domingo, 31 de marzo de 2019

Se pasaba las horas muertas embobado ante el horizonte

«Era una bohemia incorregible. Lo que decía Tona: De tal palo , tal astilla . También el granuja de su padre se pasaba las horas muertas embobado ante el horizonte, como si soñara despierto y sin servir para otra cosa».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez


Escalera Real del Puerto de Valencia

Subida por Pilar Martínez Olmos‎ a VAHG

sábado, 30 de marzo de 2019

Con el vientre hundido en la arena mojada

«Allí se estaba horas y más horas con el vientre hundido en la arena mojada, que cedía bajo su peso, acariciado el rostro por la delgadísima capa de agua que avanzaba y retrocedía sobre el reluciente suelo con las ondulaciones caprichosas del moaré».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez


Sobre la arena. 1909

Joaquín Sorolla y Bastida

Óleo. 91x 108

Colección privada

jueves, 28 de marzo de 2019

Cogiendo conchas y caracoles

«Huraña y amiga de la soledad, tendíase en la arena mojada, cogiendo conchas y caracoles o amontonando algas. A veces pasaba horas enteras con los ojos azules fijos en el infinito, en una inmóvil vaguedad de hipnótica, mientras la brisa salobre arremolinaba sus pelillos rubios, enroscados y tiesos como culebras, o hacía ondear el viejo refajo, que dejaba al descubierto las piernecitas entecas, de una blancura deslumbrante, en cuyas extremidades el ardor del sol había suplido la falta de medias tostando la piel con un color rojo».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez


Buscando Mariscos o Playa de Valencia. 1907 

Joaquín Sorolla y Bastida

Óleo. 60.3 x 94.9 cm.

Museo Sorolla

miércoles, 27 de marzo de 2019

Criábase como una bestiezuela bravía

«La pequeña Roseta, la chicuela caída en la barca por obra y gracia del pillo carabinero, apenas si merecía la atención de su madre. Criábase como una bestiezuela bravía. Por la noche Tona había de ir en su busca para encerrarla en la barca, después de darla una terrible zurra, y durante el día presentábase cuando la aguijoneaba el hambre. 

¡Todo sea por Dios! La tal chiquilla era una nueva cruz que había de arrastrar la pobre Tona».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez


Niña en la playa. 1910

Joaquín Sorolla

Óleo

Colección privada

lunes, 25 de marzo de 2019

Sin otra compañía que aquella chicuela rubia

«La siñá Tona se quedaba sola. El Retor estaba siempre en el mar persiguiendo la peseta, como él decía, unas veces pescando y otras enganchándose como marinero en algún laúd de los que iban por sal a Torrevieja; Tonet, corriendo tabernas o metido en casa del tío Paella, y ella aviejándose tras el mostrador de su tiendecilla, sin otra compañía que aquella chicuela rubia, a la que quería de un modo raro, con intermitencias, pues era el viviente recuerdo del pillo de Martínez. ¡Ojalá se lo haya llevado el demonio!...»

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez


Niños en la playa. 1916

Joaquín Sorolla y Bastida

Óleo

Colección privada

domingo, 24 de marzo de 2019

Toda su parroquia la tenía en Valencia en el barrio de Pescadores

«Era un mal hombre que gozaba la peor fama. Toda su parroquia la tenía en Valencia en el barrio de Pescadores. Cuando llegaba barco inglés se ofrecía como un sinvergüenza a los marineros para llevarles a sitios de confianza, y en las noches de verano cargaba su tartana de chicuelas con blancos matinées, mejillas embadurnadas y flores en la cabeza, conduciéndolas con sus amigos a los merenderos de la playa, donde se corrían juergas hasta el amanecer, mientras que él, alejado, sin abandonar el látigo ni el porrón de vino, se emborrachaba, mirando paternalmente a las que llamaba su ganado».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez




El Barrio de Pescadores. 1900

http://valenciablancoynegro.blogspot.com.es/2014/12/

viernes, 22 de marzo de 2019

Se tiró los vasos a la cabeza con los de una colla de cargadores

«Una tarde de domingo, en la taberna de "Las buenas costumbres", título terriblemente irónico, se tiró los vasos a la cabeza con los de una colla de cargadores que trabajaban más barato, y cuando entraron los carabineros a poner paz, pilláronle faca en mano persiguiendo por entre las mesas a los contrarios.

