martes, 31 de enero de 2017

Todo mezclado

«-¿Qué le gusta más, padre Salvador: unos huevecitos con patatas o unas longanizas de la conserva?

Él contestaba con una voz que parecía ronquido:

-Todo mezclado; todo mezclado.»

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez






Capellá de les Roques

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lunes, 30 de enero de 2017

Era la banda de un pueblo de las cercanías

«- ¡Música...! ¡músicaaaa!- gritaba la gente.

Y los músicos, azorados por el vocerío, iban hacia el tablado abriéndose paso en la muchedumbre. Era la banda de un pueblo de las cercanías; rústicos gañanes que, enfundados en un uniforme mal cortado, faja de general y ros vistoso con pompón de rabo de gallo, andaban con cierta dificultad--como si los pies, acostumbrados a alpargatas en el resto de la semana, protestasen al verse oprimidos en botitos de gomas--, mientras el sudor de su cuerpo sano y vigoroso rezumaba por todas las costuras de la guerrera.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Antigua "Entrà Aurora" (actualmente "Despertà")

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domingo, 29 de enero de 2017

Borrando todos los vestigios de la tierra

«El silencio era absoluto. El río, libre de la opresión de la ciudad, no mugía ya; se agitaba y arremolinaba en silencio, borrando todos los vestigios de la tierra. Los dos hombres se creían náufragos abandonados en un mar sin límites, en una noche eterna, sin otra compañía que la llama rojiza que serpenteaba en la proa y aquellas vegetaciones sumergidas que aparecían y desaparecían como los objetos vistos desde un tren a gran velocidad.»

Entre naranjos

Vicente Blasco Ibáñez



Amor de madre

Antonio Muñoz Degrain


sábado, 28 de enero de 2017

Formando entre sus ágiles dedos el hilo

«…y los cordeleros, arrolladas al busto las madejas de cáñamo, andaban de espaldas por la ribera de la acequia, formando entre sus ágiles dedos el hilo que se prolongaba sujeto al incansable torno.»

Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Cordeleros

Joaquín Sorolla

viernes, 27 de enero de 2017

La anaquelería, de madera vieja, atestada de cajas

«Doña Manuela entró en la tienda. El mismo aspecto de otros tiempos, aunque con cierto aire de restaurada frescura. La anaquelería, de madera vieja, atestada de cajas; sobre el mostrador telas y más telas extendidas sin compasión hasta barrer el suelo; dependientes con el pelo aceitoso y las brillantes tijeras asomando por la abertura del bolsillo, y mujeres discutiendo con ellos, como si estuvieran en el centro del Mercado, abrumándolos con irritantes exigencias.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Almacenes y Tejidos "Enrique Miralles Cuñat" Calle Pintor Sorolla nº5. Circa 1900

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jueves, 26 de enero de 2017

¡Si parecía dormido!


«¡Pobre Pascualet!... ¡Infeliz Obispillo! Con su guirnalda extravagante y su cara pintada estaba hecho un mamarracho. Más ternura dolorosa inspiraba su cabecita pálida, con el verdor de la muerte, caída en la almohada de su madre, sin más adornos que sus cabellos rubios. 

Pero todo esto no impedía que las buenas huertanas se entusiasmasen ante su obra. «¡Miradlo!... ¡Si parecía dormido! ¡Tan hermoso!, ¡tan sonrosado!...» Jamás se había visto un albaet como éste

Y llenaban de flores los huecos de su caja: flores sobre la blanca vestidura, flores esparcidas en la mesa, apiladas, formando ramos en los extremos. Era la vega entera abrazando el cuerpo de aquel niño que tantas veces había visto saltar por sus senderos como un pájaro, extendiendo sobre su frío cuerpo una oleada de perfumes y colores.»

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez





Ilustración de José Benlliure para La barraca


miércoles, 25 de enero de 2017

En las barracas se ha perdido la memoria de las cosechas de capullo

«--Ahora--continuó, apoyando sus palabras con pataditas nerviosas--, ahora, todo muerto por culpa del maldito Lyón, de esos gabachos que con sus máquinas endiabladas nos han arruinado.... Ya no hay moreras en la huerta; en las barracas se ha perdido la memoria de las cosechas de capullo, y ha muerto una industria... industria no; un arte que nosotros, aunque cristianos viejos, heredamos directa y legítimamente de nuestros abuelos los moros.... ¿Y en esto consiste el progreso? ¿En que unos pueblos roben a otros sus medios de vida...? Pues me futro en él y en los que le defienden.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Cosechera de seda preparando el lecho de hojas de morera

Fausto Muñoz. Siglo XIX


martes, 24 de enero de 2017

Aprovechaban la calma para echar sedales

«Tonet y los dos marineros aprovechaban la calma para echar sedales. El gato de la barca vigilaba el fogón de proa, donde burbujeaba la olla del mediodía, y el Retor , paseando por la estrecha popa y mirando al horizonte, se daba á todos los demonios ante la calma. La Garbosa , aunque no estaba inmóvil, parecía enclavada siempre en el mismo sitio.»

Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez




El pescador se dispone a lanzar los aparejos. 1928

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lunes, 23 de enero de 2017

Llamaban la atención en toda la plaza

«Al descender de su carruaje frente a la plaza, llovieron sobre ellas los requiebros; y para todas hubo, hasta para la mamá, que respiraba ruidosamente y enrojecía, satisfecha del triunfo. Indudablemente eran ellas las que más llamaban la atención en toda la plaza. No había más que verlas en el palco abanicándose con negligencia, mientras una gran parte de los señores del tendido, puestos de pie y volviendo la espalda al redondel, las miraban fijamente, con ojos de deseo.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez




València. 1903


Fons V. Barberà Masip

Arxiu Municipal de València

domingo, 22 de enero de 2017

Tener sus campos de arroz, no vivir de la pesca

«No había en toda la Albufera hombre más trabajador que el tío Tono. Se había metido entre ceja y ceja ser propietario, tener sus campos de arroz, no vivir de la pesca como el tío Paloma , que era el barquero más viejo de la Albufera; y solo —pues su familia únicamente le ayudaba a temporadas, cansándose ante la grandeza del trabajo—, iba rellenando de tierra, traída de muy lejos, la charca profunda cedida por una señora rica que no sabía qué hacer de ella.»

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez


Labrando en La Albufera. 1935

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sábado, 21 de enero de 2017

Amigos, no; como hermanos

«La frase del titular es lo que respondió Joaquín Sorolla (Valencia, 1863 - Madrid, 1923) a Alfonso XIII cuando el Borbón, mientras era retratado por el valenciano, le inquirió, con cierta sorna, sobre su relación con el ardiente republicano Vicente Blasco Ibáñez (Valencia, 1867 - Menton, Francia, 1928).

"Amigos, no; somos como hermanos". La expresión da cuenta de la familiaridad de trato y la fuerza del vínculo entre los dos artistas, de trayectorias parejas: contemporáneos en el tiempo, triunfadores, reconocidos internacionalmente, mediterráneos y observados ambos con prejuicios desde los cenáculos culturales de Madrid.

Las anécdotas entre ambos son bastantes. Como cuando Blasco escribió La maja desnuda (1906), en la que habla del enamoramiento de un pintor de una bella dama. Clotilde García, la mujer de Sorolla, interpretó que el novelista retrataba un posible lío de faldas de su marido con una modelo y se enfadó. Así que el fundador de El Pueblo tuvo que aclarar que el trasfondo del libro era autobiográfico y que en realidad estaba literaturizando su amor por la chilena Elena Ortúzar, que se convertiría en su segunda mujer.»

Levante EMV 27/03/13

Alfons García



Estampa

viernes, 20 de enero de 2017

Pasaban los tranvías y ferrocarriles pitando antes de aplastar...

«Y por entre esta población improvisada, que se desvanecía como humo con las primeras borrascas del otoño, pasaban los tranvías y ferrocarriles pitando antes de aplastar...»

Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Parada de tranvías frente al Balneario de Las Arenas

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jueves, 19 de enero de 2017

Y se metió en la ciudad por la puerta de Serranos

«Batiste fué afeitado con bastante suerte, mientras escuchaba, hundido en el sillón de esparto y teniendo los ojos entornados, la lectura del maestro, hecha con voz nasal y monótona, sus comentarios y glosas de hombre experto en la cosa pública. No sacó más que tres raspaduras y un corte en la oreja. Otras veces había sido más. Dió su medio real, y se metió en la ciudad por la puerta de Serranos.»

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez



Calle Serranos a través de las puertas de las Torres de Serranos, al fondo la torre de San Bartolomé

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miércoles, 18 de enero de 2017

En la indecisa neblina del amanecer

«El espacio se empapaba de luz; disolvíanse las sombras como tragadas por los abiertos surcos y las masas de follaje. En la indecisa neblina del amanecer iban fijando sus contornos húmedos y brillantes las filas de moreras y frutales, las ondulantes líneas dé cañas, los grandes cuadros de hortalizas, semejantes a enormes pañuelos verdes, y la tierra roja, cuidadosamente labrada.»

