jueves, 31 de mayo de 2018

El Corpus según Blasco Ibáñez. 12

«En el extremo de la plaza aparecieron las banderolas con las rojas barras de Aragón, y sonaron dulzainas pausada y majestuosamente, tañendo las melancólicas danzas del tiempo de los moriscos.

Detrás iban los enanos, con sus enormes cabezas de cartón, que miraban a los balcones con los ojos mortecinos y sin brillo.

Y entre el repique de las castañuelas y redoble de los atabales, avanzaban las cuatro parejas de gigantes, enormes mamarrachos cuyos peinados llegaban a los primeros pisos y que danzaban dando vueltas, hinchándose sus faldas como un colosal paracaídas».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



http://liturgia.mforos.com/1699084/10075530-procesion-del-corpus-christi-de-valencia/


El Corpus según Blasco Ibáñez. 11

«Cada roca esparcía el terror y el regocijo a un tiempo. La movible batería de brazos disparaba ruidosa metralla, cubriendo el aire de objetos; los cristales caían rotos, y hasta las persianas quedaban desvencijadas bajo la granizada de confites.

En los balcones, las señoritas cubríanse el rostro con el abanico, temerosas al par que satisfechas de que las acribillasen con tan brutales obsequios. Abajo estaban los bravos, que por un chichón más o menos no querían mostrar miedo e insultaban a los de las rocas cuando se agotaban los proyectiles, hasta que aquéllos les arrojaban a la cabeza los cestones vacíos. Cada vez que caía un cartucho o un ramo sobre la gente, mil manos se levantaban ansiosas, originándose disputas por su posesión.

Pasó por fin la última roca, la Diablura, donde iba la gente de trueno, más atroz en sus obsequios y tenaz en proporcionar ganancias a los almacenes de cristales, y la calma se restableció en la plaza, comenzando a aclararse el gentío.

-¡La procesión! ¡Ya está ahí la procesión!

A este grito, las señoras mayores abandonaron las butacas de la sala, para apelotonarse en los balcones, teniendo a sus espaldas a los caballeros, que de vez en cuando se alzaban sobre las puntas de los pies para ver mejor».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



La Roca Diablera procesionando por delante de la Lonja y los Santos Juanes. Circa 1905

Subida por Pilar Martinez Olmos‎ a VAHG


miércoles, 30 de mayo de 2018

El Corpus según Blasco Ibáñez. 10

«Ya habían sonado las cuatro. En los balcones abríanse, como flores gigantescas, sombrillas de brillantes colores, agitábanse grandes abanicos con aleteo de pájaro, y abajo la muchedumbre removíase inquieta, chocando con las apretadas filas de sillas que orlaban el arroyo. Sonó un rugido a un extremo de la plaza, e inmediatamente fue contestado por un griterío general.

--¡Ya están ahí...! ¡ya están ahí!

Y hubo empellones, codazos, remolinos de cabezas, empujando todos al que estaba delante para ver mejor.

A lo lejos, empequeñecida por la distancia, apareció la primera roca, en torno de la cual, como jinetes liliputienses, hacían caracolear sus caballos los soldados encargados de abrir paso. Un alegre cascabeleo dominaba los ruidos de la plaza y las voces enérgicas del postillón en traje de la huerta, que gritaba "¡arre ! ¡ arre !" manejando con rara maestría una docena de ramales

Las rocas, una tras otra, fueron desfilando por la plaza, produciendo cada una de ellas una verdadera revolución. Trotaban, arrastrando los pesados armatostes, las docenas de muías gordas y lustrosas salidas de las cuadras de los molinos, con los rabos encintados, las cabezas adornadas con vistosas borlas y entre las orejas tiesos y ondulantes penachos. Cogidos a sus bridas corrían los criados de los molineros, atletas de ligera alpargata, despechugados y con los brazos al aire, que, a la voz de "¡alto!", se colgaban de las cabezadas, haciendo parar en seco a las briosas bestias. Colgando de las traseras de los carromatos balanceábanse racimos de chicuelos, que al menor vaivén caían en la arena, saliendo milagrosamente de entre las patas de los caballos. En las plataformas iban los de la Lonja, tratantes en trigo, molineros, gente campechana y amiga del estruendo, que, en mangas de camisa, botonadura de diamantes y gruesa cadena de oro en el chaleco, arrojaban a los balcones con la fuerza de proyectiles los ramilletes húmedos y los cartuchos de confites duros como balas, con más almidón que azúcar».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



