lunes, 31 de diciembre de 2018

La Navidad según Blasco Ibáñez. 17

«Visanteta, insensible a las miradas agradecidas del ama y contestando a sus palabras con gruñidos, seguía trabajando. Abrió el armario del aparador y puso sobre la mesa los entremeses: pepinillos destilando vinagre, aceitunas grises mezcladas con salitrosas alcaparras, sardinas de Nantes con su casaquilla plateada, rodajas de salchichón finas y transparentes, y frescos rábanos de encendido ropaje y tiesos moñetes de hojas, todo en verdes pámpanos de porcelana».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Puesto de aceitunas y encurtidos en el Mercado Central

http://www.elmundo.es/

domingo, 30 de diciembre de 2018

La Navidad según Blasco Ibáñez. 16

«Allá fueron ellas, y al entrar vieron a Nelet el cochero en mangas de camisa, con un cuchillo en la mano, ocupado, con la gravedad de un sacrificador, en abrirle el gañote a un robusto capón que sostenía Visanteta por las patas. La otra criada de la casa, que la echaba de sensible y ejercía cerca de las señoritas las funciones de doncella, volvía la espalda al sacrificio y vigilaba las marmitas y cazuelas que hervían sobre los fogones del banco».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Desplumando aves en el matadero de la calle Pelayo

La Semana Gráfica. 27 de diciembre de 1930

sábado, 29 de diciembre de 2018

La Navidad según Blasco Ibáñez. 15

«Hasta allí llegaban los preparativos de la fiesta. Sobre la mesa veíanse, formando círculo, varias bandejas con pasteles de espuma, blancos en su base, destilando almíbar, dorados suavemente en sus dentelladas crestas, y entre los cuales asomaba la tarjeta del que enviaba el dulce recuerdo; dos grandes tortadas ostentando en su superficie de azúcar pulido como un espejo frutas confitadas en caprichosos grupos; y en el centro de la mesa el ramillete de casa Burriel, arquitectura de turrón, y merengue que afectaba la forma de un castillo surgiendo de un montón de flores y rematado por una bailarina que, montada sobre un alambre, danzaba temblorosa sobre la obra maestra de confitería».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



La pastelería de Eugenio Burriel

Todocolección

viernes, 28 de diciembre de 2018

La Navidad según Blasco Ibáñez. 14

«El primer día del año, a las ocho de la mañana, Concha y Amparo ya habían abandonado el lecho, extraña diligencia en ellas, que por lo común no se levantaban hasta las diez.

Ligeritas de ropa a pesar de la estación, revoloteaban alegremente por su cuarto, que ofrecía el desorden del despertar, en torno de las dos camitas de inmaculada blancura, que en sus arrugadas sábanas guardaban el calor de los cuerpos jóvenes y ese perfume de salud y de vida que exhalan las carnes sanas y virginales».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Después del baño. 1892

Óleo. 128 x 195 

Museo Sorolla

Joaquín Sorolla y Bastida

jueves, 27 de diciembre de 2018

La Navidad según Blasco Ibáñez. 13

«…entraron otra vez en el Trench, buscando los postres, la tiendecilla del turronero establecido en un portal.

Allí estaba el de Jijona, con sombrerón de terciopelo, traje de paño negro y el ancho cuello de la camisa sujeto por un broche de plata. Al lado la mujer, con su rostro redondo y sonrosado de manzana y el pelo estirado cruelmente hacia la nuca, cayendo en gruesa trenza por la espalda sobre la pañoleta de vistosos colores. La mesa blanca, de inmaculada pureza, sustentaba, formando columna, las cajitas de áspera película conteniendo el harinoso turrón, los cajones de peladillas y las uvas puntiagudas, hábilmente conservadas, lustrosas y transparentes, como de cera, y con un delicado color de ámbar».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez




Nevidad. 1896

Cecilio Pla y Gallardo

miércoles, 26 de diciembre de 2018

La Navidad según Blasco Ibáñez. 12

«Todavía faltaba lo más importante: el pavo, protagonista de la gastronómica fiesta; y la señora y su cochero, empujados rudamente por la corriente humana, atravesaron una profunda portada semejante a un túnel, viéndose en el _Clòt_, en la plaza Redonda, que parecía un circo con su doble fila de balcones.

Sobre el rumor del gentío, que encerrado y oprimido en tan estrecho espacio tenía bramidos de amor tempestuoso, destacábase el agudo chillido de la aterrada gallina, el arrullo del palomo, el trompeteo insolente del gallo, matón de roja montera, agresivo y jactancioso, y el monótono y discordante quejido del triste pato, que, vulgar hasta en su muerte, sólo conseguía atraerse la atención de los compradores pobres.

