miércoles, 30 de junio de 2021

La Feria de Julio según Blasco Ibáñez. 02

«Arriba, sobre los tejados, cubriendo la plaza como un toldo de apelillado raso que transparentaba infinitos puntos de luz, el cielo del verano con su misteriosa y opaca transparencia. En los obscuros balcones distinguíanse, entre los tiestos de flores y el botijo puesto al fresco, confusas siluetas ligeras de ropa. Otros abiertos e iluminados, dejaban escapar, como los de las de Pajares, el sonoro tecleo del piano, acompañado algunas veces por el rítmico chorrear de las macetas recién regadas».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Joven tocando el piano

J. Derrey

Todocolección

lunes, 28 de junio de 2021

La Feria de Julio según Blasco Ibáñez. 01

«La proximidad de la feria de Julio preocupaba a la familia. Nunca se habían pasado veladas tan agradables en casa de las de Pajares. Por la noche, después de la cena, llegaban el señor Cuadros, Teresa y su hijo, y comenzaba la alegre reunión.

Por los balcones abiertos penetraba el hálito caliginoso de las neones de verano, cargado de enervantes perfumes. La plazuela animábase. El calor arrojaba de sus estrechos cuchitriles a la gente de los pisos bajos, y las puertas estaban obstruidas por corrillos de blancas sombras sentadas en sillas bajas y respirando ruidosamente».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez

A la fresca

Calle Pavía. 1968

Todocolección

viernes, 25 de junio de 2021

El bautizo de su barca no era cualquier cosa

«El Retor sabía hacer bien las cosas. Había ido a la iglesia para escoltar hasta la playa con los hombres de su tripulación a don Santiago el cura. El párroco lo acogió con una sonrisa de las que se guardan para los buenos parroquianos. ¡Qué! ¿Ya era la hora? Pues que llamasen al sacristán para que preparara el calderillo y el hisopo. Él se arreglaba en un momento; cuestión de calarse el roquete y nada más.

Pascual protestó indignado. ¿Qué era aquello de roquete? Capa, y la mejor que tuviera. El bautizo de su barca no era cualquier cosa; además, él estaba allí para pagar lo que fuese.

Don Santiago sonrió. Bueno; la capa no correspondía, pero lo haría por él, que era un buen cristiano y sabía quedar bien con las personas.

Y salieron de la casa rectoral; el sacristán delante con el hisopo y el sagrado cuenco, y detrás, escoltado por el patrón y sus marineros, don Santiago, en una mano el libro de oraciones y levantándose con la otra, para no rozar el barro, la capa vieja y suntuosa, de una blancura mate, con los pesados bordados de oro de un tinte verdoso, mostrando por entre la deshilachada trama el relleno del realce.

(...)

El Retor y sus hombres abrían paso al cura entre el gentío que se apelotonaba en torno de la barca. Frente a la popa estaban los padrinos; la siñá Tona con mantilla y falda nueva, y el señor Mariano, puesto de sombrero y bastón, hecho un caballero, ni más ni menos que cuando iba a Valencia para hablar con el gobernador.

(...)

Los padrinos, graves y con la mirada en el suelo, estaban a ambos lados del cura; el sacristán espiaba a éste, pronto a contestar ¡amén! a todo, y la multitud calmábase y quedaba suspensa, con la cabeza descubierta, esperando algo extraordinario.

(...)

Terminada la oración, el cura empuñó el hisopo:

—Asperges...

Y envió a la popa de la barca un polvo de agua que resbaló en menudas gotas por las pintadas tablas. Después, siempre seguido por el amén del sacristán y precedido por el patrón, que abría paso, dió la vuelta en torno de la barca, repitiendo hisopazos y latines».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez


Bendiciendo la barca. 1895

Joaquín Sorolla y Bastida

Óleo. 50,1 x 71

Museo de Bellas Artes de Asturias. Colección Masaveu. Oviedo


jueves, 24 de junio de 2021

Y cuando en la víspera de la bendición la arrastraron hasta la orilla

«Con la facilidad de transmisión de los pueblos pequeños, pronto supo todo el Cabañal que la barca se llamaba Flor de Mayo, y cuando en la víspera de la bendición la arrastraron hasta la orilla, frente a la casa del bòus, llevaba ya en la borda de popa, por la parte interior, pintado con hermoso azul, su dulce título. 

Al día siguiente por la tarde, el barrio de las Barracas parecía estar en domingo. Fiestas como aquella se veían pocas. Era padrino de la barca nada menos que el señor Mariano el Callao, un ricachón que, aunque del puño prieto, en obsequio a su sobrino estaba dispuesto a derrochar un dineral. En la playa iban a rodar los confites y a circular las copas como una bendición de Dios». 

