lunes, 27 de febrero de 2017

Los carnavales de antaño. 09

«El carruaje de doña Manuela llevaba escolta. Un buen mozo con negro dominó, montando un caballo de alquiler, marchó toda la tarde como pegado a la portezuela, hablando con Concha, mientras la mamá y Amparo miraban las máscaras. Era Roberto del Campo, el cual, a pesar de su gallardía, iba resultando un posma, que sólo sabía decir floreos, sin llegar nunca a declararse. La mamá comenzaba a no encontrar tan seductor a aquel espantanovios. Dios sabe cuántas proposiciones habría perdido la niña por culpa de aquel hombre, que gozaba todas las intimidades de un novio, sin decidirse nunca a serlo. Pero Conchita hombres que las echan de listos caen cuando menos lo esperan: todo era cuestión de tiempo y de presentar buena cara.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Baile de mascaras en el teatro Principal

http://juanansoler.blogspot.com.es/

domingo, 26 de febrero de 2017

Los carnavales de antaño. 08

«Rafaelito habíase disfrazado de clown , y con otros de su calaña ocupaba un carro de mudanzas, sobre cuya cubierta hacían diabluras y saludaban con palabras groseras a todas las muchachas que estaban a tiro de sus voces aflautadas. ¡Vaya unos chicos graciosos!.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Carnavales en Nazaret. Años 80

Asociación de Vecinos de Nazaret

sábado, 25 de febrero de 2017

Los carnavales de antaño. 07

«Toda esta invasión de figurones que trotaba por la ciudad, voceando como un manicomio suelto, dirigíase a la Alameda, pasaba el puente del Real envuelta con el gentío, y así que estaban en el paseo, iban unos hacia el Plantío para dar bromas insufribles, los arneses brillantes y de sus ruedas amarillas, tan finas y ligeras que parecían las de un juguete, aparecía empequeñecida y deslustrada en el gigantesco rosario de berlinas y carretelas, faetones y dog-carts que, como arcaduces de noria, estaban toda la tarde dando vueltas y más vueltas por la avenida central del paseo.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Carnaval en Valencia. La tribuna del Jurado en el festival

Mundo Gráfico. 5 de febrero de 1913. Fotografía de Gómez Durán

http://comunidadvalencianamemoriayarte.blogspot.com.es/

viernes, 24 de febrero de 2017

Los carnavales de antaño. 06

«Por la tarde, Nelet enganchaba la galerita, y a la Alameda, donde la fiesta tomaba el carácter de una saturnal de esclavos ebrios.

El disfraz de labrador era un pretexto para toda clase de expansiones brutales; y acompañados por el retintín de los cascabeles de las ligas, trotaban los grupos de zaragüelles planchados, chalecos de flores, mantas ondeantes y tiesos pañuelos de seda. lo infinito, como el grito de guerra de los pieles rojas, conmovía las calles. Las criadas, endomingadas, huían despavoridas al escuchar el vocerío; y pasaba la tribu al galope, dando furiosos saltos, con sus caretas horriblemente grotescas y esgrimiendo por encima de sus cabezas enormes navajas de madera pintada con manchas de bermellón en la corva hoja. Revueltos con ellos, iban los disfraces de siempre: mamarrachos con arrugadas chisteras y levitas adornadas con arabescos de naipes; bebés que asomaban la poblada barba bajo la careta y al compás del sonajero decían cínicas enormidades; diablos verdes silbando con furia y azotando con el rabo a los papanatas; gitanos con un burro moribundo y sarnoso tintado a fajas como una cebra; payasos ágiles, viejas haraposas con una repugnante escoba al hombro, y los tíos de «¡al higuí!» golpeando la caña y haciendo saltar el cebo ante el escuadrón goloso de muchachos con la boca abierta.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibañez


http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?p=62076169

jueves, 23 de febrero de 2017

Los carnavales de antaño. 05

«Los estudiantes, con el manteo terciado, tricornio en mano y ondeante en la manga el lazo de la Facultad, corrían las calles como un rebaño loco, asediando a los transeúntes para sacarles el dinero en nombre de la caridad. Por la plazuela de las de Pajares desfilaron los de Medicina y Derecho, y en torno de la enhiesta bandera amarilla o roja, las músicas rompieron a tocar alegres valses, que rápidamente poblaban los balcones.

