domingo, 31 de diciembre de 2017

La Navidad según Blasco Ibáñez. 20

«Visanteta, insensible a las miradas agradecidas del ama y contestando a sus palabras con gruñidos, seguía trabajando. Abrió el armario del aparador y puso sobre la mesa los entremeses: pepinillos destilando vinagre, aceitunas grises mezcladas con salitrosas alcaparras, sardinas de Nantes con su casaquilla plateada, rodajas de salchichón finas y transparentes, y frescos rábanos de encendido ropaje y tiesos moñetes de hojas, todo en verdes pámpanos de porcelana».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Puesto de aceitunas y encurtidos en el Mercado Central

http://www.elmundo.es/

sábado, 30 de diciembre de 2017

La Navidad según Blasco Ibáñez. 19

«Allá fueron ellas, y al entrar vieron a Nelet el cochero en mangas de camisa, con un cuchillo en la mano, ocupado, con la gravedad de un sacrificador, en abrirle el gañote a un robusto capón que sostenía Visanteta por las patas. La otra criada de la casa, que la echaba de sensible y ejercía cerca de las señoritas las funciones de doncella, volvía la espalda al sacrificio y vigilaba las marmitas y cazuelas que hervían sobre los fogones del banco».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Desplumando aves en el matadero de la calle Pelayo

La Semana Gráfica. 27 de diciembre de 1930

viernes, 29 de diciembre de 2017

La Navidad según Blasco Ibáñez. 18

«Hasta allí llegaban los preparativos de la fiesta. Sobre la mesa veíanse, formando círculo, varias bandejas con pasteles de espuma, blancos en su base, destilando almíbar, dorados suavemente en sus dentelladas crestas, y entre los cuales asomaba la tarjeta del que enviaba el dulce recuerdo; dos grandes tortadas ostentando en su superficie de azúcar pulido como un espejo frutas confitadas en caprichosos grupos; y en el centro de la mesa el ramillete de casa Burriel, arquitectura de turrón, y merengue que afectaba la forma de un castillo surgiendo de un montón de flores y rematado por una bailarina que, montada sobre un alambre, danzaba temblorosa sobre la obra maestra de confitería».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Todocolección

jueves, 28 de diciembre de 2017

La Navidad según Blasco Ibáñez. 17

«El primer día del año, a las ocho de la mañana, Concha y Amparo ya habían abandonado el lecho, extraña diligencia en ellas, que por lo común no se levantaban hasta las diez.

Ligeritas de ropa a pesar de la estación, revoloteaban alegremente por su cuarto, que ofrecía el desorden del despertar, en torno de las dos camitas de inmaculada blancura, que en sus arrugadas sábanas guardaban el calor de los cuerpos jóvenes y ese perfume de salud y de vida que exhalan las carnes sanas y virginales».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Desnudo de mujer. 1902

Joaquín Sorolla y Bastida

Museo Sorolla

miércoles, 27 de diciembre de 2017

La Navidad según Blasco Ibáñez. 16

«…entraron otra vez en el Trench, buscando los postres, la tiendecilla del turronero establecido en un portal.

Allí estaba el de Jijona, con sombrerón de terciopelo, traje de paño negro y el ancho cuello de la camisa sujeto por un broche de plata. Al lado la mujer, con su rostro redondo y sonrosado de manzana y el pelo estirado cruelmente hacia la nuca, cayendo en gruesa trenza por la espalda sobre la pañoleta de vistosos colores. La mesa blanca, de inmaculada pureza, sustentaba, formando columna, las cajitas de áspera película conteniendo el harinoso turrón, los cajones de peladillas y las uvas puntiagudas, hábilmente conservadas, lustrosas y transparentes, como de cera, y con un delicado color de ámbar.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Cecilio Plá

martes, 26 de diciembre de 2017

La Navidad según Blasco Ibáñez. 15

«Todavía faltaba lo más importante: el pavo, protagonista de la gastronómica fiesta; y la señora y su cochero, empujados rudamente por la corriente humana, atravesaron una profunda portada semejante a un túnel, viéndose en el _Clòt_, en la plaza Redonda, que parecía un circo con su doble fila de balcones.

