miércoles, 28 de febrero de 2018

El Cristo del Grao se ocupaba en protegerles

«El Mare nostrum no podía naufragar ni sufrir daño alguno mientras le llevase a él. En días de tormenta, cuando las olas barrían la cubierta de proa o popa y los marineros avanzaban recelosos, temiendo que se los llevase un golpe de mar, Caragol sacaba la cabeza por la puerta de la cocina, despreciando un peligro que no podía ver. 

Las trombas de agua pasaban sobre él, yendo a apagar sus fogones, pero esto enardecía su fe. «¡Animo, muchachos!». El Cristo del Grao se ocupaba en protegerles, y nada malo podría ocurrirle al buque… Unos marineros callaban; otros, irritados, se hacían esto y aquello en la imagen y su santa escala, sin que el devoto se indignase. Dios, que envía los peligros al hombre de mar, sabe que sus malas palabras carecen de malicia. 

Su religiosidad se extendía a las profundidades. Nada quería decir de los peces del Océano. Le inspiraban la misma indiferencia que aquellos buques fríos y sin perfume que ignoraban el aceite y todo lo guisaban con «pomada». Debían ser herejes».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


1976

Libro de las Fiestas de la Cruz del Grao. 2017

martes, 27 de febrero de 2018

Cuando el Grau no era mas que un grupo de chozas

«Había sido esto cuando el Grau no era mas que un grupo de chozas lejos de las murallas de Valencia y amenazado por los desembarcos de los piratas moros. Durante muchos años, Caragol había sacado en hombros y descalzo la sagrada escalera el día de la fiesta. Ahora, otros hombres de mar disfrutaban de tal honor, y él, viejo y cegato, aguardaba entre el público de la procesión para lanzarse sobre la enorme reliquia, pasando sus ropas por la madera».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


Barraca en el Camino del Grao

Todocolección

http://barracavalenciana.blogspot.com.es/

lunes, 26 de febrero de 2018

El viejo les hablaba del Cristo del Grao

«Sus ojos cegatos reconocían inmediatamente en los puertos la nacionalidad de los buques que fondeaban a ambos costados del Mare nostrum . Su nariz sorbía con tristeza el ambiente. «¡Nada!…». Eran barcos insípidos, barcos del Norte, que hacían su comida con manteca: tal vez barcos protestantes. 

Otras veces avanzaba por la borda con lentitud, siguiendo un rastro embriagador, hasta que se colocaba enfrente de la cocina del buque vecino, aspirando su rico perfume. «¡Hola, hermanos!…». Imposible equivocarse. Eran españoles; y si no, procedían de Marsella, de Génova o de Nápoles; en suma, compatriotas que comían y vivían bajo todas las latitudes lo mismo que si estuviesen en su pequeño mar interior. Pronto se entablaban pláticas en el idioma mediterráneo, mezcla de español, de provenzal y de italiano inventada por los pueblos híbridos de la costa de África, desde Egipto a Marruecos. Unas veces se enviaban presentes como los que se cruzan entre tribu y tribu: frutos del lejano país. Otras, enemistados de pronto sin saber por qué, avanzaban los puños sobre las bordas, gritándose insultos en los que reaparecían metódicamente, a cada dos palabras, la Virgen y su santo hijo. 

Ésta era la señal para que el tío Caragol, alma religiosa, volviese con altivo silencio a su cocina. Toni, el segundo, se burlaba de sus entusiasmos devotos. La gente de proa, materialista y tragona, le escuchaba en cambio con deferencia, por ser él quien medía el vino y los mejores bocados. El viejo les hablaba del Cristo del Grao, cuya estampa ocupaba el sitio más visible de la cocina, y todos oían como un relato nuevo la llegada por el mar de la santa imagen, tendida sobre una escalera, dentro de un buque que se hizo humo luego de soltar su milagroso cargamento».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


