«Dimoni era un borracho. Los prodigios de su dulzaina, que, por lo maravillosos, le habían valido el apodo no llamaban tanto la atención, como las asombrosas borracheras que pillaba en las grandes fiestas.
Su fama de músico le hacía ser llamado por los clavarios de todos los pueblos, y veíasele llegar carretera abajo, siempre erguido y silencioso, con la dulzaina en el sobaco, llevando al lado, como gozquecillo obediente, al tamborilero, algún pillete recogido en los caminos, con el cogote pelado por los tremendos pellizcos que el descuido le largaba el maestro cuando no redoblaba sobre el parche con brío, y que, si cansado de aquella vida nómada abandonada al amo, era después de haberse hecho tan borracho como él».
Dimoni
Cuentos valencianos
Vicente Blasco Ibáñez
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