Sobre el suelo, con las patas atadas, recordando tal vez en aquella atmósfera de sofocación y estruendo las tranquilas llanuras de la Mancha o las polvorientas carreteras por donde vinieron siguiendo la caña del conductor, estaban los pavos, con sus pardas túnicas y rojas caperuzas, graves, melancólicos, reflexivos, formando coro como cónclave de sesudos cardenales y moviendo filosóficamente su moco inflamado, para lanzar siempre el mismo cloc-cloc-cloc prolongado hasta lo infinito.

Doña Manuela buscó lo más raro y costoso del Mercado: tres pares de perdices, que bailoteaban con descoco dentro de una jaula, mostrando sus polonesas encarnadas. Visanteta las arreglaría para la cena de la noche. Después compró el pavo, un animal enorme que Nelet cogió con cariño casi fraternal, después de tentarle varias veces los muslos con una admiración que estallaba en brutales carcajadas».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Mercado de aves

Todocolección

martes, 25 de diciembre de 2018

La Navidad según Blasco Ibáñez. 11

«Otra vez las compras; pero ahora fuera de la plaza, en la calle del Trench. Allí estaban las gallineras en sus mesas empavesadas de aves muertas colgando del pico, con la cresta desmayada, y cayéndoles como faldones de dorada casaca las rubias mantecas. Las salchicherías exhalaban por sus puertas acre olor de especias, con cortinajes de seca longaniza en los escaparates y filas de jamones tapizando las paredes; las tocinerías tenían el frontis adornado con pabellones de morcilla y la blanca manteca en palanganas de loza, formando puntiagudas pirámides de sorbetes, y los despachos de los atuneros exhibían los aplastados bacalaos que rezuman sal; las tortugas, que colgantes de un garfio patalean furiosas en el espacio, estirando fuera de la concha su cabeza de serpiente; las pintarrajeadas magras del atún fresco, y las ristras de colmillos de pez, amarillentos y puntiagudos, que las madres compran para la dentición de los niños».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Calle del Trench desde la Plaza Lope de Vega. Principios del XX

http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?p=85790292

lunes, 24 de diciembre de 2018

La Navidad según Blasco Ibáñez. 10

«La peregrinación prosiguió a lo largo de unas mesas en las cuales, bajo toldos de madera, estaban apiladas las frutas del tiempo: las manzanas amarillas con la transparencia lustrosa de la cera; las peras cenicientas y rugosas atadas en racimos y colgantes de los clavos; las naranjas doradas formando pirámides sobre un trozo de arpillera, y los melones mustios por una larga conservación, estrangulados por el cordel que los sostenía días antes de los costillares de la barraca, con la corteza blanducha, pero guardando en su interior la frescura de la nieve y la empalagosa dulzura de la miel. A un extremo del mercadillo, cerca del Repeso, los panaderos con sus mesas atestadas de libretas blancas y morenas, prolongadas unas, como barcos, y redondas y con festones otras, como bonetes de paje; y un poco más allá, los «tíos» de Elche mostrando sus enormes sombreros tras la celosía formada por los racimos de dátiles de un amarillo rabioso».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Puesto de frutas en el Mercado Central

http://www.elmundo.es/

domingo, 23 de diciembre de 2018

La Navidad según Blasco Ibáñez. 09

«Doña Manuela iba siguiendo los callejones tortuosos formados por las mesas cercanas al mercadillo de las flores. Allí estaba toda la aristocracia del Mercado, la sangre azul de la reventa, las mozas guapas y las matronas de tez tostada y espléndidas carnes, con su aderezo de perlas y pañuelo de seda de vivos colores. Doña Manuela continuaba haciendo sus compras, deteniéndose ante los productos raros y extraños para la estación que puede ofrecer una huerta fecunda, cuyas entrañas jamás descansan y que el clima convierte en invernadero. En lechos de hojas estaban alineados y colocados con cierto arte los pimientos y tomates, con sus rubicundeces falsas de productos casi artificiales; los guisantes en sus verdes fundas; todo apetitoso y exótico, pero tan caro, que al oír sus precios retrocedían con asombro los buenos burgueses que por espíritu de economía iban al Mercado con la espuerta bajo la raída capa.

