viernes, 29 de abril de 2022

Percha en mano había descalabrado a algunos

«Otras aficiones atraían a aquel hombrecito, que pasaba por ser el mozo más bien plantado del Palmar. Enorgullecíale el prestigio de valiente que había adquirido entre sus antiguos compañeros de juegos, hombres ahora como él. Se había peleado con unos cuantos, saliendo siempre vencedor. Percha en mano había descalabrado a algunos, y una tarde corrió por los ribazos, con la fitora de pescar, a un barquero de Catarroja que gozaba fama de temible. El padre torcía el gesto al conocer estas aventuras, pero el abuelo reía, reconciliándose momentáneamente con su nieto. Lo que más alababa el tío Paloma era que el muchacho, en cierta ocasión, hubiera hecho frente a los guardas de la Dehesa, llevándose por la brava un conejo que acababa de matar. No era trabajador, pero tenía su sangre».

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez



Barracas en La Albufera. 1930

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miércoles, 27 de abril de 2022

Contrastando su hermosura con la pobreza física de las otras hijas del Palmar

«El muchacho no se cuidaba mucho de su novia. Estaba seguro de ella. ¿A quién podía querer? ¿Tenía derecho a fijarse en otro, después que todo el pueblo los había reconocido como novios? Y tranquilo por la posesión de Neleta, que crecía en la miseria como una flor rara, contrastando su hermosura con la pobreza física de las otras hijas del Palmar, no la atendía gran cosa, y la trataba con la misma confianza que si ya fuesen esposos. Transcurrían a veces semanas enteras sin que él la hablase».

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez




Grupo de La Albufera

Antonio Esplugas i Puig

https://www.fotografiacatalunya.cat/es/catalogo/institucion/559d04f9554005601ad73a67

lunes, 25 de abril de 2022

Que eran los primeros del cielo para el tío Caragol —San Vicente Mártir, San Vicente Ferrer, la Virgen de los Desamparados y el Cristo del Grao

«En los domingos y fiestas de santos valencianos, que eran los primeros del cielo para el tío Caragol —San Vicente Mártir, San Vicente Ferrer, la Virgen de los Desamparados y el Cristo del Grao—, aparecía la humeante paella, vasto redondel de arroz, sobre cuya arena de hinchados granos yacían despedazadas varias aves. El cocinero sorprendía a su gente repartiendo cebollas crudas, voluminosas, de acre perfume que arrancaba lágrimas y una blancura de marfil. Eran un regalo de príncipe mantenido en secreto. No había mas que quebrarlas de un puñetazo para que soltasen su viscosidad, y luego se perdían en los paladares como bocados crujientes de un pan dulce y picante, alternando con las cucharadas de arroz».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez



Misión Vicentina en el Marítimo

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sábado, 23 de abril de 2022

Las Fiestas de San Vicente Ferrer según Blasco Ibáñez

«La fiesta del santo popular verificábase con el aparato de costumbre. En los puntos más céntricos de la ciudad habíanse levantado los «altares», enormes fábricas de madera y cartón piedra que llegaban a los tejados, con decoración gótica o corintia, erizados de mecheros de gas, y en su parte media la repisa, en la que se ostentaba el diplomático de Caspe con su hábito de dominico y un dedo en alto entre cirios y flores.


V Centenario de la muerte de san Vicente Ferrer. 1919 

Altar del Pilar ?

Abajo, la plataforma del escenario, donde se representaban los milacres, piezas dramáticas, cándidas y sencillas como sus versos lemosines, cuyo argumento, girando en torno del mismo punto, trata siempre de las querellas feudales entre Centelles y Vilaraguts, de la conversión de los moros de Granada o de alguna treta de los impíos contra el elocuente apóstol, todo sazonado al final con el necesario milagro del santo y el correspondiente sermón en endecasílabos.


Cuadro de actores de un Altar

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La multitud agolpábase ante los altares para oír mejor a los actores, granujillas del barrio, roncos de tanto vocear los versos, orondos en sus trajes de ropería; orgullosos de lucir el bonete con pluma y tirar de la espada cuando lo requería el _milacre_; y era de ver la atención con que escuchaba la predicación de San Vicente, representado siempre por un muchacho paliducho, pedante y melancólico, y las carcajadas con que celebraba las majaderías del motilón, personaje bufo que pasaba el tiempo tragando pan, sorbiendo rapé, sonándose las narices en un pañuelo como una sábana y agujereado como una criba, y diciendo estupideces subidas de color, todo para mayor edificación de los devotos del santo. Un mar de cabezas agitábase ante aquellas plataformas que recordaban el teatro primitivo, lo mismo el tablado de Esquilo que la carreta de Lope de Rueda.


