viernes, 31 de enero de 2020

Las nubes y la misma barca reflejábanse en el fondo azulado

«Desde la cubierta de la Garbosa alcanzaba la vista las hondas profundidades del agua tranquila. Las nubes y la misma barca reflejábanse en el fondo azulado con misterioso espejismo. Coleaban con nerviosa rapidez las bandas de pescado brillantes como pedazos de estaño; jugueteaban como chicuelos traviesos los enormes delfines, sacando á flor de agua su grotesca jeta y el negro lomo matizado de polvo brillante; aleteaban los peces voladores, mariposas del mar, que se hundían en el misterio de las aguas después de algunos instantes de vida atmosférica; y todos los seres extraños, de figuras fantásticas, de colores indefinibles, pintarrajeados unos como tigres, negros y fúnebres otros, gigantescos y fornidos, diminutos y nerviosos, de enormes bocas y cuerpo reducido o de pequeña cabeza e hinchado vientre, bullían y se agitaban en torno de la vieja barca, como si fuese uno de aquellos esquifes mitológicos a los que daban escolta las divinidades del mar».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Niña entrando en el baño. 1915

Joaquín Sorolla y Bastida

Óleo. 86 x 106

Colección privada

sábado, 25 de enero de 2020

Junto a los toneles pintados de rojo oscuro

«Ese después era la felicidad de Dimoni , pues representaba el momento en que, terminada la fiesta y libre de la vigilancia de los clavarios, entraba en posesión de su libertad en plena taberna. 

Allí estaba en su centro, junto a los toneles pintados de rojo oscuro, entre las mesillas de cinc jaspeadas por las huellas redondas de los vasos, aspirando el tufillo del ajoaceite, del bacalao y las sardinas fritas que se exhibían en el mostrador tras mugriento alambrado, y bajo los suculentos pabellones que formaban, colgando de las viguetas, las ristras de morcillas rezumando aceite, los manojos de chorizos moteados por las moscas, las oscuras longanizas y los ventrudos jamones espolvoreados con rojo pimentón».

Dimoni

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez



Bodega El Polit. La Malvarrosa

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jueves, 23 de enero de 2020

Las nubecillas de humo de las embarcaciones de vapor

«La Garbosa avanzaba lentamente por la inmensidad circular, vasto anfiteatro de tranquilas aguas, en cuyos límites, como puntos indecisos, marcábanse las nubecillas de humo de las embarcaciones de vapor. 

Tan lenta era la marcha de la barca, que apenas si su proa agitaba las aguas: la vela pendía muchas veces inmóvil del mástil, barriendo la cubierta con su orla».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez


Barcos mercantes en el puerto de Valencia. 1907

Joaquín Sorolla y Bastida

Óleo. 25.8 x 35.5

Tacoma Art Museum. Tacoma, Washington

martes, 21 de enero de 2020

La chiquillería pululaba en torno de él

«Y estas distracciones de bohemio incorregible, estas impiedades de borracho, alegraban a la gente. La chiquillería pululaba en torno de él, dando cabriolas al compás de la dulzaina y aclamando a Dimoni , y los solteros del pueblo se reían de la gravedad con que marchaba delante de la cruz parroquial y le enseñaban de lejos un vaso de vino, invitación a la que contestaba con un guiño malicioso, como si dijera: "Guardadlo para después"».

Dimoni

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez


Fiesta de los Niños de la Calle San Vicente. 1931 

https://www.skyscrapercity.com/showthread.php?p=64296909&langid=7

domingo, 19 de enero de 2020

Y el día amaneció entre nubecillas rojas

«Pasó la noche con tranquilidad, y el día amaneció entre nubecillas rojas, con el mismo calor que si hubiera llegado el verano. 

Palpitaba la vela con aleteo de ave, hinchada apenas por las tibias ráfagas que cosquilleaban la superficie del mar, bruñida, inmóvil y azulada como espejo veneciano.  

La tierra habíase perdido de vista. A babor, disfuminadas en el horizonte como vapores del amanecer, marcábanse vagamente dos manchas de color de rosa, Tonet las señalaba a sus compañeros. Aquéllo era Ibiza».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez


Puerto de Valencia. 1907

Joaquín Sorolla y Bastida

Óleo. 70,60 x 110,50

Museo Sorolla

viernes, 17 de enero de 2020

Cuando la peana del santo patrono volvía a entrar en la iglesia

«No había en toda la provincia dulzainero como Dimoni ; pero buenas angustias les costaba a los clavarios el gusto de que tocase en sus fiestas. Tenían que vigilarlo desde que entraba en el pueblo, amenazarle con un garrote para que no entrase en la taberna hasta terminada la procesión, o muchas veces, por un exceso de condescendencia, acompañarle dentro de aquélla para detener su brazo cada vez que lo tendía hacia el porrón. Aun así resultaban inútiles tantas precauciones, pues más de una vez, marchando grave y erguido, aunque con paso tardo, ante el estandarte de la cofradía, escandalizaba a los fieles rompiendo a tocar la Marcha Real frente al ramo de olivo de la taberna, y entonando después el melancólico "De profundis" cuando la peana del santo patrono volvía a entrar en la iglesia».

