miércoles, 31 de enero de 2018

Dándole el nombre de la isla lejana, que se transformaba en Gandía

«Los habitantes de la costa valenciana iban con los moros andaluces, en el siglo VIII , a llevar la guerra al fondo del Mediterráneo, y se apoderaban de la isla de Creta, dándole el nombre de Candía. Desde este nido de piratas eran el terror de Bizancio, tomando por asalto a Salónica y vendiendo como esclavos a los patricios y las damas más principales del Imperio. Años después, cuando desalojados de Candía regresaban a sus costas de origen, los aventureros valencianos creaban una población en un valle feraz, dándole el nombre de la isla lejana, que se transformaba en Gandía».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


http://turismodegandia.com/

martes, 30 de enero de 2018

El hombre le tendía la trampa de sus almadrabas en las costas de España

«En su seno existía doble cantidad de especies animales que en los otros mares, aunque menos numerosas. El atún, cordero juguetón de sus praderas azules, saltaba sobre la superficie o pasaba en rebaño bajo el lomo de las olas. El hombre le tendía la trampa de sus almadrabas en las costas de España y de Francia, en Cerdeña, el estrecho de Mesina y las aguas del Adriático. Pero esta carnicería apenas aclaraba sus compactos escuadrones. Luego de vagar por los recovecos del archipiélago griego, pasaban los Dardanelos, pasaban el Bósforo, conmoviendo con el hervor de su galopada invisible los dos callejones acuáticos, y dando la vuelta a la copa del mar Negro, volvían, diezmados pero impetuosos, a las profundidades del Mediterráneo».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


La pesca del atún en Ayamonte

Joaquín Sorolla. 1919

Hispanic Society of America 

«…Ayamonte es exacto de color y construcciones a Tetuán, iguales pisos, sólo faltan los moros. Yo espero que dentro de pocos días tendré el asunto bueno para mi cuadro, porque aquí se pesca el atún en grandes cantidades, además tengo enfrente Portugal, separándoles el río Guadiana que tiene kilómetro y pico de ancho, hermoso, estupendo, y toda la ribera de Ayamonte tiene barcas, vapores, lanchas, etc, infinidad de vapores pequeños y gasolineros transportando continuamente gentes de Portugal a España, y ésto es lo que yo quisiera ver de realizar…»

Joaquín Sorolla

lunes, 29 de enero de 2018

El carabinero solitario que contempla el mar

«Cuando tropezaban con el carabinero solitario que contempla el mar apoyado en su fusil, el médico le ofrecía un cigarro o le daba consejos si estaba enfermo. ¡Pobres hombres! ¡Tan mal pagados!… Pero sus simpatías iban a los otros, a los enemigos de la ley. Él era hijo de su mar, y en el Mediterráneo, héroes y nautas todos habían tenido algo de piratas o de contrabandistas. Los fenicios, que difundían con sus navegaciones las primeras obras de la civilización, se cobraban este servicio llenando sus barcos de mujeres raptadas, mercancía rica y de fácil transporte».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


Esperando las barcas

Playa del Cabañal

http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?p=68555811

domingo, 28 de enero de 2018

Quiero que me entierren en el más modesto cementerio valenciano, junto al Mare Nostrum

«Quiero que me entierren en el más 
modesto cementerio valenciano, 
junto al Mare Nostrum que llenó de ideal mi espíritu, quiero que mi cuerpo se confunda con esta tierra de Valencia que es el amor de todos mis amores».

Vicente Blasco Ibáñez


Sus restos saliendo de Fontana Rosa

http://www.cervantesvirtual.com/

sábado, 27 de enero de 2018

El mar de Valencia no era un mar para él. Lo enturbiaban las aguas del río y de las acequias de riego

«Pronto se cansaba el Tritón de sus paseos al puerto. El mar de Valencia no era un mar para él. Lo enturbiaban las aguas del río y de las acequias de riego. Cuando llovía en las montañas de Aragón, un líquido terroso desaguaba en el golfo, tiñendo las olas de encarnado y las espumas de amarillo. Además, le era imposible entregarse al placer diario de la natación. Una mañana de invierno, al empezar a desnudarse en la playa, la gente corrió como atraída por un fenómeno. El pescado del golfo tenía para él un sabor insoportable a légamo.