Altar san Vicente Ferrer. El Tossal. 1930 

La Semana Gráfica. 3 de mayo de 1930

Entre una y otra representación tocaban las músicas alegres polcas, y la granujería de siempre, agarrada de un modo repugnante, improvisaba academias de baile en las aceras, chocando muchas veces contra las mesas donde las buenas mozas de vestido almidonado, pañuelo de seda y cara bravia vendían garbanzos tostados, orejones y ciruelas pasas.


En la plaza de la Constitución vio a don Eugenio, que miraba de lejos el milacre, apoyado en el viejo bastón y mostrando su carita de pascua por el embozo de su capa azul, que no abandonaba hasta bien entrado el verano».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


jueves, 21 de abril de 2022

La Pascua según Blasco Ibáñez. Y 03

«Cuando se hacía momentáneamente el silencio en el comedor, oíase cómo se regocijaba fuera la plebe; el rasgueo de la guitarra, el estallido de los cohetes, el cacareo de las mujeres; y algunas veces el estruendo venía de abajo, de la cocina, donde sonaban el vozarrón de Nelet y las corridas medrosas de las criadas, con chillidos de protesta débil. También allí partían huevos.

Las personas mayores la emprendieron con el dulce, y el señor Cuadros descorchó frascos de licor de colores vivos e infernales, que hacían retorcer el estómago. Las copitas de color rosa besaban las bocas, dejando en los rojos labios de las jóvenes adorables gotitas de azúcar líquido.

La sobremesa, alborozada y ruidosa, duró mucho rato. Nadie miraba el reloj del comedor, que seguía indiferente marcando el curso del tiempo. Cuando sonaron las nueve, todos se sobresaltaron. Fuera del hotel la algazara iba disminuyendo.

Doña Manuela hizo prometer a sus amigos que la honrarían con su visita en los dos restantes días de la Pascua, y comenzaron los preparativos de marcha. Las criadas comparecieron rojas y sudorosas. Bien habían bromeado con Nelet y el cochero del señor López».   

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


La Mona de Pascua


Estampa. 16 de abril de 1929

martes, 19 de abril de 2022

La Pascua según Blasco Ibáñez. 02

«Sobre la mesa aparecían las doradas naranjas de terso cutis, el panquemado de Alberique, con miga porosa, la corteza obscura y barnizada y el vértice nevado, y las bandejas de dulce seco, la dureza del azúcar petrificado, limoncillos de las monjas de Sagunto, trozos de melón, yemas envueltas en rizados moñetes de papel, todo destilando azúcar y atrayendo a los insectos que revoloteaban en torno de la luz.

La concurrencia se atracaba de huevos cocidos. Partíanlos en la frente del vecino, a pesar de las muchas precauciones que se adoptaban para evitar esta broma tradicional; y eran de ver las señoritas tapándose la cara con las manos, chillando como gallinas asustadas, por miedo a que les golpeasen encima de las cejas, y los aplausos y vivas con que se acogía la travesura de alguna joven cuando era ella la que agredía a los audaces pollos».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez

Banquete en Valencia
 
Foto Raga
 
Todocolección

domingo, 17 de abril de 2022

La Pascua según Blasco Ibáñez. 01

«El día era hermoso; un verdadero domingo de Pascua. La primavera enardecía la sangre, y la ciudad entera, solemnizando la vuelta del buen tiempo, lanzábase al campo, levantando en él un rumor de avispero.

