«Su felicidad era tan grande, que se desbordaba fuera de la casucha. Acariciándose en medio de las calles con el impudor inocente de una pareja canina, y muchas veces, camino de los pueblos donde se celebraba fiesta, huían a campo traviesa, sorprendidos en lo mejor de su pasión por los gritos de los carreteros, que celebraban con risotadas el descubrimiento. El vino y el amor engordaban a Dimoni : echaba panza, iba de ropa más cuidado que nunca y sentíase tranquilo y satisfecho al lado de la Borracha , aquella mujer cada vez más seca y negruzca que, pensando únicamente en cuidarle, no se ocupaba en remendar las sucias faldillas que se escurrían de sus hundidas caderas».
Dimoni
Cuentos valencianos
Vicente Blasco Ibáñez
En la huerta de Valencia
Todocolección
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