lunes, 29 de abril de 2024

Giraba como una peonza en las aguas bullentes

«El tío Batiste y el Retor, arrastrándose por la cubierta, llegaron hasta el mástil, y deshaciendo el nudo de las jarcias, arriaron la vela.

Esta maniobra salvó a la barca que, libre de la presión de la vela, se enderezó con un golpe de mar.

La Flor de Mayo, con el timón abandonado, giraba como una peonza en las aguas bullentes, que se hinchaban con lívidas y arrolladoras tumefacciones.

El Retor corrió a popa a agarrar la caña. La barca se movía con dificultad. Arrastraba la pesadísima red que momentos antes había contribuído a su salvación, sirviendo de contrapeso a la vela combatida por el huracán».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Mar de tormenta. Valencia. 1899

Joaquín Sorolla y Bastida

Óleo. 43 x 64

Museo Sorolla

sábado, 27 de abril de 2024

Sólo faltaba lo otro, el terrible Levante

«La masa de sombras que se aproximaba agrandándose por momentos, se abrió con la luz cárdena de un relámpago; después sonó el trueno, como  si todo el cielo fuese una inmensa pieza de tela que se rasgaba con estrépito.

Sólo faltaba lo otro, el terrible Levante, que barre impetuosamente con hálito de muerte todo el golfo de Valencia; y el Levante llegó.

La Flor de Mayo tendióse de costado sobre el agua, como si una mano poderosa, agarrando su quilla, pugnase por voltearla. El agua invadió la cubierta, y la gigantesca vela se extendió como una sábana sobre las olas, aleteando, volviendo a caer como un pájaro moribundo.

Esta caída de lado, que iba a hacerles zozobrar, fué obra de un instante: el primer impulso del vendaval que, pillando de lleno la tendida vela, la aplastó sobre el agua, tumbando a la barca».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Temporal en el dique norte (El paretó)

jueves, 25 de abril de 2024

Una tarde sonaron a rebato las campanas del pueblo

«Así transcurrió el tiempo para las dos familias, sin agredirse como en otra época, pero sin aproximarse: inmóviles y cristalizadas en su odio.

Una tarde sonaron a rebato las campanas del pueblo. Ardía la casa del tío Rabosa. Los nietos estaban en la huerta; la mujer de uno de éstos en el lavadero, y por las rendijas de puertas y ventanas salía un humo denso de paja quemada. Dentro, en aquel infierno que rugía buscando expansión, estaba el abuelo, el pobre tío Rabosa, inmóvil en su sillón. La nieta se mesaba los cabellos, acusándose como autora de todo por su descuido; la gente arremolinábase en la calle, asustada por la fuerza del incendio. Algunos, más valientes, abrieron la puerta, pero fue para retroceder ante la bocanada de denso humo cargada de chispas que se esparció por la calle».

La pared

La condenada y otros cuentos

Vicente Blasco Ibáñez



Campanar

Todocolección





martes, 23 de abril de 2024

Otros recordaban los guisados de serpiente, ensalzando sus rodajas blancas y dulces, superiores a las de la anguila

«Las mujeres enumeraban las excelencias de la rata en el arroz de la paella; muchos la habían comido sin saberlo, asombrándose con el sabor de una carne desconocida. Otros recordaban los guisados de serpiente, ensalzando sus rodajas blancas y dulces, superiores a las de la anguila, y el barquero desorejado rompió el mutismo de todo el viaje para recordar cierta gata recién parida que había cenado él con otros amigos en la taberna de Cañamel, arreglada por un marinero que después de correr mucho mundo tenía manos de oro para estos guisos».

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez



"Tasca Típica Rogelio. Cuna del All i Pebre"

El Palmar

Todocolección

domingo, 21 de abril de 2024

Lavaban la ropa o fregaban los platos en un agua infecta

«A la orilla de la acequia del Gas, las mujeres, en cuclillas, moviendo sus inquietas posaderas, lavaban la ropa o fregaban los platos en un agua infecta que discurría sobre fango negruzco cargado de mortales emanaciones».

Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Acequia del Gas en el Cabañal. 1906

Actualmente avenida Mediterráneo desde la calle del Doctor Lluch

viernes, 19 de abril de 2024

Yo tengo a orilla del mar, cerca de Valencia, una casa llamada Malvarrosa

«Una vez se dio el caso de que los viajeros del tren correo entre Valencia y Barcelona, cuya vía se desarrolla a lo largo de la costa, pudieron contemplar desde sus vagones, en las primeras horas de la tarde, como un submarino alemán atacaba a un vapor aliado cerca de la orilla, a la vista de todos. 

El dulce y poético Mediterráneo arrojaba todas las semanas a sus orillas numerosos cadáveres y pedazos de buques rotos por la explosión de los torpedos. Yo tengo a orilla del mar, cerca de Valencia, una casa llamada Malvarrosa. Mientras estuve en París los cinco años de la guerra haciendo propaganda en favor de los aliados, mis amigos me escribieron repetidas veces dándome cuenta de los terribles hallazgos con que les sorprendía el mar algunas mañanas. Sobre la arena de la playa, junto a la escalinata de mi casa, aparecieron repetidas veces cadáveres hinchados por una larga permanencia en el mar, pobres cuerpos desfigurados por las mordeduras de los peces o la violencia de la explosión, mujeres y niños que venían como pasajeros en buques procedentes de Argelia, tripulantes de vapores aliados que transportaban artículos de comercio o primeras materias para la guerra. Todos habían ido hacia la muerte, fiando en la neutralidad, ya que no en la lealtad de un rey que se titulaban francófilo en compañía de "la canalla"».

Por España y contra el rey

Vicente Blasco Ibáñez



Chalet de Blasco Ibáñez, a la derecha "La Alcoholera"

La Malvarrosa

http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=370996&page=407

miércoles, 17 de abril de 2024

Las atarazanas de Valencia eran célebres por sus construcciones navales

«Cuando los reyes formaban una flota, se componía de tres escuadras: catalana, mallorquina y valenciana. Las atarazanas de Valencia eran célebres por sus construcciones navales. De ellas salían los mejores navíos de la costa española. «Galera genovesa y navío catalán», decían los navegantes de la Edad Media como última expresión del arte naval».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez



Las Atarazanas

Revista de arte. 2008

lunes, 15 de abril de 2024

Las pobres aves del corral estremecíanse en la lúgubre sombra de aquel paredón

«Tal fue su deseo de aislarse y no verse, que les pareció baja la pared que separaba sus corrales. Las gallinas de unos y otros, escalando los montones de leña, fraternizaban en lo alto de las bardas; las mujeres de las dos casas cambiaban desde las ventanas gestos de desprecio. Aquello no podía resistirse; era como vivir en familia, y la viuda de Casporra hizo que sus hijos levantaran la pared una vara. Los vecinos se apresuraron a manifestar su desprecio con piedra y argamasa, y añadieron algunos palmos más a la pared. Y así, en esta muda y repetida manifestación de odio, la pared fue subiendo y subiendo. Ya no se veían las ventanas; poco después no se veían los tejados; las pobres aves del corral estremecíanse en la lúgubre sombra de aquel paredón que las ocultaba parte del cielo, y sus cacareos sonaban tristes y apagados a través de aquel muro, monumento del odio, que parecía amasado con los huesos y la sangre de las víctimas».

La pared

La condenada y otros cuentos

Vicente Blasco Ibáñez



Foto Desfilis

Bivaldi

sábado, 13 de abril de 2024

La Guardia civil no les perdía de vista

«Pero los tiempos eran otros. Ya no era posible ir a tiros como sus padres en plena plaza a la salida de misa mayor. La Guardia civil no les perdía de vista; los vecinos les vigilaban, y bastaba que uno de ellos se detuviera algunos minutos en una senda o en una esquina para verse al momento rodeado de gente que le aconsejaba la paz. Cansados de esta vigilancia que degeneraba en persecución y se interponía entre ellos como infranqueable obstáculo, Casporras y Rabosas acabaron por no buscarse, y hasta se huían cuando la casualidad les ponía frente a frente»

