lunes, 31 de enero de 2022

La fontana de Vaucluse, cantada por Petrarca

«Cuando penetraron en el hall los envolvió una atmósfera vibrante de música y saturada de humo de tabaco rubio, con ligero perfume de opio. Sillones y divanes estaban ocupados por gentes de lengua inglesa; la oleada diaria de viajeros que pasa veinticuatro horas en Aviñón, ve el castillo de los Papas, la fontana de Vaucluse, cantada por Petrarca, y continúa su descenso por la Provenza, hacia la Costa Azul».

El Papa del mar

Vicente Blasco Ibáñez




La fontana de Vaucluse

Todocolección

sábado, 29 de enero de 2022

Y montaban en sus barcas, tendiendo las grandes velas

«María Santísima: su hijo iba a morir. Se lo decía el corazón. ¡Ay, reina y soberana! Todos morirían; sus dos hijos, su nieto: parecía que una maldición pesase sobre la familia. La mar cochina se los tragaría a todos, como ya había devorado a su pobre Pascual.

Y mientras la pobre mujer gritaba como una loca y las demás le hacían coro, los marineros, ceñudos y sombríos, empujados por el egoísmo de la existencia, por la conquista del pan, que hace afrontar los mayores peligros, entraban en el agua hasta la cintura y montaban en sus barcas, tendiendo las grandes velas». 

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Las tres velas. 1903

Joaquín Sorolla y Bastida

Óleo. 96.52 x: 137.8

Colección privada

jueves, 27 de enero de 2022

Bailando en los hoteles de los Campos Elíseos

«Habían vuelto a estrecharse las manos y sonreían. Desfilaban ante sus ojos los recuerdos de algunos meses antes, cuando se había iniciado su amor, de cinco a siete de la tarde, bailando en los hoteles de los Campos Elíseos, que realizaban la unión indisoluble del tango con la taza de té».

Los cuatro jinetes del Apocalipsis

Vicente Blasco Ibáñez



Avenida de los Campos Elíseos. París

Todocolección

martes, 25 de enero de 2022

Para adquirir mayores respetos, se hizo devoto de San Bernardo

«Así fue prosperando, sin que las burlas de la gente de la ciudad le hicieran perder la confianza de aquel rebaño de rústicos que le temían como a la Ley y creían en él como en la Providencia.

Un préstamo a un mayorazgo derrochador le hizo dueño del caserón señorial que desde entonces pasó a ser de la familia Brull. Comenzó a frecuentar el trato de los grandes propietarios de la ciudad, que aunque despreciándole, le abrieron un hueco entre ellos con esa instintiva solidaridad de la masonería del dinero. Para adquirir mayores respetos, se hizo devoto de San Bernardo, pagó fiestas de iglesia y estuvo siempre al lado del alcalde, fuese quien fuese. Para él no hubo ya en Alcira otras personas, que las que al llegar la cosecha recogían miles de duros; los demás eran la canalla».

Entre naranjos

Vicente Blasco Ibáñez



Puente de san Bernardo (Alcira)

Todocolección

domingo, 23 de enero de 2022

Él era el único en el pueblo que no trabajaba percha en mano

«La consideración de que él era el único en el pueblo que no trabajaba percha en mano ni pasaba las noches en medio de la Albufera causábale cierto orgullo, haciendo que mirase con altanería a los demás».

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez



El Palmar

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viernes, 21 de enero de 2022

Que eran los primeros del cielo para el tío Caragol —San Vicente Mártir, San Vicente Ferrer, la Virgen de los Desamparados y el Cristo del Grao

«En los domingos y fiestas de santos valencianos, que eran los primeros del cielo para el tío Caragol —San Vicente Mártir, San Vicente Ferrer, la Virgen de los Desamparados y el Cristo del Grao—, aparecía la humeante paella, vasto redondel de arroz, sobre cuya arena de hinchados granos yacían despedazadas varias aves. El cocinero sorprendía a su gente repartiendo cebollas crudas, voluminosas, de acre perfume que arrancaba lágrimas y una blancura de marfil. Eran un regalo de príncipe mantenido en secreto. No había mas que quebrarlas de un puñetazo para que soltasen su viscosidad, y luego se perdían en los paladares como bocados crujientes de un pan dulce y picante, alternando con las cucharadas de arroz».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez



Procesión de San Vicente Mártir, patrón de la ciudad de Valencia, años 20

La imagen y andas de plata desaparecieron en el 36, al fondo el antiguo Palacio Arzobispal incendiado en esa misma fecha

https://liturgia.mforos.com/1699084/9020624-procesiones-con-imagenes-de-santos/?pag=2

miércoles, 19 de enero de 2022

¡Ea! ellos eran tan hombres como el que más y podían ir donde fuese otro. ¡Barcas al agua!

