domingo, 30 de septiembre de 2018

Deteniéndose embobada ante los escaparates que empezaban a iluminarse

«Caminaba perezosamente por las calles de la ciudad en los fríos crepúsculos de invierno, comprando los encargos de su madre, deteniéndose embobada ante los escaparates que empezaban a iluminarse, y al fin, pasando el puente se metía en los oscuros callejones de los arrabales para salir al camino de Alboraya».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


Almacenes "El Águila". Calle de la Paz

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https://valenciablancoynegro.blogspot.com/2013/12/almacenes-el-aguila.html

sábado, 29 de septiembre de 2018

Un huerto de naranjos, la orilla del Júcar y una casa pintada de azul

«Era algo más que la belleza del campo lo que le atraía fuera de la ciudad. Cuando los rayos del sol naciente le despertaron por la mañana en el vagón, lo primero que vio , antes de abrir los ojos, fue un huerto de naranjos, la orilla del Júcar y una casa pintada de azul, la misma que asomaba ahora, a lo lejos, entre las redondas copas de follaje, allá en la ribera del río.

¡Cuántas veces la había visto en los últimos meses con los ojos de la imaginación!…»

Entre naranjos

Vicente Blasco Ibáñez


La casa azul

https://elseisdoble.blogia.com/2008/031605-estampas-y-recuerdos-de-alzira-36-la-casa-blava-el-penalet-y-el-cristo-de-.php

viernes, 28 de septiembre de 2018

El vaho ardoroso de los pucheros donde se ahogaba el capullo. Vídeo

«Roseta era, de toda la familia, la más parecida a su padre: una fiera para el trabajo, como decía Batiste de sí mismo. El vaho ardoroso de los pucheros donde se ahogaba el capullo subíasele a la cabeza, escaldándole los ojos; pero, a pesar de esto, permanecía firme en su sitio, buscando en el fondo del agua hirviente los cabos sueltos de aquellas cápsulas de seda blanducha, de un suave color de caramelo, en cuyo interior acababa de morir achicharrado el gusano laborioso, la larva de preciosa baba, por el delito de fabricarse una rica mazmorra para su transformación en mariposa».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez




La cría del gusano de seda

jueves, 27 de septiembre de 2018

Abría la puerta de la barraca

«Todos los días, al amanecer, saltaba de la cama Roseta, la hija de Batiste, y con los ojos hinchados por el sueño, extendiendo los brazos con gentiles desperezos que estremecían todo su cuerpo de rubia esbelta, abría la puerta de la barraca. 

Chillaba la garrucha del pozo, saltaba ladrando de alegría junto a sus faldas el feo perrucho que pasaba la noche fuera de la barraca, y Roseta, a la luz de las últimas estrellas, echábase en cara y manos todo un cubo de agua fría sacada de aquel agujero redondo y lóbrego, coronado en su parte alta por espesos manojos de hiedra.

Después, a la luz del candil, iba y venía por la barraca preparando su viaje a Valencia».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez



Barracas de la Carrera Malilla

Mundo Gráfico. 30 de octubre de 1929

miércoles, 26 de septiembre de 2018

Que se priva gustoso del pan por tener detrás de la puerta de su vivienda un arma nueva

«La huerta se había enterado de que en la antigua barraca de Barret el único objeto de valor era una escopeta de dos cañones, comprada recientemente por el intruso con esa pasión africana del valenciano, que se priva gustoso del pan por tener detrás de la puerta de su vivienda un arma nueva que excite envidias e inspire respeto».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


Embarque de cazadores en La Albufera

Todocolección

lunes, 24 de septiembre de 2018

Marcharon todos hacia la acequia, que murmuraba en la sombra

«Marcharon todos hacia la acequia, que murmuraba en la sombra. La inmensa vega perdíase en azulada penumbra; ondulaban los cañares como rumorosas y oscuras masas, y las estrellas parpadeaban en el espacio negro. 

Batiste se metió en la acequia hasta las rodillas, colocando la barrera que había de detener las aguas, mientras su hijo, su mujer y hasta su hija atacaban con los azadones el ribazo, abriendo boquetes por donde entraba el riego a borbotones. 

Toda la familia experimentó una sensación de frescura y bienestar. 

La tierra cantaba de alegría con un goloso glu-glu que les llegaba al corazón a todos ellos. «¡Bebe, bebe, pobrecita!» Y hundían sus pies en el barro, yendo encorvados de un lado a otro del campo para ver si el agua llegaba a todas partes. 

