«La siñá Tona estaba satisfecha de su hijo. Reconocía que era tan pillo como antes, pero sabía vivir mejor, y bien se conocía que le había aprovechado la dura existencia del barco. Era el mismo; pero la ruda disciplina militar había pulido su exterior de burdas asperezas: si bebía no se emborrachaba; seguía echándola de guapo, aunque sin llegar a ser pendenciero, y ya no buscaba realizar sus caprichos de aturdido, sino satisfacer sus egoísmos de vividor.
Por esto acogió benévolamente todas las proposiciones de su madre. ¿Casarse con Rosario? Conforme; era una buena chica; además, tenía un capitalito que podía hacer mucho en manos de un hombre inteligente, y esto era lo que él deseaba.
Un hombre, después de servir en la marina real, no podía dignamente cargarse sacos en el muelle. Todo antes que eso.
Flor de mayo
Vicente Blasco Ibáñez
Puerto de Valencia
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