—Me voy —acababa por decir al notario y su esposa—. No comprendo cómo podéis vivir aquí».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


Desembocadura del Turia

http://125aniversario.aguasdevalencia.es/portfolio/uncategorized/la-ciudad/

viernes, 26 de enero de 2018

En los últimos peñascos de la escollera, tendía la vista sobre la inmensa llanura

«De pie en los últimos peñascos de la escollera, tendía la vista sobre la inmensa llanura, describiendo a su sobrino los misterios ocultos en el horizonte. A su izquierda —más allá de los montes azules de Oropesa que limitaban el golfo valenciano— veía imaginativamente la opulenta Barcelona, donde tenía numerosos amigos; Marsella, prolongación de Oriente clavada en Europa; Génova, con sus palacios escalonados en colinas cubiertas de jardines. Luego su vista se perdía en el horizonte abierto frente a él. Este camino era el de la dichosa juventud. 

Marchando en línea recta encontraba a Nápoles, con su montaña de humo, sus músicas y sus bailarinas morenas de pendientes de aro. Más allá, las islas de Grecia; en el fondo de una calle acuática, Constantinopla; y a continuación, bordeando la gran plaza líquida del mar Negro, una serie de puertos donde los argonautas olvidaban sus orígenes, sumidos en un hervidero de razas, acariciados por el felinismo de las eslavas, la voluptuosidad de las orientales y la avidez de las hebreas. 

A su derecha estaba África. Veía los puertos egipcios, con su corrupción tradicional que empieza a removerse y croar como un pantano fétido apenas desciende el sol; Alejandría, en cuyos cafetuchos bailan las falsas almeas sin más ropas que un pañuelo en la mano, y cada mujer es de una nación diferente, y suenan a coro todos los idiomas de la tierra…»

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


Puerto de Valencia

?

jueves, 25 de enero de 2018

Sentados en los muelles caña en mano

«El Tritón iba enumerando a su sobrino las categorías y especialidades de los buques. Y al convencerse de que Ulises era capaz de confundir un bergantín con una fragata, rugía escandalizado: 

—Entonces, ¿qué diablos os enseñan en el colegio?… 

Al pasar junto a los burgueses de Valencia sentados en los muelles caña en mano, lanzaba una mirada de conmiseración al fondo de sus cestas vacías. Allá en su casa de la costa, antes de que se elevase el sol ya tenía él en el fondo de la barca con qué comer toda una semana. ¡Miseria de las ciudades!»

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


Puerto de Valencia

?

miércoles, 24 de enero de 2018

Al encuentro de estas mercancías que se iban, los rosarios de descargadores

«Sus ojos recibían igualmente una caricia del pasado al abarcar el espectáculo del puerto: vapores que humeaban, veleros con sus lonas tendidas al sol, baluartes de cajones de naranjas, pirámides de cebollas, murallas de sacos de arroz, compactas filas de barricas de vino panza contra panza. Y saliendo al encuentro de estas mercancías que se iban, los rosarios de descargadores alineaban las que llegaban: colinas de carbón procedentes de Inglaterra; sacos de cereales del mar Negro; bacalaos de Terranova, que sonaban como pergaminos al caer en el muelle, impregnando el ambiente de polvo de sal; tablones amarillentos de Noruega, que conservaban el perfume de los bosques resinosos. 

Naranjas y cebollas caídas de los cajones se corrompían bajo el sol, esparciendo sus jugos dulces y acres. Saltaban los gorriones en torno de las montañas de trigo, escapando con medroso aleteo al oír pasos. Sobre la copa azul del puerto trenzaban sus interminables contradanzas las gaviotas del Mediterráneo, pequeñas, finas y blancas como palomas».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


Puerto de Valencia

http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?p=89491298

martes, 23 de enero de 2018

Emprendía instintivamente el camino del puerto en busca del mar

«Caminaba los primeros días por las calles desorientado y vacilante. Temía a los carruajes; le molestaba el roce de los transeúntes en las aceras. Se quejaba del movimiento de una capital de provincia, encontrándolo insufrible, él, que había visitado los puertos más importantes de los dos hemisferios. Al fin emprendía instintivamente el camino del puerto en busca del mar, su eterno amigo, el primero que le saludaba todas las mañanas al abrir la puerta de su casa allá en la Marina. 

