miércoles, 30 de noviembre de 2022

La Navidad según Blasco Ibáñez. 01

«A las tres de la tarde entró doña Manuela en la plaza del Mercado, envuelto el airoso busto en un abrigo cuyos faldones casi llegaban al borde de la falda, cuidadosamente enguantada, con el limosnero al puño y velado el rostro por la tenue blonda de la mantilla.

Tras ella, formando una pareja silenciosa, marchaban el cochero y la criada: un mocetón de rostro carrilludo y afeitado que respiraba brutal jocosidad, luciendo con tanta satisfacción como embarazo los pesados borceguíes, el terno azul con vivos rojos y botones dorados y la gorra de hule de ancho plato, y a su lado una muchacha morena y guapota, con peinado de rodete y agujas de perlas, completando este tocado de la huerta su traje mixto, en el que se mezclaban los adornos de la ciudad con los del campo.

El cochero, con una enorme cesta en la mano y una espuerta no menor a la espalda, tenía la expresión resignada y pacienzuda de la bestia que presiente la carga. La muchacha también llevaba una cesta de blanco mimbre, cuyas tapas movíanse al compás de la marcha, haciendo que el interior sonase a hueco; pero no se preocupaba de ella, atenta únicamente a mirar con ceño a los transeúntes demasiado curiosos o a pasear ojeadas hurañas de la señora al cochero o viceversa. Cuando, doblando la esquina, entraron los tres en la plaza del Mercado, doña Manuela se detuvo como desorientada».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Plaza del Mercado

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lunes, 28 de noviembre de 2022

Para tragarse las sabrosas morcillas que daban gran fama al tabernero Copa

«Se dirigían todos a casa de Copa, para ver de cerca la famosa porfía de Pimentó con los hermanos Torrerola, dos malas cabezas, lo mismo que el marido de Pepeta, que habían jurado igualmente odio al trabajo y pasaban el día entero en la taberna. Surgían entre ellos numerosas rivalidades y apuestas, especialmente en esta época, que era cuando aumentaba la concurrencia del establecimiento. Los tres valentones pujaban en brutalidad, ansioso cada uno de alcanzar renombre sobre los otros.

Batiste había oído hablar de esta apuesta que hacía ir las gentes a la famosa taberna como un jubileo.

Se trataba de permanecer sentados jugando al truque y sin beber más líquido que aguardiente, hasta ver quién era el último que caía.

Empezaron el viernes al anochecer, y aún estaban los tres en sus silletas de cuerda el domingo por la tarde, jugando la centésima partida de truque, con el jarro de aguardiente sobre la mesilla de cinc, dejando sólo las cartas para tragarse las sabrosas morcillas que daban gran fama al tabernero Copa por lo bien que sabía conservarlas en aceite».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez



Alquería transformada en taberna 


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sábado, 26 de noviembre de 2022

La antigua cuñada de Cañamel hablaba de esto de puerta en puerta

«La antigua cuñada de Cañamel hablaba de esto de puerta en puerta. ¡Se entendían, no había más que verlos! ¡Bueno iban a poner al imbécil tabernero! ¡Entre los dos se comerían toda la fortuna que había amasado la pobre de su hermana! Y cuando los menos crédulos hablaban de la imposibilidad de aproximarse, en una taberna siempre llena de gente, la arpía protestaba. Se entenderían fuera de casa. Neleta era capaz de todo y él un enemigo del trabajo, que había dado fondo en la taberna, seguro de que allí le mantendrían».

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez



Fotograma de la serie de TVE "Cañas y barro"



jueves, 24 de noviembre de 2022

Le habló con la tristeza del hombre fatigado que lucha inútilmente contra la desgracia

«Las murmuraciones que circulaban por el Palmar llegaron hasta el tío Tono, y una noche, sacando éste a su hijo fuera de la barraca, le habló con la tristeza del hombre fatigado que lucha inútilmente contra la desgracia.

