«El Mercado le atraía los domingos en las primeras horas de la mañana, e iba a lucir sus arreos entre los puestos de las floristas. Allí permanecía confundido en el grupo de curiosos que atisbaban las caras hermosas, y lo mismo abrían paso a las señoritas que volvían de misa con el devocionario en la mano, que echaban piropos a las criadas emperejiladas, que, doblándose al peso de las cestas, metíanse entre la varonil barrera para comprar un mazo de flores.»
Arroz y tartana
Vicente Blasco Ibáñez
Plaza del Mercado. 1905
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