En estas excursiones le acompañaba muchas veces su sobrino. El movimiento de los muelles tenía para él cierta música evocadora de su juventud, cuando navegaba como médico de trasatlántico; chirridos de grúas, rodar de carros, melopeas sordas de los cargadores».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


Puerto de Valencia

?

lunes, 22 de enero de 2018

En los domingos y fiestas de santos valencianos... aparecía la humeante paella. Vídeo

«En los domingos y fiestas de santos valencianos, que eran los primeros del cielo para el tío Caragol —San Vicente Mártir, San Vicente Ferrer, la Virgen de los Desamparados y el Cristo del Grao—, aparecía la humeante paella, vasto redondel de arroz, sobre cuya arena de hinchados granos yacían despedazadas varias aves. El cocinero sorprendía a su gente repartiendo cebollas crudas, voluminosas, de acre perfume que arrancaba lágrimas y una blancura de marfil. Eran un regalo de príncipe mantenido en secreto. No había mas que quebrarlas de un puñetazo para que soltasen su viscosidad, y luego se perdían en los paladares como bocados crujientes de un pan dulce y picante, alternando con las cucharadas de arroz.»

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


domingo, 21 de enero de 2018

Habituado a alimentarse con salazón

«Su cuerpo carecía de grasa. Bajo la morena piel sólo se marcaban rígidos tendones y salientes músculos; un tejido hercúleo del que había sido eliminado todo elemento incapaz de desarrollar fuerza. Labarta le encontraba una gran semejanza con las divinidades marinas. Era Neptuno antes de que le blanquease la cabeza; Poseidón tal como le habían visto los primeros poetas de Grecia, con el cabello negro y rizoso, las facciones curtidas por el aire salino, la barba anillada, con dos rematas en espiral que parecían formados por el goteo del agua del mar. La nariz algo aplastada por un golpe recibido en su juventud, y los ojos pequeños, oblicuos y tenaces, daban a su rostro una expresión de ferocidad asiática. Pero este gesto se esfumaba al sonreír su boca dejando visibles los dientes unidos y deslumbrantes, unos dientes de hombre de mar, habituado a alimentarse con salazón».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


Interior de la tienda de salazones de Dionisio Palomar Carpintero. Calle Ercilla

Al fondo, el señor Gavara con sus ayudantes en pleno rendimiento de su profesión

El Mercado de Valencia: Mil años de historia

Juan Luis Corbín Ferrer

Subida por Varlos Tárrega Momblanch a VAHG

sábado, 20 de enero de 2018

Este hombre sólo comía pescado

«Cuando de tarde en tarde aparecía el Tritón en Valencia, la hacendosa doña Cristina modificaba el régimen alimenticio de la familia. 

Este hombre sólo comía pescado. Y su alma de esposa económica temblaba angustiosamente al pensar en los precios extraordinarios que alcanza la pesca en un puerto de exportación».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


Regreso de la pesca del bou

Playa del Cabañal

https://www.ebay.es/

viernes, 19 de enero de 2018

En uno de los huertos de fresas inmediatos a la ciudad

«Ulises se imaginó una gran señora, hermosa como doña Constanza. Cuando menos, debía ser marquesa. Su padrino bien merecía esto. Y se imaginó igualmente que sus encuentros debían ser por la mañana, en uno de los huertos de fresas inmediatos a la ciudad, adonde le llevaban sus padres a tomar chocolate después de oír la primera misa en los amaneceres dominicales de Abril y Mayo».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


Huerto del Santísimo

Mundo Gráfico. 21 de abril de 1915

jueves, 18 de enero de 2018

No había llegado a perdonar a Felipe V

«Labarta, después de transcurridos doscientos años, no había llegado a perdonar a Felipe V, déspota francés que reemplazó a los déspotas austriacos. Él había suprimido los fueros de Valencia. «¡Borbón, maldito seas!…». Pero se lo decía en verso y en lemosín, circunstancias atenuantes que le permitían ser partidario de los sucesores de Felipe el Maldito y haber figurado por unos meses como diputado mudo del gobierno».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


Retrato de Felipe V de Borbón

Museu de l'Almodí de Xàtiva

miércoles, 17 de enero de 2018

Al anunciarse unos Juegos Florales temblaban los competidores

«Al anunciarse unos Juegos Florales temblaban los competidores, temiendo que al gran don Carmelo se le ocurriese apetecer alguno de los premios. Con asombrosa facilidad se llevaba la flor natural destinada a la oda heroica, la copa de oro del romance amoroso, el par de estatuas dedicadas al más completo estudio histórico, el busto de mármol para la mejor leyenda en prosa, y hasta el «bronce de arte» recompensa del estudio filológico. Los demás sólo podían aspirar a las sobras. 