Tonet no quería ayudarle, bien lo veía. Era el perezoso de otros tiempos, nacido para pasar la existencia en la taberna. Ahora era un hombre; había ido a la guerra, y su padre no podía levantar sobre él la mano, como en otros tiempos. ¿No quería trabajar…? Bien; él continuaría la obra completamente solo, aunque reventase como un perro, siempre con la esperanza de dejar al morir un pedazo de pan al ingrato que le abandonaba.

Pero lo que no podía ver con calma era que su hijo pasase los días en casa de Cañamèl, frente a su antigua novia. Podía ir si quería a otras tabernas; a todas menos a aquélla.

Tonet protestó con vehemencia al oír esto. ¡Mentiras, todo mentiras! ¡Calumnias de la Samaruca, aquella bestia maligna, cuñada de Cañamèl, que odiaba a Neleta y no reparaba en murmuraciones! Y Tonet decía esto con la energía de la verdad, afirmando por la memoria de su madre no haber tocado un dedo de Neleta ni haberle dicho la menor palabra que recordase su antiguo noviazgo.

El tío Tono sonrió tristemente. Lo creía, no dudaba de sus palabras. Es más: tenía la convicción de que hasta el presente eran calumnias todas las murmuraciones. Pero él conocía la vida. Ahora  sólo eran miradas, y mañana, atraídos por el continuo roce, caerían en la deshonra, como consecuencia de este juego peligroso. Neleta siempre le había parecido una casquivana, y no sería ella la que diese ejemplo de prudencia.

Después de esto, el animoso trabajador tomó un acento tan sincero, tan bondadoso, que impresionó a Tonet.

Debía pensar que era el hijo de un hombre honrado, con mala fortuna en sus negocios, pero al cual nadie podía reprochar una mala acción en toda la Albufera.

Neleta tenía marido, y el que busca la mujer ajena une la traición al pecado. Además, Cañamèl era amigo suyo; pasaban el día juntos, jugaban y bebían como compañeros, y engañar a un hombre en estas condiciones era una cobardía, digna de pagarse con un tiro en la cabeza.

El tono del padre se hizo solemne.

Neleta era rica, su hijo pobre, y podían creer que la perseguía como un medio para mantenerse sin trabajar. Esto era lo que le irritaba, lo que convertía su tristeza en cólera.

Antes ver muerto a su hijo, que avergonzarse ante tal deshonra. ¡Tonet! ¡Hijo…! Había que pensar en la familia, en los Palomas, antiguos como el Palmar: raza de trabajadores tan desgraciados como buenos; acribillados de deudas por la mala suerte, pero incapaces de una traición.

Eran hijos del lago, tranquilos en su miseria, y al emprender el último viaje, cuando los llamase Dios, podrían llegar perchando hasta los pies de su trono, mostrándole al Señor, a falta de otros méritos, las manos cubiertas de callos como las bestias, pero el alma limpia de todo crimen».

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez


Fotograma de la serie de TVE "Cañas y barro"

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https://www.rtve.es/television/canas-barro/

martes, 22 de noviembre de 2022

Distinguía ahora claramente la muchedumbre que pululaba sobre la escollera

«Las escotillas estaban bien cerradas, y por esto la barca, después de pasar sobre ella las montañas de agua, volvía a reaparecer flotando valientemente.

El patrón se convencía de lo desesperado de la situación. Estaban cogidos por la horrible marejada de la escollera. Seguir adelante corriendo el temporal, era ya imposible; había que meterse en el puerto o perecer en la entrada.

Distinguía ahora claramente la muchedumbre que pululaba sobre la escollera, alcanzada muchas veces por el oleaje; llegaba a la barca su griterío de terror».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Entrada al Puerto de Valencia. 1901

http://vicenticoaa.blogspot.com/

domingo, 20 de noviembre de 2022

Por el pedazo de tierra inculta que daba entrada al carro

«Este tranquilo paisaje era la idealización de una Arcadia laboriosa y feliz. Allí no podía existir gente mala. Batiste desperezabase con voluptuosidad, dominado por el bienestar tranquilo de que parecía  impregnado el ambiente. Roseta, con los chicos, se había ido al baile de la alquería; su mujer dormitaba bajo el sombrajo, y él se paseaba desde su vivienda al camino, por el pedazo de tierra inculta que daba entrada al carro.