Allí era donde resultaba más insufrible el monótono zumbido del Mercado. El techo bajo de los pórticos repercutía y agrandaba las voces de los compradores. Un hedor repugnante de carne cruda impregnaba el ambiente, y sobre la línea de mostradores ostentábanse los rojos costillares pendientes de garfios, las piernas de toro con sus encarnados músculos asomando entre la amarillenta grasa con una armonía de tonos que recordaba la bandera nacional, y los cabritos desollados, con las orejas tiesas, los ojos llorosos y el vientre abierto, como si acabase de pasar un Herodes exterminando la inocencia».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Carnicería en el Mercado de Mossén Sorell

Subida por Pilar Martínez Olmos a VAHG

sábado, 22 de diciembre de 2018

La Navidad según Blasco Ibáñez. 08

«Andábase con dificultad, temiendo meter el pie en las esteras de esparto redondas y de altos bordes, en las cuales amontonábanse, formando pirámide, las lustrosas castañas de color chocolate y las avellanas, que exhalaban el acre perfume de los bosques. Las nueces lanzaban en sus sacos un alegre cloc-cloc cada vez que la mano del comprador las removía para apreciar su calidad; y un poco más adentro, como un tesoro difícil de guardar, estaba en pequeños sacos la aristocracia del casquijo, las bellotas dulzonas, atrayendo las miradas de los golosos».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Vendedora de frutos secos en Abastos

Colección Manolo Lozano

viernes, 21 de diciembre de 2018

La Navidad según Blasco Ibáñez. 07

«Doña Manuela marchaba por el estrecho callejón que formaban las huertanas, sentadas en silletas de esparto, teniendo en el regazo la mugrienta balanza, y sobre los cestos, colocados boca abajo, las frescas verduras. Allí, los obscuros manojos de espinacas; las grandes coles, como rosas de blanca y rizada blonda encerradas en estuches de hojas; la escarola con tonos de marfil; los humildes nabos de color de tierra, erizados todavía de sutiles raíces semejantes a canas; los apios, cabelleras vegetales, guardando en sus frescas bucles el viento de los campos, y los rábanos, encendidos, destacándose como gotas de sangre sobre el mullido lecho de hortalizas. Más allá, filas de sacos mostrando por sus abiertas bocas las patatas de Aragón, de barnizada piel, y tras ellos los churros , cohibidos y humildes, esperando quien les compre la cosecha, arrancada a una tierra ingrata en fuerza de arañar todo un año sus entrañas sin jugo».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Puestos de frutas y verduras en la Plaza del Mercado. Años 20

?

jueves, 20 de diciembre de 2018

La Navidad según Blasco Ibáñez. 06

«En este ancho espacio, que es para Valencia vientre y pulmón a un tiempo, el día de Nochebuena reinaba una agitación que hacía subir hasta más arriba de los tejados un sordo rumor de colosal avispero.

La plaza, con sus puestos de venta al aire libre, sus toldos viejos, temblones al menor soplo del viento, y bañados por el rojo sol con una transparencia acaramelada, sus vendedores vociferantes, su cielo azul sin nube alguna, su exceso de luz que lo doraba todo a fuego, desde los muros de la Lonja a los cestones de caña de las verduleras, y su vaho de hortalizas pisoteadas y frutas maduras prematuramente por una temperatura siempre cálida, hacía recordar las ferias africanas, un mercado marroquí con su multitud inquieta, sus ensordecedores gritos y el nervioso oleaje de los compradores.

La multitud, chocando cestas y capazos, arremolinábase en el arroyo central; dábanse tremendos encontrones los compradores; algunos, al mirar atrás, tropezaban rudamente con los mástiles de los toldos, y más de una vez, los que con el cesto de la compra a los pies regateaban tenazmente eran sorprendidos por el embate brutal y arrollador del agitado mar de cabezas. Algunos carros cargados de hortalizas avanzaban lentamente rompiendo la corriente humana, y al sonar el pito del tranvía que pasaba por el centro de la plaza, la gente apartábase lentamente, abriendo paso al jamelgo que tiraba del charolado coche, atestado de pasajeros hasta las plataformas. Sobre el zumbido confuso y monótono que producían los miles de conversaciones sostenidas a la vez en toda la plaza, destacábanse los gritos de los vendedores sin puesto fijo, agudos y rechinantes unos, como chillido de pájaro pedigüeño, graves y foscos otros, como si ofreciesen la mercancía con mal humor».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Plaza del Mercado. 1888