La expansión ruidosa de la juventud libre y sin cuidados invadía la plaza como una atronadora borrachera. Volaban los tricornios a los balcones; y había muchacho que, impulsado por alguna copita traidora, despreciaba la vulgar invitación de las escaleras y se encaramaba por la fachada, agarrándose a las rejas, para entregar un ramo de flores a la niña y pedirle un duro a la mamá. Concha y Amparo recibían una ovación y doña Manuela, roja de orgullo, repartía sonrisas y pesetas a todo el enjambre de diablos negros, voceadores y gesticuladores que se agolpaba bajo el balcón. A espaldas de ellas estaba Andresito Cuadros, que acababa de entrar en el salón con el manteo terciado, una bayeta infame que tiznaba de negro la camisa y la cara. Llevaba ramos para la mamá y las niñas, y estuvo locuaz, atrevido, aunque, con gran desencanto de Amparito, no intentó como los otros, subir por la fachada, sistema que a ella le parecía muy interesante.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


1902 – Fiesta del Carnaval en la Plaza de Toros

http://valenciablancoynegro.blogspot.com.es/2013/07/fiesta-del-carnaval.html

miércoles, 22 de febrero de 2017

Los carnavales de antaño. 04

«Muchachos con pliegos de colores voceaban las _décimas y cuartetas_, alegres y divertidas , _para las máscaras_, colecciones de disparates métricos y porquerías rimadas, que por la tarde habían de provocar alaridos de alegre escándalo en la de crin, ligas multicolores con sonoros cascabeles, y caretas pintadas, capaces de oscurecer la imaginación de los escultores de la Edad Media, unas con los músculos contraídos por el dolor, un ojo saltado y arroyos de bermellón cayendo por la mejilla; otras con una frente inmensa, espantosa; caras de esqueletos con las fosas nasales hundidas y repugnantes; narices que son higos aplastados, o que se prolongan como serpenteante trompa con un cascabel en la punta; sonrisas contagiosas que provocan la carcajada y carrillos rubicundos a los que se agarra un repugnante lagarto verde.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Mundo Gráfico. 24 de febrero de 1915

martes, 21 de febrero de 2017

Blasco Ibáñez por Eduardo Zamacois. Segunda parte

«Acaba de cumplir cuarenta y tres años. Es alto, ancho, macizo; su rostro, moreno y barbado, parece el de un árabe. Sobre la alta frente, llena de inquietudes y de ambición, los cabellos, que debieron de ser crespos y abundantes, resisten todavía á la calvicie; entre las cejas, la reflexión marcó hondamente su arruga imperiosa y vertical; grandes son los ojos y de mirar rectilíneo y franco; la nariz, aguileña, sombrea un bigote que cubre frondoso el misterio de una boca epicúrea y risueña, en cuyos gruesos labios sultanes tiembla la mueca de una sed insaciable.»

Mis contemporáneos

Eduardo Zamacois



Blasco Ibáñez pronunciando un discurso 
durante la
 inauguración de 
"El Asilo para Inválidos del Mar"


El Pueblo. 20 de febrero de 1911


lunes, 20 de febrero de 2017

Los carnavales de antaño. 03

«Llegaron los tres días de Carnaval. Por las mañanas, entre las estudiantinas y comparsas que corrían las calles, pasaban las familias ostentando a algún niño infeliz enfundado en la malla de Lohengrin, el justillo de Quevedo o los rojos gregüescos de Mefistófeles. Los ciegos y ciegas que el resto del año pregonan el papelito en el que está todo lo que se canta iban en cuadrilla, guitarra al pecho, vestidos de pescadores u odaliscas, mal pergeñados, con mugrientos trajes de ropería.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Casa Insa