Más de una semana lo tuvieron encerrado en el calabozo de la casa capitular; las lágrimas de la siñá Tona y las influencias del tío Mariano, que era muñidor en las elecciones, consiguieron sacarle a flote; pero tanto le corrigió el arresto, que en la misma noche de su libertad sacó otra vez la dichosa faca contra dos marineros ingleses que, después de beber con él, intentaron boxearle».

Flor de mayo 

Vicente Blasco Ibáñez



Puerto de Valencia. Circa 1960

http://vicenticoaa.blogspot.com/2014/01/valencia_12.html

jueves, 21 de marzo de 2019

Entraron en la rada de Southampton

«Después de mediodía entraron en la rada de Southampton. El Friedrich August mostró prisa en salir cuanto antes. Las operaciones se hicieron con vertiginosa rapidez. La carga fue enorme: carga de personal y de equipajes. Dos vapores llenos abordaron al transatlántico. Una avalancha de alemanes residentes en Inglaterra invadió las cubiertas con la alegría del que pisa suelo amigo, deseando verse cuanto antes en Hamburgo. Luego el buque avanzó por el canal con una rapidez desusada en estos parajes».

Los cuatro jinetes del Apocalipsis

Vicente Blasco Ibáñez


Puerto de Southampton

Todocolección

martes, 19 de marzo de 2019

Las Fallas según Blasco Ibáñez. Y 12

«La plaza quedaba en poder de la gente menuda, chiquillos desarrapados, que, tomando carrera, saltaban la hoguera con agilidad de monos, cayendo al lado opuesto envueltos en las chispas. Los municipales intentaban oponerse a tan peligroso ejercicio; pero la pareja de pobres hombres era impotente ante tales diablillos, y al fin adoptó la sabia determinación de sonreír con tolerancia y retirarse a un portal.

La plazuela estaba solitaria y el rojo ambiente del incendio hacía más lóbregas las calles inmediatas. Algunos chuscos arrojaban en la hoguera manojos de cohetes, que salían como rayos, culebreando su rabo de chispas, arrastrándose de una pared a otra y remontándose en caprichosas curvas hasta la altura de los balcones, para estallar con estampido de trabucazo. Los municipales no veían los cohetes, pues al fijarse en el aire matón de la chavalería que los disparaba, permanecían metidos en el portal, sordos y ciegos.

Las llamas iban extinguiéndose, la plaza estaba cada vez más obscura y los chiquillos desertaban en grupos, buscando otras fallas que no hubiesen llegado al período de la agonía».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Comisión fallera ante los restos de la falla

Todocolección

lunes, 18 de marzo de 2019

Las Fallas según Blasco Ibáñez. 11

«La falla se derrumbó con todo su armazón medio carbonizado, y un torbellino de chispas y pavesas se elevó hasta más arriba de los tejados. El enorme brasero daba a la plaza una temperatura de horno, tiñéndolo todo de color de sangre. La gente, tostada, con las ropas humeantes, retirábase a las inmediatas calles; los de los pisos bajos cerraban las puertas, huyendo de aquella atmósfera ardiente que abrasaba los ojos y esparcía por la piel intolerable picazón, y en los balcones las vidrieras se cerraban, y los cristales flojos, caldeados por el ambiente abrasador, saltaban con estrépito.

Más de media hora ardió con toda su fuerza el informe montón de leños ennegrecidos, que al carbonizarse se cubrían de rojas escamas. Algunos maderos estaban erizados de innumerables y pequeñas llamas, como si fuesen cañerías de gas.

La muchedumbre se alejaba, con la esperanza de ver algo en las otras fallas . La temperatura bajaba, el incendio iba achicándose, la frescura de la noche penetraba en la plazuela, y balcones y puertas volvían a abrirse.

La falla seguía ardiendo, con sus estallidos de leña vieja, que sonaban como tiros».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez




El Turista Fallero. 1943

domingo, 17 de marzo de 2019

Las Fallas según Blasco Ibáñez. 10

«Las lenguas de fuego comenzaban a salir del interior de la falla, lamiendo la ropa de los monigotes.

-¡Bravooo...! ¡Vítooor!