Procesión del Cristo del Grao. 1913

Barberá Masip

http://www.abc.es/

domingo, 25 de febrero de 2018

El aceite era para él tan precioso como el arroz

«El aceite era para él tan precioso como el arroz. En la época de la navegación miserable, cuando el capitán hacía esfuerzos por conseguir nuevos ahorros, Caragol vigilaba especialmente la gran alcuza de su cocina. Sospechaba que los marmitones y los marineros jóvenes se atusaban el pelo para hacer el majo empleando el aceite como pomada. Toda cabeza que se ponía al alcance de su vista turbia la sujetaba entre sus brazos, llevando a ella las narices. El más lejano perfume del licor de oliva despertaba su cólera. «¡ Ah, lladre !…». Y dejaba caer su manaza enorme, blanda y pesada como un guantelete de esgrima. 

Ulises le creía capaz de subir al puente declarando que la navegación no podía continuar por haberse agotado los odres del líquido color de amatista procedente de la sierra de Espadán».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


Todocolección

sábado, 24 de febrero de 2018

Los dioses sólo se alimentaban con arroz abanda

«Ulises asentía a las reflexiones del cocinero, llevándose a la boca la primera cucharada con gesto interrogante… Luego sonreía, sumiéndose en gastronómica embriaguez. «¡Magnífico, tío Caragol !». Su buen humor le hacía afirmar que los dioses sólo se alimentaban con arroz abanda en su hotel del Olimpo. Lo había leído en los libros. Y Caragol , presintiendo en esto un elogio, contestaba gravemente: «Así es, mi capitán». Toni y los otros oficiales masticaban con la cabeza baja, interrumpiéndose únicamente para lamentar que el viejo se hubiese quedado corto al medir la ambrosía».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


Pescadería del Mercado Central. 1972

Subida por Carlos Iborra a VAHG

viernes, 23 de febrero de 2018

Que llaman a cualquier rancho arroz a la valenciana. Vídeo

«Cuando anclaban en puertos de pesca abundante, acometía la magna obra de guisar un arroz abanda . Los marmitones llevaban a la mesa del capitán la olla donde habían hervido los pescados mantecosos, revueltos con langostas, almejas y toda clase de mariscos. Él se reservaba el honor de ofrecer la gran fuente con su pirámide de arroz dorado y suelto. 

Hervido aparte ( abanda ), cada grano estaba repleto del suculento caldo de la olla. Era un arroz que contenía en sus entrañas la concentración de todas las substancias del mar. Como si cumpliese una ceremonia litúrgica, iba entregando medio limón a cada uno de los que ocupaban la mesa. El arroz sólo debe comerse luego de humedecerlo con este rocío perfumado, que evoca la imagen de un jardín oriental. Únicamente desconocían esta voluptuosidad los infelices de tierra adentro, que llaman a cualquier rancho arroz a la valenciana».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez



Original receta de la paella valenciana de un programa alemán de los años 60

Youtube

jueves, 22 de febrero de 2018

La llamaron la Borda

«Tono ansiaba cumplir los deseos de su mujer. No le disgustaba una niña en la casa; serviría de ayuda a la enferma. Y los dos hicieron un viaje a la ciudad, trayendo de allá una niña de seis años, una bestezuela tímida, arisca y fea, que sacaron de la casa de expósitos. Se llamaba Visanteta, pero todos, para que no olvidase su origen, con esa crueldad inconsciente de la incultura popular, la llamaron la Borda».

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez



Colegio Imperial de los Niños de la calle de San Vicente

Patio de las niñas

http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=1694486&page=86

miércoles, 21 de febrero de 2018

A la orilla de la acequia del Gas

«A la orilla de la acequia del Gas, las mujeres, en cuclillas, moviendo sus inquietas posaderas, lavaban la ropa o fregaban los platos en un agua infecta que discurría sobre fango negruzco cargado de mortales emanaciones».

Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez


Acequia del Gas en el Cabañal, año 1906

Actualmente avenida Mediterráneo desde la calle del Doctor Lluch

http://valenciadesaparecida.blogspot.com.es/2013/02/

martes, 20 de febrero de 2018

Y los tripulantes creían comer en una barraca de la huerta de Valencia

«El buque estaba a veces cerca del Brasil, a la vista de Fernando de Noroña, distinguiéndose las chozas cónicas de los negros instalados en la isla bajo un sol ecuatorial, y los tripulantes creían comer en una barraca de la huerta de Valencia, pasándose de mano en mano el porrón de vino fuerte de Liria».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


Barracas en la huerta de Valencia

Todocolección

lunes, 19 de febrero de 2018

Cebollas crudas, voluminosas, de acre perfume que arrancaba lágrimas y una blancura de marfil

«El cocinero sorprendía a su gente repartiendo cebollas crudas, voluminosas, de acre perfume que arrancaba lágrimas y una blancura de marfil. Eran un regalo de príncipe mantenido en secreto. No había mas que quebrarlas de un puñetazo para que soltasen su viscosidad, y luego se perdían en los paladares como bocados crujientes de un pan dulce y picante, alternando con las cucharadas de arroz».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


"Cebera" en la huerta de Valencia

http://nouhorta.eu/index.php/val/horta-oest-val/quart/item/27827-quart-de-poblet-projecta-reproduir-ceberes-com-a-testimoniatge-del-paisatge-d-horta-tradicional


Levante - EMV. 12 de febrero de 2018


domingo, 18 de febrero de 2018

Dándoles el monástico arroz con acelgas o el mantecoso arroz con nabos y judías

«La abundancia reinaba igualmente entre el puente y la proa, donde estaban la cocina y el alojamiento de los marineros, espacio del buque respetado por todos como dominio incontestable del tío Caragol .

Este viejo apodado «Caracol» —otro amigo antiguo de Ferragut— era el cocinero de a bordo, y aunque no se atrevía a tutear al capitán, como en otros tiempos, la expresión de su voz daba a entender que mentalmente seguía usando de esta familiaridad. Había conocido a Ulises cuando huía de las aulas para remar en el puerto, y él, por el mal estado de sus ojos, acababa de retirarse de la navegación de cabotaje, descendiendo a ser simple lanchero. Su gravedad y su corpulencia tenían algo de sacerdotal. Era el

Su talento culinario sufría eclipses cuando no figuraba el arroz como tema fundamental de sus composiciones. Todo lo que este alimento puede dar de sí lo conocía perfectamente. En los puertos del Trópico, los tripulantes, hastiados de bananas, piñas y aguacates, saludaban con entusiasmo la aparición de la gran sartén de arroz con bacalao y patatas o de la cazuela de arroz al horno, con la dorada costra perforada por la cara roja de los garbanzos y el lomo negro de las morcillas. Otras veces, el cocinero, bajo el cielo plomizo de los mares septentrionales, les hacía evocar el recuerdo de la lejana patria dándoles el monástico arroz con acelgas o el mantecoso arroz con nabos y judías».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


Arròs amb fesols i naps

Plaza de la Iglesia de Campanar

?

sábado, 17 de febrero de 2018

Ya lo sabes. ¡Siempre Valencia!

«—Ulises, ¡hijo mío!… piensa siempre en Valencia… Haz por ella todo lo que puedas… Ya lo sabes. ¡Siempre Valencia! 

Juró todo lo que quiso el poeta, sin comprender qué es lo que Valencia podía esperar de él, simple marino errante por todos los mares. Labarta quiso acompañarle hasta la puerta, pero se hundió en su asiento, obediente al cariñoso despotismo de su compañera, que temía para él las mayores catástrofes».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


Valencia vista desde Pio V

Murallas, puertas del Real, Temple y Trinidad (de izquierda a derecha)

https://es.wikipedia.org/wiki/Historia_de_la_ciudad_de_Valencia

viernes, 16 de febrero de 2018

El capitán debía volver al Grao

«Fue corta la entrevista. El capitán debía volver al Grao, donde le esperaba su trasatlántico, pronto a zarpar para la América del Sur. 