http://gaiarestauracion.blogspot.com/

miércoles, 19 de diciembre de 2018

La Navidad según Blasco Ibáñez. 05

«Frente a la Lonja, el Principal, pobrísimo edificio, mezquino cuerpo de guardia, por cuya puerta pasea el centinela arma al brazo, con aire aburrido, rozando con su bayoneta a los soldados libres de servicio, que digieren el insípido rancho contemplando el oleaje de alimentos que se extiende por la plaza. Más allá, sobre el revoltijo de toldos, el tejado de cinc del mercadillo de las flores; a la derecha, las dos entradas de los pórticos del Mercado Nuevo, con las chatas columnas pintadas de amarillo rabioso; en el lado opuesto, la calle de las Mantas, como un portalón de galera antigua, empavesada con telas ondeantes y multicolores que las tiendas de ropas cuelgan como muestra de los altos balcones; en torno de la plaza, cortados por las bocacalles, grupos de estrechas fachadas, balcones aglomerados, paredes con rótulos, y en todos los pisos bajos, tiendas de comestibles, ropas, drogas y bebidas, luciendo en las puertas, como título del establecimiento, cuantos santos tiene la corte celestial y cuantos animales vulgares guarda la escala zoológica.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez






http://verumvalentia.blogspot.com/2018/12/49-el-principal-de-la-plaza-del-mercado.html

martes, 18 de diciembre de 2018

La Navidad según Blasco Ibáñez. 04

«¡Cómo estaba grabado en su memoria el aspecto de la plaza! La veía cerrando los ojos y podía ir describiéndola sin olvidar un solo detalle. Desde el lugar que ocupaba veía al frente la iglesia de los Santos Juanes, con su terraza de oxidadas barandillas, teniendo abajo, casi en los cimientos, las lóbregas y húmedas covachuelas donde los hojalateros establecen sus tiendas desde fecha remota. Arriba, la fachada de piedra lisa, amarillenta, carcomida, con un retablo de gastada es cultura, dos portadas vulgares, una fila de ventanas bajo el alero, santos berroqueños al nivel de los tejados, y como final, el campanil triangular con sus tres balconcillos, su reloj descolorido y descompuesto, rematado todo por la fina pirámide, a cuyo extremo, a guisa de veleta y posado sobre una esfera, gira pesadamente el pájaro fabuloso, el popular _pardalòt_ con su cola de abanico».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Covetes de Sant Joan

Estampa. 21 de mayo de 1932

lunes, 17 de diciembre de 2018

La Navidad según Blasco Ibáñez. 03

«Doña Manuela permaneció inmóvil algunos minutos en la bocacalle. Parecía mareada y confusa por el ruidoso oleaje de la multitud; pero en realidad, lo que más la turbaba eran los pensamientos que acudían a su memoria. Conocía bien la plaza; había pasado en ella una parte de su juventud, y cuando de tarde en tarde iba al Mercado por ser víspera de festividad en que se encendían todos los hornillos de su cocina, experimentaba la impresión del que tras un largo viaje por países extraños vuelve a su verdadera patria».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Plaza del Mercado

Todocolección

domingo, 16 de diciembre de 2018

La Navidad según Blasco Ibáñez. 02

«¡Gran Dios...! ¡cuánta gente! Valencia entera estaba allí. Todos los años ocurría lo mismo en el día de Nochebuena. Aquel mercado extraordinario, que se prolongaba hasta bien entrada la noche, resultaba una festividad ruidosa, la explosión de alegría y bullicio de un pueblo que entre montones de alimentos y aspirando el tufillo de las mil cosas que satisfacen la voracidad humana, regocijábase al pensar en los atracones del día siguiente. En aquella plaza larga, ligeramente arqueada y estrecha en sus extremos, como un intestino hinchado, amontonábanse las nubes de alimentos que habían de desparramarse como nutritiva lluvia sobre las mesas, satisfaciendo la gigantesca gula de la Navidad, fiesta gastronómica, que es como el estómago del año».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Plaza del Mercado

?

sábado, 15 de diciembre de 2018

La Navidad según Blasco Ibáñez. 01

«A las tres de la tarde entró doña Manuela en la plaza del Mercado, envuelto el airoso busto en un abrigo cuyos faldones casi llegaban al borde de la falda, cuidadosamente enguantada, con el limosnero al puño y velado el rostro por la tenue blonda de la mantilla.

Tras ella, formando una pareja silenciosa, marchaban el cochero y la criada: un mocetón de rostro carrilludo y afeitado que respiraba brutal jocosidad, luciendo con tanta satisfacción como embarazo los pesados borceguíes, el terno azul con vivos rojos y botones dorados y la gorra de hule de ancho plato, y a su lado una muchacha morena y guapota, con peinado de rodete y agujas de perlas, completando este tocado de la huerta su traje mixto, en el que se mezclaban los adornos de la ciudad con los del campo.