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


Camino de Vera

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martes, 17 de enero de 2017

Levantábase a las tres

«Levantábase a las tres, cargaba con los cestones de verduras cogidas por Toni al cerrar la noche anterior entre reniegos y votos contra una pícara vida en la que tanto hay que trabajar, y a tientas por los senderos, guiándose en la oscuridad como buena hija de la huerta, marchaba a Valencia, mientras su marido, aquel buen mozo que tan caro le costaba, seguía roncando dentro del caliente estudi, bien arrebujado en las mantas del camón matrimonial.»

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez



Día de mercado. 


1915







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lunes, 16 de enero de 2017

Y el pastor llamó a su rebaño

«Y el pastor llamó a su rebaño, le hizo emprender la marcha por el camino, y antes de alejarse se echó la manta atrás, alzando sus descarnados brazos, y con cierta entonación de hechicero que augura el porvenir o de profeta que husmea la ruina, le gritó a Batiste: 

- Creume, fill meu, te portarán desgrasia!...

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


Barracas en la huerta valenciana. 1958. Archivo de Rafael Solaz

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sábado, 14 de enero de 2017

Circuló la noticia como un cañonazo

«Antes de terminar el día circuló la noticia como un cañonazo, que conmovió toda la vega. ¿Habéis visto el gesto hipócrita, el regocijado silencio con que acoge un pueblo la muerte del gobernante que le oprime?... Así lloró la huerta la desaparición de don Salvador. Todos adivinaron la mano del tío Barret, y nadie habló. Las barracas hubiesen abierto para él sus últimos escondrijos; las mujeres lo habrían ocultado bajo sus faldas.

Pero el asesino vagó como un loco por la huerta, huyendo de las gentes, tendiéndose detrás de los ribazos, agazapándose bajo los puentecillos, escapando a través de los campos, asustado por el ladrido de los perros, hasta que al día siguiente lo sorprendió la Guardia Civil durmiendo en un pajar.»

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


1907. Fielato de la Alameda

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viernes, 13 de enero de 2017

Pero no por esto le faltaría a él la pesca

«Las tormentas a fines de verano le llenaban de gozo. Deseaba que se abriesen las cataratas del cielo; que viniera de orilla a orilla aquel barranco de Torrente que desaguaba en la Albufera alimentándola; que se desbordase el lago sobre los campos, como ocurría algunas veces, quedando bajo el agua las espigas próximas a la siega. Morirían de hambre los labradores; pero no por esto le faltaría a él la pesca en el lago, y tendría el gusto de ver a su hijo royéndose los codos e implorando su protección.»

Cañas y barro 

Vicente Blasco Ibáñez



La Albufera

Museu Valencià d'Etnologia


jueves, 12 de enero de 2017

Se detuvo Batiste

«Al extremo del puente, en una planicie entre dos jardines, frente a las ochavadas torres que asomaban sobre la arboleda sus arcadas ojivales, sus barbacanas y la corona de sus almenas, se detuvo Batiste...»

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


Las Torres de Serranos

Todocolección

miércoles, 11 de enero de 2017

De barraca en barraca

«Despertaba la huerta, y sus bostezos eran cada vez más ruidosos. Rodaba el canto del gallo de barraca en barraca. Los campanarios de los pueblecitos devolvían con ruidoso badajeo el toque de misa primera que sonaba a lo lejos, en las torres de Valencia, esfumadas por la distancia. De los corrales salía un discordante concierto animal: relinchos de caballos, mugidos de corderos, ronquidos de cerdos; un despertar ruidoso de bestias que, al sentir la fresca caricia del alba cargada del acre perfume de vegetación, deseaban correr por los campos.»

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez



Huerta valenciana. Ca. 1900. Biblioteca valenciana

martes, 10 de enero de 2017

Tú eres un hombre honrado...

«—¡Barret, Hijo mío! —dijo con voz entrecortada—. Todo ha sido una broma: no hagas caso. Lo de ayer fué para hacerte un poquito de miedo..., nada más. Vas a seguir en las tierras... Pásate mañana por casa..., hablaremos. Me pagarás como mejor te parezca.

Y doblaba su cuerpo, evitando que se le acercase el tío Barret. Pretendía escurrirse, huir de la terrible hoz, en cuya hoja se quebraba un rayo de sol y se reproducía el azul del cielo. Como tenía la acequia detrás de él, no encontraba sitio para moverse, y echaba el cuerpo atrás, pretendiendo cubrirse con las crispadas manos.

