«Cañamel no podía pasar sin ella. El viudo, que hasta entonces había vivido tranquilo con sus viejas criadas, despreciando públicamente a las mujeres, era incapaz de resistir el contacto de aquella criatura maliciosa que le rozaba con gracia felina. El pobre Cañamel sentíase inflamado por los ojos verdosos de aquella gatita, que apenas le veía en calma procuraba hacérsela perder con encontronazos hábiles que marcaban sus encantos ocultos. Sus palabras y miradas sublevaban en el maduro tabernero una castidad de varios años. Los parroquianos le veían unas veces con arañazos en la cara, otras con alguna contusión junto a los ojos, y reían ante las excusas que confusamente formulaba el tabernero. ¡Bien sabía defenderse la muchacha de los irresistibles arranques de Cañamel!»
Cañas y barro
Vicente Blasco Ibáñez
Este D. Vicente es fantástico describiendo emociones!!!
ResponderEliminar