«Se recordaba con misterio a ciertos afortunados pescadores, dueños de un puesto de la Sequiòta, que en una noche de tempestad, cuando alborotada la Albufera se rizaba en ondas que dejaban al descubierto el barro del fondo, habían cogido seiscientas arrobas de pesca. ¡Seiscientas arrobas, a dos duros…! Brillaban los ojos con el fuego de la codicia, pero todos se hablaban al oído, repitiendo misteriosamente las cifras de la pesca, temiendo que les oyese alguien que no fuera del Palmar, pues desde pequeño cada cual aprendía, con extraña solidaridad, la conveniencia de decir que se pescaba poco, para que la Hacienda —aquella señora desconocida y voraz— no les afligiera con nuevos impuestos».
Cañas y barro
Vicente Blasco Ibáñez
Pesca en La Albufera
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