Sobre el rumor del gentío, que encerrado y oprimido en tan estrecho espacio tenía bramidos de amor tempestuoso, destacábase el agudo chillido de la aterrada gallina, el arrullo del palomo, el trompeteo insolente del gallo, matón de roja montera, agresivo y jactancioso, y el monótono y discordante quejido del triste pato, que, vulgar hasta en su muerte, sólo conseguía atraerse la atención de los compradores pobres.

Sobre el suelo, con las patas atadas, recordando tal vez en aquella atmósfera de sofocación y estruendo las tranquilas llanuras de la Mancha o las polvorientas carreteras por donde vinieron siguiendo la caña del conductor, estaban los pavos, con sus pardas túnicas y rojas caperuzas, graves, melancólicos, reflexivos, formando coro como cónclave de sesudos cardenales y moviendo filosóficamente su moco inflamado, para lanzar siempre el mismo cloc-cloc-cloc prolongado hasta lo infinito.

Doña Manuela buscó lo más raro y costoso del Mercado: tres pares de perdices, que bailoteaban con descoco dentro de una jaula, mostrando sus polonesas encarnadas. Visanteta las arreglaría para la cena de la noche. Después compró el pavo, un animal enorme que Nelet cogió con cariño casi fraternal, después de tentarle varias veces los muslos con una admiración que estallaba en brutales carcajadas.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


"Pegantli la volta al Clot en busca de un bon titot".

Diario de Valencia. Diciembre 1912

lunes, 25 de diciembre de 2017

La Navidad según Blasco Ibáñez. 14

«Otra vez las compras; pero ahora fuera de la plaza, en la calle del Trench. Allí estaban las gallineras en sus mesas empavesadas de aves muertas colgando del pico, con la cresta desmayada, y cayéndoles como faldones de dorada casaca las rubias mantecas. Las salchicherías exhalaban por sus puertas acre olor de especias, con cortinajes de seca longaniza en los escaparates y filas de jamones tapizando las paredes; las tocinerías tenían el frontis adornado con pabellones de morcilla y la blanca manteca en palanganas de loza, formando puntiagudas pirámides de sorbetes, y los despachos de los atuneros exhibían los aplastados bacalaos que rezuman sal; las tortugas, que colgantes de un garfio patalean furiosas en el espacio, estirando fuera de la concha su cabeza de serpiente; las pintarrajeadas magras del atún fresco, y las ristras de colmillos de pez, amarillentos y puntiagudos, que las madres compran para la dentición de los niños».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Calle del Trench desde la Plaza Lope de Vega. Principios del XX

http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?p=85790292

domingo, 24 de diciembre de 2017

La Navidad según Blasco Ibáñez. 13

«La peregrinación prosiguió a lo largo de unas mesas en las cuales, bajo toldos de madera, estaban apiladas las frutas del tiempo: las manzanas amarillas con la transparencia lustrosa de la cera; las peras cenicientas y rugosas atadas en racimos y colgantes de los clavos; las naranjas doradas formando pirámides sobre un trozo de arpillera, y los melones mustios por una larga conservación, estrangulados por el cordel que los sostenía días antes de los costillares de la barraca, con la corteza blanducha, pero guardando en su interior la frescura de la nieve y la empalagosa dulzura de la miel. A un extremo del mercadillo, cerca del Repeso, los panaderos con sus mesas atestadas de libretas blancas y morenas, prolongadas unas, como barcos, y redondas y con festones otras, como bonetes de paje; y un poco más allá, los «tíos» de Elche mostrando sus enormes sombreros tras la celosía formada por los racimos de dátiles de un amarillo rabioso».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Puesto de frutas en el Mercado Central

http://www.elmundo.es/

sábado, 23 de diciembre de 2017

La Navidad según Blasco Ibáñez. 12

«Doña Manuela iba siguiendo los callejones tortuosos formados por las mesas cercanas al mercadillo de las flores. Allí estaba toda la aristocracia del Mercado, la sangre azul de la reventa, las mozas guapas y las matronas de tez tostada y espléndidas carnes, con su aderezo de perlas y pañuelo de seda de vivos colores. Doña Manuela continuaba haciendo sus compras, deteniéndose ante los productos raros y extraños para la estación que puede ofrecer una huerta fecunda, cuyas entrañas jamás descansan y que el clima convierte en invernadero. En lechos de hojas estaban alineados y colocados con cierto arte los pimientos y tomates, con sus rubicundeces falsas de productos casi artificiales; los guisantes en sus verdes fundas; todo apetitoso y exótico, pero tan caro, que al oír sus precios retrocedían con asombro los buenos burgueses que por espíritu de economía iban al Mercado con la espuerta bajo la raída capa.

