«Llegó el instante del encuentro. Cesaron los tambores en sus destemplados redobles; apagaron las trompetas sus lamentables alaridos; callaron las fúnebres músicas; quedáronse las dos imágenes inmóviles frente a frente y sonó una vocecita quejumbrosa cantando con monótono ritmo unas cancioncillas, en las que se describía lo conmovedor del encuentro.
La gente oía embobada al tío Grancha , un viejo velluter que todos los años venía de Valencia á cantar por entusiasmo piadoso en aquella fiesta. ¡Qué voz! Sus quejidos partían el corazón, y por esto, cuando los bebedores de la inmediata taberna de Chulla reían demasiado fuerte, estallaba una protesta general en la silenciosa muchedumbre, y los devotos clamaban indignados:
-¡Calleu ... recordons!
Subieron y bajaron las imágenes, lo que equivalía para la gente a dolorosos y desesperados saludos que se dirigían la madre y el hijo; y mientras se verificaban estas ceremonias y cantaba sus coplas el tío Grancha , Dolores no quitaba los ojos del judío esbelto y arrogante que contrastaba con su capitán patizambo.»
Flor de Mayo
Vicente Blasco Ibáñez
Las Provincias. 4 de abril de 1931
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