En pie en el puentecito, iba contestando a los saludos de los vecinos, los cuales pasaban riendo como si fuesen a presenciar un espectáculo graciosísimo».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez



Barraca en la huerta de Valencia

Barberá Masip

Bivaldi


viernes, 18 de noviembre de 2022

La dormilona cadencia de las guitarras

«En una encrucijada chillaba persiguiéndose un grupo numeroso de niños; sobre el verde de los ribazos destacábanse los pantalones rojos de algunos soldaditos que aprovechaban la fiesta para pasar una hora en sus casas. Sonaban a lo lejos, como una tela que se rasga, los escopetazos contra las bandas de golondrinas que volaban a un lado y a otro en contradanza caprichosa, silbando agudamente, como si rayasen con sus alas el cristal azul del cielo; zumbaban sobre las acequias las nubes de mosquitos casi invisibles, y en una alquería verde, bajo el añoso emparrado, agitábanse como una amalgama de colores faldas floreadas, pañuelos vistosos. La dormilona cadencia de las guitarras parecía arrullar a un cornetín chillón que iba lanzando a todos los extremos de la vega, dormida bajo el sol, los morunos sones de la jota valenciana».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez



Los guitarristas. 1889

Óleo. 34 x 49,50

Joaquín Sorolla y Bastida

Museo Sorolla

miércoles, 16 de noviembre de 2022

Con la reluciente mantilla

«En todas las casas se observaba rigurosamente la fiesta del domingo, y como había cosecha reciente y no poco dinero, nadie pensaba en contravenir el precepto. No se veía un solo hombre trabajando en los campos, ni una caballería en los caminos. Pasaban las viejas por las sendas con la reluciente mantilla sobre los ojos y una silleta en un brazo, como si tirase de ellas la campana que volteaba lejos, muy lejos, sobre los tejados del pueblo».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez



Ilustración de José Benlliure para "La barraca"


lunes, 14 de noviembre de 2022

Y Neleta y él se miraban

«En el pueblo comenzaban las murmuraciones por la asiduidad con que Tonet visitaba la taberna. Se sentaba siempre ante el mostrador, y Neleta y él se miraban. La tabernera hablaba con Tonet menos que con los otros parroquianos; pero en los ratos de poco despacho, cuando hacía alguna labor sentada ante los toneles, cada vez que levantaba sus ojos, éstos iban instintivamente hacia el joven. Los parroquianos también observaban que el Cubano, al dejar los naipes, buscaba con su mirada a Neleta».

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez



Fotograma de la serie de TVE "Cañas y barro"

sábado, 12 de noviembre de 2022

¡Qué tierras las de la vega!...

«Había que dar gracias a Dios, que le permitía al fin vivir tranquilo en aquel paraíso. ¡Qué tierras las de la vega!... Por algo, según las historias, lloraban los moros al ser arrojados de allí.

La siega había limpiado el paisaje echando abajo las masas de trigo matizadas de amapolas que cerraban la vista por todos lados como murallas de oro. Ahora la vega parecía mucho más grande, infinita, y extendía hasta perderse de vista los grandes cuadros de tierra roja, cortados por sendas acequias».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez



Barraca en la huerta de Valencia

Barberá Masip

Bivaldi

jueves, 10 de noviembre de 2022

Sacaría muy buen producto llevándolos, como otras, al mercado de Valencia

«Apenas si podía él llevar adelante los dos campos que había roturado y cultivado. Pero, lo mismo que el difunto tío Barret, sentía la embriaguez de la tierra; cada vez deseaba abarcar más con su trabajo, y aunque era algo pasada la sazón, pensaba remover al día siguiente la parte de terreno que permanecía inculta a espaldas de la barraca, para plantar en ella melones, cosecha inmejorable, a la que su mujer sacaría muy buen producto llevándolos, como otras, al mercado de Valencia».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez



Plaza de Mercado

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martes, 8 de noviembre de 2022

Sólo el tío Tono, con su audacia de trabajador infatigable

«Tonet se entregó al trabajo con el ardor momentáneo de los seres de escasa voluntad. Su deseo era llenar de un solo golpe aquel rincón del lago donde su padre buscaba la riqueza. Desde antes del amanecer, Tonet y la Borda iban en dos barquitos a buscar tierra, para llevarla después, en un viaje de más de una hora, al gran  espacio de agua muerta cuyos límites marcaban los ribazos de barro.