«Esta suposición les irritaba, como si el Retor fuese a apoderarse de toda la pesca que había en el mar. Los más codiciosos y audaces se decidieron. ¡Ea! ellos eran tan hombres como el que más y podían ir donde fuese otro. ¡Barcas al agua!

La resolución fue contagiosa, y los boyeros no sabían dónde acudir, pues todos querían ser los primeros, como si se hubiera generalizado la locura del Retor. Parecía que todos temiesen ver agotada la pesca de un momento a otro.

Las mujeres en la playa gritaban de miedo al ver á sus hombres lanzarse en tal aventura, y proferían maldiciones contra el Retor, un lanudo que quería perder a toda la gente honrada del Cabañal.

La siñá Tona, en ropas menores, con la escasa cabellera gris flotando sobre el cráneo, acababa de llegar a la orilla. Estando en la cama le habían dicho la locura de su hijo y corría a evitarla. Pero las dos barcas ya estaban muy lejos.

—¡Pascualet!—gritaba la pobre mujer formando bocina con las manos—. ¡Fill meu!... Torna... torna.

Y al conocer que no podían oírla, tirábase de los escasos pelos y prorrumpía en gemidos y aclamaciones».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Haciéndose a la mar. 1908

Joaquín Sorolla y Bastida

Óleo. 82.5 x 107.5

Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba. La Habana

lunes, 17 de enero de 2022

Regresando, sin duda, de la taberna

«Batistet intentó disculparse ante su padre de este descuido. Cuando corría hacia la barraca, asustado por los gritos de su madre, había visto venir por el camino un grupo de hombres, gente alegre que reía y cantaba, regresando, sin duda, de la taberna. Tal vez eran ellos.

El padre no quiso oir mas... ¡Pimentó! ¿Quién otro podía ser? El odio de la huerta le asesinaba un hijo, y ahora aquel ladrón le mataba su caballería, adivinando lo necesaria que era para su existencia. ¡Cristo! ¿No había ya bastante para que un cristiano se perdiese?...

Y no razonó más. Sin saber lo que hacía, regresó a la barraca, cogió su escopeta de detrás de la puerta y salió corriendo, mientras instintivamente abría la recámara de su arma para ver si los dos cañones estaban cargados».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


Taberna valenciana. 1889 - 1890

Joaquín Sorolla y Bastida

Óleo. 50 x 70

Museo Sorolla

sábado, 15 de enero de 2022

En el Palmar, pueblo de castigo, donde sólo iban los desesperados o los que estaban en desgracia

«La muerte del padre de Sangonera hizo que éste se refugiase para siempre en la casa del vicario, no volviendo más a su barraca. Se sucedían los curas en el Palmar, pueblo de castigo, donde sólo iban los desesperados o los que estaban en desgracia, saliendo de esta miseria tan pronto como podían. Todos los vicarios, al tomar posesión de la pobre iglesia, se encargaban igualmente de Sangonera, como de un objeto indispensable para el culto. En el pueblo, sólo él sabía ayudar una misa. Conservaba en su memoria todas las prendas guardadas en la sacristía, con el número de desgarrones, remiendos y agujeros de polilla; y solícito en todo y deseoso de agradar, no formulaba su amo una orden que no estuviera cumplida al momento».

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez



El Palmar. La Albufera

Cortesía de José Navarro Escrich

jueves, 13 de enero de 2022

Y mascullando su indignación, ayudó a colocar las últimas viguetas

«Y mascullando su indignación, ayudó a colocar las últimas viguetas, cuando la proa de Flor de Mayo tocaba ya el agua.

Otra pareja de bueyes arrastraba al mismo tiempo la barca vieja que el Retor tenía alquilada para formar pareja con la suya.