http://www.uv.es/cultura/c/docs/expcolecdiazprosper10cast.htm




Casa Insa

http://valenciablancoynegro.blogspot.com.es/2011_06_01_archive.html


domingo, 19 de febrero de 2017

Los carnavales de antaño. 02

«La entrada de la familia le deslumbraba, sintiendo el infeliz una impresión de vanidad. Las hermanitas, vestidas unas veces con trajes de sociedad, obra de una modista francesa, y que todavía estaban por pagar; graciosamente disfrazadas otras de labradoras, de pierrots o de calabresas; Rafael, de etiqueta, embutido en un gabán claro, tan corto de faldones que parecía una americana; y la mamá satisfecha del éxito alcanzado por sus niñas, y a pesar del cansancio, sonriente y majestuosa con su vestido de seda, que crujía a cada paso, y encima el amplio abrigo de terciopelo, Juanito contemplaba con el cariño de un padre este desfile desmayado que iba en busca de la cama, arrojando al paso en las sillas los adornos exteriores.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Carnaval en Valencia. Carroza que ha obtenido el primer premio

http://comunidadvalencianamemoriayarte.blogspot.com.es/

sábado, 18 de febrero de 2017

Los carnavales de antaño. 01

«El Carnaval de aquel año fue muy alegre para la familia de doña Manuela.

Las niñas se divirtieron. Rafaelito era socio de todos los círculos distinguidos y decentes donde se baila, mientras arriba, en una habitación con luces verdes, guardada y vigilada como antro de conspiradores, rueda la ruleta con sus vivos colorines o se agrupan los aficionados en torno de las cuatro cartas del monte .»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


VAHG

viernes, 17 de febrero de 2017

Haciendo algo más que saltar acequias

«El primer día que a Nelet le enviaron solo a la ciudad, su inteligencia de chicuelo torpe adivinó vagamente que iba a entrar en un nuevo período de su vida. 

Comenzaba a ser hombre. Su madre se quejaba de verle jugar a todas horas, sin servir para otra cosa, y el hecho de colgarle el capazo a la espalda, enviándolo a Valencia a recoger estiércol, equivalía a la sentencia de que, en adelante, tendría que ganarse el mendrugo negro y la cucharada de arroz haciendo algo más que saltar acequias, cortar flautas en los verdes cañares o formar coronas de flores rojas y amarillas con los tupidos dompedros que adornaban la puerta de la barraca.»

El femater. Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez


Femater

Jean Laurent Minier. 1870

jueves, 16 de febrero de 2017

Se alejaban después de saludar

«Al amanecer cesó la lluvia. Los faroles de gas reflejaban sus inquietas luces en los charcos del adoquinado, rojos como regueros de sangre, y la accidentada línea de tejados comenzaba á dibujarse sobre el fondo ceniciento del espacio. 

Eran las cinco. Los vigilantes nocturnos descolgaban sus linternas de las esquinas, y golpeando con fuerza los entumecidos pies se alejaban después de saludar con perezoso ¡bòn día! á las parejas de agentes encapuchados que aguardaban el relevo de las siete.»

Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez


El Mercado de Flores

Fundación Goerlich

miércoles, 15 de febrero de 2017

A pesar de lo mucho que «le tiraba la tierresita»

«Cuando Visentico, el hijo de la siñá Serafina, volvió de Cuba, la calle de Borruil púsose en conmoción.

En torno de su petaca, siempre repleta de picadura de La Habana, agrupábase la chavalería del barrio, ansiosa de liar pitillos y escuchar las estupendas historias con credulidad asombrosa.

—En Matanzas tuve yo una mulatita que quería nos casáramos lueguito.... lueguito. Tenía millones; pero yo no quise, porque me tira mucho esta tierresita .

Y esto era mentira. Seis años había permanecido fuera de Valencia, y decía tener olvidado el valenciano, a pesar de lo mucho que «le tiraba la tierresita». Había salido de allí con lengua, y volvía con un merengue derretido, a través del cual las palabras tomaban el tono empalagoso de una flauta melancólica.»

¡Cosas de hombres!. Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez



Desembarco de heridos procedentes de Cuba y Puerto Rico en el Puerto de Valencia

http://cuchillosynavajas.mforos.com/

martes, 14 de febrero de 2017

La lucha no tenía fin

«La lucha no tenía fin hasta que pasaba algún carretero que enarbolaba el látigo, o salía de las barracas algún viejo, garrote en mano. Los agresores huían, se desbandaban, y, arrepentidos de su hazaña al verse solos, pensaban aterrados, con el fácil cambio de impresiones de la infancia, en aquel pájaro que lo sabía todo y en lo que les guardaba don Joaquín para el día siguiente.