El poeta lloró otra vez, besando a su ahijado. Ya no vería más a este coloso que parecía repeler sus débiles abrazos con el fuelle de su respiración».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez



Todocolección

jueves, 15 de febrero de 2018

Arròs i tartana, casaca a la moda, i rode la bola a la valenciana...

"Arròs i tartana, casaca a la moda, i rode la bola
 a la valenciana..."

«Pasó el Carnaval y doña Manuela se vio en plena Cuaresma. Era la hora de purgar los derroches y las alegrías de la temporada anterior. La modista francesa presentaba la cuenta de los trajes de las niñas, y además hacía falta dinero para los gastos de la casa. Total, que doña Manuela necesitaba tres mil pesetas».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Valencia. Primer Premio de máscaras en grupo. 1913

http://enateneo.blogspot.com.es/2013/01/bal-masque.html

miércoles, 14 de febrero de 2018

El Carnaval según Blasco Ibáñez. Y 08

«El carruaje de doña Manuela llevaba escolta. Un buen mozo con negro dominó, montando un caballo de alquiler, marchó toda la tarde como pegado a la portezuela, hablando con Concha, mientras la mamá y Amparo miraban las máscaras. Era Roberto del Campo, el cual, a pesar de su gallardía, iba resultando un posma, que sólo sabía decir floreos, sin llegar nunca a declararse. La mamá comenzaba a no encontrar tan seductor a aquel espantanovios. Dios sabe cuántas proposiciones habría perdido la niña por culpa de aquel hombre, que gozaba todas las intimidades de un novio, sin decidirse nunca a serlo. Pero Conchita hombres que las echan de listos caen cuando menos lo esperan: todo era cuestión de tiempo y de presentar buena cara.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Baile de mascaras en el teatro Principal

http://juanansoler.blogspot.com.es/

martes, 13 de febrero de 2018

El Carnaval según Blasco Ibáñez. 07

«Toda esta invasión de figurones que trotaba por la ciudad, voceando como un manicomio suelto, dirigíase a la Alameda, pasaba el puente del Real envuelta con el gentío, y así que estaban en el paseo, iban unos hacia el Plantío para dar bromas insufribles, los arneses brillantes y de sus ruedas amarillas, tan finas y ligeras que parecían las de un juguete, aparecía empequeñecida y deslustrada en el gigantesco rosario de berlinas y carretelas, faetones y dog-carts que, como arcaduces de noria, estaban toda la tarde dando vueltas y más vueltas por la avenida central del paseo.

Rafaelito habíase disfrazado de clown , y con otros de su calaña ocupaba un carro de mudanzas, sobre cuya cubierta hacían diabluras y saludaban con palabras groseras a todas las muchachas que estaban a tiro de sus voces aflautadas. ¡Vaya unos chicos graciosos!»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Carruaje por la Alameda

Archivo familia Roglá

Bivaldi

lunes, 12 de febrero de 2018

El Carnaval según Blasco Ibáñez. 06

«Por la tarde, Nelet enganchaba la galerita, y a la Alameda, donde la fiesta tomaba el carácter de una saturnal de esclavos ebrios.

El disfraz de labrador era un pretexto para toda clase de expansiones brutales; y acompañados por el retintín de los cascabeles de las ligas, trotaban los grupos de zaragüelles planchados, chalecos de flores, mantas ondeantes y tiesos pañuelos de seda. lo infinito, como el grito de guerra de los pieles rojas, conmovía las calles. Las criadas, endomingadas, huían despavoridas al escuchar el vocerío; y pasaba la tribu al galope, dando furiosos saltos, con sus caretas horriblemente grotescas y esgrimiendo por encima de sus cabezas enormes navajas de madera pintada con manchas de bermellón en la corva hoja. Revueltos con ellos, iban los disfraces de siempre: mamarrachos con arrugadas chisteras y levitas adornadas con arabescos de naipes; bebés que asomaban la poblada barba bajo la careta y al compás del sonajero decían cínicas enormidades; diablos verdes silbando con furia y azotando con el rabo a los papanatas; gitanos con un burro moribundo y sarnoso tintado a fajas como una cebra; payasos ágiles, viejas haraposas con una repugnante escoba al hombro, y los tíos de «¡al higuí!» golpeando la caña y haciendo saltar el cebo ante el escuadrón goloso de muchachos con la boca abierta.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibañez


Blanco y negro. 1911

domingo, 11 de febrero de 2018

El Carnaval según Blasco Ibáñez. 05

«Los estudiantes, con el manteo terciado, tricornio en mano y ondeante en la manga el lazo de la Facultad, corrían las calles como un rebaño loco, asediando a los transeúntes para sacarles el dinero en nombre de la caridad. Por la plazuela de las de Pajares desfilaron los de Medicina y Derecho, y en torno de la enhiesta bandera amarilla o roja, las músicas rompieron a tocar alegres valses, que rápidamente poblaban los balcones.

La expansión ruidosa de la juventud libre y sin cuidados invadía la plaza como una atronadora borrachera. Volaban los tricornios a los balcones; y había muchacho que, impulsado por alguna copita traidora, despreciaba la vulgar invitación de las escaleras y se encaramaba por la fachada, agarrándose a las rejas, para entregar un ramo de flores a la niña y pedirle un duro a la mamá. Concha y Amparo recibían una ovación y doña Manuela, roja de orgullo, repartía sonrisas y pesetas a todo el enjambre de diablos negros, voceadores y gesticuladores que se agolpaba bajo el balcón. A espaldas de ellas estaba Andresito Cuadros, que acababa de entrar en el salón con el manteo terciado, una bayeta infame que tiznaba de negro la camisa y la cara. Llevaba ramos para la mamá y las niñas, y estuvo locuaz, atrevido, aunque, con gran desencanto de Amparito, no intentó como los otros, subir por la fachada, sistema que a ella le parecía muy interesante.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


La Estudiantina de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, en las Fiestas de Carnaval de 1894

Los estudiantes de pintura: Antonio Fillol Granell, José Mongrell Torrent, Daniel Cortés Pérez, Joan Fuster Bonnin, Francisco Boví Bernardo y Ramón Stolz Seguí,  y de escultura Ricardo Causarás Casaña

http://elargonautavalenciano.blogspot.com.es/2016/03/alma-valenciana-1904.html

sábado, 10 de febrero de 2018

El Carnaval según Blasco Ibáñez. 04

«Muchachos con pliegos de colores voceaban las _décimas y cuartetas_, alegres y divertidas , _para las máscaras_, colecciones de disparates métricos y porquerías rimadas, que por la tarde habían de provocar alaridos de alegre escándalo en la de crin, ligas multicolores con sonoros cascabeles, y caretas pintadas, capaces de oscurecer la imaginación de los escultores de la Edad Media, unas con los músculos contraídos por el dolor, un ojo saltado y arroyos de bermellón cayendo por la mejilla; otras con una frente inmensa, espantosa; caras de esqueletos con las fosas nasales hundidas y repugnantes; narices que son higos aplastados, o que se prolongan como serpenteante trompa con un cascabel en la punta; sonrisas contagiosas que provocan la carcajada y carrillos rubicundos a los que se agarra un repugnante lagarto verde.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Tarde de carnaval en la Alameda

Ignacio Pinazo Camarlench

viernes, 9 de febrero de 2018

El Carnaval según Blasco Ibáñez. 03

«Llegaron los tres días de Carnaval. Por las mañanas, entre las estudiantinas y comparsas que corrían las calles, pasaban las familias ostentando a algún niño infeliz enfundado en la malla de Lohengrin, el justillo de Quevedo o los rojos gregüescos de Mefistófeles. Los ciegos y ciegas que el resto del año pregonan el papelito en el que está todo lo que se canta iban en cuadrilla, guitarra al pecho, vestidos de pescadores u odaliscas, mal pergeñados, con mugrientos trajes de ropería.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