Nadie pensaba que aquello era madera y cartón. El entusiasmo les hacía feroces; creían que era el mismo gobierno lo que quemaban al son de la Marsellesa , y los industriales soñaban despiertos en la rebaja de la contribución; los de las blusas blancas en la supresión de los Consumos y el impuesto sobre el vino, y las mujeres, enternecidas y casi llorosas, en que acabarían para siempre las quintas. 

La hoguera crecía rápidamente. Las inquietas llamas, moviéndose de un lado para otro, agitaban como abanicos los faldones del frac, los bajos de blanca muselina y las cintas de raso de los bebés. El fuego jugueteaba como una fiera con sus víctimas antes de devorarlas. De repente, hizo presa en aquellos adornos, y en un segundo los devoró, escupiéndolos después como negras pavesas, que revoloteaban sobre las cabezas de la muchedumbre. Los monigotes, firmes y en pie, ardían como grandes antorchas con un inquieto plumaje de llamas. Andresito recordaba los cristianos embreados que iluminaban con sus cuerpos el camino de Nerón.

Había llegado la hora de destruir, de ayudar al incendio, y los organizadores de la falla con pesados puntales, golpeaban el armazón de los bastidores o daban tremendos palos a los ardientes monigotes para que cayeran en el rojo cráter.

La muchedumbre, legítima descendiente del pueblo que dos siglos antes presenciaba los autos de fe, aplaudía con gozosa ferocidad la caída de los monigotes en la hoguera. Cada vez que, volteando en el aire sus piernas y sus brazos chamuscados, se zambullía uno en las llamas, oíanse risas y berridos».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez




Revista "El fallero". 1925

Cortesía de José Navarro Escrich

sábado, 16 de marzo de 2019

Las Fallas según Blasco Ibáñez. 09

«Aún era de día y ya se impacientaba la muchedumbre.

--¡Fueeego...! ¡fueeego...!--gritaban a coro los de la blusa blanca.

Los organizadores de la falla se resistían. Había que esperar a que cerrase la noche. Pero la muchedumbre estaba dominada por esa impaciencia que, entre la gente levantina, basta que sea manifestada por uno para que los demás se sientan contagiados.

--¡Fueeego..! ¡fueeego...!--seguían aullando de los cuatro lados de la plazoleta. Y de la desembocadura de un callejón sin adoquinar salió una pedrada certera, que dejó trémulo al monigote del centro, llevándosele medio tupé. Aplausos y carcajadas, y a los pocos minutos servían de blanco todos los bebés de la orquesta. Había que comenzar en, seguida. El cafetinero lo ordenaba a gritos desde su puerta, y los cofrades braceaban y se desgañitaban en torno de la falla pidiendo un poco de calma, mientras un compañero se introducía en el cuadrado de lienzo con dos botellas de petróleo. Cuando los biombos transparentaron una mancha roja que rápidamente se agrandaba entre incesante chisporroteo, la muchedumbre lanzó un «¡oh!» de satisfacción. Comenzaban a arder las esteras viejas, las sillas cojas y demás muebles recogidos en los desvanes del barrio y amontonados en el interior de la falla. El rojo resplandor iluminaba la parte baja de los figurones».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



El Cant de l'estoreta

José Benlliure

Cortesía de José Navarro Escrich

viernes, 15 de marzo de 2019

Las Fallas según Blasco Ibáñez. 08

«Obscurecía. La plaza estaba llena; las calles adyacentes seguían vomitando nuevas muchedumbres, y todos cabían a fuerza de codazos y empujones, como si fuesen elásticas las paredes de las casas. En torno de la falla agitábase un oleaje de relamidos peinados, de gorras con visera amarilla y de blusas blancas.

Las señoras refugiábanse en los portales, empinándose sobre las puntas de los pies para ver mejor; los maridos cogían a sus pequeñuelos por los sobacos y los sostenían a pulso para que contemplasen las últimas contorsiones de los monigotes».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



?

https://elcolordelasfallas.blogspot.com/

jueves, 14 de marzo de 2019

Las Fallas según Blasco Ibáñez. 07

«En un ángulo de la plaza estaba la tribuna de la música, un tablado bajo, cuyas barandillas acababan de cubrirse con telas de colorines manchadas de cera, como recuerdo de las muchas fiestas de iglesia en que se habían ostentado.

- ¡Música...! ¡músicaaaa!--gritaba la gente.

