domingo, 15 de mayo de 2022

El melancólico campanilleo sonaba ahora junto a él

«El melancólico campanilleo sonaba ahora junto a él, y empezaron a pasar por el camino bultos informes, que su vista, turbia por las lágrimas, no acertaba a definir. Sintió que le tocaban con la punta de un palo; y, levantando la cabeza, vió una escueta figura, una especie de espectro que se inclinaba hacia él.

Reconoció al tío Tomba: el único de la huerta a quien no debía ningún pesar.

El pastor, tenido por brujo, poseía la adivinación asombrosa de los ciegos. Apenas reconoció a Batiste pareció comprender toda su desgracia. Tentó con el palo la escopeta que estaba a sus pies, y volvió la cabeza, como si buscase en la oscuridad la barraca de Pimentó.

Hablaba con lentitud, con una tristeza reposada, como hombre acostumbrado a las miserias de un mundo del que pronto había de salir. Adivinó el llanto de Batiste.

—Fill meu!... Fill meu!...

Todo lo que ocurría ahora lo esperaba él, ¡hijo mío! Ya se lo había dicho el primer día que lo encontró instalado en las tierras malditas: "¡Le traerían desgracia!...".

La barraca

Vicente Blasco Ibáñez


Ilustración de José Benlliure para "La barraca"


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