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Botadura de un barco en la playa del Cabanyal

Astilleros Palau


martes, 22 de junio de 2021

La barca se llamaría Flor de Mayo, como el tabaco que fabrican en Gibraltar

«Y Roseta, que había callado, haciendo un mohín de disgusto a cada título, soltó el suyo. Debía llamarse Flor de Mayo. Aquella misma noche lo pensaba ella en la barcaza de la playa, mirando una estampa de las que adornaban las libras de tabaco «Flor de Mayo» que venían de Gibraltar. La seducía el título tan bonito, formando una aureola de colores sobre la marca, que era una señorita vestida como una bailarina, con rosas como tomates sobre la faldilla blanca, y en la mano un manojo de flores que parecían rábanos. 

El Retor se entusiasmaba. Sí; ¡recristo! aquello estaba puesto en razón. La barca se llamaría Flor de Mayo, como el tabaco que fabrican en Gibraltar. Era de justicia; la barca se hacía principalmente con el dinero del alijo, y éste se componía en su mayor parte de aquellos paquetes con la alegre señorita. Tenía razón su hermana; Flor de Mayo, nada más que Flor de Mayo».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Cajetilla de "Flor de Mayo"

Todocolección

domingo, 20 de junio de 2021

El que no era un pillo como Tonet, era un bestia como Pascualo

«¡Oh, los hombres! Lo que ella y su madre decían. El que no era un pillo como Tonet, era un bestia como Pascualo. Por eso los aborrecía, y causaba la admiración de todo el Cabañal, rechazando a los que la proponían noviazgos. No quería nada con los hombres. Y en su memoria retoñaban todas las maldiciones que había oído a su madre en los momentos de desesperación, cuando apostrofaba en la soledad de su barcaza. 

En el corro reinaba el silencio. Chillaba el pescado en la sartén, punteaba Tonet vagos arpegios en su guitarra, y la revuelta taifa de chiquillos plantados en mitad del arroyo miraban la luna con el mismo asombro que si la viesen por vez primera y cantaban con monótona tonadilla, sonando sus voces como campanillas de plata:

La lluna, la pruna 

vestida de dòl ... 

¡A ver si callaban! Lo mandaba Tonet, a quien le dolía la cabeza. Pero ¡que si quieres!... 

sa mare la crida 

son pare no vòl».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez


El pillo de playa. 1891

Joaquín Sorolla y Bastida

Óleo. 80,50 x 124

Museo Sorolla

viernes, 18 de junio de 2021

En el ambiente cargado de rapé de la antigua Aduana

«Además, los tiempos empeoraban. La tabernilla de la playa daba una miseria, y la chica, su Roseta, había tenido que meterse en la fábrica de Tabacos, y todas las mañanas, con la cestita al brazo, emprendía el camino de Valencia, formando en las bandas de caras jóvenes, graciosas y procaces que, con airoso taconeo y faldas revoloteantes, iban a estornudar encerradas en el ambiente cargado de rapé de la antigua Aduana. 

¡Y qué chica se había hecho la tal Roseta! Bien puesto tenía el nombre: su madre la contemplaba muchas veces a hurtadillas, recordando en ella la gallardía del siñor Martines».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Antigua Fábrica de Tabacos. 1900

http://125aniversario.aguasdevalencia.es/portfolio/noticias/decada-1900/

miércoles, 16 de junio de 2021

El asesinato de Blasco Ibáñez

El asesinato de Blasco Ibáñez

«Tuve la desgracia de ver Blasco Ibáñez, de Luis García Berlanga, cuando la emitieron el otro día en TVE. Y digo que tuve la desgracia, porque hasta aquel momento infausto yo habría derramado sin vacilar mi sangre por Berlanga, ese abuelo desvergonzado, iconoclasta y maravilloso del cine español, autor, entre otras cosas, de obras maestras –los capullos de bobalias y diseños varios las llaman obras imprescindibles- como lo son Bienvenido mister Marshall o la extraordinaria trilogía de la Escopeta nacional. Pero a partir de ahora, y con todo el respeto que le sigo teniendo al director más importante de nuestro cine –un Blasco no borra un Plácido-, lo de la sangre me lo voy a pensar despacito y dos veces.


La serie sobre la vida del novelista levantó polémica. En Valencia, donde Blasco es San Vicente Blasco, sentó como una patada en la boca del estómago su proyección por Canal 9. Luego, en la nacional, los unos porque TVE la daba sin promoción previa, a oscuras y con alevosía –Blasco no era precisamente de los que vota al Pepé-, y los otros, incluida la nieta del autor de Cañas y barro, diciendo que la película es mala y un insulto a la familia, y que vaya vergüenza que se exhiba por ahí. A la disputa le pusieron guinda ciertos columnistas, prestigiosos de su oficio, de la cosa cultural, asegurando que la serie era automáticamente cojonuda por el mero hecho de ser de Berlanga, y que a quien no le hubiera gustado es que no sabía de cine, ni de televisión, ni de nada, y además era un fascista.