Allí era donde resultaba más insufrible el monótono zumbido del Mercado. El techo bajo de los pórticos repercutía y agrandaba las voces de los compradores. Un hedor repugnante de carne cruda impregnaba el ambiente, y sobre la línea de mostradores ostentábanse los rojos costillares pendientes de garfios, las piernas de toro con sus encarnados músculos asomando entre la amarillenta grasa con una armonía de tonos que recordaba la bandera nacional, y los cabritos desollados, con las orejas tiesas, los ojos llorosos y el vientre abierto, como si acabase de pasar un Herodes exterminando la inocencia.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Carnicería en el Mercado de Mossén Sorell

Subida por Pilar Martínez Olmos a VAHG

viernes, 22 de diciembre de 2017

La Navidad según Blasco Ibáñez. 11

«Andábase con dificultad, temiendo meter el pie en las esteras de esparto redondas y de altos bordes, en las cuales amontonábanse, formando pirámide, las lustrosas castañas de color chocolate y las avellanas, que exhalaban el acre perfume de los bosques. Las nueces lanzaban en sus sacos un alegre cloc-cloc cada vez que la mano del comprador las removía para apreciar su calidad; y un poco más adentro, como un tesoro difícil de guardar, estaba en pequeños sacos la aristocracia del casquijo, las bellotas dulzonas, atrayendo las miradas de los golosos.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Vendedora de frutos secos en Abastos

Colección Manolo Lozano

VAHG

jueves, 21 de diciembre de 2017

La Navidad según Blasco Ibáñez. 10

«Ya estaba agotado el artículo de verduras; ahora a otra cosa. Y atravesando el arroyo, pasaron a la acera de enfrente, a la del Principal, donde estaban los vendedores del casquijo, ¡Vaya un estrépito de mil diablos! Bien se conocía la proximidad de las escalerillas de San Juan, con sus lóbregas cuevas, abrigo de los ruidosos hojalateros. Un martilleo estridente, un incesante trac-trac del latón aporreado salía de cada una de las covachuelas, cuyas entradas lóbregas, empavesadas con candiles y farolillos, alcuzas y coberteras, todo nuevo, limpio y brillante, recordaban las lorigas de aceradas escamas de los legionarios romanos.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Covetes de sant Joan

Hardware Store. Spain. 1956

Bill Perlmutter

miércoles, 20 de diciembre de 2017

La Navidad según Blasco Ibáñez. 09

«Doña Manuela marchaba por el estrecho callejón que formaban las huertanas, sentadas en silletas de esparto, teniendo en el regazo la mugrienta balanza, y sobre los cestos, colocados boca abajo, las frescas verduras. Allí, los obscuros manojos de espinacas; las grandes coles, como rosas de blanca y rizada blonda encerradas en estuches de hojas; la escarola con tonos de marfil; los humildes nabos de color de tierra, erizados todavía de sutiles raíces semejantes a canas; los apios, cabelleras vegetales, guardando en sus frescas bucles el viento de los campos, y los rábanos, encendidos, destacándose como gotas de sangre sobre el mullido lecho de hortalizas. Más allá, filas de sacos mostrando por sus abiertas bocas las patatas de Aragón, de barnizada piel, y tras ellos los churros , cohibidos y humildes, esperando quien les compre la cosecha, arrancada a una tierra ingrata en fuerza de arañar todo un año sus entrañas sin jugo.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Plaza del Mercado

?