Batiste mugió con la satisfacción cruel que produce el goce de lo prohibido. ¡Qué peso se quitaba de encima!... Podían venir ahora los del tribunal y hacer lo que quisieran. Su campo bebía; esto era lo importante».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


Molino de "Nou Moles" sobre la acequia de Favara, 1908. Actual calle de Torres Torres

Archivo de José Huguet

http://valenciadesaparecida.blogspot.com.es/

viernes, 21 de septiembre de 2018

Junto a la puerta de la barraca estaba la esposa, rodeada de los pequeños

«Junto a la puerta de la barraca estaba la esposa, rodeada de los pequeños, esperando, impaciente, por ser ya pasada la hora de comer. 

Batiste miró sus campos y toda la rabia sufrida una hora antes ante el Tribunal de las Aguas volvió de golpe, como una oleada furiosa, a invadir su cerebro. 

Su trigo sufría sed. No había más que verlo. Tenía la hoja arrugada, y el tono verde, antes tan lustroso, era ahora de una amarilla transparencia. Le faltaba el riego, la tanda que le había robado Pimentó con sus astucias de mal hombre, y no volvería a corresponderle hasta pasados quince días, porque el agua escaseaba. Y encima de esta desdicha, todo el rosario condenado de libras y sueldos de multa, ¡Cristo!»

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


La Esfera. 1 de mayo de 1920

miércoles, 19 de septiembre de 2018

A su enemigo Pimentó, con el porrón en la mano

«Eran gentes enemigas, vecinos a los que no saludaba nunca. 

Al pasar él junto a ellos, callaban, hacían esfuerzos para conservar su gravedad, aunque les brillaba en los ojos la alegre malicia; pero según iba alejándose, estallaban a su espalda insolentes risas, y hasta oyó la voz de un mozalbete que, remedando el grave tono del presidente del tribunal, gritaba: 

—¡Cuatre sous de multa! 

Vió a lo lejos, en la puerta de la taberna de Copa, a su enemigo Pimentó, con el porrón en la mano, ocupando el centro de un corro de amigos, gesticulante y risueño, como si imitase las protestas y quejas del denunciado. Su condena era un tema de regocijo para la huerta. Todos reían. 

¡Rediós!... Ahora comprendía él, hombre de paz y padre bondadoso, por qué los hombres matan».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


Huertano

Joaquín Agrasot Juan 

martes, 18 de septiembre de 2018

El tribunal sentensia... —dijo la acequia más vieja

«La blanca alpargata del presidente hirió una baldosa de la acera, conjurando el chaparrón de protestas y faltas de respeto que veía surgir en lontananza. 

—Calle vosté. Y Batiste calló, mientras el monstruo de las siete cabezas, replegándose en el sofá de damasco, cuchicheaba preparando la sentencia. 

—El tribunal sentensia... —dijo la acequia más vieja. 

Y se hizo un silencio absoluto. 

Toda la gente de la verja mostraba en sus ojos cierta ansiedad, como si ellos fuesen los sentenciados. Estaban pendientes de los labios del viejo síndico. 

—Pagará el Batiste Borrull dos lliures de pena y cuatre sous de multa (Pagará el Bautista Borrull dos libras como pena y cuatro sueldos de multa)».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez



Fotograma de la serie de RTVE "La barraca". 1979

lunes, 17 de septiembre de 2018

El pantano "Blasco Ibáñez"

El pantano "Blasco Ibáñez"

El proyecto de embalse fue iniciativa de José Marqués, ingeniero de caminos natural de Liria, interesado en la regulación de los caudales del Turia y en la derivación de sobrantes para crear una zona de riego en el llano de Casinos-Llíria. Fue incluido en el Plan de Obras Hidráulicas de 1912. En 1931 la Dirección General de Obras Hidráulicas aprobó su construcción y el proyecto fue encargado a Fausto Elío y Torres. Diversas discrepancias entre la dirección general y el ingeniero de caminos motivaron el encargo de un nuevo proyecto a Carlos Dicenta, finalmente aprobado. Durante la Segunda República fue bautizado como «embalse de Blasco Ibáñez». Las obras fueron inauguradas en 1933 por Niceto Alcalá-Zamora, Manuel Azaña e Indalecio Prieto. La construcción concluyó en el año 1955, rebautizándose como «embalse del Generalísimo». El actual embalse de Benagéber ocupa 722 ha, con una capacidad máxima de 228 hm³. Tiene una presa de gravedad y un aliviadero tipo morning-glory y de él parte el canal Campos del Turia, que abastece una importante zona regable entre los términos de Casinos y Bétera.