Por fortuna, se había confinado en la literatura regional, y su inspiración no admitía otro ropaje que el del verso valenciano. Fuera de Valencia y sus pasadas glorias, sólo la Grecia merecía su admiración. Una vez al año le veía Ulises puesto de frac, con el pecho constelado de condecoraciones y una cigarra de oro en la solapa, distintivo de los felibres de Provenza. 

Era que se iba a celebrar la fiesta de la literatura lemosina, en la que desempeñaba siempre un primer papel: vate premiado, discurseante, o simple ídolo, al que tributaban sus elogios otros poetas, clérigos dados a la rima, encarnadores de imágenes religiosas, tejedores de seda que sentían perturbada la vulgaridad de su existencia por el cosquilleo de la inspiración; toda una cofradía de vates populares, ingenuos y de estro casero, que recordaban a los Maestros Cantores de las viejas ciudades alemanas».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


Juegos Florales de Lo Rat Penat. 1904

http://valenciablancoynegro.blogspot.com.es/2015/01/los-juegos-florales-de-lo-rat-penat.html

martes, 16 de enero de 2018

Los comerciantes de antigüedades no habían descubierto aún la rica Valencia

«¡Pobre notario!… Jamás había vuelto con las manos vacías cuando era llamado fuera de la ciudad por la confianza de los labriegos ricos, incapaces de creer en otra ciencia jurídica que no fuese la suya. Era el tiempo en que los comerciantes de antigüedades no habían descubierto aún la rica Valencia, donde la gente popular se vistió de seda durante siglos, y muebles, ropas y cacharros parecían impregnarse de la luz de un sol siempre igual, del azul de un ambiente siempre sereno.

Don Esteban, que se creía obligado a ser anticuario en su calidad de individuo de varias sociedades regionales, iba llenando su casa con los restos del pasado adquiridos en los pueblos o que le ofrecían espontáneamente sus clientes. No encontraba ya para los cuadros paredes libres, ni espacio en sus salones para los muebles».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


El rastro

Joaquín Collado

lunes, 15 de enero de 2018

Las capas bordadas de los tres sacerdotes del altar mayor

«Al terminar la misa, los imponentes personajes movían la cabeza saludando a los fieles más cercanos. «Buenos días». Para ellos era como si acabase de salir el sol: las horas de antes no contaban. Y el notario, con voz melosa, ampliaba su respuesta: «Buenos días, señor marqués». «Buenos días, señor barón». Sus relaciones no iban más allá; pero Ferragut sentía por los nobles personajes la simpatía que sienten los parroquianos de un establecimiento, acostumbrados a mirarse durante años con ojos afectuosos, pero sin cruzar mas que un saludo. 

Su hijo Ulises se aburría en la iglesia obscura y casi desierta, siguiendo los monótonos incidentes de una misa cantada. Los rayos del sol, chorros oblicuos de oro que venían de lo alto iluminando espirales de polvo, moscas y polillas, le hacían pensar nostálgicamente en las manchas verdes de la huerta, las manchas blancas de los caseríos, los penachos negros del puerto, repleto de vapores, y la triple fila de convexidades azules coronadas de espuma que venían a deshacerse con cadencioso estruendo sobre la playa color de bronce. 

