viernes, 31 de marzo de 2017

La Semana Santa Marinera según Blasco. 05

«Era caso de reír ante tan extrañas cataduras; pero a ver quién era el guapo que se atrevía a ello ante el fervor profesional que se notaba en todos los rostros atezados y graves. Además, no tan impunemente puede uno reírse de los cuerpos armados; y judíos y granaderos, para la custodia de Jesús crucificado o de su madre, llevaban desenvainadas todas las armas blancas conocidas de la edad primitiva al presente; desde el enorme sable de caballería hasta el espadín de músico mayor.»

Flor de Mayo

Vicente Blaco Ibáñez


Las Provincias. 2 de abril de 1931

miércoles, 29 de marzo de 2017

La Semana Santa Marinera según Blasco. 04

«Pasaban después los judíos, fieros mamarrachos que parecían arrancados de un escenario humilde donde se representasen dramas de la Edad Media con ropería pobre y convencional. Era su indumentaria la que el vulgo conoce con el nombre vago y acomodaticio de traje de guerrero ; tonelete cuajado de lentejuelas, bordados y franjas, como la túnica de un apache ; casco rematado por un escandaloso penacho de rabo de gallo y los miembros ceñidos por un tejido grueso de algodón que modestamente imitaba la malla de acero. Y como colmo de la caricatura y el despropósito, con las fúnebres vestas y los imponentes judíos, pasaban los granaderos de la Virgen , buenos mozos, con enormes mitras semejantes a las gorras de los soldados del gran Federico y un uniforme negro adornado con galones de plata que parecían arrancados de algún ataúd.»

Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez


Las Provincias. 2 de abril de 1931


sábado, 25 de marzo de 2017

Aún se cazaban nutrias en los canales

«Los matorrales llegaban entonces hasta las paredes de las barracas. Desaparecían las gallinas en la misma puerta de la casa, según contaba el tío Paloma , y cuando volvían a presentarse, semanas después, llevaban tras ellas un cortejo de polluelos recién nacidos. Aún se cazaban nutrias en los canales, y la población del lago era tan escasa, que los barqueros no sabían qué hacer de la pesca que llenaba sus redes. Valencia estaba para ellos al otro extremo del mundo, y sólo venía de allá el mariscal Suchet, nombrado por el rey José duque de la Albufera y señor del lago y de la selva, con todas sus riquezas.»

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez


Grabado de La Albufera. Circa 1870

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viernes, 24 de marzo de 2017

La Semana Santa Marinera según Blasco. 03

«Veíase a lo lejos, como pelotón de negras cucarachas, los encapuchados, las vestas , con la aguda y enorme caperuza de astrólogo o juez inquisitorial, el antifaz de paño arrollado sobre la frente, una larga varilla de ébano en la mano, y caída sobre el brazo la larga cola del fúnebre ropón. Algunos, como suprema coquetería, llevaban enaguas de deslumbrante blancura, rizadas y encañonadas, y asomando por bajo de ellas los recogidos pantalones y las botas con elásticos, dentro de las cuales el enorme pie, acostumbrado a ensancharse con libertad sobre la arena, sufría indecibles angustias.»

Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez


Plaza de la Iglesia de los Ángeles

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jueves, 23 de marzo de 2017

Era el primer barquero del lago

«El tío Paloma había conservado las preeminencias de su padre. Era el primer barquero del lago, y no llegaba a la Albufera un personaje que no lo llevase él a través de las isletas de cañas mostrándole las curiosidades del agua y la tierra.»

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez


En La Albufera

Todocolección

miércoles, 22 de marzo de 2017

La Semana Santa Marinera según Blasco. 02

«La chavalería del pueblo echábase a la calle disfrazada con los extraños trajes de una mascarada tradicional, que no otra cosa resultaba la procesión del Encuentro.»

Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez


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martes, 21 de marzo de 2017

La Semana Santa Marinera según Blasco. 01

«Tronaba en las calles del Cabañal, a pesar de que el día amaneció sereno.