Mientras tanto, los tres hermanos seguían su camino, rascándose las descalabraduras de la lucha.

Una tarde, la pobre mujer de Batiste apeló a gritos a Dios y a los santos viendo el estado en que llegaban sus pequeños.

Aquel día la batalla había sido dura. ¡Ah los bandidos! Los dos mayores estaban magullados; era lo de siempre: no había que hacer caso. Pero el pequeñín, el Obispo, como cariñosamente le llamaba su madre, estaba mojado de pies a cabeza, y lloraba temblando de miedo y de frío.

La feroz pillería lo había arrojado en una acequia de aguas estancadas, y de allí lo sacaron sus hermanos cubierto de légamo nauseabundo.

Teresa lo acostó en su cama al ver que el pobrecito seguía temblando entre sus brazos, agarrándose a su cuello y murmurando con voz semejante a un balido:

—Mare! Mare!...

La madre reanudó sus lamentaciones.

—¡Señor, dadnos paciencia!

Toda aquella gentuza, grandes y chicos, se habían propuesto acabar con la familia.»

La Barraca

Vicente Blasco Ibáñez



José Benlliure Gil para la edición ilustrada de La Barraca



lunes, 13 de febrero de 2017

Brillaban con el reflejo de las llamas del hogar

«Siguiendo con mirada famélica el hervor del arroz en la paella, los segadores de la masía escuchaban al tío Correchóla, un vejete huesudo que enseñaba por la entreabierta camisa un matorral de pelos grises.

Las caras rojas, barnizadas por el sol, brillaban con el reflejo de las llamas del hogar, los cuerpos rezumaban el sudor de la penosa jornada, saturando de grosera vitalidad la atmósfera ardiente de la cocina...»

El establo de Eva. Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez


http://solerdos.blogspot.com.es/

domingo, 12 de febrero de 2017

¡ Dimoni !... ¡Ya está ahí Dimoni !

«Desde Cullera a Sagunto, en toda la valenciana vega no había pueblo ni poblado donde no fuese conocido. Apenas su dulzaina sonaba en la plaza, los muchachos corrían desalados, las comadres llamábanse unas a otras con ademán gozoso y los hombres abandonaban la taberna. 

—¡ Dimoni !... ¡Ya está ahí Dimoni ! 

Y él, con los carrillos hinchados, la mirada vaga perdida en lo alto y resoplando sin cesar en la picuda dulzaina, acogía la rústica ovación con la indiferencia de un ídolo.

Era popular y compartía la general admiración con aquella dulzaina vieja, resquebrajada, la eterna compañera de sus correrías, la que, cuando no rodaba en los pajares o bajo las mesas de las tabernas, aparecía siempre cruzada bajo el sobaco, como si fuera un nuevo miembro creado por la Naturaleza en un acceso de filarmonía.

Las mujeres que se burlaban de aquel insigne perdido habían hecho un descubrimiento. Dimoni era guapo. Alto, fornido, con la cabeza esférica, la frente elevada, el cabello al rape y la nariz de curva audaz, tenía en su aspecto reposado y majestuoso algo que recordaba al patricio romano, pero no de aquellos que en el período de austeridad vivían a la espartana y se robustecían en el campo de Marte, sino de los otros, de aquellos de la decadencia, que en las orgías imperiales afeaban la hermosura de la raza colorando su nariz con el bermellón del vino y deformado su perfil con la colgante sotabarba de la glotonería. 

Dimoni era un borracho. Los prodigios de su dulzaina, que, por lo maravillosos, le habían valido el apodo no llamaban tanto la atención, como las asombrosas borracheras que pillaba en las grandes fiestas.»

