«Había prometido su dinero y lo había dado: suyas eran todas las redes, aparejos y bolsas de malla, que podían formar un montón tan grande como la taberna. Pero Tonet prometió ayudarle con su trabajo, y podía decirse que aún no había cogido una anguila con sus pecadoras manos.
Las primeras noches fue al redolí, y sentado en la barca, con el cigarro en la boca, veía cómo su abuelo y los pescadores a sueldo vaciaban en la obscuridad las grandes bolsas, llenando de anguilas y tencas el fondo de la embarcación. Después, ni esto. Le molestaban las noches obscuras y tempestuosas, en las que el agua está movida y se realizan las grandes pescas; no gustaba del esfuerzo que había que hacer para tirar de las redes pesadas y repletas; le causaba cierta repugnancia la viscosidad de las anguilas escurriéndose entre las manos, y prefería quedarse en la taberna o dormir en su barraca».
Cañas y barro
Vicente Blasco Ibáñez
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