El cochero, con una enorme cesta en la mano y una espuerta no menor a la espalda, tenía la expresión resignada y pacienzuda de la bestia que presiente la carga. La muchacha también llevaba una cesta de blanco mimbre, cuyas tapas movíanse al compás de la marcha, haciendo que el interior sonase a hueco; pero no se preocupaba de ella, atenta únicamente a mirar con ceño a los transeúntes demasiado curiosos o a pasear ojeadas hurañas de la señora al cochero o viceversa. Cuando, doblando la esquina, entraron los tres en la plaza del Mercado, doña Manuela se detuvo como desorientada».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Plaza del Mercado

http://www.indumentariatradicional.com/

viernes, 14 de diciembre de 2018

Sirviéndole de tumba el armazón de tablas

«Y la infeliz mujer, siempre esperando en el puerto con sus dos hijos, tan pronto desesperada como animándose con extraña esperanza, hasta que por fin, a los doce días, una escampavía que costeaba persiguiendo el contrabando, condujo a la playa la barca del tío Pascualo con la quilla al aire, negra, lustrosa con la viscosidad del mar, flotando lúgubremente como gigantesco ataúd y rodeada de un enjambre de extraños peces, pequeños monstruos que parecían atraídos por un cebo que husmeaban á través de las quebrantadas tablas.

Sacaron la barca a la orilla. El mástil estaba roto a ras de la cubierta, la cala llena de agua; y cuando los pescadores pudieron bajar á ella para acabar de vaciarla a fuerza de cubos, sus pies hundidos entre las cuerdas y cestones que aun estaban allí revueltos, tropezaron con algo blando y viscoso que les hizo gritar con instintivo horror. Era un muerto. Y hundiendo sus brazos en el agua que quedaba en el fondo de la bodega, sacaron un cuerpo hinchado, verdoso, con el vientre enorme próximo a estallar, la cabeza destrozada como repugnante masa, y en todo el cuerpo mordeduras de voraces pececillos que, no soltando su presa, erizábanse sobre el cadáver, comunicándole espeluznantes estremecimientos.

Era el tío Pascualo; pero tan horrible, que la viuda prorrumpió en lamentos, sin atreverse a tocar la masa repugnante. Algún golpe de mar le había arrojado al fondo de la cala antes que la barca se perdiese, y allí se quedó con la cabeza destrozada, sirviéndole de tumba el armazón de tablas, ilusión de toda su vida, que representaba treinta años de economías amasadas ochavo sobre ochavo».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez


La tragedia de la barca "Grao"

Estampa. 7 de enero de 1933

https://fullesgroguesvoramar.blogspot.com/2018/05/la-tragedia-de-la-barca-grao.html

jueves, 13 de diciembre de 2018

Un vividor de los más tenaces que se conocían en el Cabañal

«Una sola no volvió: la barca del tío Pascualo, un vividor de los más tenaces que se conocían en el Cabañal, siempre rabiando por conquistar la peseta, pescador en invierno y contrabandista en verano, gran marinero y constante visitador de las playas de Argel y Orán, a las que llamaba con familiaridad la còsta d’afòra , como si se tratase de la acera de enfrente.

Su mujer, Tona, pasó más de una semana esperándole en el puerto, siempre con un arrapiezo al pecho y otro más talludo y gordinflón agarrado a sus faldas. Esperaba a su Pascual, y a cada nuevo informe que la daban, prorrumpía en lamentaciones y se mesaba los pelos, llamando a gritos a María Santísima. 

Los pescadores no se expresaban con claridad, pero al hablarla ponían el gesto fosco. Habían visto la barca corriendo el temporal frente al cabo de San Antonio; le faltaban las velas; no pudo ganar tierra, y hasta alguno creía haberla visto al pie de una ola enorme, hinchada, verdosa, que la cogió de lado, no pudiendo asegurar si reapareció o fue engullida por el agua».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez


Pesca del bou. Regresando

Todocolección

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Los piratas de la playa arreaban alegremente sus caballerías

«Los piratas de la playa arreaban alegremente sus caballerías como legítimos poseedores del botín, sin pensar que tal vez estaba salpicado con la sangre de los infelices extranjeros que dejaban á sus espaldas tendidos sobre la arena.