La gente echábase de la cama aturdida por el ruido sordo e incesante, igual al tableteo de lejanos truenos. Las buenas vecinas, desgreñadas, con los ojos turbios y ligeras de ropas, salían a las puertas para ver a la azulada luz del alba cómo pasaban los fieros judíos, autores de tanto estrépito, golpeando los parches de sus destemplados y fúnebres atabales.

Los más grotescos figurones asomaban en las esquinas, como si, barajándose el almanaque, Carnaval hubiese caído en Viernes Santo.»

Flor de Mayo

Vicente Blasco Ibáñez


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lunes, 20 de marzo de 2017

Las llamas iban extinguiéndose

«La plaza quedaba en poder de la gente menuda, chiquillos desarrapados, que, tomando carrera, saltaban la hoguera con agilidad de monos, cayendo al lado opuesto envueltos en las chispas. Los municipales intentaban oponerse a tan peligroso ejercicio; pero la pareja de pobres hombres era impotente ante tales diablillos, y al fin adoptó la sabia determinación de sonreír con tolerancia y retirarse a un portal.

La plazuela estaba solitaria y el rojo ambiente del incendio hacía más lóbregas las calles inmediatas. Algunos chuscos arrojaban en la hoguera manojos de cohetes, que salían como rayos, culebreando su rabo de chispas, arrastrándose de una pared a otra y remontándose en caprichosas curvas hasta la altura de los balcones, para estallar con estampido de trabucazo. Los municipales no veían los cohetes, pues al fijarse en el aire matón de la chavalería que los disparaba, permanecían metidos en el portal, sordos y ciegos.

Las llamas iban extinguiéndose, la plaza estaba cada vez más obscura y los chiquillos desertaban en grupos, buscando otras fallas que no hubiesen llegado al período de la agonía.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Todocolección

domingo, 19 de marzo de 2017

La falla seguía ardiendo, con sus estallidos de leña vieja

«La falla se derrumbó con todo su armazón medio carbonizado, y un torbellino de chispas y pavesas se elevó hasta más arriba de los tejados. El enorme brasero daba a la plaza una temperatura de horno, tiñéndolo todo de color de sangre. La gente, tostada, con las ropas humeantes, retirábase a las inmediatas calles; los de los pisos bajos cerraban las puertas, huyendo de aquella atmósfera ardiente que abrasaba los ojos y esparcía por la piel intolerable picazón, y en los balcones las vidrieras se cerraban, y los cristales flojos, caldeados por el ambiente abrasador, saltaban con estrépito.

Más de media hora ardió con toda su fuerza el informe montón de leños ennegrecidos, que al carbonizarse se cubrían de rojas escamas. Algunos maderos estaban erizados de innumerables y pequeñas llamas, como si fuesen cañerías de gas.

La muchedumbre se alejaba, con la esperanza de ver algo en las otras fallas . La temperatura bajaba, el incendio iba achicándose, la frescura de la noche penetraba en la plazuela, y balcones y puertas volvían a abrirse.

La falla seguía ardiendo, con sus estallidos de leña vieja, que sonaban como tiros. »

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Mundo gráfico. 20 de marzo de 1929




sábado, 18 de marzo de 2017

Las inquietas llamas, moviéndose de un lado para otro,

«La hoguera crecía rápidamente. Las inquietas llamas, moviéndose de un lado para otro, agitaban como abanicos los faldones del frac, los bajos de blanca muselina y las cintas de raso de los bebés. El fuego jugueteaba como una fiera con sus víctimas antes de devorarlas. De repente, hizo presa en aquellos adornos, y en un segundo los devoró, escupiéndolos después como negras pavesas, que revoloteaban sobre las cabezas de la muchedumbre. Los monigotes, firmes y en pie, ardían como grandes antorchas con un inquieto plumaje de llamas. Andresito recordaba los cristianos embreados que iluminaban con sus cuerpos el camino de Nerón.