Dimoni. Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez



Ilustración del pintor Juan González Alacreu
para la edición de 1977 de la editorial RM


sábado, 11 de febrero de 2017

Blasco Ibáñez por Eduardo Zamacois. Primera parte

«Encuentro a Vicente Blasco Ibáñez escribiendo ante una amplia mesa cubierta de papeles, las carnosas mejillas un tanto congestionadas por la fiebre del esfuerzo mental, la enérgica cabeza nimbada por el humo de un cigarro habano. Al verme el maestro se levanta, y la expresión belicosa de sus manos cerradas y la prontitud elástica con que su recio cuerpo se retrepa y engalla sobre las piernas rígidas, dan una sensación rotunda de voluntad y de vigor físico.

Acaba de cumplir cuarenta y tres años. Es alto, ancho, macizo; su rostro, moreno y barbado, parece el de un árabe. Sobre la alta frente, llena de inquietudes y de ambición, los cabellos, que debieron de ser crespos y abundantes, resisten todavía á la calvicie; entre las cejas, la reflexión marcó hondamente su arruga imperiosa y vertical; grandes son los ojos y de mirar rectilíneo y franco; la nariz, aguileña, sombrea un bigote que cubre frondoso el misterio de una boca epicúrea y risueña, en cuyos gruesos labios sultanes tiembla la mueca de una sed insaciable.»

Mis contemporáneos

Eduardo Zamacois



En su despacho de Madrid

Cortesía de En Ateneo

viernes, 10 de febrero de 2017

Rasgaba el espacio un furioso rebuzno

«Animábanse los caminos con filas de puntos negros y movibles, como rosarios de hormigas, marchando hacia la ciudad. De todos los extremos de la vega llegaban chirridos de ruedas, canciones perezosas interrumpidas por el grito que arrea a las bestias, y, de cuando en cuando, como sonoro trompetazo del amanecer, rasgaba el espacio un furioso rebuzno del cuadrúpedo paria, como protesta del rudo trabajo que pesaba sobre él apenas nacido el día.»

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


Barracas en la huerta valenciana

Todocolección

jueves, 9 de febrero de 2017

Entre los pliegues de sus zagalejos

«Ya habían pasado en la penumbra del amanecer los carros de las verduras y las vacas de leche con su melancólico cencerreo. Sólo faltaban las pescaderas, el rebaño revuelto, sucio y pingajoso que ensordecía con sus gritos é impregnaba el ambiente con el olor de pescado podrido y el aura salitrosa del mar, conservada entre los pliegues de sus zagalejos.»

Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez


Pescaderas en El Cabañal

Pinterest

miércoles, 8 de febrero de 2017

Iba de puerta en puerta recibiendo encargos para Valencia

«El barquero, un hombrecillo enjuto, con una oreja amputada, iba de puerta en puerta recibiendo encargos para Valencia, y al llegar a los espacios abiertos en la única calle del pueblo, soplaba de nuevo en la bocina para avisar su presencia a las barracas desparramadas en el borde del canal. Una nube de chicuelos casi desnudos seguía al barquero con cierta admiración. Les infundía respeto el hombre que cruzaba la Albufera cuatro veces al día, llevándose a Valencia la mejor pesca del lago y trayendo de allá los mil objetos de una ciudad misteriosa y fantástica para aquellos chiquitines criados en una isla de cañas y barro.»

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez



Puerto de El Palmar 

Biblioteca Valenciana Nicolau Primitiu

martes, 7 de febrero de 2017

I les entranyes que brillaven com l’argent

«Les paelles mostraven la panxa negrellosa i les entranyes que brillaven com l’argent, tot esperant el moment en què xisclarien sobre les flames; l’arròs en sacs; caragols de muntanya en enormes cassoles vorejades de sal que se n’eixien i mostraven les bellugadisses banyes al sol del matí; a un racó hi havia una fornada sencera de rotllos que escampaven en aquell ambient de sang i de greix la fragància del pa tendre i calent; les espècies per lliures en una capsa de llautó, i del celler eixien cuiros i més cuiros, que queien tremolosos en terra com cossos palpitants; alguns, enormes, contenien el vi negre per al dinar, i uns altres de més xicotets guardaven el nèctar de labóta del racó, aquell patriarca del qual es parlava en el poble amb respecte, i que amb el seu color clar i la seua corona de brillants era capaç de tombar al més valent.»

