jueves, 31 de octubre de 2019

¡Si parecía dormido!

«¡Pobre Pascualet!... ¡Infeliz Obispillo! Con su guirnalda extravagante y su cara pintada estaba hecho un mamarracho. Más ternura dolorosa inspiraba su cabecita pálida, con el verdor de la muerte, caída en la almohada de su madre, sin más adornos que sus cabellos rubios. 

Pero todo esto no impedía que las buenas huertanas se entusiasmasen ante su obra. «¡Miradlo!... ¡Si parecía dormido! ¡Tan hermoso!, ¡tan sonrosado!...» Jamás se había visto un albaet como éste

Y llenaban de flores los huecos de su caja: flores sobre la blanca vestidura, flores esparcidas en la mesa, apiladas, formando ramos en los extremos. Era la vega entera abrazando el cuerpo de aquel niño que tantas veces había visto saltar por sus senderos como un pájaro, extendiendo sobre su frío cuerpo una oleada de perfumes y colores.»

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


Ilustración de José Benlliure para La barraca

miércoles, 30 de octubre de 2019

¿Dónde está la veleta...? ¿Se la han llevado...?

«--Aquí fue.... Como un perro me dejaron los míos.... He trabajado mucho, ¿y qué? Pobre y hambriento me abandonaron, y después de setenta años me encuentro igual en el mismo sitio. ¡Hermoso porvenir...! Sea usted honrado, trabaje usted mucho, para verse arruinado, sin otro recurso que pedir limosna en la puerta de San Juan a los hijos de mis amigos.... ¡Ay, mi pobre tienda...! Ha naufragado el barco, y el capitán debe morir. ¿Dónde está la veleta...? ¿Se la han llevado...? ¡Qué aprisa anochece...! ¡Cómo me rueda la cabeza...! ¡Viejo, que te caes...! ¡Señor...! ¡Señor...! ¡Así! 

La caída fue instantánea. 

Primero se doblaron sus rodillas, quedando de hinojos en aquel lugar donde su padre le había abandonado setenta años antes; después cayó de bruces en la acera. 

Los que en tropel salieron de todas las tiendas aún pudieron presenciar la agonía del último veterano del Mercado».

Arroz y Tartana

Vicente Blasco Ibáñez




1.918

Fachada trasera de la Real Iglesia de los Santos Juanes y su campanario triangular obra de Bernardo Pons, en lo mas alto de este, una pirámide con una esfera sobre la que descansa una de las dos veletas más famosas de Valencia, el Pardal de Sant Joan, la veleta representa el águila del Apocalipsis con el tintero en la boca, obra junto con la esfera de Antonio Almela y Gregorio Ucell

La base de la pirámide se remata con tres pequeñas esculturas de San Vicente Mártir, San Vicente Ferrer y San Lorenzo. Escoltando la torre dos figuras, una de San Juan Bautista (izquierda) y otra de San Juan Evangelista (derecha)

Fototipia Thomas

http://postalesdevalencia.blogspot.com.es/

lunes, 28 de octubre de 2019

La plaza del Mercado estaba bañada por el ardiente sol

«A aquella hora, la plaza del Mercado estaba bañada por el ardiente sol de una tarde de verano. Las moscas, revoloteando en la atmósfera de luz, brillaban como movibles chispas de oro; los tejados destacaban sus agudos contornos sobre el espacio azul y límpido. Frente al Principal, un grupo de soldados comía melones; en las puertas de las tiendas asomaban los dependientes curiosos; un corro de granujillas del Mercado jugaba a las chapas frente a los pórticos, y el resto de la plaza estaba solitario, con las aceras limpias de cestones y toldos, tostándose sus baldosas con aquella luz intensa y deslumbrante que lo caldeaba todo».

Arroz y Tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Plaza del Mercado. 1914

https://valenciablancoynegro.blogspot.com/2010/

domingo, 27 de octubre de 2019

Y eran muchos los que, con la blusa chamuscada, corrían siguiendo la marcha del fuego

«La fiebre levantina enloquecía a los nietos de los rífenos, y eran muchos los que, con la blusa chamuscada, sacudiéndose la lluvia de pavesas, corrían siguiendo la marcha del fuego, deteniéndose para silbar al pirotécnico cuando la traca se cortaba, apagándose por algunos segundos. Con la violencia de las explosiones saltaban hechos añicos los globos de vidrio del alumbrado de gas; el azufre colábase por todas las gargantas, llevando al fondo de los estómagos su sabor insufrible; pero todo entraba en la diversión, y al final, cuando estallaba el trueno gordo, haciendo temblar el suelo de la feria, la gente menuda prorrumpía en estruendosa aclamación, despertando de la pesadilla belicosa que la había enardecido durante media hora».

