lunes, 31 de agosto de 2020

Toda la cocina indígena, sólida y pesada

«La comida se animaba. Estaban ya limpias las paellas: ahora entraban los primores de la tía Pascuala, y la gente acometía los pollos asados y rellenos, las fuentes enormes de lomo con tomate, toda la cocina indígena, sólida y pesada, que desaparecía en las fauces siempre abiertas de aquellos glotones. 

Los graciosos alegraban la comida. El cura declaraba que ya no podía más, y el notario pellizcábale el tirante abdomen, buscando un huequecito para convencerle de que debía llenarlo. Algunos comenzaban a estar alumbrados, y con lenguas estropajosas les decían a los novios cosas que hacían guiñar los ojillos al tío Sento y enrojecer a Marieta».

La cencerrada

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez



Comida en la huerta

Todocolección

sábado, 29 de agosto de 2020

No se comía en la misma paella, sino en platos

«Aquello era un banquete de señóres; no se comía en la misma paella, sino en platos, y bebíase en vasos, lo que embarazaba a muchos de los comensales, acostumbrados a arrojar un mendrugo sobre el arroz como señal de que era llegado el momento de pasar el porrón de mano en mano. 

La cortesía labriega mostrábase con toda su pegajosidad y falta de limpieza. Ofrecíanse de un extremo a otro del banquete un muslo tierno y jugoso, y de unos dedos a otros llegaba a su destino. Todo era obsequios, como si cada uno no tuviese en su plato lo mismo que le ofrecían».

La cencerrada

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez



Comiendo paella

http://elsocarraet.blogspot.com/

jueves, 27 de agosto de 2020

Esa preocupación de la mujer campesina que considera como una falta de pudor el comer mucho en público

«¡Cuerpo de Dios, y qué bien lo hacía todo aquella gente! Las dentaduras, fortalecidas por la diaria comida de salazón, chocaban alegremente, y los ojos miraban con ternura aquellas paellas como circos, en las cuales los pedazos de pollo eran casi tantos como los granos de arroz, hinchados por el sustancioso caldo. 

Con el pañuelo al pecho a guisa de servilleta, había bigardón que tragaba como un ogro, mientras las mujeres hacían dengues, llevándose a la boca la puntita de la cuchara con dos granos de arroz, mostrando esa preocupación de la mujer campesina que considera como una falta de pudor el comer mucho en público».

La cencerrada

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez



Comiendo una paella en familia

Colección Francisco Roglá

martes, 25 de agosto de 2020

El chocolate esperaba. ¡Cuidado con atracarse!

«El chocolate esperaba. ¡Cuidado con atracarse! Era don Julián el notario quien lo aconsejaba: había que pensar en que dentro de dos horas sería la gran comida. Pero a pesar de tan prudentes consejos, la gente arremetió con los refrescos, los cestos de bizcochos, los platos de dulces, y en poco tiempo quedó rasa como la palma de la mano aquella mesa, que tenía alrededor más de cien sillas».

La cencerrada

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez


 Chocolatá en Ruzafa por la celebración de las fiestas de la Virgen del Carmen. Años 50

Subida por Cruz Campillo a VAHG

domingo, 23 de agosto de 2020

Las mujeres no se cansaban de admirarla

«¿Y ella? Las mujeres no se cansaban de admirarla. ¡Reina y siñora ! Parecía una de Valencia con la mantilla de blonda, el pañolón de Manila que con el largo fleco barría el polvo, la falda de seda hinchada por innumerables zagalejos, el rosario de nácar al puño, un bloque de oro y diamantes como alfileres de pecho y las orejas estiradas y rojas por el peso de aquellas enormes polcas de perlas que tantas veces había ostentado la otra».

La cencerrada

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez



Boda valenciana

Bartolomé Mongrell

viernes, 21 de agosto de 2020

Y después venían los novios

«Primero, una turba de muchachos dando cabriolas en torno de Dimoni, que soplaba con la cabeza atrás y la dulzaina en alto como si ésta fuese una gran nariz, con la que husmeaba el cielo, y después venían los novios; él, con su sombrerón de terciopelo, su capa con mangas que le congestionaba el sudoroso rostro, y por bajo de la cual asomaban los pies con calcetines bordados y alpargatas finas».