?

jueves, 8 de febrero de 2018

El Carnaval según Blasco Ibáñez. 02

«La entrada de la familia le deslumbraba, sintiendo el infeliz una impresión de vanidad. Las hermanitas, vestidas unas veces con trajes de sociedad, obra de una modista francesa, y que todavía estaban por pagar; graciosamente disfrazadas otras de labradoras, de pierrots o de calabresas; Rafael, de etiqueta, embutido en un gabán claro, tan corto de faldones que parecía una americana; y la mamá satisfecha del éxito alcanzado por sus niñas, y a pesar del cansancio, sonriente y majestuosa con su vestido de seda, que crujía a cada paso, y encima el amplio abrigo de terciopelo, Juanito contemplaba con el cariño de un padre este desfile desmayado que iba en busca de la cama, arrojando al paso en las sillas los adornos exteriores.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



VAHG

miércoles, 7 de febrero de 2018

El Carnaval según Blasco Ibáñez. 01

«El Carnaval de aquel año fue muy alegre para la familia de doña Manuela.

Las niñas se divirtieron. Rafaelito era socio de todos los círculos distinguidos y decentes donde se baila, mientras arriba, en una habitación con luces verdes, guardada y vigilada como antro de conspiradores, rueda la ruleta con sus vivos colorines o se agrupan los aficionados en torno de las cuatro cartas del monte».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


VAHG

martes, 6 de febrero de 2018

El rey navegante las había depositado en la catedral de Valencia

«Ulises se acordó de su padrino Labarta al oír cómo este amigo del pasado hablaba del combate naval de la isla de Ponza. Aún no había llegado a consolarse de una derrota ocurrida en 1435. 

El rey y todos sus feudatarios aragoneses y sicilianos iban con armaduras de hierro, lo mismo que para un combate terrestre, y la pesada superioridad de sus armas les hacía ser vencidos por la ligereza y la táctica de las galeras genovesas. Alfonso V, su hermano el rey de Navarra y todo el cortejo de magnates quedaban prisioneros de la República. Asustada ésta por la importancia de su presa, confiaba los cautivos a la guarda del duque de Milán… Pero los monarcas se entienden fácilmente para engañar a los gobiernos democráticos, y el soberano milanés daba suelta al rey de Aragón con todo su acompañamiento. Luego, éste bloqueaba a Génova con una enorme flota. La marina provenzal iba en ayuda de sus vecinos y el rey aragonés forzaba el puerto de Marsella, llevándose como trofeo las cadenas (1) que cerraban su entrada. 

Ulises hacía gestos afirmativos. El rey navegante las había depositado en la catedral de Valencia. Su padrino el poeta se las había enseñado en una capilla gótica formando una guirnalda de hierro sobre los negros sillares».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez

(1) http://catedralmedievaldevalencia.blogspot.com.es/2016/09/las-cadenas-del-puerto-de-marsella-el.html?m=1


Catedral de Valencia

http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?p=98458481

lunes, 5 de febrero de 2018

Pasem de presa, que’l lleó dòrm

«Además, al otro lado del promontorio empezaba el temible golfo del León. Sobre su fondo, que no iba más allá de noventa metros, se alborotaban las aguas a impulsos del vendaval, levantando tantas olas y tan apretadas, que al chocar unas con otras, no encontrando espacio para caer, se remontaban formando torres. 

Este golfo era el rincón más temible del Mediterráneo. Los trasatlánticos, al regreso de un viaje feliz al otro hemisferio, se estremecían con la sensación del peligro, y algunas veces volvían atrás. Los capitanes que acababan de atravesar el Atlántico fruncían el ceño con inquietud.