El trabajo era penoso, aplastante; una tarea de hormigas. Sólo el tío Tono, con su audacia de trabajador infatigable, podía acometerlo sin otro auxilio que su familia y sus brazos.

Iban a los grandes canales que desembocan en la Albufera, a los puertos de Catarroja y el Saler. Con perchas de ancha horquilla arrancaban del fondo grandes pellas de barro, pedazos de turba gelatinosa, que esparcía un hedor insoportable. Dejaban a secar en las orillas estos jirones del seno de las acequias, y cuando el sol los convertía en terrones blancuzcos, cargábanlos en los dos barquitos, que se unían, formando una sola embarcación. Percha que percha, tras una hora de incesante trabajo, llevaban al tancat el montón de tierra tan penosamente reunido, y la charca se la tragaba sin resultado aparente, como si se disolviera la carga sin dejar rastro. Los pescadores veían pasar todos los días dos o tres veces a la laboriosa familia deslizándose como moscas de agua sobre la pulida superficie del lago».

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez



Fotograma de la serie de TVE "Cañas y barro"


domingo, 6 de noviembre de 2022

Había que verle un domingo por la tarde, fumando una tagarnina de a cuarto

«La reconcentrada y silenciosa alegría de la madre notábase también en Batiste. Había que verle un domingo por la tarde, fumando una tagarnina de a cuarto en honor a la festividad, paseando ante la barraca y mirando  sus campos amorosamente. Dos días antes había plantado en ellos maíz y judías, como muchos de sus vecinos, pues a la tierra no hay que dejarla descansar».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez



A la puerta de la barraca

http://miguelangelbustospizarro.blogspot.com/

viernes, 4 de noviembre de 2022

Con el abuelo no había que contar

«A Tonet le sedujo la novedad de la empresa. Si le hubieran propuesto cultivar los mejores y más antiguos campos inmediatos al Palmar, tal vez habría torcido el gesto; pero le gustaba batallar con el lago, convertir en tierra laborable lo que era agua, hacer surgir cosechas donde coleaban las anguilas entre las hierbas acuáticas. Además, en su ligereza de pensamiento, sólo veía los resultados, sin fijarse en el trabajo. Serían ricos y él podría alquilar las tierras, dándose una vida de holgazán, que era su aspiración.

Padre e hijo se lanzaron a la faena, ayudados por la Borda, siempre animosa para todo lo que diese prosperidad a la casa. Con el abuelo no había que contar. El proyecto le había puesto de igual humor que al dedicarse su hijo por primera vez al cultivo de tierras. ¡Otros que querían achicar la Albufera convirtiendo el agua en campos! ¡Y eran de su familia los que cometían tal atentado! ¡Bandidos…!».

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez



Fotograma de la serie de TVE "Cañas y barro"

miércoles, 2 de noviembre de 2022

Flotaban los ánades en la vecina acequia

«Atravesando la vega en las horas de más sol, cuando ardía la atmósfera y moscas y abejorros zumbaban pesadamente, sentíase una impresión de bienestar dentro de esta barraca limpia y fresca. El corral delataba, a través de sus bardas de barro y estacas, la vida contenida en él. Cloqueaban las gallinas, cantaba el gallo, saltaban los conejos por las sinuosidades de un gran montón de leña tierna, y vigilados por los dos hijos pequeños de Teresa, flotaban los ánades en la vecina acequia y correteaban las manadas  de polluelos por los rastrojos, piando incesantemente, moviendo sus cuerpecillos sonrosados, cubiertos apenas de fino plumón».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez



Acequia de Vera. Principios del XX

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