No fue malo el desfile de platos organizado por Visanteta. Era la cocina indígena, con todo su esplendor de las fiestas tradicionales. El lomo de cerdo, con las primeras habas de la cosecha, tiernas y jugosas, formando un puré, cuyo olorcillo causaba en el estómago una sensación voluptuosa; los langostinos, con casaquillas de escarlata y la puntiaguda caperuza, doblándose como clowns rojos sobre un lecho de excitante salsa; los pollos, despedazados, hundidos en el rosado caldo del tomate, y después las rodajas de salchichón a centenares, un jamón entero cortado en gruesas lonjas, y una enorme pirámide de huevos cocidos, con la cáscara teñida de rojo o amarillo; todo con una abundancia capaz de anonadar al estómago más animoso».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Grupo de amigos en una comida. Valencia

Foto Raga

Todocolección

viernes, 15 de abril de 2022

La Semana Santa Marinera según Blasco Ibáñez. Y 08

«La gente se agolpaba en el lugar del encuentro: una encrucijada de la calle de San Antonio, frente a los azulejos que marcaban con extrañas figuras las estaciones del Calvario. Allí se aglomeraban, empujándose por colocarse en primera fila, las inquietas pescaderas, rudas, agresivas, envueltas en sus mantones de cuadros y con el pañuelo sobre los ojos.

Avanzaban en opuesta dirección las dos procesiones, moderando su paso, deteniéndose, calculando la distancia para llegar á la vez al lugar del encuentro.

La morada túnica de Jesús centelleaba con los primeros rayos de sol por encima del bosque de plumajes, cascos y espadones en alto, que la luz erizaba de deslumbrantes reflejos, y por el otro lado avanzaba la Virgen, contoneándose al compás del paso de sus portadores, vestida de negro terciopelo y cubierta con una gasa fúnebre, al través de la cual brillaban sobre el rostro de cera las lágrimas, para las cuales llevaba sin duda en las inmóviles manos un pañuelo rizado y encañonado.

Ella era la que atraía la atención de las mujeres. Muchas lloraban. ¡Ay, reina y soberana! Aquel encuentro partía el alma. ¡Ver una madre a su hijo en tal estado! Era lo mismo (aunque la comparación fuese mala) que si ellas encontraran a sus chicos, tan buenos y honradotes, camino del presidio.

Y las pescaderas seguían gimoteando ante la madre dolorosa, lo que no les impedía fijarse en si llevaba algún adorno más que el año anterior.

Llegó el instante del encuentro. Cesaron los tambores en sus destemplados redobles; apagaron las trompetas sus lamentables alaridos; callaron las fúnebres músicas; quedáronse las dos imágenes inmóviles frente a frente y sonó una vocecita quejumbrosa cantando con monótono ritmo unas cancioncillas, en las que se describía lo conmovedor del encuentro.

La gente oía embobada al tío Grancha, un viejo velluter que todos los años venía de Valencia a cantar por entusiasmo piadoso en aquella fiesta. ¡Qué voz! Sus quejidos partían el corazón, y por esto, cuando los bebedores de la inmediata taberna de Chulla reían demasiado fuerte, estallaba una protesta general en la silenciosa muchedumbre, y los devotos clamaban indignados:

-¡Calleu ... recordons!

Subieron y bajaron las imágenes, lo que equivalía para la gente a dolorosos y desesperados saludos que se dirigían la madre y el hijo; y mientras se verificaban estas ceremonias y cantaba sus coplas el tío Grancha, Dolores no quitaba los ojos del judío esbelto y arrogante que contrastaba con su capitán patizambo».

Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez


El Encuentro
 
La Semana Gráfica. 7 de abril de 1928

miércoles, 13 de abril de 2022

La Semana Santa Marinera según Blasco Ibáñez. 07

«Ya llegaban; oíase la música de los judíos que venían por su bandera. Dolores se vistió apresuradamente, mientras el capitán salía a la frontera de sus dominios a recibir el ejército.

Sonaban acompasados los tambores, y el vistoso escuadrón agitaba los pies, el cuerpo y la cabeza con rítmico contoneo, sin moverse del sitio, mientras Tonet y dos más, con gravedad imperturbable, subían al balcón por el estandarte.

Dolores vio a su cuñado en la escalera, y fue en ella instantáneo, fulminante el instinto de comparación. Parecía todo un militar, un general... algo que se separaba de la rudeza grotesca de los otros. No; Tonet no tenía las piernas tortuosas y tumefactas, sino esbeltas, ajustadas, elegantes, como aquellos señores tan simpáticos llamados don Juan Tenorio, el rey don Pedro o Enrique Lagardere, que tanto la habían conmovido recitando quintillas o dando estocadas en la escena del teatro de la Marina.

Ya iban todas las collas camino de la iglesia, con la música al frente, ondeante la negra bandera y ofreciendo desde lejos el aspecto de un tropel de brillantes insectos arrastrándose con incesante contoneo.

