«Atrás se quedaron los Viveros con sus regocijadas bodas; los valses sonaban lejanos, como vagos estremecimientos del aire, y Ernestina seguía infatigable, hablando cada vez más cerca del oído de su esposo».
El milagro de San Antonio
La condenada y otros cuentos
Vicente Blasco Ibáñez
Foto de grupo en Los Viveros. Madrid
Todocolección