La cencerrada

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez


Boda valenciana. 1895

Archivo de Rafael Solaz

http://valenciablancoynegro.blogspot.com.es/2014/07/boda-valenciana.html

miércoles, 19 de agosto de 2020

Y toda la comitiva nupcial salió en busca de la novia

«Ya era hora. Don Vicente esperaba en la iglesia, las campanas habían enmudecido y toda la comitiva nupcial salió en busca de la novia; ellas, con su vestido hueco y la mantilla a los ojos, y los hombres, arrastrando sus recias capas azules de larga esclavina y alto cuello, que les ponía rojas las orejas. Todo el pueblo esperaba a la puerta de la iglesia. Algunos parientes de la siñá Tomasa, violando la consigna de familia, estaban allí en última fila, y no pudiendo resistir la curiosidad, se empinaban pies en puntas para ver mejor».

La cencerrada

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez


Boda valenciana

Estampa. 4 de mayo de 1935

lunes, 17 de agosto de 2020

Dejando el sobrante a su pelado tamborilero

«La fiesta prometía. El gozo reflejábase en los rostros rubicundos; en el corral se desataban los pellejos para hacer cataduras y tomar fuerzas, y por si algo faltaba, allá en la calle sonó la alegre dulzaina con escalas que parecían cabriolas. Hasta Dimoni estaba en la fiesta: bien decían que el novio no reparaba en gastos. Había que darle vino para que tocase mejor, y el enorme vaso iba de mano en mano desde el corral hasta la puerta de la calle, donde Dimoni empinaba el codo con gravedad, dejando el sobrante a su pelado tamborilero».

La cencerrada

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez



Dolçaina i tabalet

Principios del siglo XX

http://www.elche.me/

sábado, 15 de agosto de 2020

El tío Sento se había traído toda una confitería de Valencia

«¿Y de dulces? ¡Ave María! El tío Sento se había traído toda una confitería de Valencia. En sacos estaban los confites para tirar, las almendras roñosas, los canelados, todos aquellos proyectiles de azúcar y almidón, duros como balas, que habían de cubrir de chichones las cabezas de la pedigüeña chiquillería; y dentro, en el estudi, guardábanse las cosas finas: las tortadas cubiertas de flores de caramelo y rematadas por mariposas que temblaban sobre un alambre: los tiernos pasteles de espuma, las bandejas monumentales henchidas de frutas confitadas, todos aquellos primores que desde la puerta, pálidos de emoción y chupándose el dedo con avaricia, contemplaban los chicos de los convidados».

La cencerrada

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez



Horno Pastelería de San Francisco

Postres Martí

Plaza del Ayuntamiento nº 5, en 1932

http://valenciablancoynegro.blogspot.com.es/2010/05/postres-marti-plaza-del-ayuntamiento-en.html

jueves, 13 de agosto de 2020

Y las entrañas brillantes como plata

«Las paellas mostrábanse con la panza hollinada y las entrañas brillantes como plata, esperando el momento de chillar sobre las llamas; el arroz en sacos; caracoles de montaña en enormes cazuelas orladas de sal, saliendo del agua para enseñar sus movibles cuernos al sol naciente; en un rincón toda una hornada de rollos, esparciendo en aquel ambiente de sangre y grasa el perfume fragante del pan caliente y tierno; las especias a libras en una caja de latón, y de la bodega salían pellejos y más pellejos, que caían temblorosos en el suelo, como cuerpos palpitantes; unos enormes, conteniendo el vino rojo para la comida, y otros más pequeños, guardando el néctar de la bota del rincón , aquel patriarca del que se hablaba en el pueblo con respeto, y que con su colorcillo claro y su corona de brillantes hacía caer al más valiente».