La cencerrada. Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez



Mercado de Ruzafa. Luis Vidal Corella

http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?p=101861897


lunes, 6 de febrero de 2017

El Tribunal de las Aguas iba a reunirse

«Era jueves, y, según una costumbre que databa de siglos, el Tribunal de las Aguas iba a reunirse en la puerta de los Apóstoles de la catedral de Valencia. 

El reloj de la torre llamada el Miguelete señalaba poco más de las diez, y los huertanos juntábanse a corrillos o tomaban asiento en los bordes del tazón de la fuente que adorna la plaza, formando en torno al vaso una animada guirnalda de mantas azules y blancas, pañuelos rojos y amarillos o faldas de indiana de colores oscuros.»

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


Tribunal de las Aguas


http://valenciablancoynegro.blogspot.com.es/


domingo, 5 de febrero de 2017

Iba vaso en mano por la playa

«La pequeña Roseta, cargada con un cántaro casi tan grande como ella, iba vaso en mano por la playa de los baños, agitando su maraña de rubios pelos y gritando con voz débil: “Al aigua fresque­ta!”, sacada de la fuente del Gas”».

Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Acequia del Gas / d'en Gasch. Archivo de José Huguet

http://valenciadesaparecida.blogspot.com.es/


sábado, 4 de febrero de 2017

Cañamèl gozaba las satisfacciones del buen negocio

«El puesto de la Sequiòta daba buen rendimiento. No eran las pescas fabulosas de otra época, pero había noches en que se llegaba muy cerca del centenar de arrobas de anguilas, y Cañamèl gozaba las satisfacciones del buen negocio, regateando el precio con los proveedores de la ciudad, vigilando el peso y presenciando el embarque de las banastas. Por este lado no iba mal la compañía; pero a él le gustaba la igualdad: que cada cual cumpliese su deber, sin abusar de los demás.»

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez


Recogiendo la pesca en La Albufera


solerdos.blogspot.com


viernes, 3 de febrero de 2017

Caía como un fardo

«...y dormía como un príncipe cuando, terminada una fiesta, y después de soplar y beber toda la noche, caía como un fardo en un rincón de la taberna o en un pajar del campo, y el pillete tamborilero, tan ebrio como él, se acostaba a sus pies cual un perrillo obediente.»

Dimoni. Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez



En la Albufera. Michael Wolgensinger

Todocolección

jueves, 2 de febrero de 2017

Allí, en el río, estaba el peligro de la ciudad

«Allí, en el río, estaba el peligro de la ciudad, la pesadilla de Valencia, la mala bestia, cuyo recuerdo turbaba el sueño de las gentes honradas, haciendo amargo el vino y desabrido el pan. En un ribazo, entre aplastadas marañas de juncos, un lóbrego y fangoso agujero, y en el fondo, durmiendo la siesta de la digestión, entre peladas calaveras y costillas rotas, el dragón, un horrible y feroz animalucho nunca visto en Valencia, enviado, sin duda, por el Señor —según decían las viejas ciudadanas— para castigo de pecadores y terror de los buenos.»

El dragón del Patriarca. Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez


Cauce del río

Todocolección

miércoles, 1 de febrero de 2017

Señores míos, mañana es sábado

«Los viernes, al salir de la escuela, escuchaban invariablemente todos ellos el mismo discurso. 

—Señores míos, mañana es sábado. recuérdenlo ustedes a sus señoras madres y háganles saber que el que mañana no traiga los dos cuartos no entrará en la escuela. A usted se lo digo especialmente, señor de... tal, y a usted, señor de... cual —y así soltaba una docena de nombres—. Tres semanas que no traen ustedes el estipendio prometido, y así no es posible la instrucción, ni puede procrear la ciencia, ni combatirse con desahogo la barbarie nativa de estos campos. Yo lo pongo todo: mi sabiduría, mis libros —y miraba las tres cartillas, que iba recogiendo su mujer cuidadosamente para guardarlas en la vieja cómoda—, y ustedes no traen nada. Lo dicho: el que mañana llegue con las manos vacías, no pasará de esa puerta. Aviso a las señoras madres.»

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


Ilustración de José Benlliure para "La barraca"