«El Cubano quería celebrar su triunfo. Envió por cajones de gaseosas y cervezas a casa de Cañamel para todas aquellas señoras; que bebiesen los hombres cuanto quisieran; ¡él pagaba! En un instante, la plaza se convirtió en un campamento. Sangonera, con la actividad siempre despierta cuando se hablaba de beber, había secundado los deseos de su generoso amigo trayendo de casa de Cañamel todas las pastas viejas y duras almacenadas en los cristales del escaparate; y pasaba de corro en corro, llenando vasos y deteniéndose con frecuencia en el reparto para obsequiarse a sí mismo.
Iban bajando los agraciados con los otros primeros puestos, y echaban su sombrero en alto, gritando: «¡Vítol! ¡vítol!». Pero sólo acudían a ellos su familia y sus amigos. Toda la atención era para Tonet, para el número uno, que tan rumboso se mostraba».
Cañas y barro
Vicente Blasco Ibáñez
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