Había llegado la hora de destruir, de ayudar al incendio, y los organizadores de la falla con pesados puntales, golpeaban el armazón de los bastidores o daban tremendos palos a los ardientes monigotes para que cayeran en el rojo cráter.

La muchedumbre, legítima descendiente del pueblo que dos siglos antes presenciaba los autos de fe, aplaudía con gozosa ferocidad la caída de los monigotes en la hoguera. Cada vez que, volteando en el aire sus piernas y sus brazos chamuscados, se zambullía uno en las llamas, oíanse risas y berridos.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Estampa. 21 de marzo de 1936

viernes, 17 de marzo de 2017

Nadie pensaba que aquello era madera y cartón

«Las lenguas de fuego comenzaban a salir del interior de la falla, lamiendo la ropa de los monigotes.

-¡Bravooo...! ¡Vítooor!

Nadie pensaba que aquello era madera y cartón. El entusiasmo les hacía feroces; creían que era el mismo gobierno lo que quemaban al son de la Marsellesa , y los industriales soñaban despiertos en la rebaja de la contribución; los de las blusas blancas en la supresión de los Consumos y el impuesto sobre el vino, y las mujeres, enternecidas y casi llorosas, en que acabarían para siempre las quintas. »

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Todocolección

jueves, 16 de marzo de 2017

Que rápidamente se agrandaba entre incesante chisporroteo

«Aún era de día y ya se impacientaba la muchedumbre.

--¡Fueeego...! ¡fueeego...!--gritaban a coro los de la blusa blanca.

Los organizadores de la falla se resistían. Había que esperar a que cerrase la noche. Pero la muchedumbre estaba dominada por esa impaciencia que, entre la gente levantina, basta que sea manifestada por uno para que los demás se sientan contagiados.

--¡Fueeego..! ¡fueeego...!--seguían aullando de los cuatro lados de la plazoleta. Y de la desembocadura de un callejón sin adoquinar salió una pedrada certera, que dejó trémulo al monigote del centro, llevándosele medio tupé. Aplausos y carcajadas, y a los pocos minutos servían de blanco todos los bebés de la orquesta. Había que comenzar en, seguida. El cafetinero lo ordenaba a gritos desde su puerta, y los cofrades braceaban y se desgañitaban en torno de la falla pidiendo un poco de calma, mientras un compañero se introducía en el cuadrado de lienzo con dos botellas de petróleo. Cuando los biombos transparentaron una mancha roja que rápidamente se agrandaba entre incesante chisporroteo, la muchedumbre lanzó un «¡oh!» de satisfacción. Comenzaban a arder las esteras viejas, las sillas cojas y demás muebles recogidos en los desvanes del barrio y amontonados en el interior de la falla . El rojo resplandor iluminaba la parte baja de los figurones.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Todocolección

miércoles, 15 de marzo de 2017

En torno de la falla agitábase un oleaje de relamidos peinados

«Obscurecía. La plaza estaba llena; las calles adyacentes seguían vomitando nuevas muchedumbres, y todos cabían a fuerza de codazos y empujones, como si fuesen elásticas las paredes de las casas. En torno de la falla agitábase un oleaje de relamidos peinados, de gorras con visera amarilla y de blusas blancas.

Las señoras refugiábanse en los portales, empinándose sobre las puntas de los pies para ver mejor; los maridos cogían a sus pequeñuelos por los sobacos y los sostenían a pulso para que contemplasen las últimas contorsiones de los monigotes.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Plaza de la Pelota. 1898

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martes, 14 de marzo de 2017

Era la banda de un pueblo de las cercanías. Vídeo

«En un ángulo de la plaza estaba la tribuna de la música, un tablado bajo, cuyas barandillas acababan de cubrirse con telas de colorines manchadas de cera, como recuerdo de las muchas fiestas de iglesia en que se habían ostentado.

- ¡Música...! ¡músicaaaa!--gritaba la gente.