La cencerrada

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez



Parada exterior del Mercado Central

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martes, 11 de agosto de 2020

La sardina mohosa y el áspero bacalao

«Daba gloria ver tan alegre agitación. Aquellas gentes, que en el resto del año vivían condenadas a manejar la azada de sol a sol sin más consuelo que el tomate crudo, la sardina mohosa y el áspero bacalao, se embriagaban de grasa en la gigantesca inundación de comida. ¡Lo que hace tener dinero! Bien se estaba en una casa como aquélla, con todo lo que Dios cría de bueno».

La cencerrada

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez



Venta de bacalao en el Mercado Central de Valencia 

Cortesía de José Navarro Escrich

domingo, 9 de agosto de 2020

Dedicábanse con el mayor entusiasmo a pelar los cadáveres

«Aquello era el matadero. El cortante del pueblo, cuchillo en mano, les abría el gañote a las gallinas; los chicuelos dedicábanse con el mayor entusiasmo a pelar los cadáveres, revoloteaban nubes de plumas, pegándose al suelo, manchado de sangre, y en las vacilantes llamas tostábase la fláccida piel todavía erizada de cañones, pasando después las víctimas a ser colgadas de una rama de higuera, donde la tía Pascuala, vieja criada de la casa, con delicadezas de cirujano experto, abríalas en canal, sacando los higadillos y los ovarios, bocados exquisitos para el almuerzo de todos los ayudantes de cocina».

La cencerrada

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez


Desplumando aves en el matadero de la calle Pelayo

La Semana Gráfica. 27 de diciembre de 1930

viernes, 7 de agosto de 2020

En sus bestias de labranza, con el sobrelomo cubierto con vistosas mantas

«Se casaba el tío Sento, noticia qué había circulado por todo el distrito, y de los pueblos inmediatos iban llegando amigos y parientes: unos, a caballo, en sus bestias de labranza, con el sobrelomo cubierto con vistosas mantas, y otros, en sus carros, con sillas de cuerda atadas a los varales, en las que iba sentada toda la familia, desde la mujer con el pelo reluciente de aceite y la mantilla de terciopelo, hasta los chicos que lloriqueaban por las maternales bofetadas recibidas cada vez que atentaban a la limpieza de sus trajes de fiesta».

La cencerrada

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez



Grupa valenciana

María y Daniel, de Alboraya

Tarjeta postal

miércoles, 5 de agosto de 2020

Sin más adorno que el carro a la puerta

«La casa de Marieta, aquella casucha de las afueras, sin más adorno que el carro a la puerta y dos o tres caballerías flacas en el establo, fue visitada por todas las chicas del pueblo».

La cencerrada

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez



Huerta de Valencia

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lunes, 3 de agosto de 2020

¡Ché, Desgarrat!, Marieta se casa

«Y los mismos que antes le despreciaban, los ricachos que volvían la cara al encontrarle, buscábanle en la taberna el día de la primera amonestación, plantándose ante el muchachote, que estaba sentado en un taburete de cuerda, con la vistosa manta sobre las rodillas, la colilla pegada al labio y la mirada fija en el porrón, que, herido por un rayo de sol, reflejaba inquieta mancha roja sobre el cinc de la mesilla. 

—¡Ché, Desgarrat! —le decían con sorna—. Marieta se casa».

La cencerrada

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez


Boda valenciana

Las Provincias

sábado, 1 de agosto de 2020

Y perder la costumbre de beberse en la taberna los cuatro terrones de su herencia

«El caso era que el tal casamiento no acabaría bien. Aquel vejestorio atacado de rabia amorosa estaba destinado a llorar su calaverada. ¡Pequeños iban a ser los adornos!... Todo el pueblo sabía que Marieta tenía un novio, Toni el Desgarrat, un vago que había pasado la niñez con ella correteando por las viñas, y ahora, al ser mayor, la quería con buen fin, esperando para casarse que le entrasen ganas de trabajar y perder la costumbre de beberse en la taberna los cuatro terrones de su herencia en compañía de su amigo el dulzainero Dimoni, otro perdido, que venía a buscarle del inmediato pueblo para tomar juntos famosas borracheras, que dormían en los pajares».

La cencerrada

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez



Ilustración de Juan González Alacreu para "Cuentos valencianos"