martes, 10 de enero de 2017

Tú eres un hombre honrado...

«—¡Barret, Hijo mío! —dijo con voz entrecortada—. Todo ha sido una broma: no hagas caso. Lo de ayer fué para hacerte un poquito de miedo..., nada más. Vas a seguir en las tierras... Pásate mañana por casa..., hablaremos. Me pagarás como mejor te parezca.

Y doblaba su cuerpo, evitando que se le acercase el tío Barret. Pretendía escurrirse, huir de la terrible hoz, en cuya hoja se quebraba un rayo de sol y se reproducía el azul del cielo. Como tenía la acequia detrás de él, no encontraba sitio para moverse, y echaba el cuerpo atrás, pretendiendo cubrirse con las crispadas manos.

El labrador sonreía como una hiena, enseñando sus dientes agudos y blancos de pobre.

—¡Embustero! ¡Embustero! —contestaba con una voz semejante a un ronquido.

Y, moviendo su herramienta de un lado a otro, buscaba sitio para herir, evitando las manos flacas y desesperadas que se le ponían delante.

—Pero ¡Barret! ¡Hijo mío! ¿Qué es esto?... ¡Baja esa arma..., no juegues!... Tú eres un hombre honrado...; piensa en tus hijas. Te repito que ha sido una broma. Ven mañana y te daré las lla... ¡Aaay!...»

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


Ilustración de José Benlliure para “La barraca”

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