martes, 19 de diciembre de 2017

La Navidad según Blasco Ibáñez. 08

«La multitud, chocando cestas y capazos, arremolinábase en el arroyo central; dábanse tremendos encontrones los compradores; algunos, al mirar atrás, tropezaban rudamente con los mástiles de los toldos, y más de una vez, los que con el cesto de la compra a los pies regateaban tenazmente eran sorprendidos por el embate brutal y arrollador del agitado mar de cabezas. Algunos carros cargados de hortalizas avanzaban lentamente rompiendo la corriente humana, y al sonar el pito del tranvía que pasaba por el centro de la plaza, la gente apartábase lentamente, abriendo paso al jamelgo que tiraba del charolado coche, atestado de pasajeros hasta las plataformas. Sobre el zumbido confuso y monótono que producían los miles de conversaciones sostenidas a la vez en toda la plaza, destacábanse los gritos de los vendedores sin puesto fijo, agudos y rechinantes unos, como chillido de pájaro pedigüeño, graves y foscos otros, como si ofreciesen la mercancía con mal humor.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Plaza del Mercado. 1908

http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=1694486&page=102

lunes, 18 de diciembre de 2017

La Navidad según Blasco Ibáñez. 07

«En este ancho espacio, que es para Valencia vientre y pulmón a un tiempo, el día de Nochebuena reinaba una agitación que hacía subir hasta más arriba de los tejados un sordo rumor de colosal avispero.

La plaza, con sus puestos de venta al aire libre, sus toldos viejos, temblones al menor soplo del viento, y bañados por el rojo sol con una transparencia acaramelada, sus vendedores vociferantes, su cielo azul sin nube alguna, su exceso de luz que lo doraba todo a fuego, desde los muros de la Lonja a los cestones de caña de las verduleras, y su vaho de hortalizas pisoteadas y frutas maduras prematuramente por una temperatura siempre cálida, hacía recordar las ferias africanas, un mercado marroquí con su multitud inquieta, sus ensordecedores gritos y el nervioso oleaje de los compradores.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Plaza del Mercado

Todocolección

domingo, 17 de diciembre de 2017

La Navidad según Blasco Ibáñez. 06

«Frente a la Lonja, el Principal, pobrísimo edificio, mezquino cuerpo de guardia, por cuya puerta pasea el centinela arma al brazo, con aire aburrido, rozando con su bayoneta a los soldados libres de servicio, que digieren el insípido rancho contemplando el oleaje de alimentos que se extiende por la plaza. Más allá, sobre el revoltijo de toldos, el tejado de cinc del mercadillo de las flores; a la derecha, las dos entradas de los pórticos del Mercado Nuevo, con las chatas columnas pintadas de amarillo rabioso; en el lado opuesto, la calle de las Mantas, como un portalón de galera antigua, empavesada con telas ondeantes y multicolores que las tiendas de ropas cuelgan como muestra de los altos balcones; en torno de la plaza, cortados por las bocacalles, grupos de estrechas fachadas, balcones aglomerados, paredes con rótulos, y en todos los pisos bajos, tiendas de comestibles, ropas, drogas y bebidas, luciendo en las puertas, como título del establecimiento, cuantos santos tiene la corte celestial y cuantos animales vulgares guarda la escala zoológica.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Tarjeta publicitaria. Primera década del siglo XX

Colección Andrés Giménez

http://comercioshistoricosdevalencia.blogspot.com.es/2013/12/tienda-del-leon-y-de-corazon-de-jesus.html

sábado, 16 de diciembre de 2017

La Navidad según Blasco Ibáñez. 05

«¡Cómo estaba grabado en su memoria el aspecto de la plaza! La veía cerrando los ojos y podía ir describiéndola sin olvidar un solo detalle. Desde el lugar que ocupaba veía al frente la iglesia de los Santos Juanes, con su terraza de oxidadas barandillas, teniendo abajo, casi en los cimientos, las lóbregas y húmedas covachuelas donde los hojalateros establecen sus tiendas desde fecha remota. Arriba, la fachada de piedra lisa, amarillenta, carcomida, con un retablo de gastada es cultura, dos portadas vulgares, una fila de ventanas bajo el alero, santos berroqueños al nivel de los tejados, y como final, el campanil triangular con sus tres balconcillos, su reloj descolorido y descompuesto, rematado todo por la fina pirámide, a cuyo extremo, a guisa de veleta y posado sobre una esfera, gira pesadamente el pájaro fabuloso, el popular _pardalòt_ con su cola de abanico.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Puesto nº8 de las casetas de la C/ Vieja de la Paja