Dimoni

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez



Procesión del Cristo del Salvador

Plaza de los Ángeles?

http://eoselblog.blogspot.com.es/

miércoles, 15 de enero de 2020

Le hacía ser llamado por los clavarios de todos los pueblos

«Dimoni era un borracho. Los prodigios de su dulzaina, que, por lo maravillosos, le habían valido el apodo no llamaban tanto la atención, como las asombrosas borracheras que pillaba en las grandes fiestas. 

Su fama de músico le hacía ser llamado por los clavarios de todos los pueblos, y veíasele llegar carretera abajo, siempre erguido y silencioso, con la dulzaina en el sobaco, llevando al lado, como gozquecillo obediente, al tamborilero, algún pillete recogido en los caminos, con el cogote pelado por los tremendos pellizcos que el descuido le largaba el maestro cuando no redoblaba sobre el parche con brío, y que, si cansado de aquella vida nómada abandonada al amo, era después de haberse hecho tan borracho como él».

Dimoni

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez



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lunes, 13 de enero de 2020

A la punta de la vela, gigantesca sábana cóncava

«Y con una atención de padre que cuenta las toses y pulsaciones del hijo enfermo, atendía a los crujidos dolorosos de la vieja Garbosa como si los quejidos se los arrancase a él el dolor, y miraba a lo alto, a la punta de la vela, gigantesca sábana cóncava que, vista desde abajo, parecía rasgar con su punta el cielo, aquella bóveda de raso apolillado, por cuyos innumerables agujeros escapábase con vivo parpadeo el resplandor de lo infinito».

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez



Barcas a la mar. 1904

Joaquín Sorolla y Bastida

Óleo. 44 x 54

Museo Sorolla

sábado, 11 de enero de 2020

Dimoni era guapo. Alto, fornido

«Las mujeres que se burlaban de aquel insigne perdido habían hecho un descubrimiento. Dimoni era guapo. Alto, fornido, con la cabeza esférica, la frente elevada, el cabello al rape y la nariz de curva audaz, tenía en su aspecto reposado y majestuoso algo que recordaba al patricio romano, pero no de aquellos que en el período de austeridad vivían a la espartana y se robustecían en el campo de Marte, sino de los otros, de aquellos de la decadencia, que en las orgías imperiales afeaban la hermosura de la raza colorando su nariz con el bermellón del vino y deformado su perfil con la colgante sotabarba de la glotonería».

Dimoni

Cuentos valencianos

Vicente Blasco Ibáñez



Dolçainer i tabaleter

Libro fallero. 1951

Subida por Cruz Campillo a VAHG

martes, 7 de enero de 2020

¿Resistiría la Garbosa si se les echaba encima el mal tiempo?

«Él, que en el mar vivía siempre libre de cuidados y arrojaba las redes hasta en mal tiempo, no podía dominar cierta inquietud al hallarse solo. Los temores de la propiedad comenzaban a dominarle. El negocio por cuenta propia hacíale miedoso. ¿Cómo saldría de aquella aventura? ¿Resistiría la Garbosa si se les echaba encima el mal tiempo? ¿Le pillarían cuando volviese cargado hacia España?»

Flor de mayo

Vicente Blasco Ibáñez


Mar de tormenta. 1899

Joaquín Sorolla y Bastida

Óleo. 43 x 64 

Museo Sorolla

domingo, 5 de enero de 2020

Y él, con los carrillos hinchados

«Desde Cullera a Sagunto, en toda la valenciana vega no había pueblo ni poblado donde no fuese conocido. Apenas su dulzaina sonaba en la plaza, los muchachos corrían desalados, las comadres llamábanse unas a otras con ademán gozoso y los hombres abandonaban la taberna. 

—¡ Dimoni !... ¡Ya está ahí Dimoni ! 

Y él, con los carrillos hinchados, la mirada vaga perdida en lo alto y resoplando sin cesar en la picuda dulzaina, acogía la rústica ovación con la indiferencia de un ídolo. 