Desde la puerta del Ateneo, los expertos señalaban las barcas de vela latina que se disponían a doblar el promontorio. Eran laúdes como los que había mandado el patrón Ferragut, embarcaciones de Valencia que llevaban vino a Cette y frutas a Marsella. Al ver al otro lado del cabo la superficie azul del golfo sin más accidentes que una ondulación larga y pesada prolongándose en el infinito, los valencianos decían alegremente: 

— Pasem de presa, que’l lleó dòrm».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez



Embarcación de vela latina. Playa del Cabañal

Todocolección

domingo, 4 de febrero de 2018

Las ratas de la marjal sólo comían arroz

«Las mujeres enumeraban las excelencias de la rata (1) en el arroz de la paella; muchos la habían comido sin saberlo, asombrándose con el sabor de una carne desconocida. Otros recordaban los guisados de serpiente, ensalzando sus rodajas blancas y dulces, superiores a las de la anguila, y el barquero desorejado rompió el mutismo de todo el viaje para recordar cierta gata recién parida que había cenado él con otros amigos en la taberna de Cañamel , arreglada por un marinero que después de correr mucho mundo tenía manos de oro para estos guisos

La gente de tierra adentro escupía con expresión de asco, entre las risas y protestas de los de la Albufera. ¡Un bocado delicioso! ¿Cómo podían hablar si nunca lo habían probado? Las ratas de la marjal sólo comían arroz; eran plato de príncipe. No había más que verlas en el mercado de Sueca, desolladas, pendientes a docenas de sus largos rabos en las mesas de los carniceros. Las compraban los ricos; la aristocracia de las poblaciones de la Ribera no comía otra cosa. Y Cañamel, como si por su calidad de rico creyese indispensable decir algo, cesaba de gemir para asegurar gravemente que sólo conocía en el mundo dos animales sin hiel: la paloma y la rata; con esto quedaba dicho todo».

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez

(1) http://bdb.cma.gva.es/ficha.asp?id=5915


Barraca en la marjal

Todocolección

sábado, 3 de febrero de 2018

Las atarazanas de Valencia eran célebres por sus construcciones navales

«La llamada marina catalana no era sólo de Cataluña: pertenecía a los monarcas aragoneses, y entraban en ella todos sus Estados marítimos. Cuando los reyes formaban una flota, se componía de tres escuadras: catalana, mallorquina y valenciana. Las atarazanas de Valencia eran célebres por sus construcciones navales. De ellas salían los mejores navíos de la costa española. «Galera genovesa y navío catalán», decían los navegantes de la Edad Media como última expresión del arte naval».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez



Las Atarazanas

Revista de arte. 2008

viernes, 2 de febrero de 2018

A la hora en que los faros empezaban a perforar la sombra naciente. Vídeo

«Algunas noches, a la hora en que los faros empezaban a perforar la sombra naciente con sus primeras puñaladas de fuego, sentíase melancólico, y olvidando la diferencia de edad, hablaba a su sobrino como si fuese un compañero de navegación».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez






jueves, 1 de febrero de 2018

Un carabinero joven que estaba de servicio en aquella parte de la playa

«Y la siñá Tona hacía confidente de sus desdichas a Martínez, un carabinero joven que estaba de servicio en aquella parte de la playa, y pasaba las horas del calor sentado bajo el sombrajo de la taberna, con el fusil entre las rodillas, mirando vagamente el límite del mar, con el oído atento á las eternas lamentaciones de la tabernera. 

El tal Martínez era andaluz, de Huelva; un muchacho guapo y esbelto, que llevaba con mucha marcialidad el uniforme viejo de servicio y se atusaba al hablar el rubio bigote con expresión distinguida. 

La siñá Tona le admiraba. Las personas que son finas no lo pueden ocultar; a la legua se las conoce. 

Y además, ¡qué gracia en el lenguaje! ¡qué términos tan escogidos gastaba! Bien se conocía que era hombre leído. Como que había estudiado muchos años en el Seminario de su provincia; y si ahora se veía así era porque, no queriendo ser cura y deseando ver mundo, había reñido con su familia, sentando plaza, para venir al fin a meterse en carabineros».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez


Cuartel de Carabineros en La Patacona

Cortesía de Tequín Iglesias