«Corrían tras ellos los muchachos, embobados por los vistosos uniformes; madres, hermanas y amigas admirábanles desde las puertas, lanzando un ¡Reina y siñora, qué guapos van! y la mascarada piadosa servía para recordar a la humanidad olvidadiza y pecaminosa que antes de una hora Jesús y su madre iban a encontrarse en mitad de la calle de San Antonio, casi a la puerta de la taberna del tío Chulla».
Flor de Mayo
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