Y los músicos, azorados por el vocerío, iban hacia el tablado abriéndose paso en la muchedumbre. Era la banda de un pueblo de las cercanías; rústicos gañanes que, enfundados en un uniforme mal cortado, faja de general y ros vistoso con pompón de rabo de gallo, andaban con cierta dificultad -como si los pies, acostumbrados a alpargatas en el resto de la semana, protestasen al verse oprimidos en botitos de gomas-, mientras el sudor de su cuerpo sano y vigoroso rezumaba por todas las costuras de la guerrera».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


Banda desfilando por la actual Plaza del Ayuntamiento. 1961

https://arasdelosolmos.wordpress.com/


1961: "Ni metro ni vara, pam a pam"

Artista: Modesto González Latorre

miércoles, 13 de marzo de 2019

Las Fallas según Blasco Ibáñez. 06

«Toda la familia de doña Manuela se entusiasmó con el aspecto de la falla. Había que avisar a las amigas. Por la tarde tendrían música en la plaza; y la rumbosa viuda pensaba ya con placer en el «brillante» aspecto que presentaría su salón, bailando las niñas y sus amiguitas, mientras las mamas pasarían al comedor a tomar un chocolate digno del esplendor de la familia.

La casa de doña Manuela llamó la atención por la tarde casi tanto como la falla . Entre las banderolas nacionales de los balcones asomaban una docena de airosos cuerpos y graciosas cabezas, elegante escuadrón de muchachas, que, cogiéndose de la cintura, jugueteando o riendo, miraban al gentío que rebullía abajo.

Un olor punzante de aceite frito impregnaba el ambiente. El fogón de la buñolería era un pebetero de la peor especie, que perfumaba de grasa toda la plazuela, irritando pegajosamente los olfatos y las gargantas. En la puerta del cafetín amontonábase la granujería, siguiendo con mirada ávida el voltear de los trozos de pasta entre las burbujas del aceite, y dentro del establecimiento, los hombres, formando corrillos ante el mostrador, hablaban a gritos o se impacientaban al ver que el cafetinero, según propia afirmación, no tenía bastantes manos para servir a todos».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez




Buñolería en la calle Derechos

Subida por Pilar Martinez Olmos a VAHG

martes, 12 de marzo de 2019

Las Fallas según Blasco Ibáñez. 05

«Amparito se sintió tan entusiasmada, que hasta envió una sonrisa amable al cafetín de enfrente, donde el padre de tal obra despachaba cepitas tras el mostrador, mientras su mujer, lavada y peinada como en días de gran fiesta, con los robustos brazos arremangados y delantal blanco, estaba en la puerta sentada ante un fogón, con el barreño de la masa al lado, arrojando en la laguna de aceite hirviente las agujereadas pellas, que se doraban al instante, entre infernal chisporroteo.

Eran los buñuelos de San José, el manjar de la fiesta; como frutos de oro, colgaban muchos de ellos de un colosal laurel, que recordaba el Jardín de las Hespérides.

Bien entendía sus negocios el cafetinero. La tal falla iba a acabar con todo el aguardiente de sus barrilillos, mientras su mujer fabricaba los buñuelos por arrobas».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Revista "Letras y figuras"

lunes, 11 de marzo de 2019

Las Fallas según Blasco Ibáñez. 04

«Pero lo que a las dos hermanas les llamaba la atención era la falla. No estaba mal aquello, para ser obra de gente tan ordinaria como el cafetinero y sus cofrades.

Los monigotes eran siete bebés colosales, que componían una orquesta abigarrada, y en el centro, un caballero de frac y batuta en mano. ¿Qué intención oculta tenía aquello? Pero Amparito soltó la carcajada inmediatamente. El tupé descomunal y grotesco del director de orquesta se lo explicó todo. Aquél era Sagasta, y los otros los ministros. Estaba segura de ello. En los periódicos satíricos que compraba Rafael había visto aquellas caras convencionales, destrozadas por él lápiz de los caricaturistas; y partiendo del descubrimiento del famoso tupé, fue señalando a su hermana cada bebé por su nombre, riéndose como una loca al ver que el ministro de Hacienda tocaba el violón.