En la playa, los carabineros y la muchedumbre inactiva formaban corros más curiosos que aterrados en torno de unos cuantos cadáveres tendidos entre el agua y la arena, hermosos mocetones rubios y fornidos, mostrando por entre los jirones de sus ropas la carne dura, de blancura femenil, mientras sus ojos azules, turbios é inmóviles, miraban al cielo con misteriosa expresión».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



La Patacona. 1925

https://vicenticoaa.blogspot.com/2013/03/alboraya-valencia.html

martes, 11 de diciembre de 2018

Que habían de convertirse en techumbres de nuevas barracas

«Su cargamento era madera del Norte; y mansamente empujados por los suaves estremecimientos del mar, iban hacia la playa las enormes vigas, los aserrados tablones que, pescados por el revuelto enjambre de puntos negros que pululaba en la playa, desaparecían como tragados por la arena. 

Bien trabajaban aquellas hormigas. Para ellas era la tempestad. Y por los caminos de la huerta de Ruzafa deslizábanse arrastradas las hermosas maderas del Norte, que habían de convertirse en techumbres de nuevas barracas».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Barraca en la huerta de Ruzafa

Todocolección

lunes, 10 de diciembre de 2018

Lo primero que doraron sus rayos en la playa de Nazaret

«Llovió durante toda la noche, y muchas mujeres esperaron el amanecer en el muelle, combatido por el oleaje, envueltas en el calado mantón, en cuclillas sobre el barro negruzco del carbón de piedra, rezando a gritos para ser oídas mejor por los sordos de arriba, e interrumpiendo algunas veces su oración para tirarse de los revueltos pelos, lanzando a lo alto, en un arranque de odio y resentimiento, las terribles blasfemias de la Pescadería.

«¡Hermoso amanecer! El sol asomó su hipócrita cara tras la tranquila línea del mar, matizada a trechos por las espumas de la noche anterior; extendió sobre las aguas su ancha faja de reflejos dorados e inquietos, embelleciéndolo todo; allí no había pasado nada; y lo primero que doraron sus rayos en la playa de Nazaret, fue el casco destrozado de un bergantín noruego encallado la noche anterior, hundido en la arena, mostrando a flor de agua sus costados despanzurrados, hechos astillas, y los palos rotos tremolando todavía jirones de velas».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Playa de Nazaret

http://youvalencia.com/index.html/tag/playa/page/5/

domingo, 9 de diciembre de 2018

Expuestas a ser devoradas por las olas que escalaban los peñascos

«Grupos de mujeres desmelenadas, frenéticas de dolor, roncas de gritar sus aclamaciones al cielo, corrían por el muelle de Levante, expuestas a ser devoradas por las olas que escalaban los peñascos, mojadas por el polvo de amarga agua que escupía la furiosa marea, y miraban ansiosas el horizonte, como si en la sombra pudieran distinguir la lenta y horrible agonía de las últimas barcas. 

Faltaban muchas a llegar. ¿Dónde estarían? ¡Ay Dios!... ¡qué felices eran las mujeres que estaban en el puerto abrazando a sus maridos e hijos, mientras los otros, más infortunados, corrían dentro de un ataúd al través de la noche, saltando de ola en ola, rodando a lo más hondo de hirvientes simas, sintiendo bajo los pies el crujir de las quebrantadas tablas y sobre la cabeza la lívida montaña de agua próxima a desplomarse!»

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Faro de Valencia

https://pescarenvalencia.mforos.com/

sábado, 8 de diciembre de 2018

Aquella noche dejó memoria en el Cabañal

«La suerte de tantos padres a quienes la tempestad habría sorprendido ganándose el pan, hacía temblar a la gente de la playa; y a cada mugido del viento, todos, bamboleándose sobre la arena, pensaban en los robustos mástiles, en las triangulares velas que tal vez en el mismo momento se hacían trizas. 

A media tarde en el horizonte, cada vez más obscuro, comenzó a marcarse una línea de velas, como inquietos copos de espuma, que tan pronto se remontaban como desaparecían.

Llegaban como rebaño asustado y en dispersión, dando tumbos sobre las lívidas olas, perseguidas siempre por el mugido feroz, que parecía divertirse arrancándolas en cada papirotazo una vela, un trozo de mástil o el timón, hasta que levantando una montaña de agua verdosa, cogía de través a la desmantelada barca y se la sorbía.

La última y más terrible lucha fue a la entrada del puerto. En las barcas que consiguieron entrar, los tripulantes, mojados de pies a cabeza, recibían los abrazos de sus familias con ojos de idiota, como resucitados que se asombran al verse de pronto en plena vida. Aquella noche dejó memoria en el Cabañal».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez


Restos del naufragio del "Vapor Villarreal" en la playa de Pinedo

17 de marzo de 1908

Arxiu Fotogràfic de Barcelona

viernes, 7 de diciembre de 2018

Y se fijaban con inquietud en la entrada del puerto, en la avanzada escollera de Levante

«A mediodía cambió el tiempo. Sopló el viento de Levante, tan terrible en el golfo de Valencia; el mar se rizó levemente; avanzó el huracán, arrugando la tersa superficie, que tomaba un color lívido, y un montón de nubes corriéronse desde el horizonte, cubriendo al sol. 