Comenzaba la ceremonia del encuentro. Marchaban por distintas calles dos procesiones; en la una la Virgen, dolorosa y afligida, escoltada por su guardia de sepulcrales granaderos, y en la otra Jesús, desmelenado y sudoroso, con la túnica morada hueca y cargada de oro, abrumado bajo el peso de la cruz, caído sobre los peñascos de corcho pintado que cubrían la peana, sudando sangre por todos los poros; y en torno de él, para que no se escapara, los inhumanos judíos que, para mayor carácter , ponían un gesto feroz de pocos amigos, y las vestas, con el capuchón calado y la cola arrastrando sobre los charcos, tan tétricas, tan sombrías, que los chicuelos rompían a llorar, refugiándose en los zagalejos de la madre.

Y los sordos parches siempre tronando, las trompetas lanzando sonidos desgarradores, lamentos prolongados de ternerillo en el matadero; y en medio de la chusma armada y feroz, niñas talluditas con los carrillos cargados de colorete, vestidas de odaliscas de ópera cómica, con un cantarillo al brazo para demostrar que eran la bíblica Samaritana , en las orejas y el pecho el brillante aderezo tomado a préstamo por sus madres y al aire las robustas pantorrillas con polonesas y medias rayadas.

¡Siñor! ... ¡Ay Siñor, Deu meu! - murmuraban con acento angustiado las viejas pescaderas, contemplando al ensangrentado Jesús en poder de la pillería excolmugada.

Entre los espectadores veíanse caras pálidas y ojerosas, bocas sonrientes, gente alegre que, después de una noche tormentosa, había venido de Valencia para reír un poco; y cuando se burlaban demasiado fuerte de los grotescos figurones, no faltaba algún soldado de Pilatos que agitaba el espadón amenazante, rugiendo con santa indignación:

-¡Morrals! ... ¡Morrals! ¿Veniu a burlarse?

¡A burlarse de una fiesta tan antigua como el mismo Cabañal!... ¡Señor! de Valencia habían de ser para atreverse a tanto».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Procesión de los Pasos. Mañana del Viernes Santo


Las Provincias. 4 de abril de 1931

lunes, 11 de abril de 2022

La Semana Santa Marinera según Blasco Ibáñez. 06

«Conforme avanzaba el día y la luz azulada del amanecer tomaba los tintes rosados y calientes de la mañana, aumentaba en las calles el ronquido estrepitoso de los tambores, el toque de cornetas y las marciales marchas de las músicas, como si un ejército invadiese el Cabañal.

Las collas se habían reunido, y en filas de a cuatro marchaban tiesos, solemnes y admirados como vencedores. Iban a la casa de sus capitanes para recoger las banderas que ondeaban en el tejado, fúnebres estandartes de terciopelo negro que ostentaban bordados los horripilantes atributos de la Pasión

El Retor era por herencia capitán de los judíos, y todavía de noche saltó de la cama para embutirse en el hermoso traje guardado en el arcón durante el resto del año y considerado por toda la familia como el tesoro de la casa.

¡Válgale Dios y qué angustias pasaba el pobre Retor, cada año más rechoncho y fornido, para embutirse en la apretada malla de algodón!

Su mujer, en ropas menores, al aire la exuberante pechuga, zarandeábale tirando de un lado, apretando por otro, para ajustar dentro del mallón las cortas piernas y el vientre de su Retor, mientras que Pascualet, sentado en la cama, miraba con asombro a su padre, como si no le reconociera con aquel casco de indio bravo erizado de plumajes y el terrible sable de caballería que al menor movimiento chocaba contra los muebles y rincones, produciendo un estrépito de mil diablos.

Por fin terminó el penoso tocado. Algo mal estaba, pero ya era hora de acabar. Las ropas interiores, arrolladas por la opresión de la malla, apelotonábanse, y las piernas del judío parecían plagadas de tumores; apretábale el vientre el maldito calzón hasta hacerle palidecer; la celada, por exceso de engrase, le caía sobre el rostro, lastimándole la nariz; pero ¡la dignidad ante todo! y tirando del sablote e imitando con voz sonora el redoble del tambor, púsose a dar majestuosas zancadas por la habitación, como si su hijo fuese un príncipe á quien hacía guardia.