Pero cuando su alegría subió de punto fue al ver que algunos chicuelos, escondidos entre los biombos, tiraban de cuerdas, poniendo en movimiento a los monigotes. ¡Qué gracioso era aquello...! Las dos hermanas reían contemplando las contorsiones del señor del tupé, que a cada movimiento de batuta parecía próximo a partirse por el talle, la rigidez automática y grotesca con que los bebés tocaban en sus instrumentos una muda sinfonía, que causaba gran algazara en el gentío».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez




"El Concierto Musical de llorones"

Plaza de San Gil. 1891

domingo, 10 de marzo de 2019

Las Fallas según Blasco Ibáñez. 03

«Las niñas de doña Manuela despreciaban la fiesta que se preparaba. Era una cursilería, como organizada por la gente ordinaria de la plazuela, buena únicamente para divertir a los de escaleras abajo. Pero la víspera de San José, impulsadas por la curiosidad, se asomaron al balcón muy temprano y experimentaron una agradable sorpresa, pese a su anterior indiferencia de muchachas distinguidas.

En el centro de la plazuela, sobre una gruesa capa de arena, elevábase todo un edificio de lienzo, con pintura que imitaba a la piedra: un gigantesco dado, en cuya cara superior elevábanse ocho figuras de tamaño natural.

Los balcones y puertas estaban adornados con centenares de banderitas rojas y amarillas, que daban a la plazuela el aspecto de un buque empavesado; y este derroche de ondeante percalia extendíase por las calles adyacentes. A trechos, en las paredes, mostrábanse, clavados, grandes carteles con versos valencianos en letras de colores, ante los cuales el público de las primeras horas--obreros que iban al trabajo, criadas, barrenderos, etc.--, después de deletrear trabajosamente, soltaba ruidosa carcajada».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez


?

Francisco Roglá López

Bivaldi

sábado, 9 de marzo de 2019

Las Fallas según Blasco Ibáñez. 02

«La proyectada hoguera entusiasmaba a los vecinos, siendo el eterno tema de conversación en las porterías y establecimientos de la plazuela. Todos se animaban, con ese entusiasmo valenciano que se inflama al pensar en fiestas y bullicios. La falla es la fiesta popular por excelencia: una costumbre árabe, transformada y mejorada a través de los siglos hasta convertirse en caricatura audaz, en protesta de la plebe. Primero, los moros, en los ruidosos _alalíes_ con que solemnizaban sus festividades, gozaban en hacer grandes hogueras; los cristianos adoptaron después esta costumbre, como muchas otras; lentamente, el número de fallas fue limitándose en el año, hasta quedar las de San José, que hacían los carpinteros para solemnizar la fiesta de su patrón y la llegada del buen tiempo, en el que ya no se trabaja de noche; hasta que por fin, el espíritu innovador del siglo hermoseó la falla, dándole un aspecto artístico, encerrando el montón de esteras y trastos viejos entre cuatro bastidores pintados y colocando encima monigotes ridículos para regocijo de la multitud. Al principio, las figuras groseras y mal pergeñadas representaron escenas de la vida privada, murmuraciones de vecinos; pero después la sátira se remontó, metiéndose de rondón en la política, y las fallas se convirtieron en burlas al gobierno y caricaturas de la autoridad.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez




Falla Poeta Querol - Pintor Sorolla. 1918 

Archivo J. Alcañiz

viernes, 8 de marzo de 2019

Las Fallas según Blasco Ibáñez. 01

«Llegó la fiesta de San José, que aquel año tuvo para la familia excepcional importancia. Desde una semana antes, la granujería corría las calles arrastrando sillas rotas y esteras agujereadas, pidiendo a gritos, con monótona canturía, "¡ Una estoreta velleta ...!"

La paternidad de la idea fue del dueño del cafetín establecido frente a la casa de doña Manuela, un sujeto panzudo y flemático, que gozaba en el barrio fama de chistoso y había heredado el apodo de Espantagosos, sin duda porque alguno de sus antecesores no estaba en buenas relaciones con la raza canina. Era una que compitiese con las muchas que se estaban arreglando en varios puntos de la ciudad, y la proposición del cafetinero fue acogida con entusiasmo por toda la gente de los pisos bajos.

El iniciador asocióse a dos zapateros y un carpintero, que, por tratarse de San José, se creía con derecho propio, y todos juntos formaron algo que bien podía llamarse Comité de Vecinos, teniendo por principal objeto dar sablazos en todo el barrio para el arreglo de la falla. Como doña Manuela era la vecina más encopetada y su casa la mejor de la plazuela, los pedigüeños pusiéronse bajo su protección, y elogiaron rastreramente su riqueza, la belleza de las niñas y hasta la suya propia: todo para sacarla cinco duros.»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Las Fallas. 1931

Bivaldi

miércoles, 6 de marzo de 2019

"Arròs i tartana, casaca a la moda, i rode la bola a la valenciana..."

