«El abuelo y Cañamel se entendían para explotar, y sufrirían un chasco. Tal vez toda la indignación del tabernero no había tenido otro fin que quitarle de en medio para que las ganancias fuesen mayores. Y con esa codicia rural, feroz y sin entrañas, que no reconoce afectos ni familia en asuntos de dinero, Tonet abordó al tío Paloma una noche en que se embarcaba para ir al redolí. Él era el dueño de la Sequiota, el verdadero dueño, y hacía mucho tiempo que no veía un céntimo. Ya sabía que la pesca no era tan excelente como otros años, pero se hacía negocio, y el abuelo y el tío Paco buenos duros se metían en la faja. Lo sabía por los compradores de anguilas. ¡A ver…! Él quería cuentas claras: que le diesen lo suyo, o de lo contrario se quedaría con el redolí, buscando socios menos rapaces».
Cañas y barro
Vicente Blasco Ibáñez
No hay comentarios:
Publicar un comentario