miércoles, 18 de octubre de 2023

Tranquilo y bonachón en la puerta de su casa

«Alto, musculoso, con el vientre hinchado y caído sobre las piernas, la cara bronceada por el sol y cuidadosamente afeitada, el capitán parecía un cura en vacaciones, tranquilo y bonachón en la puerta de su casa. Sus ojos grises, de mirada fija e imperativa, ojos de hombre habituado al mando, eran lo único que justificaba la fama del capitán Llovet, la leyenda sombría que flotaba en torno de su nombre.

Había pasado su vida en continua lucha con la marina real inglesa, burlando la persecución de los cruceros en su famoso bergantín repleto de carne negra, que transportaba desde la costa de Guinea a las Antillas. Audaz y de una frialdad inalterable, jamás le vieron oscilar sus marineros.

Contábanse de él cosas horripilantes. Cargamentos enteros de negros arrojados al agua para librarse del crucero que le daba caza; los tiburones del Atlántico acudiendo a bandadas, haciendo hervir las olas con su fúnebre coleteo, cubriendo el mar de manchas de sangre, repartiéndose a dentelladas los esclavos, que agitaban con desesperación sus brazos fuera del agua; sublevaciones de tripulación contenidas por él solo a tiros y hachazos; raptos de ciega cólera en los que corría por cubierta como una fiera; hasta se hablaba de cierta mujer que le acompañaba en sus viajes, la cual, desde el puente, fue arrojada al mar por el iracundo capitán después de una disputa por celos».

Lobos de mar

La condenada y otros cuentos

Vicente Blasco Ibáñez



Un marinero. 1889

Salvador Martínez Cubells

Óleo. 42,5 x 34,5

Colección Museo Nacional del Prado

Museo de Bellas Artes de Granada

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