Y los músicos, azorados por el vocerío, iban hacia el tablado abriéndose paso en la muchedumbre. Era la banda de un pueblo de las cercanías; rústicos gañanes que, enfundados en un uniforme mal cortado, faja de general y ros vistoso con pompón de rabo de gallo, andaban con cierta dificultad -como si los pies, acostumbrados a alpargatas en el resto de la semana, protestasen al verse oprimidos en botitos de gomas-, mientras el sudor de su cuerpo sano y vigoroso rezumaba por todas las costuras de la guerrera.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


lunes, 13 de marzo de 2017

Los trozos de pasta entre las burbujas del aceite

«Un olor punzante de aceite frito impregnaba el ambiente. El fogón de la buñolería era un pebetero de la peor especie, que perfumaba de grasa toda la plazuela, irritando pegajosamente los olfatos y las gargantas. En la puerta del cafetín amontonábase la granujería, siguiendo con mirada ávida el voltear de los trozos de pasta entre las burbujas del aceite, y dentro del establecimiento, los hombres, formando corrillos ante el mostrador, hablaban a gritos o se impacientaban al ver que el cafetinero, según propia afirmación, no tenía bastantes manos para servir a todos.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


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domingo, 12 de marzo de 2017

Toda la familia de doña Manuela se entusiasmó con el aspecto de la falla

«Toda la familia de doña Manuela se entusiasmó con el aspecto de la falla . Había que avisar a las amigas. Por la tarde tendrían música en la plaza; y la rumbosa viuda pensaba ya con placer en el «brillante» aspecto que presentaría su salón, bailando las niñas y sus amiguitas, mientras las mamas pasarían al comedor a tomar un chocolate digno del esplendor de la familia.

La casa de doña Manuela llamó la atención por la tarde casi tanto como la falla . Entre las banderolas nacionales de los balcones asomaban una docena de airosos cuerpos y graciosas cabezas, elegante escuadrón de muchachas, que, cogiéndose de la cintura, jugueteando o riendo, miraban al gentío que rebullía abajo.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Plaza de la Pelota. 1897

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sábado, 11 de marzo de 2017

Eran los buñuelos de San José

«Eran los buñuelos de San José, el manjar de la fiesta; como frutos de oro, colgaban muchos de ellos de un colosal laurel, que recordaba el Jardín de las Hespérides.

Bien entendía sus negocios el cafetinero. La tal falla iba a acabar con todo el aguardiente de sus barrilillos, mientras su mujer fabricaba los buñuelos por arrobas.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


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viernes, 10 de marzo de 2017

Con el barreño de la masa al lado. Vídeo

«Amparito se sintió tan entusiasmada, que hasta envió una sonrisa amable al cafetín de enfrente, donde el padre de tal obra despachaba cepitas tras el mostrador, mientras su mujer, lavada y peinada como en días de gran fiesta, con los robustos brazos arremangados y delantal blanco, estaba en la puerta sentada ante un fogón, con el barreño de la masa al lado, arrojando en la laguna de aceite hirviente las agujereadas pellas, que se doraban al instante, entre infernal chisporroteo.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


jueves, 9 de marzo de 2017

No estaba mal aquello, para ser obra de gente tan ordinaria

«Pero lo que a las dos hermanas les llamaba la atención era la falla. No estaba mal aquello, para ser obra de gente tan ordinaria como el cafetinero y sus cofrades.

Los monigotes eran siete bebés colosales, que componían una orquesta abigarrada, y en el centro, un caballero de frac y batuta en mano. ¿Qué intención oculta tenía aquello? Pero Amparito soltó la carcajada inmediatamente. El tupé descomunal y grotesco del director de orquesta se lo explicó todo. Aquél era Sagasta, y los otros los ministros. Estaba segura de ello. En los periódicos satíricos que compraba Rafael había visto aquellas caras convencionales, destrozadas por él lápiz de los caricaturistas; y partiendo del descubrimiento del famoso tupé, fue señalando a su hermana cada bebé por su nombre, riéndose como una loca al ver que el ministro de Hacienda tocaba el violón.

