«--Di a Adela y a Nelet que entren.
Toda la servidumbre de la casa se plantó a estilo de coro de zarzuela
ante el sillón de la señora. Entre los tres cruzábanse alegres miradas,
sonrisas de satisfacción.
Era la ceremonia anual, el acto de dar los aguinaldos a los criados, por
ser el día de la señora. Con majestad teatral, doña Manuela dio un duro
a cada uno, más un pañuelo de seda a Visanteta, por lo satisfecha que
estaba de su mérito como cocinera. El ceño de la habilidosa muchacha se
dilató por primera vez en todo el día, y los tres salieron
apresuradamente con la alegría del regalo, oyéndose el ruido de sus
empellones y correteos.
Esto obscureció un poco la sonrisa de don Juan. Decididamente, su
hermana era una loca, que odiaba el dinero. ¡Mire usted que tirar tres
duros tan en tonto! ¿No hubiera quedado lo mismo con tres pesetas?
Pero su digestión de esquimal harto no le permitía indignarse, y escuchó
con expresión amable a su hermana, que, inclinada sobre él, apoyándose
en su misma butaca, le hablaba mimosamente, como si fuese una niña.
--Hay que seguir las costumbres, Juan; si no, los criados, en vez de
respetarla a una, se encargan de desacreditarla. A ti de seguro que no
le parece bien dar un duro a cada criado; a mí tampoco, pero hijo mío,
la costumbre es la costumbre, y si una hace ciertas economías, la gente
cree que va de capa caída, suposición que a nadie gusta. ¿No crees tú lo
mismo?»
Arroz y tartana
Vicente Blasco Ibáñez
Chachas o amas de cría (sic). Valencia. Fotógrafo Damián
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