Y lo siento mucho, pero no trago. Una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa. Y al arriba firmante, que como ya he dicho adora a Berlanga, la película sobre Blasco Ibáñez, le parece mala. Y aún diría más: me parece muy mala, imperdonablemente mala en cualquier director y en cualquier televisión, pero mucho más teniendo detrás de la cámara al mejor director de cine español. Que el tono gamberro, desmitificador y de parodia, como dicen los defensores de la serie, haya sido la intención del trabajo, no justifica casi nada. Mal se puede desmitificar algo que sólo es un mito en Valencia, porque en el resto de España y en la mayor parte del mundo, ni Blasco Ibáñez es un mito, ni sus novelas las leen, ni de él se acuerda nadie. Y en segundo lugar, el supuesto tono golfo tampoco justifica unos diálogos infames, irreales, que nada tienen que ver con el modo de hablar de la época en que se sitúan. Unos diálogos anacrónicos, donde además todo el mundo utiliza unos tacos –tiene gracia que yo venga a subrayar eso-que nadie pronunciaba entonces, y menos las señoras. Unos diálogos que cobran todavía más irrealidad puestos en boca de algunos actores tan rematadamente malos y poco creíbles que no consigo explicarme dónde están aquellos magníficos secundarios del Estudio Uno, y el teatro, y el cine de toda la vida, barridos ahora por tiñalpas improvisados, sin oficio ni trazas de tenerlo. Eso, por encima. Porque si entramos en honduras, entonces tendrían que explicarme ese Galdós ridículo, o esa Emilia Pardo Bazán grosera y ninfómana, o esa Chita a quién Ana Obregón –que resulta de lo más digno en cuanto a interpretaciones de la película-, encarna con una ordinariez increíble en la que fue mundana y sofisticada amante de Blasco Ibáñez. Y en cuanto al propio novelista, la divertida caricatura personal que de él hacen Berlanga y el actor Ramón Langa poco se adentra, fuera de la peripecia folklórica, en la personalidad literaria y el trabajo del que fue novelista español internacionalmente más famoso de su tiempo; un escritor profesional que se hizo multimillonario con sus novelas y a quien en tres horas de proyección apenas vemos escribir, y siempre así, de pasada, apoyado en cualquier parte, con un lápiz y un papel, zis zas, improvisando.

Pero claro, ese no era el objetivo, dicen los palmeros del maestro. El asunto era romper moldes y toda la parafernalia, así que las objeciones dan igual. Y puede ser, en efecto, que mi sentido del humor y mi gusto por las desmitificaciones y los moldes rotos no estén a la altura de una ópera magna. Pero también es casualidad que, para una vez que alguien se ocupa de llevar a la televisión algo relacionado con la palabra cultura, el resultado sea una frivolidad y un esperpento. ¿Imaginan a los franceses haciendo eso con Hugo, Zola o Balzac, o a los ingleses aplicando mismo tratamiento a Graves, a Greene o a Conrad?».

Arturo Pérez Reverte

22 de marzo de 1998

https://berlangafilmmuseum.com/fotografia/blasco-ibanez-la-novela-de-su-vida/

https://www.filmaffinity.com/es/film328686.html


lunes, 14 de junio de 2021

En todas las puertas formábanse corrillos buscando la escasa brisa que venía del mar

«Había convidado a cenar a su madre y a su hermana Roseta; Dolores estaba al lado de él, y un poco más allá, con la silleta de cuerda apoyada en el tronco de un olivo y mirando la luna a través del empolvado ramaje con cierta expresión de trovador de cromo, punteaba Tonet una guitarra.

Sobre la acera, a pocos pasos, chirriaba la enorme sartén cargada de pescado sobre un picudo fogón de barro; correteaban los chicuelos de la vecindad por el fangoso arroyo persiguiendo a los perros, y en todas las puertas formábanse corrillos buscando la escasa brisa que venía del mar. ¡Redeu! ¡Cómo estarían asándose en Valencia!»

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez


Familia a la fresca

Cabañal. Años 20-30

Todocolección

sábado, 12 de junio de 2021

Ya no faltaba más que el cordaje, las redes y demás artefactos

«Ya no faltaba más que el cordaje, las redes y demás artefactos; pero para eso estaban trabajando los mejores hilanderos de la  playa, y antes del 15 la barca estaría completa y podría presentarse tan hermosa como una novia que va a casarse vestida de nuevo de cabeza a pies».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez


Rederas en Valencia. 1909

Joaquín Sorolla y Bastida

Óleo. 38.1 x 57.1

Colección privada
 


lunes, 7 de junio de 2021

Llegó por fin el día en que la barca del Retor pudo darse por terminada

«A principios de Agosto llegó por fin el día en que la barca del Retor pudo darse por terminada. ¡Vaya una joya! Su patrón hablaba de ella como un abuelo que pondera el desarrollo de su nieto. Madera de lo mejor que se había encontrado; el mástil recto, terso, sin una mala grieta; el casco panzudito para que resistiera bien las marejadas, pero con una proa tan fina, que era talmente una navaja de afeitar; pintado de negro charolado y brillante como un zapato de señor, y el vientre blanco, deslumbrante, ni más ni menos que una anguila: lo que era». 

