jueves, 7 de mayo de 2020

Y escuchar las estupendas historias con credulidad asombrosa

«Cuando Visentico, el hijo de la siñá Serafina, volvió de Cuba, la calle de Borruil púsose en conmoción. 

En torno de su petaca, siempre repleta de picadura de La Habana, agrupábase la chavalería del barrio, ansiosa de liar pitillos y escuchar las estupendas historias con credulidad asombrosa. 

—En Matanzas tuve yo una mulatita que quería nos casáramos lueguito.... lueguito. Tenía millones; pero yo no quise, porque me tira mucho esta tierresita .

Y esto era mentira. Seis años había permanecido fuera de Valencia, y decía tener olvidado el valenciano, a pesar de lo mucho que «le tiraba la tierresita». Había salido de allí con lengua, y volvía con un merengue derretido, a través del cual las palabras tomaban el tono empalagoso de una flauta melancólica».

¡Cosas de hombres! 

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez




Soldaddo contando su experiencia a familiares y amigos

Nuevo Mundo. 14 de marzo de 1912

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