La Roca de San Vicente a su paso por la Lonja. 1910


http://valenciablancoynegro.blogspot.com.es/2014/06/

martes, 29 de mayo de 2018

El Corpus según Blasco Ibáñez. 09

«La plaza era un mar multicolor de cabezas. Los balcones estaban adornados con antiguas colgaduras de sólidos colores, las bocacalles vomitaban sin cesar nuevos grupos en el compacto gentío, y los pájaros que anidaban en los árboles del Mercado huían ante la granujería que, montada en las ramas, silbaba y gritaba a los de abajo, con la confianza del que está en su propia casa. El sol de verano caldeaba la muchedumbre, por entre la cual paseaban las chiquillas despeinadas y en chanclas, con el cántaro en la cadera, pregonando el agua fresca, y los mocetones de brazos hercúleos y arremangados, con pañuelo de seda en la cabeza, sosteniendo a pulso las pesadas heladoras y ofreciendo a gritos la horchata y el agua de cebada».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Vendedor de agua de cebada. Reyno de Valencia siglo XIX


Cortesía de Jose Navarro Escrich

lunes, 28 de mayo de 2018

El Corpus según Blasco Ibáñez. 08

«Detrás, presidiendo la comitiva, como muda invitación hecha al público para asociarse a la fiesta, iban en las carrozas municipales media docena de señores de frac, tendidos en los blasonados almohadones, llevando sobre el vientre, como emblema concejil, la roja cincha y saludando al público con un sombrerazo protector.

--¡Atrás, niñas!--dijo doña Manuela a sus hijas--. ¡Atrás, que vienen esos brutos!

Los brutos eran los de la _degòlla_: un pelotón de gañanes con la cara tiznada, gabanes de arpillera con furias pintadas, y coronados de hierba, que cerraban la marcha, repartiendo zurriagazos entre los curiosos que ocupaban la primera fila con sus garrotes de lienzo, más ruidosos que ofensivos».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez




Personajes de "la degolla". 1910

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domingo, 27 de mayo de 2018

El Corpus según Blasco Ibáñez. 07

«Y seguían detrás las dansetes , escuadrones de pillería disfrazada con mugrientos trajes de turcos y catalanes, indios y valencianos, sonando roncos panderos e iniciando pasos de baile; las banderas de los gremios, trapos gloriosos con cuatro siglos de vida, pendones guerreros de la revolucionaria menestralía del siglo XVI; la sacra leyenda, tan confusa como conmovedora, de la huida a Egipto; los Pecados capitales, con estrambóticos trajes de puntas y colorines, como bufones de la Edad Media, y al frente de ellos la Virtud, bautizada con el estrambótico nombre de la _Moma_; los Reyes Magos, haciendo prodigios de equitación; heraldos a caballo; jardineros municipales a pie, con grandes ramos; carrozas triunfales, todo revuelto, trajes y gestos, como un grotesco desfile de Carnaval, y alegrado por el vivo gangueo de las dulzainas, el redoble de los tamboriles y el marcial pasacalle de las bandas».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



"Els caballets" de la cabalgata del convite esperando su incorporación

juanansoler.blogspot.com.es/

sábado, 26 de mayo de 2018

El Corpus según Blasco Ibáñez. 06

«A las doce, cuando mayor era la concurrencia, las de Pajares salieron de la catedral, devocionario en mano y al puño el rosario de nácar y oro. Regresaban a casa después de oír misa, y al llegar frente a la Audiencia vieron correr la gente, oyendo al mismo tiempo un lejano tamborileo.

--¡La cabalgata! ¡La cabalgata!--gritaba la chiquillería corriendo por la calle de Caballeros. Y las de Pajares tuvieron que detenerse ante la muralla de curiosos agolpados al paso de la cabalgata.