Al poco rato ambas embarcaciones balanceábanse sobre las rompientes de la playa e izaban su gran vela latina, tomando viento con rapidez.

Los patrones agrupábanse en la playa perplejos y agitados, mirando con codicia las dos barcas que se alejaban y haciendo indignados comentarios.

Aquel lanudo se había vuelto loco. El muy ladrón iba a hacer su negocio, y ellos, por cobardes, se quedarían con las manos en los bolsillos».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Haciéndose a la mar

Cortesía de José Navarro Escrich

martes, 11 de enero de 2022

Un animal tan necesario para él como la propia vida

«Al poco rato, nuevos gritos sacaron a Batiste de su doloroso estupor.

—Pare!... Pare!

Era Batistet, llamándolo desde la puerta de la barraca. El padre, presintiendo una nueva desgracia, corrió tras él, sin comprender sus atropelladas palabras. «El caballo..., el pobre Blanco..., estaba en el suelo...! sangre...»

Y a los pocos pasos lo vio caído sobre sus ancas, enganchado aún al arado, pero intentando, en vano, levantarse, tendiendo su cuello, relinchando dolorosamente, mientras de su costado, junto a la pata delantera, manaba lentamente un líquido negruzco, del que se iban empapando los surcos recién abiertos.

Se lo habían herido; tal vez iba a morir. ¡Recristo! Un animal tan necesario para él como la propia vida y que le había costado empeñarse con el amo...

Miró en torno, buscando al criminal. Nadie. En la vega, que azuleaba bajo el crepúsculo, no se oía más que un ruido lejano de carros, el susurro de los cañaverales y los gritos con que se llamaban de una barraca a otra. En los caminos inmediatos, en las sendas, ni una persona».

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez



Barraca en la huerta de Valencia

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domingo, 9 de enero de 2022

Aún sacó de ella nuevo producto, vendiéndola en Valencia a un disecador de animales

«Jamás el pequeño Sangonereta, al venir al mundo, fue llevado en los brazos de su padre con tan cariñosa suavidad como aquel animalejo. Pero pasaron los días, la gente se cansó de la llúdria, nadie daba por ella ni una mala copa de aguardiente, y no hubo taberna de la que no despidieran a Sangonera como un apestado, por el hedor insufrible de aquella bestia corrompida que llevaba a todas partes bajo la manta. Antes de abandonarla aún sacó de ella nuevo producto, vendiéndola en Valencia a un disecador de animales, y desde entonces declaró a todo el mundo su vocación: sería cazador de nutrias».

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez



Los hermanos Benedito

https://www.taxidermidades.com/2012/10/taxidermia-la-familia-benedito-saga-de-taxidermistas22.html

viernes, 7 de enero de 2022

La Navidad según Blasco Ibáñez. Y 21

«--Di a Adela y a Nelet que entren.

Toda la servidumbre de la casa se plantó a estilo de coro de zarzuela ante el sillón de la señora. Entre los tres cruzábanse alegres miradas, sonrisas de satisfacción.

Era la ceremonia anual, el acto de dar los aguinaldos a los criados, por ser el día de la señora. Con majestad teatral, doña Manuela dio un duro a cada uno, más un pañuelo de seda a Visanteta, por lo satisfecha que estaba de su mérito como cocinera. El ceño de la habilidosa muchacha se dilató por primera vez en todo el día, y los tres salieron apresuradamente con la alegría del regalo, oyéndose el ruido de sus empellones y correteos.

Esto obscureció un poco la sonrisa de don Juan. Decididamente, su hermana era una loca, que odiaba el dinero. ¡Mire usted que tirar tres duros tan en tonto! ¿No hubiera quedado lo mismo con tres pesetas?

Pero su digestión de esquimal harto no le permitía indignarse, y escuchó con expresión amable a su hermana, que, inclinada sobre él, apoyándose en su misma butaca, le hablaba mimosamente, como si fuese una niña.

--Hay que seguir las costumbres, Juan; si no, los criados, en vez de respetarla a una, se encargan de desacreditarla. A ti de seguro que no le parece bien dar un duro a cada criado; a mí tampoco, pero hijo mío, la costumbre es la costumbre, y si una hace ciertas economías, la gente cree que va de capa caída, suposición que a nadie gusta. ¿No crees tú lo mismo?»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Chachas o amas de cría (sic). Valencia. Fotógrafo Damián


Todocolección

miércoles, 5 de enero de 2022

La Navidad según Blasco Ibáñez. 20

«Cuando volvieron al comedor, Nelet sacaba el héroe de la fiesta: un soberbio capón, panza arriba, con los robustos muslos recogidos sobre el pecho y la piel dorada, crujiente, impregnada de manteca.