Arroz y Tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Traca correguda

Plaza de la Virgen

Levante EMV


sábado, 26 de octubre de 2019

Durante media hora repitió el eco aquel estruendo de batalla

«Durante media hora repitió el eco aquel estruendo de batalla. Las mujeres, puestas de pie sobre las sillas, miraban con nerviosa curiosidad la nube de humo erizada de relámpagos que se acercaba, dejando tras sí un ambiente cargado de azufre y voladoras pavesas; y cuando el estruendo llegaba frente a ellas, cubríanse los rostros con los abanicos, hundían la cabeza en el pecho, o sin dejar de reír, llevábanse las manos a los oídos, como si no pudieran resistir el trueno continuo, cuya intensidad subía o bajaba, llegando en algunos instantes, con la violencia de la explosión, a hacer el vacío, dejando sin aire los pulmones».

Arroz y Tartana

Vicente Blasco Ibáñez


«"Guapots i templats" Valencianos, acompañando la Traca a principios de siglo, autentico fuego Valenciano donde todos son  parte de él».

https://amigospirotecnia.mforos.com/

viernes, 25 de octubre de 2019

Que ha heredado de los moros la afición a correr la pólvora

«Toda la feria adquiría un aspecto fantástico alumbrada por las bengalas, que tan pronto la coloreaban de alegre rosa como daban a las personas un tinte lívido. 

Un rugido de entusiasmo saludó el principio de la traca, diversión favorita de un pueblo que ha heredado de los moros la afición a correr la pólvora. Pendiente de los árboles daba la vuelta al largo paseo aquella envoltura de papel rellena de pólvora, colgando a trechos los blancos cucuruchos que contenían los truenos».

Arroz y Tartana

Vicente Blasco Ibáñez


«"Guapots i templats" Valencianos, acompañando la Traca a principios de siglo, autentico fuego Valenciano donde todos son  parte de él».

https://amigospirotecnia.mforos.com/

jueves, 24 de octubre de 2019

Eran los cohetes voladores que anunciaban el disparo de los fuegos artificiales

«Cruzó el espacio un silbido rápido, estridente, un ruido semejante al desgarro de inmensa sábana, y en lo más alto del cielo, después de una detonación de lejano cañonazo, esparcióse un haz de puntos luminosos de diversos colores, que descendieron lentamente, dejando tras sí culebrillas de fuego. 

Eran los cohetes voladores que anunciaban el disparo de los fuegos artificiales. Juanito, con la atención de un muchacho, seguía las vertiginosas curvas de aquellas veloces rayas de fuego en el obscuro espacio. Cuando comenzaron a arder con gran estruendo los fuegos artificiales en un extremo de la feria, él no abandonó su asiento. Estaba molido; sus piernas entumecidas negábanse a obedecerle, y la debilidad y el cansancio le producían, en ciertos momentos, algo así como asomos de vértigo».

Arroz y Tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Ajuntament de València

Todocolección

miércoles, 23 de octubre de 2019

Pero al llegar a la vejez se pasearía por una tienda acreditada

«No sería millonario, no soñaría con palacios en el Ensanche y brillantes trenes de lujo; pero al llegar a la vejez se pasearía por una tienda acreditada, con zapatillas bordadas, gorro de terciopelo y la prosopopeya de un honrado patriarca, viendo a los hijos talludos tras el mostrador, como activos dependientes, y a Tónica, hermosa a pesar de los años, con el pelo blanco y los ojos de dulce mirada animándole el arrugado rostro».

Arroz y Tartana

Vicente Blasco Ibáñez




Tienda de tejidos de Enrique Miralles Cuñat

Calle Pintor Sorolla 5

Todocolección

martes, 22 de octubre de 2019

Como en las Alamedas de Serranos

«Volvió a encontrarse como en las Alamedas de Serranos, en una soledad relativa, mirando desde su banco la agitación de la feria y contemplando el cielo a través de las copas de los árboles, cuyas hojas, bañadas por el reflejo de la luz artificial, cambiaban su tono verde por un plateado mate».

Arroz y Tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Alameditas de Serranos

Todocolección

lunes, 21 de octubre de 2019

Las buñolerías apestando el ambiente con el aceite frito de sus fogones

«Huyó de aquellos sitios, dirigiéndose al final de la feria, donde estaban los restaurants al aire libre, las buñolerías apestando el ambiente con el aceite frito de sus fogones, y las rifas, cuyos dueños atraían con furiosos gritos a la gente, prometiendo una fortuna. Más allá estaban los vendedores de sandías, voceando tras sus montones de verdes bombas; las mesas de comida barata, donde cenaban chorizos crudos y morcillas secas los soldados y los labradores; y al final, los barracones de espectáculos: _El teatro mágico_, La mujer gorda, Los perros sabios, con órganos a la puerta que hacían sonar una música extravagante, propia de una fiesta de caníbales. Juanito, con los nervios excitados, acabó por huir, refugiándose en los jardinillos a la inglesa que la gente llama "el Plantío"».