Primero pasaron los portadores de las banderolas, con sus dalmáticas de seda con las barras aragonesas y altas coronas de latón sobre melenas y barbazas de estopa; tras ellos el cura municipal, el famoso «capellán de las _rocas_», jinete en brioso caballo encaparazonado de amarillo, el manteo de seda descendiendo desde el alzacuello a la cola del caballo, y enseñando la limpia y blanca tonsura al saludar con el bonete al público de los balcones».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



El Capellà de les Roques

VAHG

viernes, 25 de mayo de 2018

El Corpus según Blasco Ibáñez. 05

«Así como avanzaba la mañana aumentaba el hormigueo en torno de las rocas, que, vistas de lejos, destacábanse como escollos sobre el oleaje de cabezas. El primer sol de verano abrillantaba como espejos las barnizadas tablas de los carromatos, doraba los mástiles, esparcía un polvillo de oro en la plaza, daba al gigantesco toldo una transparencia acaramelada, y este cuadro levantino, fuerte de luz, dulcificábase con el tono blanco de la muchedumbre, vestida de colores claros y cubierta con los primeros sombreros de paja».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Custodia floral, al fondo las Rocas


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jueves, 24 de mayo de 2018

El Corpus según Blasco Ibáñez. 04

«Y todos estos carromatos, legados de la piedad jocosa de pasadas generaciones, eran admirados por el gentío, que, con un entusiasmo puramente meridional, se regocijaba pensando en la fiesta de la tarde, cuando las muías empenachadas se emparejasen en la aguda lanza y los carromatos conmoviesen las calles con sordo rodar, exuberantes las plataformas de arremangados mocetones disparando una lluvia de confites sobre el gentío.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Las Rocas en su habitual emplazamiento ante la fachada de la Basílica de la Virgen de los Desamparados. La fotografía se realizó antes de 1912, pues en ese año se redujeron de altura como consecuencia de la puesta del tendido eléctrico para los tranvías


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miércoles, 23 de mayo de 2018

El Corpus según Blasco Ibáñez. 03

«Allí estaba la roca Valencia, enorme ascua de oro, brillante y luminosa desde la plataforma hasta el casco de la austera matrona que simboliza la gloria de la ciudad; y después, erguidos sobre los pedestales los santos patronos de las otras _rocas_: San Vicente, con el índice imperioso, afirmando la unidad de Dios; San Miguel, con la espada en alto, enfurecido, amenazando al diablo sin decidirse a pegarle; la Fe, pobre ciega, ofreciendo el cáliz donde se bebe la calma del anulamiento; el Padre Eterno, con sus barbas de lino, mirando con torvo ceño a Adán y Eva, ligeritos de ropa como si presintiesen el verano, sin otra salvaguardia del pudor que el faldellín de hojas; la Virgen, con la vestidura azul y blanca, el pelo suelto, la mirada en el cielo y las manos sobre el pecho; y al final, lo grotesco, lo estrambótico, la bufonada, fiel remedo de la simpatía con que en pasadas épocas se trataban las cosas del infierno, la _roca Diablera_; Pintón coronado de verdes culebrones, con la roja horquilla en la diestra, y a sus pies, asomando entre guirnaldas de llamas y serpientes, los Pecados capitales, horribles carátulas con lacias y apolilladas greñas, que asustaban a los chicuelos y hacían reír a los grandes.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Todocolección

martes, 22 de mayo de 2018

El Corpus según Blasco Ibáñez. 02

«Recordaban aquellas enormes fábricas de madera pintada, con su lanza semejante a un mástil de buque y sus ruedas cual piedras de molino, las carrozas sagradas de los ídolos indios o los carromatos simbólicos que güelfos y gibelinos llevaban a sus combates.

La gente pasaba revista con una curiosidad no exenta de ternura a la fila de rocas, como si su presencia despertara gratos recuerdos».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



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lunes, 21 de mayo de 2018

El Corpus según Blasco Ibáñez. 01

«La vela del Corpus, con sus anchas listas azules y blancas, sombreaba desde los altos mástiles la plaza de la Virgen.

La muchedumbre, endomingada, agitábase en torno de las rocas, admirando una vez más las carrozas tradicionales que todos los años salían a luz: pesados armatostes lavados y brillantes, pero con cierto aire de vetustez, luciendo en sus traseras, cual partida de bautismo, la fecha de construcción: el siglo XVII.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez




1919

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domingo, 20 de mayo de 2018

Pepeta, apoyada en el lomo de su vaca

«A pie, y detrás del carro, como vigilando por si caía algo de éste, marchaban una mujer y una muchacha, alta, delgada, esbelta, que parecía hija de aquélla. Al otro lado del rocín, ayudando cuando el vehículo se detenía en un mal paso, iba un muchacho de unos once años. Su exterior grave delataba al niño que, acostumbrado a luchar con la miseria, es un hombre a la edad en que otros juegan. Un perrillo sucio y jadeante cerraba la marcha.

