«Despedazábanse en los corros enormes sandías; hundíanse las botas en tajadas como medias lunas; pringábanse las caras con el rojo zumo: extendíanse los arrugados moqueros bajo la barba para no mancharse, y, al fin, la gente, con el vientre hinchado de agua, sumíase en dulce beatitud, escuchando como angélicas melodías los arañazos de los acordeones.»
Cosas de hombres. Cuentos valencianos
Mercado de Abastos de San Agustín
Luis Vidal Corella
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