Pero cuando su alegría subió de punto fue al ver que algunos chicuelos, escondidos entre los biombos, tiraban de cuerdas, poniendo en movimiento a los monigotes. ¡Qué gracioso era aquello...! Las dos hermanas reían contemplando las contorsiones del señor del tupé, que a cada movimiento de batuta parecía próximo a partirse por el talle, la rigidez automática y grotesca con que los bebés tocaban en sus instrumentos una muda sinfonía, que causaba gran algazara en el gentío.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


1889. Falla Calle de las Barcas

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miércoles, 8 de marzo de 2017

¿Y de la mujer—pregunto—qué opina usted?

«—¿Y de la mujer—pregunto—qué opina usted? ¿Cree usted en su complejidad, en su perfidia?...

Adivino su respuesta, pero quiero recibirla de sus labios. ¡Bah!... Vicente Blasco Ibáñez sonríe, se encoge de hombros y por su rostro pasa la expresión satisfecha, un poco petulante, del hombre que, en lances de amor, ha triunfado muchas veces.

—La mujer—exclama—no es toda la vida... ¡ni siquiera la mitad de la vida!... con ser, indudablemente, lo mejor que hay en ella. No es que yo la desprecie, como los orientales, pero tampoco sufrí jamás su imperio tiránico. Yo soy un macho, un gozador, no un sentimental. Yo opino que la mujer es una de las muchas cosas legítimamente codiciables y dignas de conquista que hay bajo el sol..»

Mis contemporáneos

Eduardo Zamacois



Elena Ortúzar , en la terraza del chalet de Blasco Ibañez, en la Malvarrosa

Cortesía de Julio Cob

martes, 7 de marzo de 2017

Este derroche de ondeante percalia extendíase por las calles adyacentes

«Los balcones y puertas estaban adornados con centenares de banderitas rojas y amarillas, que daban a la plazuela el aspecto de un buque empavesado; y este derroche de ondeante percalia extendíase por las calles adyacentes. A trechos, en las paredes, mostrábanse, clavados, grandes carteles con versos valencianos en letras de colores, ante los cuales el público de las primeras horas--obreros que iban al trabajo, criadas, barrenderos, etc.--, después de deletrear trabajosamente, soltaba ruidosa carcajada.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Calle Maldonado. 1889

http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?p=97433588

lunes, 6 de marzo de 2017

Las niñas de doña Manuela despreciaban la fiesta

«Las niñas de doña Manuela despreciaban la fiesta que se preparaba. Era una cursilería, como organizada por la gente ordinaria de la plazuela, buena únicamente para divertir a los de escaleras abajo. Pero la víspera de San José, impulsadas por la curiosidad, se asomaron al balcón muy temprano y experimentaron una agradable sorpresa, pese a su anterior indiferencia de muchachas distinguidas.

En el centro de la plazuela, sobre una gruesa capa de arena, elevábase todo un edificio de lienzo, con pintura que imitaba a la piedra: un gigantesco dado, en cuya cara superior elevábanse ocho figuras de tamaño natural.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Falla plaza Pellicers.1895. J. Alcañiz