Arroz y Tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Bunyoleres. 1957

Pérez Solanas

Cortesía de José Navarro Escrich

domingo, 20 de octubre de 2019

Recordaban los palacios deslumbrantes de las leyendas

«Aquellos pabellones, que vistos con un poco de buena voluntad a la luz artificial recordaban los palacios deslumbrantes de las leyendas, parecíanle ridículas barracas. Y luego, ¡qué asco le producían los imbéciles que en aquellos salones al aire libre bailaban como monigotes, sin advertir que el gentío se divertía con sus saltos!»

Arroz y Tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Palacio de Ripalda, Fuente de las Cuatro Estaciones y Feria de Muestras

https://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=370996&page=726

sábado, 19 de octubre de 2019

Marchaba la gente «distinguida», con parsimonia

«Por el lado opuesto, por la avenida central, donde estaban establecidos los pabellones de baile, marchaba la gente «distinguida», con parsimonia, como en una procesión, mirando con el rabillo del ojo a los que estaban en las compactas filas de sillas, o deteniéndose un instante para contemplar las parejas que danzaban en los pabellones».

Arroz y Tartana

Vicente Blasco Ibáñez


La Alameda

Cortesía de José Navarro Escrich

viernes, 18 de octubre de 2019

Mirando la larga fila de casetas

«En aquel lugar bifurcábase la corriente del gentío. La gente alegre y ruidosa, los labradores, la chavalería de gorrilla y tufos o de falda almidonada y pañuelo de seda, seguía por el pretil del río mirando la larga fila de casetas, en las que se aburrían los feriantes esperando al comprador que nunca llegaba».

Arroz y Tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Feria de Valencia. 1900

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jueves, 17 de octubre de 2019

La masa apiñada ante el tablado de los bailes populares

«Juanito viose detenido por la masa apiñada ante el tablado de los bailes populares. Sonaba el agudo cornetín repitiendo monótonamente la contradanza moruna o acompañando las voces de los cantadores, y a su compás saltaban sobre el tablado las parejas de bailarines, que de lejos parecían polichinelas».

Arroz y Tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Estampa. 9 de octubre de 1928


miércoles, 16 de octubre de 2019

Pasaban las floristas con su cesto de mimbres erizado de ramilletes

«Los farolillos venecianos formaban gigantescos pabellones de una claridad difusa. En la entrada de la Alameda apelotonábase el gentío, y por entre la masa de espaldas arqueadas y codos en punta pasaban las floristas con su cesto de mimbres erizado de ramilletes y las chicuelas desgreñadas, con el cántaro en la cadera y el turbio vaso en la mano, pregonando: "¡ Al aigua fresqueta !"».

Arroz y Tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Floristas

Todocolección

martes, 15 de octubre de 2019

Y pasaban las labradoras con su traje de fiesta

«Atravesó el puente sufriendo los codazos de la multitud. Aquella noche era la última de feria. Destacábanse los grupos de soldados, con los roses enfundados de blanco; los huertanos iban en cuadrilla, cogidos de las manos por temor de extraviarse; y pasaban las labradoras con su traje de fiesta, arrastrando tras sí un racimo de chiquillos llorones y cansados, precedidas por los maridos en mangas de camisa, chaleco negro y el garrote de Liria en la mano, mirando a todos con fijeza, como si temiesen que los «señoritos» se burlasen de la familia».

Arroz y Tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Valencianas

Ernesto Valls Sanmartín

lunes, 14 de octubre de 2019

Tú entiendes el río… más de una vez te he visto remar

«—Oye, Cupido; ahí tengo mi barca; ya sabes; la que mi padre encargó a Valencia para regalármela. Costillaje de acero; madera magnífica; más segura que un navío. Tú entiendes el río… más de una vez te he visto remar; yo no soy manco… ¿Vamos?

—Andando—dijo el barbero con resolución.

Buscaron una antorcha, y ayudados por varios mocetones, trajeron la barca de Rafael hasta una escalerilla de la ribera».

Entre naranjos

Vicente Blasco Ibáñez



Nazaret. Octubre de 1957

Las Provincias. Pérez Aparisi

Subida por Ramón Sánchez Castelló‎ a VAHG

domingo, 13 de octubre de 2019

El agua subía con lentitud, amenazando a la ciudad

«— ¿Munta?… —preguntaban los que vivían en el interior. 

