«Huraña y amiga de la soledad, tendíase en la arena mojada, cogiendo conchas y caracoles o amontonando algas. A veces pasaba horas enteras con los ojos azules fijos en el infinito, en una inmóvil vaguedad de hipnótica, mientras la brisa salobre arremolinaba sus pelillos rubios, enroscados y tiesos como culebras, o hacía ondear el viejo refajo, que dejaba al descubierto las piernecitas entecas, de una blancura deslumbrante, en cuyas extremidades el ardor del sol había suplido la falta de medias tostando la piel con un color rojo».
Flor de mayo
Vicente Blasco Ibáñez
Buscando Mariscos o Playa de Valencia. 1907
Joaquín Sorolla y Bastida
Óleo. 60.3 x 94.9 cm.
Museo Sorolla
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