«Pero en la voluntad del Cubano nunca soplaba el mismo viento. La conmovían furiosas ráfagas de actividad y reaparecía después la calma de una pereza dominadora y absoluta.
Al mes de este continuo trabajo, Tonet se cansó, como otras veces. Una gran parte de los campos estaba ya cubierta, pero quedaban profundos hoyos, que eran su desesperación: agujeros incegables, por los cuales parecían volver las derrotadas aguas, royendo lentamente la tierra acumulada a costa de inmensos trabajos. El Cubano sentía miedo y desaliento ante la magnitud de la empresa. Acostumbrado a las abundancias de casa de Cañamel, rebelábase además pensando en los guisotes de la Borda, el vino escaso y flojo, la dura torta de maíz y las sardinas mohosas, único alimento de su padre».
Cañas y barro
Vicente Blasco Ibáñez
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