La vieja Valencia, mercantil y artesana. María Ángeles Arazo.  Francesc Jarque

Subida por Carlos Tárrega Momblanch a VAHG

viernes, 15 de diciembre de 2017

La Navidad según Blasco Ibáñez. 04

«Doña Manuela permaneció inmóvil algunos minutos en la bocacalle. Parecía mareada y confusa por el ruidoso oleaje de la multitud; pero en realidad, lo que más la turbaba eran los pensamientos que acudían a su memoria. Conocía bien la plaza; había pasado en ella una parte de su juventud, y cuando de tarde en tarde iba al Mercado por ser víspera de festividad en que se encendían todos los hornillos de su cocina, experimentaba la impresión del que tras un largo viaje por países extraños vuelve a su verdadera patria.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Plaza del Mercado

Todocolección

jueves, 14 de diciembre de 2017

La Navidad según Blasco Ibáñez. 03

«¡Gran Dios...! ¡cuánta gente! Valencia entera estaba allí. Todos los años ocurría lo mismo en el día de Nochebuena. Aquel mercado extraordinario, que se prolongaba hasta bien entrada la noche, resultaba una festividad ruidosa, la explosión de alegría y bullicio de un pueblo que entre montones de alimentos y aspirando el tufillo de las mil cosas que satisfacen la voracidad humana, regocijábase al pensar en los atracones del día siguiente. En aquella plaza larga, ligeramente arqueada y estrecha en sus extremos, como un intestino hinchado, amontonábanse las nubes de alimentos que habían de desparramarse como nutritiva lluvia sobre las mesas, satisfaciendo la gigantesca gula de la Navidad, fiesta gastronómica, que es como el estómago del año.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Plaza del Mercado

?

miércoles, 13 de diciembre de 2017

La Navidad según Blasco Ibáñez. 02

«El cochero, con una enorme cesta en la mano y una espuerta no menor a la espalda, tenía la expresión resignada y pacienzuda de la bestia que presiente la carga. La muchacha también llevaba una cesta de blanco mimbre, cuyas tapas movíanse al compás de la marcha, haciendo que el interior sonase a hueco; pero no se preocupaba de ella, atenta únicamente a mirar con ceño a los transeúntes demasiado curiosos o a pasear ojeadas hurañas de la señora al cochero o viceversa. Cuando, doblando la esquina, entraron los tres en la plaza del Mercado, doña Manuela se detuvo como desorientada.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Plaza del Mercado. Principios del XX

martes, 12 de diciembre de 2017

La Navidad según Blasco Ibáñez. 01

«A las tres de la tarde entró doña Manuela en la plaza del Mercado, envuelto el airoso busto en un abrigo cuyos faldones casi llegaban al borde de la falda, cuidadosamente enguantada, con el limosnero al puño y velado el rostro por la tenue blonda de la mantilla.

Tras ella, formando una pareja silenciosa, marchaban el cochero y la criada: un mocetón de rostro carrilludo y afeitado que respiraba brutal jocosidad, luciendo con tanta satisfacción como embarazo los pesados borceguíes, el terno azul con vivos rojos y botones dorados y la gorra de hule de ancho plato, y a su lado una muchacha morena y guapota, con peinado de rodete y agujas de perlas, completando este tocado de la huerta su traje mixto, en el que se mezclaban los adornos de la ciudad con los del campo.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Plaza del Mercado

http://www.indumentariatradicional.com/

lunes, 11 de diciembre de 2017

Eran el patrono de Alcira y sus santas hermanas

«Después se fijó en el puente; en su puerta ojival, resto de las antiguas fortificaciones; en los pretiles de piedra amarillenta y roída como si por las noches vinieran a devorarla todas las ratas del río, y en los dos casilicios que guardaban unas imágenes mutiladas y cubiertas de polvo. 

Eran el patrono de Alcira y sus santas hermanas; el adorado San Bernardo, el príncipe Hamete, hijo del rey moro de Carlet, atraído al cristianismo por la mística poesía del culto, ostentando en su frente destrozada el clavo del martirio».

Entre naranjos

Vicente Blasco Ibáñez


Puente de san Bernardo

Alcira

Todocolección

domingo, 10 de diciembre de 2017

Pensaban en los robustos mástiles, en las triangulares velas

«La suerte de tantos padres a quienes la tempestad habría sorprendido ganándose el pan, hacía temblar a la gente de la playa; y a cada mugido del viento, todos, bamboleándose sobre la arena, pensaban en los robustos mástiles, en las triangulares velas que tal vez en el mismo momento se hacían trizas».