La construcción del pantano provocó el abandono del pueblo de Benagéber, cuyos habitantes tuvieron que desplazarse a un nuevo núcleo construido a pocos kilómetros del embalse, que conserva el nombre de Benagéber, y a otros dos edificados más cercanos a Valencia, San Antonio de Benagéber y San Isidro de Benagéber.

El pantano pertenece a la Confederación Hidrográfica del Júcar y es utilizado para diversas actividades recreativas, existiendo una reserva natural de animales en una de sus penínsulas con una extensión de 365 ha, la reserva de Valdeserrillas.

Wikipedia




Mundo Gráfico. 13 de abril de 1932




domingo, 16 de septiembre de 2018

Como en todos los días de corrida, Juan Gallardo almorzó temprano

«Como en todos los días de corrida, Juan Gallardo almorzó temprano. Un pedazo de carne asada fue su único plato. Vino, ni probarlo: la botella permaneció intacta ante él. Había que conservarse sereno. Bebió dos tazas de café negro y espeso, y encendió un cigarro enorme, quedando con los codos en la mesa y la mandíbula apoyada en las manos, mirando con ojos soñolientos a los huéspedes que poco a poco ocupaban el comedor».

Sangre y arena

Vicente Blasco Ibáñez


La paella de Valencia

«Se desvela el misterio. Fin de la trama, según Vidal. Ahora resulta que Manolete no es un mito  por la inmensa emoción que provocaba su toreo. Ni por su dignidad profesional, tanta  que le lleva a morir en una plaza de pueblo toreando toros de Miura. No, Manolete es un mito sí, pero por comerse un plato de paella con Carlos Arruza, cuando el resto del país estaba asolado por la hambruna.

Curiosa forma ésta de escribir la historia del toreo».

http://larazonincorporea.blogspot.com/2011/05/el-toreo-de-manolete-v-el-mito-la.html



sábado, 15 de septiembre de 2018

Los escoberos se convirtieron en pescadores

«—¿Qué eran entonces los del Palmar? —preguntaba irónicamente el viejo barquero. 

Y se indignaba recordando la respuesta que daban los de Catarroja. El Palmar llevaba este nombre porque era remotamente una isleta cubierta de palmitos. En otros siglos bajaba gente de Torrente y otros pueblos que se dedicaban al comercio de escobas, se establecían en la isla, y después de hacer provisión de palmitos para todo el año, levantaban el vuelo. Poco a poco fueron quedándose algunas familias. Los escoberos se convirtieron en pescadores, viendo que esto daba mayores ganancias, y, más listos y avezados por su vida errante a los progresos del mundo, inventaron lo de los redolíns , consiguiendo para éste un privilegio de los reyes y perjudicando a los de Catarroja, gente sencilla que nunca había salido de la Albufera…»

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez


J. Laurent, c. 1870

Valence. Le marchand de balais 

Valencia. El vendedor de escobas

Colección Díaz Prósper

http://www.uv.es/

viernes, 14 de septiembre de 2018

Parle vosté

«—Parle vosté (Hable usted) —dijo, avanzando un pie, la acequia más vieja, pues, por servicio secular, el tribunal, en vez de valerse de las manos, señalaba con la blanca alpargata a quien debía hablar. 

Pimentó soltó su acusación. Aquel hombre que estaba junto a él, tal vez por ser nuevo en la huerta, creía que el reparto del agua era cosa de broma y que podía hacer su santísima voluntad. 

Él, Pimentó, el atandador que representaba la autoridad de la acequia, en su partida, había dado a Batiste la hora para regar su trigo: las dos de la mañana. Pero, sin duda, el señor, no queriendo levantarse a tal hora, había dejado perder su turno, y a las cinco, cuando el agua era ya de otros, había alzado la compuerta sin permiso de nadie (primer delito), había robado el riego a los demás vecinos (segundo delito) e intentado regar sus campos, queriendo oponerse a viva fuerza a las órdenes del atandador, lo que constituía el tercero y último delito. 

El triple delincuente, volviéndose de mil colores e indignado por las palabras de Pimentó, no pudo contenerse. 

—¡Mentira y recontramentira! 