Era popular y compartía la general admiración con aquella dulzaina vieja, resquebrajada, la eterna compañera de sus correrías, la que, cuando no rodaba en los pajares o bajo las mesas de las tabernas, aparecía siempre cruzada bajo el sobaco, como si fuera un nuevo miembro creado por la Naturaleza en un acceso de filarmonía».

Dimoni

Cuentos valencianos 

Vicente Blasco Ibáñez


El "dolçainer" animando la fiesta de las Fallas. Años 50

https://valenciablancoynegro.blogspot.com/2012/03/

viernes, 3 de enero de 2020

La Navidad según Blasco Ibáñez. Y 21

«--Di a Adela y a Nelet que entren.

Toda la servidumbre de la casa se plantó a estilo de coro de zarzuela ante el sillón de la señora. Entre los tres cruzábanse alegres miradas, sonrisas de satisfacción.

Era la ceremonia anual, el acto de dar los aguinaldos a los criados, por ser el día de la señora. Con majestad teatral, doña Manuela dio un duro a cada uno, más un pañuelo de seda a Visanteta, por lo satisfecha que estaba de su mérito como cocinera. El ceño de la habilidosa muchacha se dilató por primera vez en todo el día, y los tres salieron apresuradamente con la alegría del regalo, oyéndose el ruido de sus empellones y correteos.

Esto obscureció un poco la sonrisa de don Juan. Decididamente, su hermana era una loca, que odiaba el dinero. ¡Mire usted que tirar tres duros tan en tonto! ¿No hubiera quedado lo mismo con tres pesetas?

Pero su digestión de esquimal harto no le permitía indignarse, y escuchó con expresión amable a su hermana, que, inclinada sobre él, apoyándose en su misma butaca, le hablaba mimosamente, como si fuese una niña.

--Hay que seguir las costumbres, Juan; si no, los criados, en vez de respetarla a una, se encargan de desacreditarla. A ti de seguro que no le parece bien dar un duro a cada criado; a mí tampoco, pero hijo mío, la costumbre es la costumbre, y si una hace ciertas economías, la gente cree que va de capa caída, suposición que a nadie gusta. ¿No crees tú lo mismo?»

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez



Chachas o amas de cría (sic). Valencia. Fotógrafo Damián

Todocolección

miércoles, 1 de enero de 2020

La Navidad según Blasco Ibáñez. 20

«Cuando volvieron al comedor, Nelet sacaba el héroe de la fiesta: un soberbio capón, panza arriba, con los robustos muslos recogidos sobre el pecho y la piel dorada, crujiente, impregnada de manteca.

Don Juan contemplábalo con miradas de amor. No; una pieza tan hermosa no la destrozaría el desmañado Juanito. A ver, Rafael, que, como aprendí de médico, entendería de estas cosas.

Las niñas protestaron, recordando las espeluznantes relaciones que su hermano las había hecho varias veces, para asustarlas, describiendo sus hazañas en el anfiteatro anatómico.

--No, Rafael no--gritó Amparito--. Si él toca el capón no comemos.

¡Vaya un asco! ¡Como si aquel estudiante honorario hubiese asistido al curso de anatomía media docena de veces...! Al fin, el tío, en vista de las protestas, se decidió a destrozar la pieza, pues en su calidad de solterón sabía un poco de todo.... ¡Brava manera de masticar! Confesaban que la comida les subía ya a la garganta; pero a pesar de esto, era tan excelente la carne tierna y jugosa, con su corteza tostada crujiendo entre los dientes, que todos despacharon su ración, masticando con lentitud y emprendiéndola después con los huesos. El tío se mostraba como un valiente.

Aparecieron los postres. Cubrióse la mesa de tajadas de melón, peras y manzanas, avellanas y nueces; pero esto pasó sin gran éxito, atreviéndose el tío sólo con algunos pedazos de fruta que le mandó Juanito.

Después, la clásica sopada , sin la cual don Juan no comprendía los banquetes: una gran fuente de crema, en la que se empapaban apretadas filas de pequeños bizcochos. Esto era lo mejor para los que, como él, carecían de dentadura. Sabía a gloria; pero a pesar de tantos elogios, recibió como en triunfo el turrón de Jijona y los pasteles de espuma. También era esto del género de don Juan, adorador de las cosas blandas, que se escurren dulcemente sin roce alguno hasta el fondo del estómago. Con la boca llena de merengue contestaba a sus sobrinas, que estaban cada vez más alegres, y aprobaba bondadosamente los cuidados de su hermana por tenerle contento. Ahora había que retirar el vino de los Escolapios: «no estaba en carácter»; y por esto el viejo saludó alegremente la aparición en la mesa de las botellas de licor de diferentes formas y clases».

Arroz y tartana

Vicente Blasco Ibáñez








Postres Martí

Todocolección