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez


Astillero. Playa de Valencia. 1904

Joaquín Sorolla y Bastida

Óleo. 53,50 x 71,50

Museo Sorolla
 


sábado, 5 de junio de 2021

El Corpus según Blasco Ibáñez. Y 13

«Caía de los balcones una lluvia de pétalos de rosa, volaba el talco como nube de vidrio molido, estallaban luces de colores en todas las esquinas, y entre el perfume del incienso, el agudo reclamo de las cornetas, la grave lamentación de la música, la melancólica salmodia de los sacerdotes y el infantil balbuceo de las campanillas de plata, avanzaba el palio abrumado por la lluvia de flores, iluminado por el resplandor de incendio de las bengalas; y el sol de oro, mostrándose en medio de tal aparato, enloquecía a la muchedumbre levantina, pronta siempre a entusiasmarse por todo lo que deslumbra, e inconscientemente, lanzando un rugido de asombro, empujábanse unos a otros, como si quisieran coger con sus manos el áureo y sagrado astro, y los soldados que guardaban el palio tenían que empujar rudamente con sus culatas para conservar libre el paso.

Tras el palio, la gente admiraba un nuevo grupo de capas de oro, sobre las cuales sobresalía la puntiaguda mitra y el brillante báculo. Después, ajustando sus pasos al compás de la marcha musical, desfilaban los rojos fajines y los portacirios de plata de los concejales; y por fin, con un tránsito obscuro de la luz a la sombra, pasaba la negra masa de la tropa, en la cual los instrumentos de música lanzaban amortiguados destellos y los filos de las bayonetas y los sables brillaban como hilillos de luz.».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez
 


Niños con flores en el balcón
 
Ignacio Pinazo Camarlench

 

jueves, 3 de junio de 2021

El Corpus según Blasco Ibáñez. 12

«Acercábase el epílogo de la procesión. Sonaba a lo lejos la grave melopea de la marcha solemne y religiosa que entonaba la banda militar. Las cornetas de los regimientos formados en la carrera batían marcha; y mientras los soldados requerían su fusil para inclinarse al paso del Sacramento, la muchedumbre agitábase para ganar un palmo de terreno donde hincar las rodillas.

Estallaban luces de colores, y a su resplandor, tan pronto blanco como rojo, veíanse a lo lejos, terminando la doble fila de cirios, los sacerdotes con capas de oro, manejando los incensarios, con un continuo choque de cadenillas de plata, en el fondo de una nube de azulado y oloroso humo; sobre ella, agitándose dorado y tembloroso entre sus deslumbrantes varas, el palio, que avanzaba lentamente, y bajo la movible tienda de seda, como un sol asomando entre nubes de perfumes, la deslumbrante custodia, que hacía bajar las cabezas, como si nadie pudiera resistir la fuerza de su brillo.

El poético aparato del culto católico imponíase a la muchedumbre con toda su fuerza sugestiva. Las mujeres llevábanse las manos a los ojos, humedecidos sin saber por qué, y las viejas golpeábanse con furia el pecho, entre suspiros de agonizante, lanzando un «¡Señor, Dios mío!» que hacía volver con inquietud la cabeza a los más próximos.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Procesión del Corpus. 1900

 Barberá Masip

 

martes, 1 de junio de 2021

El Corpus según Blasco Ibáñez. 11

«La muchedumbre permanecía embobada. El aparato religioso, las imágenes de plata, los cleros entonando sus himnos a voces solas, las interminables cofradías, no la habían impresionado tanto como este continuo desfile de grandezas humanas; y sus ojos se iban deslumbrados tras las fajas de los generales, las placas que centelleaban como soles, los bordados de caprichoso arabesco, las empuñaduras cinceladas y brillantes y las bandas de moaré que cruzaban los pechos como un arroyo ondeante de colorines.

Arriba, en los balcones, la curiosidad señalaba con el dedo a los personajes conocidos que se mostraban a la luz de los cirios, y las cabezas erguidas de algunos invitados cruzaban saludos con las señoras, sin perder por esto el gesto de gravedad propio de las circunstancias».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez
 

Viendo la Procesión del Corpus
 
Calle de Caballeros
 
Todocolección