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domingo, 5 de marzo de 2017

Con ese entusiasmo valenciano que se inflama al pensar en fiestas y bullicios

«La proyectada hoguera entusiasmaba a los vecinos, siendo el eterno tema de conversación en las porterías y establecimientos de la plazuela. Todos se animaban, con ese entusiasmo valenciano que se inflama al pensar en fiestas y bullicios. La falla es la fiesta popular por excelencia: una costumbre árabe, transformada y mejorada a través de los siglos hasta convertirse en caricatura audaz, en protesta de la plebe. Primero, los moros, en los ruidosos _alalíes_ con que solemnizaban sus festividades, gozaban en hacer grandes hogueras; los cristianos adoptaron después esta costumbre, como muchas otras; lentamente, el número de fallas fue limitándose en el año, hasta quedar las de San José, que hacían los carpinteros para solemnizar la fiesta de su patrón y la llegada del buen tiempo, en el que ya no se trabaja de noche; hasta que por fin, el espíritu innovador del siglo hermoseó la falla , dándole un aspecto artístico, encerrando el montón de esteras y trastos viejos entre cuatro bastidores pintados y colocando encima monigotes ridículos para regocijo de la multitud. Al principio, las figuras groseras y mal pergeñadas representaron escenas de la vida privada, murmuraciones de vecinos; pero después la sátira se remontó, metiéndose de rondón en la política, y las fallas se convirtieron en burlas al gobierno y caricaturas de la autoridad.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


1889. Falla de la calle Calabazas

http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?p=89266667

sábado, 4 de marzo de 2017

¡Demonio de muchacho, y qué guapo era!

«Pasó el tiempo, y su nuera le dio un nieto, un Tonet, que el abuelo llevaba muchas tardes en brazos hasta la orilla del canal, ladeando la pipa en su boca desdentada para que el humo no molestase al pequeño. ¡Demonio de muchacho, y qué guapo era! La larguirucha y fea de su nuera era como todas las hembras de la familia; lo mismo que su difunta: daban hijos que en nada se parecían a sus progenitores. El abuelo, acariciando al pequeño, pensaba en el porvenir. Lo enseñaba a los camaradas de su juventud, cada vez más escasos, y vaticinaba el porvenir.

"Este será de los nuestros: no tendrá más casa que la barca. Antes de que le salgan todos los dientes ya sabrá mover la percha…"»

Cañas y barro

Vicente Blasco Ibáñez


La Albufera

Todocolección

viernes, 3 de marzo de 2017

Dar sablazos en todo el barrio para el arreglo de la falla

«La paternidad de la idea fue del dueño del cafetín establecido frente a la casa de doña Manuela, un sujeto panzudo y flemático, que gozaba en el barrio fama de chistoso y había heredado el apodo de Espantagosos , sin duda porque alguno de sus antecesores no estaba en buenas relaciones con la raza canina. Era una que compitiese con las muchas que se estaban arreglando en varios puntos de la ciudad, y la proposición del cafetinero fue acogida con entusiasmo por toda la gente de los pisos bajos.

El iniciador asocióse a dos zapateros y un carpintero, que, por tratarse de San José, se creía con derecho propio, y todos juntos formaron algo que bien podía llamarse Comité de Vecinos, teniendo por principal objeto dar sablazos en todo el barrio para el arreglo de la falla . Como doña Manuela era la vecina más encopetada y su casa la mejor de la plazuela, los pedigüeños pusiéronse bajo su protección, y elogiaron rastreramente su riqueza, la belleza de las niñas y hasta la suya propia: todo para sacarla cinco duros.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


1870. Grabado del sainete de Eduardo Escalante "Les falles de Sant Josep"

jueves, 2 de marzo de 2017

¡ Una estoreta velleta ...!

«Llegó la fiesta de San José, que aquel año tuvo para la familia excepcional importancia. Desde una semana antes, la granujería corría las calles arrastrando sillas rotas y esteras agujereadas, pidiendo a gritos, con monótona canturía, "¡ Una estoreta velleta ...!"»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez




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miércoles, 1 de marzo de 2017

I rode la bola a la valenciana...

"Arròs i tartana, casaca a la moda, i rode la bola a la valenciana..."

«Pasó el Carnaval y doña Manuela se vio en plena Cuaresma. Era la hora de purgar los derroches y las alegrías de la temporada anterior. La modista francesa presentaba la cuenta de los trajes de las niñas, y además hacía falta dinero para los gastos de la casa. Total, que doña Manuela necesitaba tres mil pesetas.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


1913. Valencia. Primer Premio de máscaras en grupo


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