«La siñá Serafina estaba orgullosa de aquel hijo que la llamaba mamá . Ella era la encargada de hacer saber a las vecinas las onzas de oro que Visentico había traído de allá, y al número que marcaba, ya bastante exagerado, la gente añadía ceros sin remordimiento. Además, se hablaba con respeto supersticioso de cierto papelote que el licenciado guardaba, y en el cual el Estado se comprometía a dar tanto y cuanto... cuando mudase de fortuna».
¡Cosas de hombres!
Cuentos valencianos
Vicente Blasco Ibáñez
Nuevo Mundo. 7 de marzo de 1912
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