Cuando dejaban de brillar las capas bordadas de los tres sacerdotes del altar mayor y aparecía en el púlpito otro sacerdote blanco y negro, Ulises volvía la vista a una capilla lateral. El sermón representaba para él media hora de somnolencia poblada de esfuerzos imaginativos. Lo primero que buscaban sus ojos en la capilla de Santa Bárbara era una arca clavada en la pared a gran altura, un sepulcro de madera pintada, sin otro adorno que esta inscripción: Aquí yace doña Constanza Augusta, Emperatriz de Grecia».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


"Inauguración" * de la Iglesia de san Juan del Hospital. 1967

Foto Finezas

Todocolección

* http://opusdei.es/es-es/article/iglesia-san-juan-del-hospital-valencia-aniversario-reapertura/

domingo, 14 de enero de 2018

Había que añadir además la calidad de los fieles que asistían a sus oficios

«En su nave única quedaba muy poco de este exterior romántico. El gusto barroco del siglo XVII había ocultado la bóveda ojival bajo otra de medio punto, cubriendo además las paredes con un revoque de yeso. Pero sobrevivían a la despiadada restauración los retablos medioevales, los blasones nobiliarios, los sepulcros de los caballeros de San Juan con inscripciones góticas, y esto bastaba para mantener despierto el entusiasmo del notario. 

Había que añadir además la calidad de los fieles que asistían a sus oficios. Eran pocos y escogidos; siempre los mismos. Unos se dejaban caer en su asiento, flácidos y gotosos, sostenidos por un criado viejo o por la esposa, que iba con pobre mantilla, lo mismo que una ama de gobierno. Otros oían la misa de pie, irguiendo su descarnada cabeza, que presentaba un perfil de pájaro de combate, cruzando sobre el pecho las manos siempre negras, enguantadas de lana en el invierno y de hilo en el verano. Los nombres de todos ellos los conocía Ferragut por haberlos leído en las Trovas de Mosén Febrer (1), métrico relato en lemosín de los hombres de guerra que vinieron al cerco de Valencia desde Aragón, Cataluña, el Sur de Francia, Inglaterra y la remota Alemania».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


"Inauguración" * de la Iglesia de san Juan del Hospital. 1967

Foto Finezas

Todocolección

* http://opusdei.es/es-es/article/iglesia-san-juan-del-hospital-valencia-aniversario-reapertura/



sábado, 13 de enero de 2018

Al ver las paredes que rodean el templo

«El notario, que en su juventud había leído a Walter Scott, experimentaba la dulce impresión del que vuelve a su país de origen al ver las paredes que rodean el templo, viejas y con almenas. La Edad Media era el período en que habría querido vivir. Y el buen don Esteban, pequeño, rechoncho y miope, sentía en su interior un alma de héroe nacido demasiado tarde al pisar las seculares losas del templo de los Hospitalarios. Las otras iglesias enormes y ricas le parecían monumentos de insípida vulgaridad, con sus fulguraciones de oro, sus escarolados de alabastro y sus columnas de jaspe. Ésta la habían levantado los caballeros de San Juan, que, unidos a los del Temple, ayudaron al rey don Jaime en la conquista de Valencia. 

Al atravesar un pasillo cubierto, desde la calle al patio interior, saludaba a la Virgen de la Reconquista traída por los freires de la belicosa Orden: imagen de piedra tosca, con colores y oros imprecisos, sentada en un sitial románico. Unos naranjos agrios destacaban su verde ramazón sobre los muros de la iglesia, ennegrecida sillería perforada por largos ventanales cegados con tapia. De los estribos salientes de su refuerzo surgían, en lo más alto, monstruosos endriagos de piedra, carcomida».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez



"Inauguración" * de la Iglesia de san Juan del Hospital. 1967

Foto Finezas

Todocolección

* http://opusdei.es/es-es/article/iglesia-san-juan-del-hospital-valencia-aniversario-reapertura/

viernes, 12 de enero de 2018

A oír misa en San Juan del Hospital

«Vivía cerca de la catedral, y los domingos y fiestas de guardar, en vez de seguir a los fieles que acudían a los aparatosos oficios presididos por el cardenal-arzobispo, se encaminaba con su mujer y su hijo a oír misa en San Juan del Hospital, iglesia pequeña, rara vez concurrida en el resto de la semana».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez


San Juan del Hospital

Calle Trinquete de Caballeros. 1930

http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=1694486&page=805

jueves, 11 de enero de 2018

Del Colegio de Notarios de Valencia

«Sus primeros amores fueron con una emperatriz. 

Él tenía diez años y la emperatriz seiscientos. * Su padre, don Esteban Ferragut —tercera cuota del Colegio de Notarios de Valencia—, admiraba las cosas del pasado».