Pepeta, apoyada en el lomo de su vaca, los veía avanzar, poseída cada vez de mayor curiosidad. ¿Adónde iría esta pobre gente?»

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


Ilustración de Carlos Sáenz de Tejada. 1933

Cortesía de Marga Preda

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sábado, 19 de mayo de 2018

Era la emigración de una familia entera

«Sobre el carro amontonábanse, formando pirámide hasta más arriba de los varales, toda clase de objetos domésticos. Era la emigración de una familia entera. Tísicos colchones, jergones rellenos de escandalosa hoja de maíz, sillas de esparto, sartenes, calderas, platos, cestas, verdes banquillos de cama, todo se amontonaba sobre el carro, sucio, gastado, miserable, oliendo a hambre, a fuga desesperada, como si la desgracia marchase tras de la familia pisándole los talones. En la cumbre de este revoltijo veíanse tres niños abrazados, que contemplaban los campos con ojos muy abiertos, como exploradores que visitan un país por primera vez».

La barraca

Vicente Blasco Ibañez


Ilustración de José Benlliure para "La barraca"

miércoles, 16 de mayo de 2018

Para que pasase un carro cargado que avanzaba dando tumbos y parecía venir de la ciudad

«Pepeta iba a seguir adelante, hacia su blanca barraca, que asomaba entre los árboles algunos campos más allá; pero hubo de permanecer inmóvil en el alto borde del camino, para que pasase un carro cargado que avanzaba dando tumbos y parecía venir de la ciudad.    

Su curiosidad femenina se excitó al fijarse en él».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


Carro en la huerta de Valencia

Todocolección








martes, 15 de mayo de 2018

Diez años de abandono habían endurecido la tierra

«Los campos del tío Barret, o, mejor dicho para ella, «del judío don Salvador y sus descomulgados herederos», eran una mancha de miseria en medio de la huerta fecunda, trabajada y sonriente. Diez años de abandono habían endurecido la tierra, haciendo brotar de sus olvidadas entrañas todas las plantas parásitas, todos los abrojos que Dios ha criado para castigo del labrador. Una selva enana, enmarañada y deforme se extendía sobre aquellos campos, con un oleaje de extraños tonos verdes, matizado a trechos por flores misteriosas y raras, de esas que sólo surgen en las ruinas y los cementerios».

La barraca


Vicente Blasco Ibáñez



Barraca en la huerta de Valencia

http://vicenticoaa.blogspot.com.es/





lunes, 14 de mayo de 2018

Triste y pensativa bajo la impresión de aquel encuentro

«La pobre labradora caminaba triste y pensativa bajo la impresión de aquel encuentro. Recordaba como si hubiera sido el día anterior la espantosa tragedia que se tragó al tío Barret con toda su familia.    

Desde entonces, los campos que hacía más de cien años trabajaban los ascendientes del pobre labrador habían quedado abandonados a orillas del camino. Su barraca, deshabitada, sin una mano misericordiosa que echase un remiendo a la techumbre ni un puñado de barro a las grietas de las paredes, se iba hundiendo lentamente».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez



Barraca en la huerta valenciana

Subida por José Vicente Luján Estellés a VAHG

domingo, 13 de mayo de 2018

La multitud, oprimida en la mezquina rotonda, esparcíase por la plaza hasta la fuente

«El día de la Virgen fue con Tónica y su amiga a la primera misa en la capilla de los Desamparados. Dentro del templo sonaba la música; la multitud, oprimida en la mezquina rotonda, esparcíase por la plaza hasta la fuente, adornada con un ridículo templete que parecía de confitería. Todos estaban en actitud reverente, sin ver otra cosa de la misa que las obscuras puertas, en cuyo fondo brillaban como chispas de oro las luces de los altares, sintiendo en sus descubiertas cabezas el vientecillo de primavera, semejante al halago de una mano invisible, tibia y olorosa. En esta confusión, cuando Juanito, sacando los codos, guardaba de empujones a las dos mujeres, vio a corta distancia a su familia y la del señor Cuadros».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


