«Si ella tuviera que vivir de lo que trabajase su hija, estaba arreglada. ¡Criatura más desmañada y perezosa!... En la taberna rompía vasos y platos al intentar limpiarlos; quemábase el pescado en la sartén si ella cuidaba del fogón, y al fin su madre tenía que dejarla corretear por la playa o que fuese a la costura del Cabañal. A temporadas dominábala un deseo loco de aprender, y se escapaba, exponiéndose a una paliza, para ir en busca de la maestra; pero poco después huía de la escuela, cuando su madre mostrábase conforme en que asistiera a ella».
Flor de mayo
Vicente Blasco Ibáñez
Archivo de Rafael Solaz
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