Mare Nostrum

Vicente Blasco Ibáñez



Colegio Notarial. Calle Pascual y Genís

Pinterest

http://www.koloritmedia.es/99cosasquehacerenvalencia/san-juan-del-hospital-valencia-emperatriz-grecia-blasco-ibanez/

miércoles, 10 de enero de 2018

Se le encargaba la compra en Valencia

«En las puertas de las barracas saludábanse los que iban hacia la ciudad y los que se quedaban a trabajar los campos. 

—Bon día mos done Deu! (¡Buen día nos dé Dios!) 

—Bon día! 

Y tras este saludo, cambiado con toda la gravedad propia de una gente que lleva en sus venas sangre moruna y sólo puede hablar de Dios con gesto solemne ,se hacía el silencio si el que pasaba era un desconocido, y si era íntimo se le encargaba la compra en Valencia de pequeños objetos para la mujer o para la casa. 

Ya era de día completamente».

La barraca 

Vicente Blasco Ibáñez


Puesto exterior del Mercado Central

martes, 9 de enero de 2018

Llevando al lado, como gozquecillo obediente, al tamborilero

«Su fama de músico le hacía ser llamado por los clavarios de todos los pueblos, y veíasele llegar carretera abajo, siempre erguido y silencioso, con la dulzaina en el sobaco, llevando al lado, como gozquecillo obediente, al tamborilero, algún pillete recogido en los caminos, con el cogote pelado por los tremendos pellizcos que el descuido le largaba el maestro cuando no redoblaba sobre el parche con brío, y que, si cansado de aquella vida nómada abandonada al amo, era después de haberse hecho tan borracho como él».

Dimoni

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez


Joan Blasco a la entrada del Mercado de Flores

http://memoriesduntabaleter.blogspot.com.es/

lunes, 8 de enero de 2018

La magnificencia del paisaje se sobrepone y hace olvidar el trabajo cruel de vivir

«En todas las novelas examinadas hasta aquí, asoma constantemente la necesidad obsesionadora, ineluctable, del dinero, y la lucha universal y terrible que los hombres riñen con la tierra por ganarlo; pero el ambiente donde sus asuntos se desenvuelven es tan bello y jocundo, hay, así en el lago de la Albufera como en la «casita azul» de Leonora, como en los verdes bancales que rodean la barraca de Batiste, como en la playa arenosa del Cabañal, tan subidísima poesía, que la magnificencia del paisaje se sobrepone y hace olvidar el trabajo cruel de vivir».

Mis contemporáneos

Eduardo Zamacois


La Albufera. Años 20

http://juanansoler.blogspot.com.es/

domingo, 7 de enero de 2018

El río crecía y se desbordaba todos los años

«Y, efectivamente; allí estaba aún la estatua del santo como centinela eterno, vigilando el Júcar para oponerse a la maldición del rencoroso San Vicente. Es verdad que el río crecía y se desbordaba todos los años, llegando hasta los mismos pies de San Bernat , faltando poco para arrastrarle en su corriente; es verdad también que cada cinco o seis años derribaba casas, asolaba campos, ahogaba personas y cometía otras espantables fechorías, obedeciendo la maldición del patrón de Valencia; pero el de Alcira podía más, y buena prueba era que la ciudad seguía firme y en pie, salvo los consiguientes desperfectos y peligros cada vez que llovía mucho y bajaban las aguas de Cuenca».

Entre naranjos

Vicente Blasco Ibáñez


Alcira. Inundación de 1904

Todocolección

sábado, 6 de enero de 2018

No mentres Bernat estiga

«Los recuerdos de su niñez, vigilada por una madre de devoción crédula e intransigente, despertaban en Rafael al pasar ante la imagen. Aquella estatua desfigurada y vulgar era el penate de la población, y la cándida leyenda de la enemistad y la lucha entre San Vicente y San Bernardo, inventada por la religiosidad popular, venía a su memoria. 

El elocuente fraile llegaba a Alcira en una de sus correrías de predicador y se detenía en el puente, ante la casa de un veterinario, pidiendo que le herrasen su borriquilla. Al marcharse le exigía el herrador el precio de su trabajo, e indignado San Vicente por su costumbre de vivir a costa de los fieles, miraba al Júcar exclamando: 

— Algún día dirán: así estaba Alsira . 