Flor de mayo

Viente Blasco Ibáñez


Playa de Levante

?

sábado, 9 de diciembre de 2017

Llegaban como rebaño asustado

«A media tarde en el horizonte, cada vez más obscuro, comenzó a marcarse una línea de velas, como inquietos copos de espuma, que tan pronto se remontaban como desaparecían. 

Llegaban como rebaño asustado y en dispersión, dando tumbos sobre las lívidas olas, perseguidas siempre por el mugido feroz, que parecía divertirse arrancándolas en cada papirotazo una vela, un trozo de mástil o el timón, hasta que levantando una montaña de agua verdosa, cogía de través a la desmantelada barca y se la sorbía».

Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Bueyes arrastrando una barca

Playa de Levante

https://espirelius.com/

viernes, 8 de diciembre de 2017

Se fijaban con inquietud en la entrada del puerto

«Alborotábanse las pobres mujeres, y con las faldas azotadas por el viento corrían por la playa sin saber dónde ir, dando espantosos alaridos y encomendándose a todos los santos de su devoción, mientras que los hombres, pálidos, ceñudos, chupando sus cigarrillos y poniéndose al abrigo de las barcas varadas en la arena, examinaban el horizonte, cada vez más obscuro, con la mirada concentrada y poderosa de las gentes del mar, y se fijaban con inquietud en la entrada del puerto, en la avanzada escollera de Levante, rojos pedruscos sobre los cuales comenzaban á romperse las primeras moles de agua, cubriéndolos de hirvientes espumarajos».

Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez


Playa de Levante

jueves, 7 de diciembre de 2017

Sopló el viento de Levante, tan terrible en el golfo de Valencia

«A mediodía cambió el tiempo. Sopló el viento de Levante, tan terrible en el golfo de Valencia; el mar se rizó levemente; avanzó el huracán, arrugando la tersa superficie, que tomaba un color lívido, y un montón de nubes corriéronse desde el horizonte, cubriendo al sol.

En la playa fue grande la alarma. Aquel viento anunciaba para las pobres gentes, duchas en las desgracias del mar, una tempestad de las que dejan rastro en los hogares de los pescadores».

Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez


El faro. Años 80

http://pescavalencia.mforos.com/

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Una de las dos salidas de la vieja ciudad edificada sobre la isla

«Rafael llegó al puente del Arrabal, una de las dos salidas de la vieja ciudad edificada sobre la isla. El Júcar peinaba sus aguas fangosas y rojizas en los machones del puente. Unas cuantas canoas balanceábanse amarradas a las casas de la orilla. Rafael reconoció entre ellas la barca que en otro tiempo le servía para sus solitarias excursiones por el río, y que, olvidada por su dueño, iba soltando la blanca capa de pintura».

Entre naranjos

Vicente Blasco Ibáñez


Puente de San Gregorio. Alcira

Todocolección

martes, 5 de diciembre de 2017

Dibujos de Sorolla para Flor de Mayo. Y 03

Dibujos de Sorolla para Flor de Mayo de Blasco Ibáñez

«Ambos artistas mantuvieron una intensa amistad a pesar de las diferencias ideológicas, pero esto no supuso que se embarcaran unidos en una aventura creativa. La edición de sus libros, ilustrados por pintores de la época, Blasco Ibáñez lo intentó con otro gran pintor, José Benlliure, en su novela "La barraca", un drama social de la huerta, que será reeditado próximamente por Vicent García. Joaquín Sorolla, el más universal de los pintores valencianos, conoció a Blasco durante uno de los paseos que éste daba al amanecer por la playa de la Malvarrosa:

«Al vagar por la playa preparando mentalmente mi novela», ha dejado escrito Blasco en el prólogo de Flor de mayo, «encontré a un pintor joven -sólo tenía cinco años mas que yo- que laboraba a pleno sol, reproduciendo mágicamente sobre sus lienzos el oro de la luz, el color invisible del aire, el azul palpitante del Mediterráneo, la blancura transparente y sólida al mismo tiempo de las velas, la mole rubia y carnal de los grandes bueyes cortando la ola majestuosamente al tirar de las barcas».