La pared

La condenada y otros cuentos

Vicente Blasco Ibáñez



Guardia Civil. Valencia

Todocolección

jueves, 11 de abril de 2024

Pensando más en aprovechar los descuidos del vecino que en el cultivo de las tierras

«Una noche, por cuestiones de riego, un Casporra tendió en la huerta de un escopetazo a un hijo del tío Rabosa, y el hijo menor de éste, porque no se dijera que en la familia no quedaban hombres, consiguió, después de un mes de acecho, colocarle una bala entre las cejas al matador. Desde entonces las dos familias vivieron para exterminarse, pensando más en aprovechar los descuidos del vecino que en el cultivo de las tierras. Escopetazos en medio de la calle; tiros que al anochecer relampagueaban desde el fondo de una acequia o tras los cañares o ribazos cuando el odiado enemigo regresaba del campo; alguna vez un Rabosa o un Casporra camino del cementerio con una onza de plomo dentro del pellejo, y la sed de venganza sin extinguirse, antes bien, extremándose con las nuevas generaciones, pues parecía que en las dos casas los chiquitines salían ya del vientre de sus madres tendiendo las manos a la escopeta para matar a los vecinos».

La pared

La condenada y otros cuentos

Vicente Blasco Ibáñez



Huerta de Valencia

Todolección

martes, 9 de abril de 2024

Los odios de los Rabosas y Casporras traían alborotado a Campanar

«Treinta años que los odios de los Rabosas y Casporras traían alborotado a Campanar. Casi en las puertas de Valencia, en el risueño pueblecito que desde la orilla del río miraba a la ciudad con los redondos ventanales de su agudo campanario, repetían aquellos bárbaros, con un rencor africano, la historia de luchas y violencias de las grandes familias italianas en la Edad Media. Habían sido grandes amigos en otro tiempo; sus casas, aunque situadas en distinta calle, lindaban por los corrales, separados únicamente por una tapia baja».

La pared

La condenada y otros cuentos

Vicente Blasco Ibáñez



Huerta de Campanar. 1910

Subida por Julio García Celda a VAHG

domingo, 7 de abril de 2024

Las Fiestas de San Vicente Ferrer según Blasco Ibáñez

«La fiesta del santo popular verificábase con el aparato de costumbre. En los puntos más céntricos de la ciudad habíanse levantado los «altares», enormes fábricas de madera y cartón piedra que llegaban a los tejados, con decoración gótica o corintia, erizados de mecheros de gas, y en su parte media la repisa, en la que se ostentaba el diplomático de Caspe con su hábito de dominico y un dedo en alto entre cirios y flores.


V Centenario de la muerte de san Vicente Ferrer. 1919 

Altar en la plaza de san Esteban

Abajo, la plataforma del escenario, donde se representaban los milacres, piezas dramáticas, cándidas y sencillas como sus versos lemosines, cuyo argumento, girando en torno del mismo punto, trata siempre de las querellas feudales entre Centelles y Vilaraguts, de la conversión de los moros de Granada o de alguna treta de los impíos contra el elocuente apóstol, todo sazonado al final con el necesario milagro del santo y el correspondiente sermón en endecasílabos.


Cuadro de actores del Altar del Pilar

La multitud agolpábase ante los altares para oír mejor a los actores, granujillas del barrio, roncos de tanto vocear los versos, orondos en sus trajes de ropería; orgullosos de lucir el bonete con pluma y tirar de la espada cuando lo requería el _milacre_; y era de ver la atención con que escuchaba la predicación de San Vicente, representado siempre por un muchacho paliducho, pedante y melancólico, y las carcajadas con que celebraba las majaderías del motilón, personaje bufo que pasaba el tiempo tragando pan, sorbiendo rapé, sonándose las narices en un pañuelo como una sábana y agujereado como una criba, y diciendo estupideces subidas de color, todo para mayor edificación de los devotos del santo. Un mar de cabezas agitábase ante aquellas plataformas que recordaban el teatro primitivo, lo mismo el tablado de Esquilo que la carreta de Lope de Rueda.