Don Juan contemplábalo con miradas de amor. No; una pieza tan hermosa no la destrozaría el desmañado Juanito. A ver, Rafael, que, como aprendí de médico, entendería de estas cosas.

Las niñas protestaron, recordando las espeluznantes relaciones que su hermano las había hecho varias veces, para asustarlas, describiendo sus hazañas en el anfiteatro anatómico.

--No, Rafael no--gritó Amparito--. Si él toca el capón no comemos.

¡Vaya un asco! ¡Como si aquel estudiante honorario hubiese asistido al curso de anatomía media docena de veces...! Al fin, el tío, en vista de las protestas, se decidió a destrozar la pieza, pues en su calidad de solterón sabía un poco de todo.... ¡Brava manera de masticar! Confesaban que la comida les subía ya a la garganta; pero a pesar de esto, era tan excelente la carne tierna y jugosa, con su corteza tostada crujiendo entre los dientes, que todos despacharon su ración, masticando con lentitud y emprendiéndola después con los huesos. El tío se mostraba como un valiente.

Aparecieron los postres. Cubrióse la mesa de tajadas de melón, peras y manzanas, avellanas y nueces; pero esto pasó sin gran éxito, atreviéndose el tío sólo con algunos pedazos de fruta que le mandó Juanito.

Después, la clásica sopada , sin la cual don Juan no comprendía los banquetes: una gran fuente de crema, en la que se empapaban apretadas filas de pequeños bizcochos. Esto era lo mejor para los que, como él, carecían de dentadura. Sabía a gloria; pero a pesar de tantos elogios, recibió como en triunfo el turrón de Jijona y los pasteles de espuma. También era esto del género de don Juan, adorador de las cosas blandas, que se escurren dulcemente sin roce alguno hasta el fondo del estómago. Con la boca llena de merengue contestaba a sus sobrinas, que estaban cada vez más alegres, y aprobaba bondadosamente los cuidados de su hermana por tenerle contento. Ahora había que retirar el vino de los Escolapios: «no estaba en carácter»; y por esto el viejo saludó alegremente la aparición en la mesa de las botellas de licor de diferentes formas y clases».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez




Postres Martí

Todocolección

lunes, 3 de enero de 2022

La Navidad según Blasco Ibáñez. 19

«Otro plato ligero, pero éste era francamente indígena: lomo de cerdo y longanizas con pimiento y tomate, un guiso al que daba siempre Visanteta una gracia especial, que hacía a todos mojar el pan en la roja salsa».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Carnes Eliseo. Mercado Central

Diciembre de 1961

Portada del semanario "Valencia atracción"

sábado, 1 de enero de 2022

La Navidad según Blasco Ibáñez. 18

«Nelet, con la gravedad de un _maître d'hôtel_, muy circunspecto desde que veía en la mesa al tío millonario, sacó de la cocina el plato del día, la obra maestra de Visanteta, un pescado a la bayonesa que arrancó a todos un grito de admiración.

--¡Caballeros...! ¡Ni en la mejor fonda!--dijo Rafael--. ¡Ole por la cocinera!

Don Juan encontró de mal gusto la felicitación, pero admiró la obra.

Era una merluza de más de tres libras, que parecía de plomo brillante, con el escamoso vientre hundido en la salsa, un fresco cogollo de lechuga en la boca, y en torno de la cola unos cuantos rabanillos cortados en forma de rosas. La fuente tenía una orla de rodajas de huevo cocido, y sobre la capa amarillenta que cubría el apetitoso animal, tres filas de aceitunas y alcaparras marcaban el contorno del lomo y la espina. Don Juan miraba, con la pala de plata en la mano. ¡Vive Dios, que le remordía la conciencia destrozar aquella obra de arte! Pero la cosa se había hecho para comer; y al poco rato, la blanca carne de la merluza, revuelta con los sabrosos adornos, estaba en todos los platos».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Vendedoras del Mercado Central. 1958