La Semana Gráfica. 12 de mayo de 1928

sábado, 12 de mayo de 2018

Oirían la primera misa en la capilla de los Desamparados

«Desde las Pascuas que era grande la intimidad entre las dos familias; Juanito había oído hablar la noche anterior de cierto plan de esparcimiento matutino, como principio de fiesta, por ser los días de Amparito. Oirían la primera misa en la capilla de los Desamparados, porque a doña Manuela, como buena valenciana, le parecía que ninguna misa del resto del año valía tanto como aquélla y después tomarían chocolate en un huerto de fresas, bajo un toldo de plantas trepadoras, recreándose el olfato con el olor de los campos de flores y el humillo del espeso soconusco».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


La Semana Gráfica. 1928

viernes, 11 de mayo de 2018

Soltaron las mustias ubres hasta su última gota de leche insípida

«El cansado esquilón de la Rocha repiqueteó más de una hora por las calles de Valencia. Soltaron las mustias ubres hasta su última gota de leche insípida, producto de un mísero pasto de hojas de col y desperdicios, y al fin Pepeta emprendió la vuelta a su barraca».

La barraca

Vicente Blasco Ibañez


Venta ambulante de leche en la Plaza de la Virgen

http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=1694486&page=738

jueves, 10 de mayo de 2018

Le temblaban todos en la taberna de Copa

«Después de hablar del triste pasado, la curiosidad despierta de Rosario fué preguntando por todos los de allá, y acabó en Pepeta. ¡Pobrecita! Bien se veía que no era feliz. Joven aún, sólo revelaban su edad aquellos ojazos claros de virgen, inocentes y tímidos. El cuerpo, un puro esqueleto; y en el rubio, de un color de mazorca tierna, aparecían ya las canas a puñados antes de los treinta años. ¿Qué vida le daba Pimentó? ¿Siempre tan borracho y huyendo del trabajo? Ella se lo había buscado, casándose contra los consejos de todo el mundo. Buen mozo, eso sí; le temblaban todos en la taberna de Copa, los domingos por la tarde, cuando jugaba al truco con los más guapos de la huerta; pero en casa debía de ser un marido insufrible... Aunque, bien mirado, todos los hombres eran iguales. ¡Si lo sabría ella! Unos perros que no valían la pena de mirarlos. ¡Hija, y qué desmejorada estaba la pobre Pepeta!...»

La barraca

Vicente Blasco Ibañez


Alquería transformada en taberna 

http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=1694463&page=181

miércoles, 9 de mayo de 2018

Que desde que nace ve la escopeta colgada detrás de la puerta

«La moza se enardecía; brillaban en sus ojos chispas de ferocidad. Resucitaba dentro de la ramera, pasiva bestia acostumbrada a los golpes, la hija de la huerta, que desde que nace ve la escopeta colgada detrás de la puerta, y en las festividades aspira con delicia el humo de la pólvora».

La barraca

Vicente Blasco Ibañez


Cazando en La Albufera

Subida por Vic Payá a VAHG

martes, 8 de mayo de 2018

¿Y su barraca? ¿Y las tierras? Seguían abandonadas, ¿verdad?...

«Rosario se animó con la conversación; parecía rejuvenecerse junto a esta amiga de la niñez. Sus ojos, antes mortecinos, chispearon al recordar el pasado. ¿Y su barraca? ¿Y las tierras? Seguían abandonadas, ¿verdad?... Esto le gustaba: ¡que reventasen, que se hiciesen la santísima los hijos del pillo don Salvador!... Era lo único que podía consolarla. Estaba muy agradecida a Pimentó y a todos los de allá, porqúe habían impedido que otros entrasen a trabajar lo que de derecho pertenecía a su familia. Y si alguien quería apoderarse de aquello, entonces bien sabido era el remedio... ¡Pum! Un escopetazo de los que deshacen la cabeza».