Dolores le miraba con sus ojos dorados y misteriosos ir de un lado a otro como un oso enjaulado. Tentábanla a la risa las piernas tortuosas; pero no; mejor estaba vestido así que cuando volvía a casa por la noche con el traje alquitranado y el aire de una bestia abrumada por el cansancio».

Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez



 Semana Santa Marinera


Ateneo Musical del Puerto

sábado, 9 de abril de 2022

La Semana Santa Marinera según Blasco Ibáñez. 05

«Era caso de reír ante tan extrañas cataduras; pero a ver quién era el guapo que se atrevía a ello ante el fervor profesional que se notaba en todos los rostros atezados y graves. Además, no tan impunemente puede uno reírse de los cuerpos armados; y judíos y granaderos, para la custodia de Jesús crucificado o de su madre, llevaban desenvainadas todas las armas blancas conocidas de la edad primitiva al presente; desde el enorme sable de caballería hasta el espadín de músico mayor.

Corrían tras ellos los muchachos, embobados por los vistosos uniformes; madres, hermanas y amigas admirábanles desde las puertas, lanzando un ¡Reina y siñora, qué guapos van! y la mascarada piadosa servía para recordar a la humanidad olvidadiza y pecaminosa que antes de una hora Jesús y su madre iban a encontrarse en mitad de la calle de San Antonio, casi a la puerta de la taberna del tío Chulla».

Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Semana Santa Marinera. Corporación de Sayones


La Semana Gráfica. 7 de abril de 1928

jueves, 7 de abril de 2022

La Semana Santa Marinera según Blasco Ibáñez. 04

«Pasaban después los judíos, fieros mamarrachos que parecían arrancados de un escenario humilde donde se representasen dramas de la Edad Media con ropería pobre y convencional. Era su indumentaria la que el vulgo conoce con el nombre vago y acomodaticio de traje de guerrero; tonelete cuajado de lentejuelas, bordados y franjas, como la túnica de un apache; casco rematado por un escandaloso penacho de rabo de gallo y los miembros ceñidos por un tejido grueso de algodón que modestamente imitaba la malla de acero. Y como colmo de la caricatura y el despropósito, con las fúnebres vestas y los imponentes judíos, pasaban los granaderos de la Virgen, buenos mozos, con enormes mitras semejantes a las gorras de los soldados del gran Federico y un uniforme negro adornado con galones de plata que parecían arrancados de algún ataúd».

Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez



 Semana Santa Marinera

Corporación de Granaderos de ?

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martes, 5 de abril de 2022

La Semana Santa Marinera según Blasco Ibáñez. 03

«Veíase a lo lejos, como pelotón de negras cucarachas, los encapuchados, las vestas, con la aguda y enorme caperuza de astrólogo o juez inquisitorial, el antifaz de paño arrollado sobre la frente, una larga varilla de ébano en la mano, y caída sobre el brazo la larga cola del fúnebre ropón. Algunos, como suprema coquetería, llevaban enaguas de deslumbrante blancura, rizadas y encañonadas, y asomando por bajo de ellas los recogidos pantalones y las botas con elásticos, dentro de las cuales el enorme pie, acostumbrado a ensancharse con libertad sobre la arena, sufría indecibles angustias».

Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Semana Santa Marinera

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domingo, 3 de abril de 2022

La Semana Santa Marinera según Blasco Ibáñez. 02

«La chavalería del pueblo echábase a la calle disfrazada con los extraños trajes de una mascarada tradicional, que no otra cosa resultaba la procesión del Encuentro».

Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez


La Semana Gráfica. 7 de abril de 1928


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viernes, 1 de abril de 2022

La Semana Santa Marinera según Blasco Ibáñez. 01

«Tronaba en las calles del Cabañal, a pesar de que el día amaneció sereno.

La gente echábase de la cama aturdida por el ruido sordo e incesante, igual al tableteo de lejanos truenos. Las buenas vecinas, desgreñadas, con los ojos turbios y ligeras de ropas, salían a las puertas para ver a la azulada luz del alba cómo pasaban los fieros judíos, autores de tanto estrépito, golpeando los parches de sus destemplados y fúnebres atabales.

Los más grotescos figurones asomaban en las esquinas, como si, barajándose el almanaque, Carnaval hubiese caído en Viernes Santo».

Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez



La Semana Gráfica. 7 de abril de 1928

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