En la playa fue grande la alarma. Aquel viento anunciaba para las pobres gentes, duchas en las desgracias del mar, una tempestad de las que dejan rastro en los hogares de los pescadores. 

Alborotábanse las pobres mujeres, y con las faldas azotadas por el viento corrían por la playa sin saber dónde ir, dando espantosos alaridos y encomendándose á todos los santos de su devoción, mientras que los hombres, pálidos, ceñudos, chupando sus cigarrillos y poniéndose al abrigo de las barcas varadas en la arena, examinaban el horizonte, cada vez más obscuro, con la mirada concentrada y poderosa de las gentes del mar, y se fijaban con inquietud en la entrada del puerto, en la avanzada escollera de Levante, rojos pedruscos sobre los cuales comenzaban á romperse las primeras moles de agua, cubriéndolos de hirvientes espumarajos».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez


Fotograma de la película de 1960 "The Boy Who Stole a Million"

https://www.dailymotion.com/video/x3rrrjz

jueves, 6 de diciembre de 2018

Para regresar al Cabañal, en cuya playa esperaban impacientes las pescaderas

«Habían pasado muchos años, y sin embargo, unos por referencia y otros como testigos presenciales, todos se acordaban en el Cabañal de lo ocurrido un martes de Cuaresma. 

El día fue de los más hermosos. El mar estaba tranquilo, terso como un espejo, sin la más ligera ondulación, reflejando el inquieto triángulo de oro que formaba el sol sobre las muertas aguas. 

Vendíase el pescado como una bendición de Dios. La demanda era mucha en el mercado de Valencia, y las barcas arrastraban sus redes frente al cabo de San Antonio sin la menor inquietud, fiadas en la calma y deseando sus patrones llenar las cestas cuanto antes para regresar al Cabañal, en cuya playa esperaban impacientes las pescaderas».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Nuevo Mundo. 10 de octubre de 1912

miércoles, 5 de diciembre de 2018

Espéramos en la chocolatería

«— Espéramos en la chocolatería — ordenó la vieja al tartanero. 

Y el respetable grupo de mantones a cuadros y faldas de insufrible tufo salió de la Pescadería, conmoviendo las losas con su rudo chancleteo.

(...)

Tomaron posesión de la chocolatería, como antiguas parroquianas, dejando sobre las mesitas de mármol las cestas de Rosario, que apestaban, mezclando su olor de podredumbre con el perfume de chocolate barato que salía de la cocina inmediata.

La tía Picores bufaba de satisfacción al verse en la fresca sala que constituía su mayor lujo, contemplando todos los detalles, que le eran tan conocidos: el zócalo de pintarrajeada esterilla; las paredes de blancos azulejos; la mampara de cristales helados con cortinillas rojas; en la puerta las heladoras, inmóviles, con la panza enfundada en corcho y puntiaguda caperuza de metal; más adentro el mostrador, con sus dos urnas de cristal para los bizcochos y los azucarillos, y tras él la dueña dormitando, moviendo perezosamente la caña con su cabellera de rizados papeles para espantar el enjambre de moscas.

¿Qué iban a tomar? ¡Lo de siempre!... eso no se pregunta. Jícara de a onza por barba y vaso de refresco. 

Con este eran cuatro chocolates los que había engullido la tía Picores en la mañana; pero su estómago y el de sus amigas estaban a prueba del Caracas falsificado, que sorbían con sibarítico placer. ¿Había cosa mejor en el mundo? Aquello alargaba la vida. Y las arrugadas narices de las viejas contraíanse con expresión ansiosa, aspirando el humillo azulado que exhalaban las blancas jícaras. 

Salían los pedazos de ensaimada chorreando obscura pasta para sumirse en las bocas desdentadas, mientras que las dos jóvenes apenas si comían, permaneciendo con la cabeza baja para no cruzar sus miradas. 

Pero como ya la jícara de la tía Picores estaba casi vacía, intervino su vozarrón en el penoso silencio».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Plaza redonda

http://www.jdiezarnal.com/valenciaplazaredonda.html

martes, 4 de diciembre de 2018

Y los municipales fueron de puesto en puesto entre la algarabía infernal

«Dolores vio su cabeza cubierta con un pañuelo de seda que le tapaba la ensangrentada oreja; las pescadoras ocuparon sus mesas con cómica gravedad, pregonando el pescado a todo pulmón, y los municipales fueron de puesto en puesto entre la algarabía infernal sin merecer otra respuesta que airadas palabras. 