— Sí que munta —contestaban los ribereños. 

El agua subía con lentitud, amenazando a la ciudad que audazmente había echado raíces en medio de su curso. Pero a pesar del peligro, los vecinos no iban más allá de una alarmada curiosidad. Nadie sentía miedo ni abandonaba su casa para pasar los puentes, buscando un refugio en tierra firme. ¿Para qué? Aquella inundación sería como todas. Era inevitable de vez en cuando la cólera del río: hasta había que agradecerla, pues constituía diversión inesperada; una agradable paralización de trabajo. La confianza moruna daba tranquilidad a la gente. Lo mismo había hecho en tiempo de sus padres, de sus abuelos y tatarabuelos, y nunca se llevó la población: algunas casas la vez que más. ¿Y había de sobrevenir ahora la catástrofe?…»

Entre naranjos

Vicente Blasco Ibáñez



Cauce del Turia

Especial Las Provincias

Subida por Ramón Sánchez Castelló a VAHG

sábado, 12 de octubre de 2019

Los caminos hondos y tortuosos convertíanse en barrancos

«Las primeras lluvias del invierno caían con insistencia sobre la comarca. El cielo gris, cargado de nubes, parecía tocar la copa de los árboles. La tierra rojiza de los campos obscurecíase bajo el continuo chaparrón; los caminos hondos y tortuosos, entre las tapias y setos de los huertos, convertíanse en barrancos; paralizábase la vida laboriosa del cultivo y los pobres naranjos, tristes y llorosos, encogíanse bajo el diluvio, como protestando de aquel cambio brusco en el país del sol».

Entre naranjos

Vicente Blasco Ibáñez


Huerta de Valencia

Especial Las Provincias

Subida por Ramón Sánchez Castelló a VAHG

viernes, 11 de octubre de 2019

Marcando el contorno de los pabellones arquitectónicos

«El magnífico panorama reanimó a Juanito. Al otro lado del río, millares de luces de colores, en serpenteantes líneas o marcando el contorno de los pabellones arquitectónicos, desvanecían la obscuridad, produciendo un rojizo vaho que se extendía por el cielo coma el reflejo de lejano incendio. Las charcas del río se poblaban de inquietos peces de fuego».

Arroz y Tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Vista general de la Feria de Julio

Todocolección

jueves, 10 de octubre de 2019

Alma valenciana. Y quinta parte

Alma valenciana. Y quinta parte

«La mujer valenciana no ha trabajado nunca la tierra. El labrador se deshonraría ante sus convecinos si obligase a la hembra a otro trabajo que la conservación de la barraca blanca y limpia. Mientras en el resto de España vestían las campesinas percales, bayetas o estameñas, la valenciana paseaba entre los rosales de su barraca, en los días de fiesta, con alta peineta de oro, grandes racimos de perlas pendientes de las orejas hasta tocar la pañoleta de blonda de los hombros, falda de brocado con flores y medias de seda. Cada barraca ocultaba en los arcones del estudi un pequeño tesoro: arracadas de perlas de las abuelas, agujas de esmeraldas para el rodete, broches de diamantes para el pañuelo de pecho. Lo que ganaba el hombre cultivando la tierra, era para adornar a la mujer, que muestra sobre él cierta superioridad intelectual y cuyos consejos sigue ciegamente.



Blanqueando la barraca. 1931

Foto Cabedo

Este pueblo de campesinos, vestidos como los aldeanos de las fiestas del Trianón, mostraba una elegancia aristocrática en sus fiestas. Su baile era la Chaquera vella, un minueto que parece de Mozart: y a la sombra de la parra, entre el gangueo de las dulzainas y el murmullo de la acequia, hombres y mujeres, cogidos de la mano, danzaban señorialmente, saludándose con rococa gravedad, sin que el mozo antes de casarse conociera otro contacto de su futura esposa que el de las puntas de los dedos.


Baile valenciano

Todocolección

La música es el arte supremo para el valenciano del campo. No hay pueblo sin banda de música. Casi todos tienen dos: una liberal y otra reaccionaria. Antes demostraban su superioridad a trabucazos, y cada serenata en la plaza del pueblo tenía por remate unas cuantas talecas, nombre que dan a las muertes violentas por la semejanza entre el talego que cae y el cuerpo que se desploma. Ahora luchan pacíficamente, estudiando mucho para conseguir un premio en el Certamen Internacional de Valencia. Son bandas con timbales e instrumentos de cuerda, a semejanza de las alemanas y francesas. Encargan el instrumental a Viena y a Munich, y no pasa maestro por Valencia al que no se hagan proposiciones para que se quede de director en algún pueblo. El labriego, mientras trabaja en el campo, solfea de memoria pensando en la academia de la noche.