Altar san Vicente Ferrer. El Tossal. 1930 

La Semana Gráfica. 3 de mayo de 1930

Entre una y otra representación tocaban las músicas alegres polcas, y la granujería de siempre, agarrada de un modo repugnante, improvisaba academias de baile en las aceras, chocando muchas veces contra las mesas donde las buenas mozas de vestido almidonado, pañuelo de seda y cara bravia vendían garbanzos tostados, orejones y ciruelas pasas.


En la plaza de la Constitución vio a don Eugenio, que miraba de lejos el milacre, apoyado en el viejo bastón y mostrando su carita de pascua por el embozo de su capa azul, que no abandonaba hasta bien entrado el verano».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


viernes, 5 de abril de 2024

La Pascua según Blasco Ibáñez. Y 03

«Cuando se hacía momentáneamente el silencio en el comedor, oíase cómo se regocijaba fuera la plebe; el rasgueo de la guitarra, el estallido de los cohetes, el cacareo de las mujeres; y algunas veces el estruendo venía de abajo, de la cocina, donde sonaban el vozarrón de Nelet y las corridas medrosas de las criadas, con chillidos de protesta débil. También allí partían huevos.

Las personas mayores la emprendieron con el dulce, y el señor Cuadros descorchó frascos de licor de colores vivos e infernales, que hacían retorcer el estómago. Las copitas de color rosa besaban las bocas, dejando en los rojos labios de las jóvenes adorables gotitas de azúcar líquido.

La sobremesa, alborozada y ruidosa, duró mucho rato. Nadie miraba el reloj del comedor, que seguía indiferente marcando el curso del tiempo. Cuando sonaron las nueve, todos se sobresaltaron. Fuera del hotel la algazara iba disminuyendo.

Doña Manuela hizo prometer a sus amigos que la honrarían con su visita en los dos restantes días de la Pascua, y comenzaron los preparativos de marcha. Las criadas comparecieron rojas y sudorosas. Bien habían bromeado con Nelet y el cochero del señor López».   

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Después del almuerzo. 1890

Joaquín Sorolla y Bastida

Óleo. 36 x 60,5

Colección particular

miércoles, 3 de abril de 2024

La Pascua según Blasco Ibáñez. 02

«Sobre la mesa aparecían las doradas naranjas de terso cutis, el panquemado de Alberique, con miga porosa, la corteza obscura y barnizada y el vértice nevado, y las bandejas de dulce seco, la dureza del azúcar petrificado, limoncillos de las monjas de Sagunto, trozos de melón, yemas envueltas en rizados moñetes de papel, todo destilando azúcar y atrayendo a los insectos que revoloteaban en torno de la luz.

La concurrencia se atracaba de huevos cocidos. Partíanlos en la frente del vecino, a pesar de las muchas precauciones que se adoptaban para evitar esta broma tradicional; y eran de ver las señoritas tapándose la cara con las manos, chillando como gallinas asustadas, por miedo a que les golpeasen encima de las cejas, y los aplausos y vivas con que se acogía la travesura de alguna joven cuando era ella la que agredía a los audaces pollos».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


La Mona de Pascua

Estampa. 16 de abril de 1929

lunes, 1 de abril de 2024

La Pascua según Blasco Ibáñez. 01

«El día era hermoso; un verdadero domingo de Pascua. La primavera enardecía la sangre, y la ciudad entera, solemnizando la vuelta del buen tiempo, lanzábase al campo, levantando en él un rumor de avispero.

No fue malo el desfile de platos organizado por Visanteta. Era la cocina indígena, con todo su esplendor de las fiestas tradicionales. El lomo de cerdo, con las primeras habas de la cosecha, tiernas y jugosas, formando un puré, cuyo olorcillo causaba en el estómago una sensación voluptuosa; los langostinos, con casaquillas de escarlata y la puntiaguda caperuza, doblándose como clowns rojos sobre un lecho de excitante salsa; los pollos, despedazados, hundidos en el rosado caldo del tomate, y después las rodajas de salchichón a centenares, un jamón entero cortado en gruesas lonjas, y una enorme pirámide de huevos cocidos, con la cáscara teñida de rojo o amarillo; todo con una abundancia capaz de anonadar al estómago más animoso».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Grupo de amigos en una comida

Valencia

Todocolección