"Arròs i tartana, casaca a la moda, i rode la bola
 a la valenciana..."

«Pasó el Carnaval y doña Manuela se vio en plena Cuaresma. Era la hora de purgar los derroches y las alegrías de la temporada anterior. La modista francesa presentaba la cuenta de los trajes de las niñas, y además hacía falta dinero para los gastos de la casa. Total, que doña Manuela necesitaba tres mil pesetas».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Valencia. Primer Premio de máscaras en grupo. 1913

http://enateneo.blogspot.com.es/2013/01/bal-masque.html

martes, 5 de marzo de 2019

El Carnaval según Blasco Ibáñez. Y 08

«El carruaje de doña Manuela llevaba escolta. Un buen mozo con negro dominó, montando un caballo de alquiler, marchó toda la tarde como pegado a la portezuela, hablando con Concha, mientras la mamá y Amparo miraban las máscaras. Era Roberto del Campo, el cual, a pesar de su gallardía, iba resultando un posma, que sólo sabía decir floreos, sin llegar nunca a declararse. La mamá comenzaba a no encontrar tan seductor a aquel espantanovios. Dios sabe cuántas proposiciones habría perdido la niña por culpa de aquel hombre, que gozaba todas las intimidades de un novio, sin decidirse nunca a serlo. Pero Conchita hombres que las echan de listos caen cuando menos lo esperan: todo era cuestión de tiempo y de presentar buena cara».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Baile de mascaras en el teatro Principal

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lunes, 4 de marzo de 2019

El Carnaval según Blasco Ibáñez. 07

«Toda esta invasión de figurones que trotaba por la ciudad, voceando como un manicomio suelto, dirigíase a la Alameda, pasaba el puente del Real envuelta con el gentío, y así que estaban en el paseo, iban unos hacia el Plantío para dar bromas insufribles, los arneses brillantes y de sus ruedas amarillas, tan finas y ligeras que parecían las de un juguete, aparecía empequeñecida y deslustrada en el gigantesco rosario de berlinas y carretelas, faetones y dog-carts que, como arcaduces de noria, estaban toda la tarde dando vueltas y más vueltas por la avenida central del paseo.

Rafaelito habíase disfrazado de clown , y con otros de su calaña ocupaba un carro de mudanzas, sobre cuya cubierta hacían diabluras y saludaban con palabras groseras a todas las muchachas que estaban a tiro de sus voces aflautadas. ¡Vaya unos chicos graciosos!»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Carruaje por la Alameda

Archivo familia Roglá

Bivaldi

domingo, 3 de marzo de 2019

El Carnaval según Blasco Ibáñez. 06

«Por la tarde, Nelet enganchaba la galerita, y a la Alameda, donde la fiesta tomaba el carácter de una saturnal de esclavos ebrios.

El disfraz de labrador era un pretexto para toda clase de expansiones brutales; y acompañados por el retintín de los cascabeles de las ligas, trotaban los grupos de zaragüelles planchados, chalecos de flores, mantas ondeantes y tiesos pañuelos de seda. lo infinito, como el grito de guerra de los pieles rojas, conmovía las calles. Las criadas, endomingadas, huían despavoridas al escuchar el vocerío; y pasaba la tribu al galope, dando furiosos saltos, con sus caretas horriblemente grotescas y esgrimiendo por encima de sus cabezas enormes navajas de madera pintada con manchas de bermellón en la corva hoja. Revueltos con ellos, iban los disfraces de siempre: mamarrachos con arrugadas chisteras y levitas adornadas con arabescos de naipes; bebés que asomaban la poblada barba bajo la careta y al compás del sonajero decían cínicas enormidades; diablos verdes silbando con furia y azotando con el rabo a los papanatas; gitanos con un burro moribundo y sarnoso tintado a fajas como una cebra; payasos ágiles, viejas haraposas con una repugnante escoba al hombro, y los tíos de «¡al higuí!» golpeando la caña y haciendo saltar el cebo ante el escuadrón goloso de muchachos con la boca abierta».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibañez




Blanco y negro. 1911