Los certámenes de la capital les han hecho conocer a Wagner, y en los pueblos hablan de él con igual confianza que si fuese un músico, mayor de guarnición en Valencia. Ensayando meses enteros la Cabalgata de las walkyrias, los vecinos del pueblo acaban por saberla de memoria: las mujeres la canturrean en la boca del horno o lavando en la acequia; los chiquillos la gritan al salir de la escuela, esparciéndose por las sendas.

Nadie sabe qué es lo que canta; pero les gusta, les conmueve, y lo repiten.


"Apuntá" a la falla. 1941

Falla Convento Jerusalén

http://valenciablancoynegro.blogspot.com.es/2012/03/1941-apunta-la-falla.html

A la caída de la tarde, por los caminos hondos y rojizos, bordeados de naranjos que cortan con su follaje la mancha incandescente de la puesta del sol, se ve pasar alguna muchacha que regresa de la fuente, con el busto erguido, los codos pegados al talle, sobre la cabeza el cántaro inmóvil, esbelta y con un paso rítmico, como una canéfora helénica. 


Vida en la huerta valenciana. 1917

Francisco Roglá López

Donación Familia Roglá

http://bivaldi.gva.es/

Para ahuyentar el miedo que la infunden la soledad del campo y la noche que llega, canta en el silencio del crepúsculo y sale de sus labios inconscientes el himno amoroso de Segismundo junto al árbol de la choza prehistórica, el fresco «Canto de la primavera»..., sin que la pobrecilla sospeche, ni remotamente, que ha existido Wagner».

Alma valenciana

Vicente Blasco Ibáñez

miércoles, 9 de octubre de 2019

Alma valenciana. Cuarta parte

Alma valenciana. Cuarta parte

«El pueblo reverencia la pintura como un arte familiar que tiene para él algo de misterioso. El labrador mira respetuosamente al jovencillo melenudo que pasa por la senda inmediata con la caja de colores, y al verle trabajar se aproxima quedamente, sin interrumpirle con la mas leve palabra. De la clase artesana independiente, de la burguesía pobre que ha llevado la blusa en su juventud y vive de una tiendecita, de un pequeño taller o de unas cuantas hectáreas de tierra, han salido y salen todos los artistas valencianos. Sorolla nació en un humilde comercio de telas, y huérfano desde la niñez, fue educado por un tío suyo, cerrajero. Los Benlliure son hijos de un hombre de mar: su abuelo navegó, y fue prisionero de los piratas de Argel. Pinazo, en su juventud, trabajó de sombrerero.

Hijos de la clase popular son los que después de haber pasado por las Escuelas Nocturnas de Artesanos (una institución laica fundada por la Revolución de Septiembre), van a la Academia de Bellas Artes y nutren el grupo permanente de pintores, qué es como la guarnición artística de Valencia.



Falla Municipal 1955

"La hora del diablo"

Artista: Salvador Octavio Vicent Cortina

http://fallas.com/

Además, esa artesanía emancipada que da sus hijos a la pintura, es la que compra libros y periódicos, haciendo de Valencia la ciudad que más papel impreso consume. Con hechos, mejor que con un análisis, puede mostrarse lo que es el alma valenciana, devota del arte hasta el fanatismo y dada a universalizar sus afectos y entusiasmos literarios. Raros son los que no saben, por ejemplo, que Tolstoi «es un ruso que escribe novelas en defensa de los pobres»; pero hay muchos que a estas horas aún no les ha dado la gana de saber con certeza quién preside en Madrid el Consejo de Ministros.


nterior Librería Ramón Ortega. Bajada San Francisco, 11

Archivo de Rafael Solaz

http://valenciablancoynegro.blogspot.com.es/2011/03/1910-interior-libreria-ramon-ortega.html

Cuando Zola era perseguido por el populacho nacionalista, inicié un mensaje de consuelo y adhesión, creyendo que sólo lo suscribirían unos cuantos escritores y artistas. ¡Tuve que colocar cuatro mesas con pliegos, y se recogieron treinta y dos mil firmas!... Venían las modistillas al salir del taller; los muchachos al abandonar la Escuela; los obreros, colgándose del hombro el saquillo, de la comida, cogían la pluma con dificultad entre sus dedos callosos; todo un pueblo de humildes, inflamados por el respeto al genio y la admiración al heroísmo. Algunos habían leído novelas de Zola en el folletín de El Pueblo; otros, ni esto, pues les bastaba saber que era un señor que escribía libros; un artista que estaba al lado de los desgraciados y los perseguidos. Y un grupo de encuadernadores, encuadernó gratuitamente el mensaje en tapas de marfil; otro, las cinceló; un orfebre las puso inscripciones de plata; los pintores adornaron las paginas con acuarelas; las obreritas de tez pálida y ojos orientales metieron flores entre las hojas, después de besarlas, y el grande hombre perseguido recibió una mañana, entre los aullidos de muerte de la muchedumbre y los insultos de los periódicos, aquel libro oliendo a jardín, rebosante de entusiasmo y fe; el alma de todo un pueblo que llegaba a sostenerle en la hora triste, el saludo de una ciudad que el novelista tuvo que buscar en el mapa, y de la que no tenía otras noticias que el nombre de las naranjas que se pregonan en el boulevard.