— No mentres Bernat estiga , —contestaba desde su pedestal la imagen de San Bernardo».

Entre naranjos

Vicente Blasco Ibáñez


Puente de San Bernardo. Alcira

Todocolección

viernes, 5 de enero de 2018

La Navidad según Blasco Ibáñez. Y 25

«--Di a Adela y a Nelet que entren.

Toda la servidumbre de la casa se plantó a estilo de coro de zarzuela ante el sillón de la señora. Entre los tres cruzábanse alegres miradas, sonrisas de satisfacción.

Era la ceremonia anual, el acto de dar los aguinaldos a los criados, por ser el día de la señora. Con majestad teatral, doña Manuela dio un duro a cada uno, más un pañuelo de seda a Visanteta, por lo satisfecha que estaba de su mérito como cocinera. El ceño de la habilidosa muchacha se dilató por primera vez en todo el día, y los tres salieron apresuradamente con la alegría del regalo, oyéndose el ruido de sus empellones y correteos.

Esto obscureció un poco la sonrisa de don Juan. Decididamente, su hermana era una loca, que odiaba el dinero. ¡Mire usted que tirar tres duros tan en tonto! ¿No hubiera quedado lo mismo con tres pesetas?

Pero su digestión de esquimal harto no le permitía indignarse, y escuchó con expresión amable a su hermana, que, inclinada sobre él, apoyándose en su misma butaca, le hablaba mimosamente, como si fuese una niña.

--Hay que seguir las costumbres, Juan; si no, los criados, en vez de respetarla a una, se encargan de desacreditarla. A ti de seguro que no le parece bien dar un duro a cada criado; a mí tampoco, pero hijo mío, la costumbre es la costumbre, y si una hace ciertas economías, la gente cree que va de capa caída, suposición que a nadie gusta. ¿No crees tú lo mismo?»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Chachas o amas de cría (sic). Valencia. Fotógrafo Damián

Todocolección

jueves, 4 de enero de 2018

La Navidad según Blasco Ibáñez. 24

«Cuando volvieron al comedor, Nelet sacaba el héroe de la fiesta: un soberbio capón, panza arriba, con los robustos muslos recogidos sobre el pecho y la piel dorada, crujiente, impregnada de manteca.

Don Juan contemplábalo con miradas de amor. No; una pieza tan hermosa no la destrozaría el desmañado Juanito. A ver, Rafael, que, como aprendí de médico, entendería de estas cosas.

Las niñas protestaron, recordando las espeluznantes relaciones que su hermano las había hecho varias veces, para asustarlas, describiendo sus hazañas en el anfiteatro anatómico.

--No, Rafael no--gritó Amparito--. Si él toca el capón no comemos.

¡Vaya un asco! ¡Como si aquel estudiante honorario hubiese asistido al curso de anatomía media docena de veces...! Al fin, el tío, en vista de las protestas, se decidió a destrozar la pieza, pues en su calidad de solterón sabía un poco de todo.... ¡Brava manera de masticar! Confesaban que la comida les subía ya a la garganta; pero a pesar de esto, era tan excelente la carne tierna y jugosa, con su corteza tostada crujiendo entre los dientes, que todos despacharon su ración, masticando con lentitud y emprendiéndola después con los huesos. El tío se mostraba como un valiente.

Aparecieron los postres. Cubrióse la mesa de tajadas de melón, peras y manzanas, avellanas y nueces; pero esto pasó sin gran éxito, atreviéndose el tío sólo con algunos pedazos de fruta que le mandó Juanito.

Después, la clásica sopada , sin la cual don Juan no comprendía los banquetes: una gran fuente de crema, en la que se empapaban apretadas filas de pequeños bizcochos. Esto era lo mejor para los que, como él, carecían de dentadura. Sabía a gloria; pero a pesar de tantos elogios, recibió como en triunfo el turrón de Jijona y los pasteles de espuma. También era esto del género de don Juan, adorador de las cosas blandas, que se escurren dulcemente sin roce alguno hasta el fondo del estómago. Con la boca llena de merengue contestaba a sus sobrinas, que estaban cada vez más alegres, y aprobaba bondadosamente los cuidados de su hermana por tenerle contento. Ahora había que retirar el vino de los Escolapios: «no estaba en carácter»; y por esto el viejo saludó alegremente la aparición en la mesa de las botellas de licor de diferentes formas y clases».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Todocolección