¿Qué buscaban allí? En otra parte estaba su ocupación. Allí nada había ocurrido. Siempre acudían donde no les llamaban. 

Y tuvieron que salir de la Pescadería con las orejas gachas, perseguidos por el vozarrón cascado de la tía Picores, indignada ante la oficiosidad de tales mequetrefes y por el irónico retintín de las balanzas, que parecían darles una cencerrada».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez




Escena del Mercado, con la Lonja y los Santos Juanes hacia 1906 

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lunes, 3 de diciembre de 2018

Por encima del gentío asomaban los kepis de los municipales

«Por encima del gentío asomaban los kepis de los municipales, pugnando por abrirse paso... La vieja dio órdenes. Todas á sus puestos, y mutis . No era cosa de dar gusto á aquellos vagos para que las fastidiasen con citaciones y juicios. Allí no había pasado nada».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Plaza del Mercado

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domingo, 2 de diciembre de 2018

Se agarraron en medio del pasadizo húmedo y pegajoso

«Pero su triunfo duró poco. Al volver el sonriente rostro recibió en los ojos y las narices dos puñados de sardinas que le arrojó Rosario, ciega de furor... ¿A ella tal insulto? Que saliera aquel pendón; quería verle la cara. 

Y Dolores se echó fuera de su puesto, remangándose aun más los brazos, con los ojos moteados por el extraño fulgor de sus puntos de oro. 

Allá iba la otra: con la cabeza baja, mascullando las más atroces palabrotas; temblando de pies a cabeza por la rabia y atropellando a cuantos intentaron detenerla. 

Se agarraron en medio del pasadizo húmedo y pegajoso, entre las dos filas de mesas.La mujercita nerviosa y débil chocó con ímpetu contra la buena moza sin lograr abatirla. Eran el nervio chocando contra el músculo; la ira azotando a la fuerza, sin causarla la menor emoción. 

Dolores esperó a pie firme, acogiendo a su rival con una lluvia de bofetadas que enrojecieron lívidamente las enjutas mejillas de Rosario; pero de pronto lanzó un alarido, llevándose ambas manos á una oreja. 

Por entre los dedos brotaban hilillos de sangre... ¡Ah, la grandísima perra! La había desgarrado la oreja tirando de uno de aquellos pendientes de gruesas perlas que admiraba la Pescadería entera. 

¿Era este un modo digno de reñir? ¿No resultaba propio de quien tiene el alma atravesada? ¡En la galera estaban muchas con menos motivo! 

Y la hermosa pescadera lloriqueaba, agarrándose la oreja con graciosa expresión de niña dolorida. 

El choque sólo había durado unos segundos».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Ilustración de José Pedraza Ostos para "Flor de mayo"

La novela ilustrada

Cortesía de Marga Preda

sábado, 1 de diciembre de 2018

A las señoras regañonas que acompañaban a sus criadas al mercado

«Tenía de antiguo sus parroquianos, y no se esforzaba gran cosa en atraer nuevos compradores, pero gozaba diabólicamente cuando torciendo el ceño podía escupir alguna terrible palabrota a las señoras regañonas que acompañaban a sus criadas al mercado. 

Su vozarrón cascado era siempre el que decía la última palabra en las disputas de la Pescadería, y todas reían sus chistes horripilantes, las sentencias de filosofía desvergonzada que pronunciaba con aplomo de oráculo».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Plaza del Mercado. 1905

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viernes, 30 de noviembre de 2018

La tía Picores mostrábase majestuosa

«La tía Picores mostrábase majestuosa en la alta poltrona, con su blanducha obesidad de ballena vieja, contrayendo el arrugado y velloso hocico y mudando de postura para sentir mejor la tibia caricia del braserillo, que hasta muy entrado el verano tenía entre los pies, lujo necesario para su cuerpo de anfibio, impregnado de humedad hasta los huesos. Sus manos amoratadas no estaban un momento quietas. Una picazón eterna parecía martirizar su arrugada epidermis, y los gruesos dedos hurgaban en los sobacos, se deslizaban bajo el pañuelo, hundiéndose en la maraña gris, y tan pronto hacía temblar con sus tremendos rascuñones el enorme vientre que caía sobre las rodillas cual amplio delantal, como con un impudor asombroso remangábase la complicada faldamenta de refajos para pellizcarse en las hinchadas pantorrillas».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez




Pescadera del Cabañal

Anna Christian