«El tío Tono demostró su gratitud por este arrepentimiento desarrugando el ceño y dirigiendo algunas palabras a su hijo.
Lo sabía todo. Las cosas ocurrían tal como él las anunciaba. Tonet no había procedido como un Paloma, y el padre sufrió mucho oyendo lo que se decía de él. Le hería dolorosamente ver a su hijo viviendo a costa del tabernero y robándole además la mujer.
—¡Mentira… mentira! —contestaba el Cubano con la ansiedad del culpable—. ¡Son calumnies…!
Mejor: el tío Tono celebraba que fuese así. Lo importante era haber salido del peligro. Ahora a trabajar, a ser hombre honrado, a ayudar al padre en la tarea de enterrar sus charcas. Cuando éstas se convirtiesen en campos y en el Palmar viesen a los Palomas recoger muchos sacos de arroz, ya encontraría Tonet una compañera. Podría escoger entre todas las muchachas de los pueblos inmediatos. A un rico nadie le contesta negativamente».
Cañas y barro
Vicente Blasco Ibáñez
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