Sorolla y Blasco ya se habían conocido de niños, pero luego se perdieron de vista. Era el año 1895, cuando Blasco empezó a publicar por entregas en su diario El Pueblo, de tendencia republicana, los capítulos de Flor de mayo, su segunda novela. Como folletines también aparecerían más tarde La barraca y Entre naranjos. En esta época se produce el reencuentro con Sorolla. «Trabajamos juntos, él en sus lienzos, yo en mi novela, teniendo enfrente el mismo modelo», escribe Blasco. «Así se reanudó nuestra amistad, y fuimos hermanos, hasta que hace poco (se refiere al año 1923) nos separó la muerte».

Jaime Millas

El País. 5 de junio de 1981














lunes, 4 de diciembre de 2017

Las novelas regionales. Y 13

«La crítica creyó ver en este final prodigioso un "efectismo"; algo muy bello, sí, pero artificiosamente preparado desde el principio de la obra. No hay tal. Yo quiero hacer constar que ese desenlace fue una "improvisación". Blasco Ibáñez, apenas salió de la Albufera donde, para estudiarla de cerca, acababa de pasar ocho o diez días pescando y durmiendo al raso en el fondo de una barca, empezó a escribir su novela sin saber aún cómo la concluiría. Comenzaba la estación otoñal. Muchas noches, desde un balcón de su finca de la Malvarrosa, Blasco miraba al mar tranquilo, susurrante, plateado por la luna, mientras tarareaba la "Marcha Fúnebre" de Sigfrido . Entretanto, meditaba el último capítulo de su libro. De pronto "lo vio"; fue una emoción tan eficaz que casi la sintió en los ojos; acababa de sugerírselo el recuerdo del cadáver del héroe wagneriano, tendido sobre su escudo y llevado por sus guerreros...

¿Y por qué no había de ser así, según el novelista lo explica? 

No olvidemos que para Vicente Blasco Ibáñez, fácil más que ningún otro artista a las emboscadas de la impresión, "el arte es instinto"».


Fotograma de la serie de RTVE "Cañas y barro". 1978

Aquí podéis ver la serie:

http://www.rtve.es/alacarta/videos/canas-y-barro/

domingo, 3 de diciembre de 2017

Dibujos de Sorolla para Flor de Mayo. 02

Dibujos de Sorolla para Flor de Mayo de Blasco Ibáñez

«Ambos artistas mantuvieron una intensa amistad a pesar de las diferencias ideológicas, pero esto no supuso que se embarcaran unidos en una aventura creativa. La edición de sus libros, ilustrados por pintores de la época, Blasco Ibáñez lo intentó con otro gran pintor, José Benlliure, en su novela "La barraca", un drama social de la huerta, que será reeditado próximamente por Vicent García. Joaquín Sorolla, el más universal de los pintores valencianos, conoció a Blasco durante uno de los paseos que éste daba al amanecer por la playa de la Malvarrosa:

«Al vagar por la playa preparando mentalmente mi novela», ha dejado escrito Blasco en el prólogo de Flor de mayo, «encontré a un pintor joven -sólo tenía cinco años mas que yo- que laboraba a pleno sol, reproduciendo mágicamente sobre sus lienzos el oro de la luz, el color invisible del aire, el azul palpitante del Mediterráneo, la blancura transparente y sólida al mismo tiempo de las velas, la mole rubia y carnal de los grandes bueyes cortando la ola majestuosamente al tirar de las barcas».

Sorolla y Blasco ya se habían conocido de niños, pero luego se perdieron de vista. Era el año 1895, cuando Blasco empezó a publicar por entregas en su diario El Pueblo, de tendencia republicana, los capítulos de Flor de mayo, su segunda novela. Como folletines también aparecerían más tarde La barraca y Entre naranjos. En esta época se produce el reencuentro con Sorolla. «Trabajamos juntos, él en sus lienzos, yo en mi novela, teniendo enfrente el mismo modelo», escribe Blasco. «Así se reanudó nuestra amistad, y fuimos hermanos, hasta que hace poco (se refiere al año 1923) nos separó la muerte».

Jaime Millas

El País. 5 de junio de 1981