La barraca

Vicente Blasco Ibañez


Barraca de l'Alqueria de la Palmera

Av. Blasco Ibáñez, 109

València. Anys 80

http://barracavalenciana.blogspot.com.es/

lunes, 7 de mayo de 2018

Blasco Ibáñez es un melómano

«Blasco Ibáñez es un melómano; la música le produce estremecimientos inefables; Beethoven y Wagner son sus ídolos; muchas de sus cuartillas las escribió cantando... Y, sin embargo, hay momentos en que las notas del pentagrama se ofrecen a su imaginación como algo extenso, palpable, sujeto a las leyes del color y de la línea».

Mis contemporáneos

Eduardo Zamacois



Ludwig van Beethoven

Retrato realizado por Joseph Karl Stieler en 1820


Wilhelm Richard Wagner

http://www.abc.es/


La orquesta en el estreno de "La Valquiria" de Wagner en Valencia hacia el 1907

Plaza de toros

Biblioteca Valenciana

Foto de Martín Vidal Romero

Subida por Kike Benavent‎ a VAHG



Todocolección

domingo, 6 de mayo de 2018

Cansada de oirle su madre, que tenía el genio pronto y la mano dura

«Un día Vicentet se negó a comer; no tenía apetito, no le gustaba el almuerzo. Cansada de oirle su madre, que tenía el genio pronto y la mano dura, fuése a él y, asiéndole por los cabezones, le propinó una azotaina memorable. Aquel dolor físico, lejos de abatir al muchacho, le serenó, despertó su hambre y le permitió comer perfectamente. Yo veo compendiada en esta sencilla anécdota infantil toda la psicología del futuro artista: voluntad sin miedo, para quien el esfuerzo rudo y los vaivenes de la pelea habían de ser más tarde motivos de pasatiempo y regocijo».

Mis contemporáneos

Eduardo Zamacois


Ramona Ibáñez Martínez

http://elargonautavalenciano.blogspot.com.es/2016/01/la-familia-blasco-ibanez-1867.html


Ramona Ibáñez Martínez

http://casamuseoblascoibanez.com/

sábado, 5 de mayo de 2018

Que en "Cañas y barro" arregla a culatazos las cuestiones de sus feligreses

«Entre los ascendientes más notables de Blasco Ibáñez figura un clérigo aragonés, llamado Mosén Francisco, hermano de su abuela materna. Aquel tipo membrudo y violento, que peleó á las órdenes de Cabrera en la primera guerra civil, dejó en la memoria impresionable del futuro escritor emoción duradera. Blasco, niño entonces, no ha olvidado el porte belicoso de aquel gigante, a ratos sacerdote y guerrero a ratos, cobrizo como un marroquí, que tenía zarpas de oso y caminaba con ritmo marcial. Así, aunque disfrazado de modos diversos, en el transcurso de su obra el recuerdo de Mosén Francisco asoma varias veces. Yo sospecho su lejana influencia en la confección de aquel «pare Miquel», «con gorra de pelo y carabina», que en Cañas y barro arregla a culatazos las cuestiones de sus feligreses; y en aquel temible «don Sebastián», ambicioso y soberbio, que vive desenfadadamente con una hija suya en su palacio arzobispal de Toledo; y un poco, quizá, en «don Facundo», el cura bonachón y caballista de El intruso; y también en aquel «Priamo Febrer», caballero de Malta, mitad guerrero y mitad sacerdote, cuya sombra pasa con el ruido bélico de sus acicates por las páginas de Los muertos mandan. Sin duda el escritor, paladín ardoroso de la libertad, recuerda con simpatía al fanático Mosén Francisco. ¿Cómo? Acaso porque la intransigencia de aquel hombre, que tantas veces sacrificó su tranquilidad y expuso su vida por un ideal, guarda una belleza, merced a la cual, ¡oh indulgencia divina del arte!, el novelista comprende al guerrillero y le estrecha las manos».

Mis contemporáneos

Eduardo Zamacois


Fotograma de la serie de RTVE "Cañas y barro". 1978

http://www.rtve.es/alacarta/videos/canas-y-barro/

viernes, 4 de mayo de 2018

¡Rosario!... ¿Eres tú?

«De las cerradas y silenciosas casas salía el hálito de la crápula barata, ruidosa y sin disfraz: un olor de carne adobada y putrefacta, de vino y de sudor. Por las rendijas de las puertas parecía escapar la respiración entrecortada y brutal del sueño aplastante después de una noche de caricias y caprichos amorosos de borracho.

