«Veíase pequeño y haraposo en el huerto de la siñá Tona, aquel hermoso campo cercado de encañizadas, en el que se cultivaban las flores como si fuesen legumbres. Recordaba a Toneta greñuda, tostada, traviesa como un chico, haciéndola sufrir con sus juegos, que eran verdaderas diabluras, y después el rápido crecimiento y el cambio de suerte: ella a Valencia todos los días, con sus cestos de flores, y él al Seminario, protegido por doña Ramona, que en vista de su afición a la lectura y de cierta viveza de ingenio, quería hacer un sacerdote de aquel retoño de la miseria rural».
Noche de bodas
Cuentos valencianos
Vicente Blasco Ibáñez
Fallera valenciana. 1906
https://valenciablancoynegro.blogspot.com/2011/08/
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