Hoy tal vez el álbum, con su perfume de rosas muertas, yace olvidado en un rincón de Medan, como un pequeño féretro de marfil que guarda el alma infantil y pura de todo un pueblo. Yo vi lo que escribía un albañil a continuación de su firma, con una sencillez que arrancaba lagrimas: «D. Emilio, cuando no pueda vivir ahí, véngase a Valencia: aquí tiene casa y un amigo. Vivo...» Y escribía las señas de su domicilio con la tranquilidad del que, ganando tres pesetas, aún esta dispuesto a partirlas con los que ama.


Blasco Ibáñez junto a las pescateras de El Progreso Pescador. 1911

http://elargonautavalenciano.blogspot.com.es/

El valenciano de la campiña tiene también su alma abierta al arte y siente la belleza con mas intensidad que los campesinos de otras regiones.

Influyen en esto la facilidad y la abundancia de su existencia sobre una tierra feraz, sin crudezas de clima. De joven es poeta e improvisa versos acompañado, por la dulzaina, al cantar les albaes ante la ventana de la novia. Tiene un teatro tradicional y grotesco, el Ball de Torrent, que arma su tablado en las plazas de los pueblos o entre dos barracas, como en los tiempos primitivos de la literatura dramática. 


El Ball de Torrent. 1928

Barberá Masip

Conserva la gallardía del árabe, cuando de un salto monta por el anca la jaca en pelo, para correr la joya. Las modernas costumbres han modificado su traje, afeándolo; pero durante tres siglos ha sido el único agricultor del mundo que vestía de seda. Las faldas de nuestras labradoras, bordadas de rosas. y claveles como las casullas, adornan hoy planos. y sillas en los salones elegantes».

Alma valenciana

Vicente Blasco Ibáñez

martes, 8 de octubre de 2019

Alma valenciana. Tercera parte

Alma valenciana. Tercera parte

«El valenciano que en su frugal ambición no teme por el arroz del porvenir, dedica todas sus iniciativas y entusiasmos a la cosa pública y a la admiración artística. Un pueblo en el que los mas son propietarios de algo y que no siente, como otros, la servidumbre de la dependencia económica, forzosamente ha de ser lo que siempre ha sido Valencia: una democracia, pero con tal espíritu igualitario, que no permite privilegios; y si ensalza a alguien es con apasionamiento tan vehemente y tornadizo, que el agraciado llega a no distinguir las caricias de las bofetadas. Subir dentro de él es fácil: lo difícil es sostenerse.


Vicente Blasco Ibáñez en el Cabanyal

Acto de exaltacion de "La barraca", durante la semana de homenaje. 1921.

Cortesía de Jose Navarro Escrich

El español que menos bebe es el valenciano; la embriaguez no tiene disculpa para él. Y es que no necesita del alcohol para evadirse de la normalidad de la vida. El vino lo lleva dentro, en su cabeza; y el sol, el pícaro sol -mas fuerte que el de la Provenza, que tan malas pasadas jugaba al héroe de Daudet–, al hacerlo hervir, es causa de incoherentes agitaciones.


La tertulia

José Benlliure

Esta democracia ha sido impetuosa, igualitaria y enamorada de los ideales nuevos, desde aquella revolución de las Germanías, la única de nuestra historia con carácter social. Pero vehemente y exagerada hasta en sus extravíos, hubo que verla cuando era moda el absolutismo neto y el catolicismo de navaja, en el primer tercio del siglo XIX. El mismo Fernando VII temblaba ante el fervor monárquico y religioso de sus buenos voluntarios realistas de la orilla izquierda y la derecha del Turia. El Arcángel San Miguel era capitán general honorario de Valencia, y los subalternos del celestial caudillo arrancaban los bigotes en medio de la calle a todo el que exhibía en su cara este adorno, propio de liberales; remangaban a las señoras para cortarles las cintas de los zapatos, si eran verdes, color de la Constitución, y sintiendo, con hondo disgusto, no poder quemar al librepensador Ripoll en la plaza del Mercado, por miedo a Chateaubriand y otros políticos extranjeros que habían impuesto la desaparición del Santo Oficio, se consolaban metiendo al pobre maestro, después de ahorcado, en un tonel con llamas pintadas. Los frailes, que eran los tribunos de las masas de entonces, adornaban la cruz de una encrucijada cubriéndola de huevos para solemnizar la derrota de los liberales, y al pie colocaban esta culta y hermosa redondilla, que arrancaba rugidos de entusiasmo:

"Los huevos que aquí miréis 
por humildad los ponemos, 
que otros más grandes tenemos 
y vosotros no los veis"


Poblado de La Punta. 1930

Aquí ejerció como maestro Cayetano Ripoll

https://es.wikipedia.org/wiki/Cayetano_Ripoll

Bien es verdad que pocos años después los hijos de los voluntarios realistas eran milicianos nacionales, y en Chiva derrotaban por dos veces Cabrera, a costa de esfuerzos heroicos, único ejemplo en el mundo de batallas ganadas en campo raso por batallones de tenderos e industriales.

Pero huyamos de hablar de las expansiones y correrías del alma valenciana en el campo de la política, ya que soy yo quien menos puede hacerlo con desapasionamiento e impersonalidad, y afirmemos que este pueblo, libre de las locuras del dinero, resignado con su desahogada mediocridad, independiente por tradición y limpio de servidumbre, es un pueblo de artistas.


Paseo a orillas del mar

Joaquín Sorolla. 1909

De todas las artes, la que más siente y ama es la pintura. El sol esparce una luz teatral de apoteosis sobre la inmensa vega; el verde extiende su escala de tonos por el jardín de las Hespérides; en los bosques de naranjos asoman las doradas esferas. entre ramilletes de hojas; sacuden sus cabelleras los arrozales, estremeciendo con hilos de sombra el terso espejo de los campos inundados; bogan, corno cisnes del infinito, los vellones sueltos del vapor en el lago azul del cielo; y la palmera con su surtidor de plumas, la higuera con su tronco revestido de piel de elefante, la blanca barraca con montera de paja rematada por dos cruces, no recortan duramente sus contornos sobre un horizonte africano de cruda iluminación, sino que se dibujan dulcemente entre los vapores temblones de las acequias, que al resplandor del sol poniente impregnan la atmósfera de oro gaseoso».

Alma valenciana

Vicente Blasco Ibáñez

lunes, 7 de octubre de 2019

Alma valenciana. Segunda parte

Alma valenciana. Segunda parte

«El mismo fraccionamiento de la tierra valenciana se extiende a la industria. Nadie es rico, pero muy pocos conocen la miseria. Todos sufren alguna vez las angustias que trae consigo la falta de capital, pero ignoran la esclavitud y el anulamiento que soporta el hombre en los monstruosos centros de producción creados por el industrialismo moderno.

Las grandes fabricas que existen en Valencia son casi siempre de gente de fuera. No hay que esperar que el valenciano se convierta en poderoso industrial aguijoneado por la fiebre del lucro. Trabaja únicamente para afirmar la independencia de su vida: es laborioso, emprendedor y tenaz, mientras ve inseguro el pan de la segunda mitad de su existencia; pero apenas reúne veinte mil duros (lo que considera necesario para ser burgués) abandona su industria, por próspera que la vea, y se dedica a la vida de café y de casino, a la política, a comentar la marcha del municipio, poniendo en sus nuevas ocupaciones el ardor y el apasionamiento de un levantino.


Fábrica de sombreros de paja de Francisco Romero Peris

La Semana Gráfica. 4 de mayo de 1929


Arrós y tartana, 
casaca a la moda... 
¡Y rode la bola 
a la valensiana!

Estas son, según el antiguo cantar, las aspiraciones del buen valenciano. Si al nacer se encuentra con el plato de arroz asegurado, con la tartanita que ha de llevarle al mar o a la vega alborotando el camino con el cascabeleo escandaloso de la jaca, y la casaca a la moda de que habla la canción, considera Valencia como «el mejor de los mundos posibles» y no pide más; si nace pobre, trabaja toda su juventud con la tenacidad e inteligencia de los pueblos mas laboriosos, y apenas conquista el arroz y la tartana para el resto de su vida, se da por satisfecho y entrega la herramienta con que fabricó su mezquina fortuna a los que vienen detrás: al hijo o al obrero de su confianza.


La Alameda

VAHG

El ideal de la vida, para todo valenciano que asegura su subsistencia, es el descanso físico y la agitación moral: pelear por ideales mal razonados, pero hondamente sentidos; disgustarse por cosas que muchas veces no le afectan en nada, y paladear en los ratos de calma la dulce y muelle somnolencia de lo bello en el inmenso jardín de la huerta.