Pepeta oyó que la llamaban. En la puerta de una escalerilla le hacía señas una buena moza, despechugada, fea, sin otro encanto que el de una juventud próxima a desaparecer: los ojos húmedos, el moño torcido, y en las mejillas manchas de colorete de la noche anterior: una caricatura, un payaso del vicio. 

La labradora, apretando los labios con un mohín de orgullo y desdén para que las distancias quedasen bien marcadas, comenzó a ordeñar las ubres de la Rocha dentro del jarro que le presentaba la moza. Esta no quitaba la vista de la labradora.

—Pepeta! —dijo con voz indecisa, como si no tuviese la certeza de que era ella misma. 

Levantó su cabeza Pepeta; fijó por primera vez sus ojos en la mujerzuela, y también pareció dudar. 

—¡Rosario!... ¿Eres tú? 

Sí, ella era: lo afirmaba con tristes movimientos de cabeza. Y Pepeta, inmediatamente, manifestó su asombro. ¡Ella allí!... ¡Hija de unos padres tan honrados!... ¡Qué vergüenza, Señor!... 

La ramera, por costumbre del oficio, intentó acoger con cínica sonrisa, con el gesto escéptico del que conoce el secreto de la vida y no cree en nada, las exclamaciones de la escandalizada labradora. Pero la mirada fija de los ojos claros de Pepeta acabó por avergonzarla, Y bajó la cabeza como si fuese a llorar».

La barraca

Vicente Blasco Ibañez


Fotograma de la serie de RTVE "La barraca". 1979

http://www.rtve.es/television/la-barraca/

jueves, 3 de mayo de 2018

El Cristo del Grao se ocupaba en protegerles

«El Mare nostrum no podía naufragar ni sufrir daño alguno mientras le llevase a él. En días de tormenta, cuando las olas barrían la cubierta de proa o popa y los marineros avanzaban recelosos, temiendo que se los llevase un golpe de mar, Caragol sacaba la cabeza por la puerta de la cocina, despreciando un peligro que no podía ver. 

Las trombas de agua pasaban sobre él, yendo a apagar sus fogones, pero esto enardecía su fe. «¡Animo, muchachos!». El Cristo del Grao se ocupaba en protegerles, y nada malo podría ocurrirle al buque… Unos marineros callaban; otros, irritados, se hacían esto y aquello en la imagen y su santa escala, sin que el devoto se indignase. Dios, que envía los peligros al hombre de mar, sabe que sus malas palabras carecen de malicia. 

Su religiosidad se extendía a las profundidades. Nada quería decir de los peces del Océano. Le inspiraban la misma indiferencia que aquellos buques fríos y sin perfume que ignoraban el aceite y todo lo guisaban con «pomada». Debían ser herejes».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


Procesión del Cristo del Grao. 1913

Barberá Masip

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miércoles, 2 de mayo de 2018

Se metió valerosamente en los sucios callejones

«Como también encontraba en él despacho la pobre huérfana se metió valerosamente en los sucios callejones, que parecían muertos a aquella hora. Siempre, al entrar, sentía cierto desasosiego, una repugnancia instintiva de estómago delicado. Pero su espíritu de mujer honrada y enferma sabía sobreponerse a esta impresión, y continuaba adelante con cierta altivez vanidosa, con un orgullo de hembra casta, consolándose al ver que ella, débil y agobiada por la miseria, aún era superior a otras. 

De las cerradas y silenciosas casas salía el hálito de la crápula barata, ruidosa y sin disfraz: un olor de carne adobada y putrefacta, de vino y de sudor. Por las rendijas de las puertas parecía escapar la respiración entrecortada y brutal del sueño aplastante después de una noche de caricias y caprichos amorosos de borracho».

La barraca

Vicente Blasco Ibañez


Barrio de Pescadores

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martes, 1 de mayo de 2018

Siempre serio y pronto para el trabajo

«Siempre serio y pronto para el trabajo, Tono no daba a su padre el más leve disgusto. El tío Paloma, que no podía pescar acompañado, pues al menor descuido se enfurecía e intentaba pegar al camarada, jamás reñía a su hijo, y cuando, entre bufidos de mal humor, intentaba darle una orden, ya el muchacho, adivinándola, había puesto manos a la obra.»

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez


La Albufera

http://obesia.com/