapara, los inhumanos judíos que, para mayor carácter , ponían un gesto feroz de pocos amigos, y las vestas , con el capuchón calado y la cola arrastrando sobre los charcos, tan tétricas, tan sombrías, que los chicuelos rompían a llorar, refugiándose en los zagalejos de la madre.

Y los sordos parches siempre tronando, las trompetas lanzando sonidos desgarradores, lamentos prolongados de ternerillo en el matadero; y en medio de la chusma armada y feroz, niñas talluditas con los carrillos cargados de colorete, vestidas de odaliscas de ópera cómica, con un cantarillo al brazo para demostrar que eran la bíblica Samaritana , en las orejas y el pecho el brillante aderezo tomado a préstamo por sus madres y al aire las robustas pantorrillas con polonesas y medias rayadas.

¡Siñor! ... ¡Ay Siñor, Deu meu! - murmuraban con acento angustiado las viejas pescaderas, contemplando al ensangrentado Jesús en poder de la pillería excolmugada.
 
Entre los espectadores veíanse caras pálidas y ojerosas, bocas sonrientes, gente alegre que, después de una noche tormentosa, había venido de Valencia para reír un poco; y cuando se burlaban demasiado fuerte de los grotescos figurones, no faltaba algún soldado de Pilatos que agitaba el espadón amenazante, rugiendo con santa indignación:

-¡Morrals! ... ¡Morrals! ¿Veniu a burlarse?

¡A burlarse de una fiesta tan antigua como el mismo Cabañal!... ¡Señor! de Valencia habían de ser para atreverse a tanto».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez
 


Procesión de los Pasos. Mañana del Viernes Santo

Las Provincias. 4 de abril de 1931