El labrador sonreía como una hiena, enseñando sus dientes agudos y blancos de pobre.

—¡Embustero! ¡Embustero! —contestaba con una voz semejante a un ronquido.

Y, moviendo su herramienta de un lado a otro, buscaba sitio para herir, evitando las manos flacas y desesperadas que se le ponían delante.

—Pero ¡Barret! ¡Hijo mío! ¿Qué es esto?... ¡Baja esa arma..., no juegues!... Tú eres un hombre honrado...; piensa en tus hijas. Te repito que ha sido una broma. Ven mañana y te daré las lla... ¡Aaay!...»

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


Ilustración de José Benlliure para “La barraca”

lunes, 9 de enero de 2017

Lanzaba sus postreros estertores

«La fábrica del gas lanzaba sus postreros estertores, cansada del trabajo de toda la noche. Los gasómetros caían con desmayo entre sus férreos tirantes como estómagos fatigados por la nocturna indigestión, y la colosal chimenea de ladrillo lanzaba en lo alto sus últimas bocanadas negras y densas, que se esparcían por el espacio con caprichoso serpenteo, cual un borrón resbalando sobre una hoja de papel gris.»

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Fábrica del Gas a finales del siglo XIX. Calle de Colón frente a la Audiencia.

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sábado, 7 de enero de 2017

Vicente Blasco Ibáñez. Apuntes biográficos. Primera parte

«Vicente Blasco Ibáñez nació en Valencia, en la calle de la Jabonería Nueva, número 2, llamada luego Flor de Mayo y hoy en día Barón de Cárcer, el 27 de Enero de 1867, no el 28, como se había señalado siempre. Tomamos este dato de Pigmalión, quien asegura haberlo recogido de los labios del propio novelista, el cual estaba orgulloso de tal fecha, puesto que un 27 de enero había nacido también Mozart. 


Calle Jaboneria Nueva, a finales del siglo XVIII. Archivo Rafael Solaz


Placa en recuerdo al lugar donde estuvo la casa natalicia de Blasco Ibáñez

http://www.bv.gva.es/

Nació en las inmediaciones del Mercado Central, barrio destacado en la acción narrativa de Arroz y tartana (1894) y en Flor de mayo (1895) —las dos primeras novelas de las que se siente satisfecho el autor— quien relega al olvido una vasta producción anterior con certero criterio ya que, si desde su más temprana infancia brotó incontenible un venero de imaginación, el novelista no había encontrado aún su estilo inconfundible, y su lenguaje —salvo chispazos aislados— era demasiado discursivo y grandilocuente. 


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1888 - Plaza del Mercado

Colección Diaz Prósper

Sus padres —don Gaspar Blasco Teruel y doña Ramona Ibáñez Martínez— eran oriundos de la provincia de Teruel, de cuyas tierras áridas y frías tantos aragoneses emigraron en busca del grato clima y de la riqueza floreciente de Valencia. Gran parte del comercio —sobre todo el del ramo de la alimentación y del vestido, así como el de la servidumbre— era desempeñado por aragoneses, “churros” en la terminología entre compasiva y despectiva de los oriundos levantinos. 


Padres de Blasco Ibáñez. Archivo Rafael Solaz

La situación económica de los padres de Blasco no era tan precaria como la de la mayoría de aragoneses que, temporal o definitivamente, tenían que dejar sus tierras de origen. El futuro novelista sintetizaría como las dos notas más destacadas de su carácter la valentía y la gallardía, propias del valenciano, y la tozudez, típica del aragonés.»

Vicente Blasco Ibáñez. Ese diedro de luces y sombras

José Mas y Mª Teresa Mateu


jueves, 5 de enero de 2017

En la última fila estaban los veteranos de la playa

«En primera fila, junto a las olas que se adelgazaban como láminas de cristal sobre , pequeños y airosos esquifes, que parecían la vistosa pollada de las grandes barcas alineadas detrás, parejas del bou con idéntica altura e iguales colores.

En la última fila estaban los veteranos de la playa, los barcos viejos, con el vientre abierto, mostrando por los negros rasguños las carcomidas costillas, con el mismo aire de tristeza de los caballos de plaza de toros, como si pensasen en la ingratitud humana, que abandona a la vejez.»

Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez

Cuadros. José Mongrell i Torrent




miércoles, 4 de enero de 2017

La leyenda del Pardalot. Y tercera parte

«La miseria del hogar, la abundancia de hijos, y sobre todo la cándida creencia de que en Valencia estaba la fortuna, justificaban en parte el cruel abandono de los hijos. Ir a Valencia era seguir el camino de la riqueza, y el nombre de la ciudad figuraba en todas las conversaciones de los pobres matrimonios aragoneses durante las noches de nieve, junto a los humeantes leños, sonando en sus oídos como el de un paraíso donde las onzas y los duros rodaban por las calles, bastando agacharse para cogerlos. 

El que iba allá abajo, se hacía rico; si alguien lo dudaba, allí estaban para atestiguarlo los principales comerciantes de Valencia, con grandes almacenes, buques de vela y casas suntuosas, que habían pasado la niñez en los míseros lugarejos de la provincia de Teruel guardando reses y comiéndose los codos de hambre. Los que habían emprendido el viaje para morir en un hospital, vegetar toda la vida como dependientes de corto sueldo o sentar plaza en el ejército de Cuba, ésos no eran tenidos en cuenta.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Vista de la Plaza del Mercado

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martes, 3 de enero de 2017

La leyenda del Pardalot. Segunda parte

«Vagaban padre e hijo, aturdidos por el ruido de la venta, estrujados por los codazos de la muchedumbre, e insensiblemente, atraídos por una fuerza misteriosa, iban a detenerse en la escalinata de la Lonja, frente a la famosa fachada de los Santos Juanes. La original veleta, el famoso _pardalòt_, giraba majestuosamente. 

-¡Mia, chiquio, qué pájaro...! ¡Cómo se menea...!--decía el padre. 

Y cuando el cerril retoño estaba más encantado en la contemplación de una maravilla nunca vista en el lugar, el autor de sus días se escurría entre el gentío, y al volver el muchacho en sí, ya el padre salía montado en el macho por la Puerta de Serranos, con la conciencia satisfecha de haber puesto al chico en el camino de la fortuna. 

El muchacho berreaba y corría de un lado a otro llamando a su padre. «¡Otro a quien han engañado!», decían los dependientes desde sus mostradores, adivinando lo ocurrido; y nunca faltaba un comerciante generoso que, por ser de la tierra y recordando los principios de su carrera, tomase bajo su protección al abandonado y lo metiese en su casa, aunque no le faltase criadico.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


1.918

Fachada trasera de la Real Iglesia de los Santos Juanes y su campanario triangular obra de Bernardo Pons, en lo mas alto de este, una pirámide con una esfera sobre la que descansa una de las dos veletas más famosas de Valencia, el Pardal de Sant Joan, la veleta representa el águila del Apocalipsis con el tintero en la boca, obra junto con la esfera de Antonio Almela y Gregorio Ucell


Subida por Pilar Martínez Olmos a VAHG

 La base de la pirámide se remata con tres pequeñas esculturas de San Vicente Mártir, San Vicente Ferrer y San Lorenzo. Escoltando la torre dos figuras, una de San Juan Bautista (izquierda) y otra de San Juan Evangelista (derecha)

Fototipia Thomas

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domingo, 1 de enero de 2017

La leyenda del pardalot. Primera parte

«En época pasada, aunque no remota, el Mercado de Valencia tenía una leyenda, que corría como válida en todos sus establecimientos, donde jamás faltaban testigos dispuestos a dar fe de ella.

Al llegar el invierno, aparecía siempre en la plaza algún aragonés viejo llevando a la zaga un muchacho, como bestezuela asustada. Le habían arrancado a la monótona ocupación de cuidar las reses en el monte, y lo conducían a Valencia para «hacer suerte», o más bien, por librar a la familia de una boca insaciable, nunca ahíta de patatas y pan duro.

El flaco macho que los había conducido quedaba en la posada de Las Tres Coronas , esperando tomar la vuelta a las áridas montañas de Teruel; y el padre y el hijo, con los trajes de pana deslustrados en costuras y rodilleras y el pañuelo anudado a las sienes como una estrecha cinta, iban por las tiendas, de puerta en puerta, vergonzosos y encogidos, como si pidiesen limosna, preguntando si necesitaban un criadico .

Cuando el muchacho encontraba acomodo, el padre se despedía de él con un par de besos y cuatro lagrimones, y en seguida iba a por el macho para volver a casa, prometiendo escribir pasados unos meses; pero si en todas las tiendas recibían una negativa y era desechada la oferta del criadico, entonces se realizaba la leyenda inhumana, de cuya veracidad dudaban muchos.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


El Pardalot. Iglesia de los Santos Juanes

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