Celos valencianos

Todocolección

De compararse al pueblo valenciano con algún otro, habría que acordarse de Atenas. Esto dicho así, de golpe, hará sonreír a muchos. Pero en Atenas no sólo vivían los sabios y los grandes artistas, únicos helenos que admiramos hoy al través de los siglos. 


Cocinando un all i pebre en la Albufera

http://www.parquesnaturales.gva.es/web/pn-l-albufera

Existía un pueblo sobrio, apasionado y voluble, que gustaba mas de enterarse de los chismorreos y discusiones del Ágora y de las rivalidades de los artistas, que de hacer dinero: unos ciudadanos morenos, nerviosos y algo ingobernables, que con un trozo de salazón, cuatro aceitunas y una arenga como postre, se daban por satisfechos, y, según el estado de su humor, llevaban en triunfo a los grandes compatriotas o los apedreaban, elevando en su lugar a cualquier sofista».

Alma valenciana

Vicente Blasco Ibáñez

domingo, 6 de octubre de 2019

Alma valenciana. Primera parte

Alma valenciana. Primera parte

«Pasando cierta vez por Valencia, me dijo Salmerón: 

—Siempre que visito esta tierra, noto en la gente un bienestar, una satisfacción que no encuentro en otras regiones. No hay aquí riqueza ni fausto; pero tampoco miseria.

Esa observación del gran tribuno es exacta. En Valencia apenas hay ricos que merezcan este nombre: la aristocracia nobiliaria se arruinó y hace muchos años que reside en Madrid. No llegan a una docena los que poseen una fortuna de dos o tres millones: en Valencia son potentados; en Barcelona o Bilbao figurarían en tercera fila.

En cambio no hay provincia española que tenga tantos propietarios como Valencia. La agricultura esta subdividida hasta lo infinito. Cada labriego es dueño del pedazo de suelo que cultiva. Unos son propietarios por la ley: los mas tienen la tierra en arrendamiento, transmitiéndose su posesión por herencia, dentro de la familia, desde hace siglos, sin que el verdadero dueño que reside en la ciudad ose intervenir en estas donaciones ni aumentar el arriendo que aún se cuenta por libras y sueldos como en tiempos de los reyes de Aragón. La escopeta, compañera inseparable del huertano desde que entra en la pubertad, y el fraternal y enérgico apoyo que se prestan todos los trabajadores de la vega, son los sostenes de este derecho tradicional del que extraje la trama de mi novela La Barraca.


Huerta de Ruzafa

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"La tierra quiere ser amada", dice Michelet, y la tierra valenciana, dividida en pequeñas parcelas, teniendo sobre sí, a todas horas, una familia que necesita sacar su sustento de reducida superficie, se ve peinada, acicalada y nutrida con infinito cariño. El estiércol la alimenta y vigoriza a cada nueva cosecha; el arado la revuelve apenas se endurece, formando costras; las yerbecillas de espontánea germinación son arrancadas así que asoman, y el agua rojiza que circula por la complicada red arterial de las acequias, refresca y alisa su superficie antes de que el sol la caldee y resquebraje. Así se realiza el milagro de que una población de las más densas de España viva desahogadamente, sin miseria, en tan reducido espacio. El jornalero apenas existe. Cada uno cultiva su campo, como los ciudadanos de las antiguas repúblicas.


Siembra del arroz en La Albufera. 1960

http://vicenticoaa.blogspot.com.es/2014/07/

En la capital, la vida es semejante. Existen fabricas modernas con sus rebaños de obreros sometidos a la dura y degradante ley de los jornales; pero aún vive la industria doméstica, como recuerdo de aquella Valencia que extendía sus sederías por Europa, sin tener grandes talleres, y en la que cada obrero montaba el telar en su casa o se asociaba con tres o cuatro camaradas para laborar en el porche en fraternal cooperación.


La Lonja de la Seda

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Todavía se cuentan hoy a miles los pequeños talleres. El obrero apenas dispone de alguna cantidad, se emancipa estableciéndose aparte con unos cuantos compañeros de trabajo que son sus auxiliares mas bien que sus subordinados.


Taller mecánico en Valencia. 1957. Foto Raga

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El mismo fraccionamiento de la tierra valenciana se extiende a la industria. Nadie es rico, pero muy pocos conocen la miseria. Todos sufren alguna vez las angustias que trae consigo la falta de capital, pero ignoran la esclavitud y el anulamiento que soporta el hombre en los monstruosos centros de producción creados por el industrialismo moderno».

Alma valenciana

Vicente Blasco Ibáñez