El tribunal se indignó ante la energía y la falta de respeto con que protestaba aquel hombre. Si no guardaba silencio, se le impondría una multa. Pero ¡gran cosa eran las multas para su reconcentrada cólera de hombre pacífico! Siguió protestando contra la injusticia de los hombres, contra el tribunal, que tenía por servidores a pillos y embusteros como Pimentó. 

Alteróse el tribunal: las siete acequias se encresparon. 

—¡Cuatre sous de multa! (¡Cuatro sueldos de multa!) —dijo el presidente. 

Batiste, dándose cuenta de su situación, calló asustado por haber incurrido en multa, mientras sonaban al otro lado de la verja las risas y los aullidos de alegría de sus contrarios.

Quedó inmóvil, con la cabeza baja y los ojos empañados por lágrimas de cólera, mientras su brutal enemigo acababa de formular la denuncia. 

—Parle vosté —le dijo el tribunal.

Pero en las miradas de los jueces se notaba poco interés por este intruso alborotador que venía a turbar con sus protestas la solemnidad de las deliberaciones. 

Batiste, trémulo por la ira, balbució, no sabiendo cómo empezar su defensa, por lo mismo que la creía justísima».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez



Tribunal de las Aguas

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miércoles, 12 de septiembre de 2018

S'obri el tribunal

«Los siete jueces se saludaron como gente que no se ha visto en una semana. Luego hablaron de sus asuntos particulares junto a la puerta de la catedral. De cuando en cuando, abriéndose las mamparas cubiertas de anuncios religiosos, esparcíase en el ambiente calido de la plaza una fresca bocanada de incienso, semejante a la respiración húmeda de un lugar subterráneo. 

A las once y media, terminados los oficios divinos, cuando ya no salía de la basílica más que alguna devota retrasada, comenzó a funcionar el tribunal. 

Sentáronse los siete jueces en el viejo sofá; corrió de todos los lados de la plaza la gente huertana para aglomerarse en torno de la verja, estrujando sus cuerpos sudorosos, que olían a paja y lana burda, y el alguacil se colocó, rígido y majestuoso, junto al mástil, rematado por un gancho de bronce, símbolo de la acuática justicia. 

Descubriéronse las siete acequias quedando con las manos sobre las rodillas y la vista en el suelo, y el más viejo pronunció la frase de costumbre: 

—S'obri el tribunal (Se abre el tribunal.)»

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


Estampa. 29 de junio de 1935

martes, 11 de septiembre de 2018

La que encierra la huerta de Ruzafa

«Un vejete seco, encorvado, cuyas manos rojas y cubiertas de escamas temblaban al apoyarse en el grueso cayado, era Cuart de Faitanar; el otro, grueso y majestuoso, con ojillos que apenas sí se veían bajo los dos puñados de pelo blanco de sus cejas, era Mislata; poco después llegaba Rascaña, un mocetón de planchada blusa y redonda cabeza de lego; y tras ellos iban presentándose los demás, hasta siete: Favar, Robella, Tormos y Mestalla.

Ya estaba allí la representación de las dos vegas: la de la izquierda del río, la de las cuatro acequias, la que encierra la huerta de Ruzafa con sus caminos de frondoso follaje, que van a extinguirse en los límites del lago de la Albufera, y la vega de la derecha del Turia, la poética, la de las fresas de Benimaclet, las chufas de Alboraya y los jardines siempre exuberantes de flores».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez



Barraca en la huerta de Ruzafa

Mundo Gráfico. 8 de diciembre de 1931

domingo, 9 de septiembre de 2018

Eran los amos del agua; en sus manos estaba la vida de las familias

«Terminó el alguacil de arreglar el tribunal, y plantóse a la entrada de la verja, esperando a los jueces. Iban llegando, solemnes, con una majestad de labriegos ricos, vestidos de negro, con blancas alpargatas y pañuelo de seda bajo el ancho sombrero. 

Cada uno llevaba tras sí un cortejo de guardas de acequia, de pedigüeños que antes de la hora de la justicia buscaban predisponer el ánimo del tribunal en su favor.

La gente labradora miraba con respeto a estos jueces salidos de su clase, cuyas deliberaciones no admitían apelación. Eran los amos del agua; en sus manos estaba la vida de las familias, el alimento de los campos, el riego oportuno, cuya carencia mata una cosecha. Y los habitantes de la extensa vega, cortada por el río nutridor como una espina erizada de púas que eran sus canales, designaban a los jueces por el nombre de las acequias que representaban».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


Tribunal de las Aguas

Todocolección