«Batistet se quedó junto al caballo intentando restañarle la sangre con su pañuelo de la cabeza.
Sintió miedo viendo a su padre correr por el camino con la escopeta preparada, ansioso de dar desahogo a su furor matando.
Era terrible el aspecto de aquel hombretón, siempre tranquilo y cachazudo. Despertaba la fiera en él, cansado de que lo hostigasen un día y otro día. En sus ojos, inyectados de sangre, brillaba la fiebre del asesinato; todo su cuerpo se estremecía de cólera, esa terrible cólera del pacífico, que, cuando rebasa el límite de la mansedumbre es para caer en la ferocidad».
La barraca
Vicente Blasco Ibáñez
Valenciano con fusil. 1888
Foto Esplugas. Archivo José Huguet
Cortesía de José Navarro Escrich
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