miércoles, 3 de enero de 2018

La Navidad según Blasco Ibáñez. 23

«Otro plato ligero, pero éste era francamente indígena: lomo de cerdo y longanizas con pimiento y tomate, un guiso al que daba siempre Visanteta una gracia especial, que hacía a todos mojar el pan en la roja salsa».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Puesto de embutidos en el Mercado Central

http://www.elmundo.es/

martes, 2 de enero de 2018

La Navidad según Blasco Ibáñez. 22

«Nelet, con la gravedad de un _maître d'hôtel_, muy circunspecto desde que veía en la mesa al tío millonario, sacó de la cocina el plato del día, la obra maestra de Visanteta, un pescado a la bayonesa que arrancó a todos un grito de admiración.

--¡Caballeros...! ¡Ni en la mejor fonda!--dijo Rafael--. ¡Ole por la cocinera!

Don Juan encontró de mal gusto la felicitación, pero admiró la obra.

Era una merluza de más de tres libras, que parecía de plomo brillante, con el escamoso vientre hundido en la salsa, un fresco cogollo de lechuga en la boca, y en torno de la cola unos cuantos rabanillos cortados en forma de rosas. La fuente tenía una orla de rodajas de huevo cocido, y sobre la capa amarillenta que cubría el apetitoso animal, tres filas de aceitunas y alcaparras marcaban el contorno del lomo y la espina. Don Juan miraba, con la pala de plata en la mano. ¡Vive Dios, que le remordía la conciencia destrozar aquella obra de arte! Pero la cosa se había hecho para comer; y al poco rato, la blanca carne de la merluza, revuelta con los sabrosos adornos, estaba en todos los platos».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Pescadería del Mercado Central

Subida por Carlos Iborra a VAHG

lunes, 1 de enero de 2018

La Navidad según Blasco Ibáñez. 21

«La humeante sopera descansó en el centro de la mesa, con el cucharón de plata metido en las entrañas, y rápidamente se llenaron los platos. ¡Soberbia sopa! Flotaban en su superficie las lunas de grasa, y entre las rebanaditas de pan impregnadas de suculento líquido, los menudillos de la gallina, las tiernas yemas de color de ámbar y los negruzcos hígados, que se deshacían al entrar en la boca. Todos comían con apetito, especialmente don Juan, que, a pesar de su sobriedad de avaro, era un tragón terrible al entrar en mesa ajena

Rafael, en cuatro cucharadas, se tragó su ración, poniéndose al nivel de los demás cuando salió el cocido, dos fuentes magníficas, que exhalaban un vaho consolador, un tufillo alimenticio que se colaba hasta el fondo del estómago. En la una, las patatas amarillentas, los reventones garbanzos sacando fuera del estuche de piel su carne rojiza, la col, que se deshacía como manteca vegetal, los nabos blancos y tiernos, con su olorcillo amargo; y en la otra fuente las grandes tajadas de ternera, con su complicada filamenta y su brillante jugo; el tocino temblón como gelatina nacarada; la negra morcilla reventando, para asomar sus entrañas al través de la envoltura de tripa; y el escandaloso chorizo, demagogo del cocido, que todo lo pinta de rojo, comunicando al caldo el ardor de un discurso de club.

¡Hola! Ya se presentaba la gallina del puchero. ¿Que quién la parte? Juanito mismo.

Y el buen muchacho, obediente a la voz de su tío, púsose en pie, y empuñando un enorme tenedor y el afilado trinchante, hizo una carnicería que elevó protestas. Doña Manuela le miró severamente. Pero ¡cuán desmañado era!

Don Juan intervino, viendo que su sobrino se conmovía:

--Vaya, otra vez lo hará mejor el chico, ahora... a lo que estamos.

Y pasaron a los platos los trozos de la gallina: la jugosa pechuga, el cuello cartilaginoso, los melosos muslos y el armazón chorreando grasa, que chupaba doña Manuela con un regodeo de gata golosa».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Puesto de aves en el Mercado Central de Valencia

La Semana Gráfica. 27 de diciembre de 1930