«Llegó la fiesta de San José, que aquel año tuvo para la familia excepcional importancia. Desde una semana antes, la granujería corría las calles arrastrando sillas rotas y esteras agujereadas, pidiendo a gritos, con monótona canturía, "¡ Una estoreta velleta ...!"
La paternidad de la idea fue del dueño del cafetín establecido frente a
la casa de doña Manuela, un sujeto panzudo y flemático, que gozaba en el
barrio fama de chistoso y había heredado el apodo de Espantagosos, sin
duda porque alguno de sus antecesores no estaba en buenas relaciones con
la raza canina. Era una que compitiese con las muchas que se estaban
arreglando en varios puntos de la ciudad, y la proposición del
cafetinero fue acogida con entusiasmo por toda la gente de los pisos
bajos.
El iniciador asocióse a dos zapateros y un carpintero, que, por tratarse
de San José, se creía con derecho propio, y todos juntos formaron algo
que bien podía llamarse Comité de Vecinos, teniendo por principal objeto
dar sablazos en todo el barrio para el arreglo de la falla. Como doña
Manuela era la vecina más encopetada y su casa la mejor de la plazuela,
los pedigüeños pusiéronse bajo su protección, y elogiaron rastreramente
su riqueza, la belleza de las niñas y hasta la suya propia: todo para
sacarla cinco duros».
Arroz y tartana
Vicente Blasco Ibáñez
Cant de l'estoreta
Arxiu de Rafael Solaz
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